Las fuerzas militares estadounidenses han abierto la veda de la bestialidad absoluta por todo Iraq y, guiados por los agentes del MOSSAD (los terroristas más eficaces del mundo), los agentes de la CIA han secuestrado, detenido, torturado y asesinado a cada iraquí relacionado [según sus consideraciones] con «la resistencia». Gracias al aplastante apoyo del pueblo […]
Las fuerzas militares estadounidenses han abierto la veda de la bestialidad absoluta por todo Iraq y, guiados por los agentes del MOSSAD (los terroristas más eficaces del mundo), los agentes de la CIA han secuestrado, detenido, torturado y asesinado a cada iraquí relacionado [según sus consideraciones] con «la resistencia». Gracias al aplastante apoyo del pueblo estadounidense, que prefiere mantener sus deportivos a defender la paz, han podido actuar con toda impunidad.
La ilegal conquista y ocupación de Iraq, y el próximo ataque sobre las instalaciones nucleares de Irán, nos hace recordar una situación similar que se produjo hace 24 años, cuando se pensaba que Sadam e Iraq suponían una amenaza inminente para la paz mundial.
Corría el año 1981 y Saddam estaba construyendo un reactor nuclear fuera de Bagdad, en una ciudad llamada Osirak. El reactor era un modelo que podía parcialmente transformarse y elaborar armas nucleares. Pocas naciones deseaban ver a Sadam lanzando boleas de bombas nucleares hacia Israel, por eso nadie parpadeó cuando los israelíes bombardearon el reactor. Sin embargo, lo que muy poca gente sabe es que fue la CIA quien organizó el ataque al reactor nuclear de Osirak.
A causa de las perfidias de la historia, Iraq (igual que Osama Bin Ladin) era en aquella época nuestro aliado, y su capacidad nuclear no facilitaba pretextos suficientemente claros para que EEUU, en solitario, empezara a arrojarle bombas. Por eso, en aquel momento, se representó el ataque preventivo como algo lanzado por Israel en función de su propia seguridad y en desafío a los intereses de EEUU. Pero eso no es verdad. El ataque al reactor nuclear de Osirak fue un caso de subcontrata de libro, a fin de que un apoderado agradecido hiciera un trabajo sucio para evitar repercusiones negativas evidentes.
Un agente de la CIA llamado Larry Paulson me contó los detalles de la operación. La pongo ahora a disposición de Vds. ahora porque Su Alta Señoría el Verdugo ha adornado muy bien sus razones para invadir Iraq y hacérselas tragar a la gente, a diferencia de las que se presentaron hace 22 años. Pero ahora hay mucho más en juego: Como Bush se encuentra en la antesala del dominio mundial, con tan sólo sus amorales obligaciones -remordimientos morales, quiero decir- conteniéndole de soltar bombas nucleares por todo el mundo, esta lección de cómo actúa la CIA es más importante que nunca antes. Es un anticipo de todo lo que puede sobrevenir.
La historia de Larry Paulson empezó en 1966, en Vietnam del Sur, donde un marine entusiasta ganó varias medallas al valor, por lo que fue percibido por la CIA como un «scout con talento». El oficial por el que la CIA se interesó tuvo que pasar un examen a fondo, que reveló que Paulson era hijo de un matrimonio roto. Paulson era lo que puede llamarse un huérfano emocional. En el instituto, sus actividades favoritas tenían que ver con la iglesia local luterana y con la participación en el equipo de debates del Club Rotatorio. Su sueño era convertirse en un «cruzado» y seguir los pasos de su héroe, John Wayne.
Paulson se describe a sí mismo, de forma impasible, como alguien que lucha por «la libertad, el American way of life y la libre empresa». Al haberse tenido que enfrentar con el Vietcong en combate a muerte, era también un rabioso anti-comunista. Y eso le hacía aún más atractivo para la CIA.
