Las elecciones del 15 de diciembre marcaron un antes y un después para la participación sunita en el proceso político iraquí. Pero mientras muchos sunitas asistieron a las urnas, organizaciones de la resistencia continuarán combatiendo mientras Estados Unidos permanezca en este país. A pesar de estos comentarios provenientes principalmente de la resistencia sunita, las elecciones […]
Las elecciones del 15 de diciembre marcaron un antes y un después para la participación sunita en el proceso político iraquí. Pero mientras muchos sunitas asistieron a las urnas, organizaciones de la resistencia continuarán combatiendo mientras Estados Unidos permanezca en este país.
A pesar de estos comentarios provenientes principalmente de la resistencia sunita, las elecciones pusieron en evidencia una respuesta muy diferente a la exhibida en los comicios anteriores de enero.
El acto comicial de diciembre convocó al mayor número de votantes de los tres realizadas desde el derrocamiento del presidente Saddam Hussein (1979-2003) por parte del ejército de ocupación de Estados Unidos.
Los resultados todavía no se han dado a conocer y se espera que estén listos a mediados de este mes. Sin embargo, con una población de más de 25,8 millones de personas, se dice que votaron 10,8 millones.
La mayoría de los iraquíes son chiitas (62 por ciento), hegemónicos en el sur, mientras en el centro predominan los sunitas (35 por ciento), corriente islámica dominante en el mundo árabe y también en el régimen de Saddam Hussein.
Desde el punto de vista étnico, los árabes constituyen las tres cuartas partes de la población iraquí, mientras que los kurdos, la mayoría de los cuales profesan el Islam sunita y habitan en el norte, suman 20 por ciento.
La participación sunita en las elecciones parece haber respondido a un deseo de no quedar fuera del proceso político nacido de la intervención estadounidense. Desde enero de 2005 los sunitas se han quejado constantemente de que se les ha bloqueado el acceso a los espacios donde se toman las decisiones acerca del destino de su país.
Previamente, los sunitas boicotearon las elecciones, esperando ayudar a invalidarlas. La negativa de los chiitas contrarios a sumarse al boicot disminuyó su impacto.
«No fui a los últimos comicios, el 30 de enero, porque los efectivos militares de Estados Unidos estaban bombardeando (la central ciudad de) Faluya», dijo a IPS Ahmed Ali, un ingeniero civil de 36 años. «Esperábamos que los chiitas hicieran lo mismo para enviar un mensaje al ejército estadounidense y mostrarle que tenemos una fuerte solidaridad, pero no lo hicieron».
Esto llevó a muchos sunitas al desencanto con esa negativa chiita que ven como respuesta estratégica a la ilegitimidad de un gobierno establecido y protegido por Washington.
Además de Ahmed, otros sunitas concurrieron en masa a las urnas. «De repente encontramos a los sunitas expulsados del gobierno iraquí», dijo Ahmed. «Por todo eso, decidimos ir a las nuevas elecciones, y votamos por la lista sunita».
Los partidos sunitas trabajaron duramente para hacer que sus electores sufragaran, esperando que no se repitiera lo acontecido en las elecciones de enero, en las que muchos sunitas fueron dejados fuera del proceso político. Aquellos comicios estuvieron marcados por cientos de acusaciones de fraude, y actualmente la Comisión Electoral que vigila las elecciones está investigando esos reclamos.
«Les pedimos a todos los iraquíes que vengan y voten en estas elecciones. Luego de los comicios descubrimos que había un montón de fraude», dijo a IPS Huda al’Nuaymi, representante del partido Diálogo Nacional Iraquí, dominado por los sunitas.
En vista del fraude, muchos de los partidos de oposición más pequeños se unieron para oponerse a los resultados. «El partido Diálogo Nacional Iraquí se unió con otros 35 bloques políticos y emitió una declaración pidiendo al gobierno iraquí que cancelara las elecciones (para) y celebrara nuevas», dijo Nuaymi.
Funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) piensan que las elecciones fueron limpias, pero una misión internacional viajará a Iraq para verificar los resultados.
Las revelaciones de fraude e inconsistencia confirmaron el apoyo de muchos iraquíes sunitas a la resistencia armada, a la que consideran única manera de finalizar la ocupación.
«No creí que las elecciones mejoraran la situación en Iraq, porque estamos bajo ocupación», dijo Alaa Adel, de 32 años, que se desempeña como guardia en una mezquita sunita de Bagdad. «Estoy seguro de que sólo la resistencia real obligará a las fuerzas extranjeras a terminar su ocupación».
Las fuerzas ocupantes fracasaron en Iraq porque «no hay seguridad, no hay petróleo, no hay electricidad, no hay agua, no hay nada», dijo un residente que solicitó no ser identificado. «Ahora quieren hacer un falso gobierno que les sirva y una falsa democracia, y huir tan rápidamente como puedan», opinó.
El residente dijo que no votó. «Después de todo eso, ¿cómo puedo ir a estas elecciones? Por supuesto que no fui, porque si fuera estaría siendo útil a las fuerzas de ocupación», explicó.
Alaa Adel cree que sólo después de que la ocupación haya terminado Iraq tendrá comicios limpios. «No hay democracia en Iraq bajo la ocupación. Luego de eso, podremos hacer elecciones reales entre iraquíes reales».