A Paulson le sucedieron cosas extrañas en Vietnam. Fue seleccionado y sometido a entrenamientos especiales en buceo, esquí acuático, demoliciones y artes marciales. Nadie le explicó para qué le estaban preparando y, como era un buen soldado, tampoco preguntó nada. No fue sino hasta ser herido y enviado a Okinawa para recuperarse cuando sus preguntas fueron contestadas. Fue allí, en Okinawa, donde fue captado por la CIA.
A partir de ahí pudimos aprender cómo trabaja la CIA. Basándose en el perfil psicológico de Paulson, la CIA decidió convertirle en un agente «infiltrado». El equipo de Encubrimientos Central de la CIA, que maneja una red mundial de agentes infiltrados y compañías independientes de marcas registradas, preparó una elaborada historia como tapadera. Al estar fuera de la burocracia normal de la CIA, el equipo de Encubrimiento Central ha sido muy utilizado por todos los presidentes de EEUU, desde Truman hasta el esquivo Congreso, por eso el presidente puede hacer un tipo de cosas que la gente desaprueba normalmente – tales como hacer negocios secretos con los enemigos de EEUU. El equipo de Encubrimiento Central conforma las cloacas de la CIA.
Sólo unos cuantos oficiales del equipo de Encubrimiento Central, y su oficial de caso, conocían la historia tapadera de Paulson. La historia era la siguiente: Su padre había sido un soldado australiano que, durante una estancia en Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo un romance con una mujer cuyo nombre de soltera era Velesco. Ella era medio española, media filipina y pertenecía a la clase alta. Se fabricaron los documentos necesarios para probar que su madre había sido una abogada que trabajaba en Samboaga. Pero ella y el australiano nunca habían estado legalmente casados, por eso Larry Paulson -ahora Larry Velesco- se convirtió automáticamente en ciudadano filipino.
Abandonada por el soldado australiano, la madre de Larry sucumbió a los remordimientos y a la depresión, y cual si fuera una belleza surista de un drama de Tennessee Williams, nunca pudo recuperarse. Su hijo fue entregado en adopción, y a la edad de tres años, Larry Velesco, el fantasma, fue llevado a EEUU, donde tuvo la buena suerte de ser adoptado por una amorosa familia. Sus acomodados padres le reconocieron como hijo único y nunca mencionaron que no era su hijo natural. Así llegó a la juventud. Era popular y amable, con una aptitud especial para la mecánica. Los documentos que fabricó la CIA mostraban que había recibido una beca del Instituto de la General Motors para hacerse ingeniero automotriz, y que asistió al Sloan School of Management en el Instituto de Tecnología de Massachussets.
No olviden que ésta es una historia tapadera. Según dicha historia, se alistó en los marines y, debido a su aptitud mecánica, fue seleccionado en un entrenamiento básico para un curso como piloto de helicópteros. Durante el examen normal de seguridad, los militares descubrieron que era un ciudadano filipino, ¡no un estadounidense! Eso supuso un «shock» para él, pero también fue un pretexto para visitar Filipinas y «descubrir sus orígenes», lo que hizo inmediatamente tras abandonar el cuerpo de marines.
Según se relataba en el guión del equipo de la Central de Encubrimiento, y como sucedió realmente, Larry aprendió la lengua filipina y decidió instalarse en la tierra donde nació. En 1968 consiguió trabajo como gerente y traductor en una compañía japonesa minera. Trabajó bien y fue consiguiendo ascensos. Cuando la compañía quebró, la Shell Oil (que había suministrado gasolina y otros servicios relacionados a la compañía minera) le ofreció una franquicia de una estación de servicio en la isla de Leyte. En 1970, unos estudiantes enfurecidos por las subidas de los precios de la gasolina le quemaron de arriba abajo la estación de servicio. Pero Velesco tenía destacadas credenciales y siempre había otro empresario esperando para contratarle.
En los siguientes diez años, Velesco desarrolló puestos de administración con BF Goodrich; un contratista de suministros y constructor de la Base de las Fuerzas Aéreas de Clark; General Motors; tarjeta VISA y Westinghouse, que, casualmente, construyó el primer reactor nuclear en Filipinas.
Como ocurre realmente en la mayoría de las multinacionales estadounidenses, los empleadores de Velesco proporcionaban a sabiendas tapaderas a los agentes de la CIA como una forma para mantener su influencia e intereses en el exterior y en Washington.
En 1980, Velesco se había establecido como honrado ciudadano filipino. Su cobertura era impecable y su momento llegó. Un día de diciembre de 1980, mientras estaba empleado como ejecutivo con Reason Marketing, su oficial de caso le contactó de la forma habitual. Se le envió un sobre a su buzón en la Oficina de Correos de Manila; dentro, en un trozo de papel, había una fecha, una hora y un número de teléfono. Velesco llamó al número desde una cabina. Al otro extremo del hilo telefónico una voz dijo, «Hola». Larry pidió hablar con «Mama san» acerca de su fecha. «¿Qué fecha?», contestó la mujer. «Nelly», respondió Velesco. Cuando la voz dijo, «Nelly es una chica irlandesa», supo que estaba a punto de recibir instrucciones. Para estar seguro, utilizó un código de confirmación: preguntó por el número que había marcado y la mujer le respondió repitiendo su número de identificación militar.
Las instrucciones para Larry fueron encontrar a «Sammi», un abogado palestino y hombre de negocios, en el lujoso hotel Manila. Sammi tenía también una historia interesante que contar. Como muchos otros individuos de su oprimida nacionalidad, Sammi era un refugiado de la diáspora palestina. Había vivido en EEUU desde 1948. Tenía dos hermanos, uno en Arabia Saudí, el otro en Jordania. En 1980, ambos hermanos era miembros activos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). El hermano que estaba en Jordania era también miembro del Congreso Palestino.
Sammi, desde luego, era de la CIA. La CIA había pagado su educación en el instituto y, asimismo, le había facilitado un empleo «fantasma» en una de sus compañías de patentes. Cuando se licenció en derecho, se le dieron a Sammi los fondos que necesitaba para establecer su propia compañía. A través de su red de interlocutores en compañías de patentes domésticas y extranjeras, la CIA le aseguró una serie de clientes poderosos y éxito financiero. Durante ese proceso, la Agencia se ganó también su lealtad imperecedera (en el sentido que la Mafia da a esa palabra).
Financiado por la CIA, Sammi fue colocado como socio y consejero en los negocios de la Familia Real kuwaití. En pocos años se convirtió en un confidente seguro. Todo el tiempo estuvo canalizando secretamente información a la CIA desde sus contactos en Kuwait y desde sus hermanos en Arabia Saudí y Jordania. La información era de inestimable valor y Sammi fue bien recompensado. Pero empezó a atormentarle un sentimiento de conciencia culpable -y recuerden esto bien, queridos lectores- que el remordimiento era el elemento que la CIA utilizó para ponerse en su contra y echarle.
«Se había puesto en contra de sus hermanos y había vendido su alma a la CIA», explica Larry. «Y no importaba lo buen abogado que fuese, ni que no hubiera contrato que no pudiera deshacer».
Eventualmente, la CIA decidió que Sammi ampliara sus propiedades. Se hicieron amaños para que una de sus compañías recibiera la franquicia exclusiva de los camiones que General Motors manufacturaba en Corea del Sur y la vendiera en Oriente Próximo. Sammi construyó gradualmente un imperio de transportes en Oriente Próximo y ese imperio fue lo que sirvió como plataforma de lanzamiento para el ataque israelí sobre el reactor nuclear de Osirak en Iraq.
Confluencia
Iraq, como consecuencia de su invasión de Irán en 1981, se convirtió en una nación cercada. Irán había cerrado el puerto de Basora (que ahora poseen EEUU, Gran Bretaña e Israel), que hasta entonces había atendido todas las necesidades de Iraq. Como alternativa, los gobiernos de Jordania e Iraq formaron una compañía mixta de transporte, la Compañía de Transporte Terrestre Jordano-Iraquí (CTTJI), para transportar productos desde el puerto jordano de Aqaba hasta Bagdad. Sammi fue contratado por la CTTJI como asesor gerente y consejero legal. Entonces viajó a Filipinas para seleccionar al consultor gerente adecuado.
De la misma forma que George Bush perdió votos pero ganó las elecciones, y al igual que los ataques terroristas del 11-S, los movimientos de Sammi estaban predestinados: y mientras Sammi se hallaba en el Hotel Manila, tropezó en su camino con Larry Velasco, nuestro agente infiltrado de la CIA.
Según recuerda Velesco, «Sammi se las arregló para que la compañía filipina que proporcionaba mano de obra y administración para el proyecto me empleara como consultor gerente. Steyr Daimler Puch y Mercedes se encargaban de proporcionar camiones; Freuhal de Francia los remolques; y nuestra compañía filipina facilitaba la mano de obra y la administración».
Los planes se completaron en el encuentro en el Hotel Manila y Velesco fue preparado para su misión. Expertos en transporte de la CIA volaron desde los cuarteles en Langley y se le unieron en un campo de entrenamiento especial; según Larry lo describe, «una preciosa propiedad en la playa, al norte de Luzon. Mi entrenador físico elaboró una dieta para ponerme en óptimas condiciones físicas y mis tutores me convirtieron en un experto en transportes, en Jordania, en Iraq y en los personajes que iban a estar implicados en la conspiración».
«Cuando llegué a Jordania», dijo Velesco, «fui nombrado por el consorcio gestor del proyecto. Mi trabajo era sencillo. Tenía que meter en el ordenador todas las facturas de fletes con la importación de productos. Estaba información se pasaba a la Embajada de EEUU en Ammán, Jordania. De este modo la CIA pudo seguir eficazmente el rastro de todos los productos, de guerra y no de guerra, que entraban en Iraq, así como de los que estaban siendo transportados a Osirak para construir el reactor nuclear».
El proyecto se desarrollaba con calma y el plan-tapadera de Larry fue cumpliéndose en todos sus detalles. Fue contactado por el oficial de su caso, quien le dijo que se encontrara con una Cónsul del Departamento de Estado, la llamó Jo An Powell, en un «tercer país» cercano. Un funcionario veterano del Servicio Exterior, el padre de Powell había sido diplomático en Oriente Próximo. Ella hablaba con fluidez el árabe y, como no era de sorprender, como Larry cuenta, «también era de la CIA».
«Tuve que ir a Austria para mantener un encuentro especial, cuya razón de ser no conocí en aquella época. La Cónsul del Departamento de Estado me dio un pasaporte diplomático el 27 de mayo de 1981, por una validez de seis meses. El encuentro tuvo lugar en agosto, y de él salieron tres cosas. Primera, mi oficial de caso me pidió que me quedara en Oriente Próximo. Segunda, como la CTTJI me obligaba a trabajar muchas horas, decidió que empezaría con una franquicia de VISA en Jordania para otro hombre de la Agencia, un colega que era dueño del Banco Petra. Tercera, se me dijo que volviera a Jordania, donde fui contactado de nuevo por la misma Cónsul del Departamento de Estado. Me dio una serie de instrucciones que consistía en encontrarme con agentes israelíes y de la CIA en Petra, que es un enclave en Jordania donde acude mucho turismo israelí. En aquel encuentro fue cuando conocí los planes de la CIA para bombardear el reactor nuclear de Osirak. Fue asimismo en aquel encuentro cuando me entregaron una valija diplomática llena de transmisores electrónicos. Los F-16 israelíes tenían que despegar de Elat y seguir a nuestro camión de la CTTJI en ruta hacia Bagdad. Para asegurar su navegación, yo tenía que colocar los transmisores en mis camiones, por eso sus aviones podrían seguir a los camiones hasta el blanco».
Velesco volvió a su oficina de la CTTJI en Aqaba y cuando llegó el momento previsto, acopló los transmisores debajo de los camiones que iban a Osirak con piezas para la construcción del reactor. La misión fue un éxito. Cuando los camiones regresaron, Velesco quitó los transmisores y los tiró en el Golfo de Aqaba.
Así de sencillo fue, si es que la palabra sencillo es la adecuada. En cualquier caso, nadie se enteró de nada.
Post Script
Dos años antes del ataque, los revolucionarios iraníes habían depuesto al Shah de Irán y habían tomado la Embajada de EEUU en Teherán. El pueblo estadounidense se vio sometido al humillante calvario de contemplar cómo sus funcionarios del Servicio Exterior eran atados, con los ojos vendados, golpeados, permaneciendo en situación de riesgo. El presidente Jimmy Carter intentó rescatar a los rehenes, pero el asalto del comando de fuerzas especiales fue desastroso: los helicópteros se estrellaron en el desierto, los soldados murieron y los republicanos escondieron sus risas. El presidente Carter trató desesperadamente de negociar un acuerdo, pero la crisis de los rehenes se arrastró durante toda la campaña de 1980, costándole las elecciones. Los rehenes fueron liberados una vez que el exaltado Ronald Reagan juró su cargo.
Algunas gentes piensan que había tenido lugar una «Sorpresa de Octubre»; «que el director de la campaña de Reagan, William J. Casey, y el candidato para la vicepresidencia de Reagan George H.W.Bush, habían hecho un trato con el Ayatola Jomeini y su régimen fundamentalista y, a cambio de mantener los rehenes durante las elecciones y dejar a Carter en ridículo, el próximo (e ilegítimo) régimen de Reagan prometió apoyar a Irán en su guerra contra Iraq.
Al igual que ahora, había una situación complicada: la CIA y los espías israelíes estaban operando por toda la región, trabajando con los kurdos y reclutando musulmanes fundamentalistas como Osama bin Ladin para luchar contra los rusos en Afganistán, mientras Reagan lanzaba bombas sobre los niños de Khadafi en Libia y Ariel Sharon estaba tramando la sangrienta invasión del Líbano. EEUU e Israel estaban haciendo todo lo posible para picar a Irán contra Iraq, con la esperanza de que se destruyeran el uno al otro, desestabilizaran la región y asegurar así la situación de Israel.
Veinticuatro años después, Iraq continúa estando en el centro de la política exterior de EEUU. Y aunque apropiarse de los campos petrolíferos de Iraq y proteger a Israel parecen ser los objetivos principales de la ocupación, estas cuestiones no se discuten en los medios por motivos patrióticos, mientras se trata de exterminar a la resistencia. Muchos estadounidenses todavía se creen que la invasión de Iraq fue diseñada para eliminar las no existentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein. O que Husein (más que la CIA o el MOSSAD) fue responsable de los ataques terroristas del 11-S que lograron que el impresentable presidente se salvara de los grilletes por haber robado las elecciones presidenciales del 2000. Bajo la excusa de proseguir la «guerra contra el terror», una serie de falsedades le han permitido destruir nuestras Libertades Civiles, imponer de facto la ley marcial y reorganizar totalmente la sociedad estadounidense de forma y manera que pueda asegurar el dominio político de su camarilla en el futuro.
Con un coste tremendo para el contribuyente estadounidense, Su Alta Señoría el Verdugo ha golpeado a Iraq con tan sólo una fracción de su aplastante poderío militar. Podría eliminar a cualquier nación con ataques atómicos preventivos. A muchos estados les repugna esa perspectiva pero, al igual que el pueblo estadounidense, permanecen silenciosos. Hasta hoy en día, gran parte del pueblo estadounidense sigue apoyando a Bush. ¿Por qué?
¿Quieren saber lo que sucederá a continuación? Obviamente, Israel y EEUU han posado sus ojos -a corto plazo- en Irán y Siria y, a largo plazo, los pondrán sobre cualquier estado musulmán que suponga remotamente una amenaza para Israel, o se asiente sobre inmensas reservas petrolíferas o sobre otros valiosos recursos naturales. La cruzada de Larry Paulson continuará siempre.
Cuando el Presidente es Dios, todo está predestinado.
Texto original en inglés:
www.scoop.co.nz/stories/HL0601/S00185.htm