Recomiendo:
0

Muerte de Abu Musab Al-Zarqawi

Bush y Bin Laden se quitan un problema de encima

Fuentes: IPS

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, tuvo este jueves buenas noticias desde Iraq después de mucho tiempo: la muerte del líder de la red terrorista Al Qaeda en ese país y la designación de los ministros de seguridad del nuevo gobierno.

Pero, a pesar de la violenta muerte de Abu Musab Al-Zarqawi, la insurgencia seguirá, pues la mayor parte del movimiento contra la ocupación de Iraq rechazaba su liderazgo.

Tampoco terminará el terrorismo. La mayoría de los expertos en la materia consideran que Zarqawi rivalizaba con el líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden. Pero Washington lo pintaba como el líder de la insurgencia y como dirigente consolidado de la red terrorista.

La muerte de Zarqawi y la designación de los ministros iraquíes de Interior, Defensa y Seguridad podrían reforzar –temporalmente, al menos– el bajo índice de aprobación que marcan las encuestas para el gobierno de Bush.

Sin embargo, a Washington y sus aliados aún les queda una aguda cuesta por remontar para ganar la confianza del público y acabar con la violencia entre comunidades religiosas del país del Golfo, que amenaza con desatar una guerra civil.

«La muerte de Zarqawi puede ayudar a reducir la tensión religiosa, pues era el principal promotor de la ideología anti-chiita y lanzaba ataques» contra esa comunidad musulmana, la mayoritaria en Iraq, dijo Joost Hiltermann, experto en asuntos iraquíes de International Crisis Group (ICG), que reside en Ammán.

Pero la animadversión entre chiitas y sunitas no acabó aún, «y su legado es muy fuerte en Iraq», agregó Hiltermann en una entrevista telefónica. «Será muy difícil poner de nuevo el líquido dentro de la botella.» En una rápida aparición en el rosedal de la Casa Blanca este jueves, Bush se abstuvo de triunfalismos. La muerte de Zarqawi, dijo, «es un severo golpe a Al Qaeda» y «una victoria en la guerra global contra el terrorismo», si bien no necesariamente afecta la dinámica establecida.

«Debemos suponer que los terroristas e insurgentes seguirán adelante sin él», dijo. «Debemos suponer que la violencia continuará.»

«Nos esperan días difíciles en Iraq, que necesitan de la paciencia permanente del pueblo estadounidense», indicó.

Pero los acontecimientos del jueves en Bagdad, incluido el aval parlamentario a los ministros de Interior, Defensa y Seguridad Nacional del gabinete del primer ministro Nouri Maliki, rompió la ola de malas noticias que socavaba la paciencia de los estadounidenses en torno de la presencia de sus tropas en Iraq.

En las noticias sobre Iraq de las últimas semanas, predominaron los informes sobre brutales asesinatos por odio religioso que contribuyeron a aumentar enormemente la cantidad de cadáveres –muchos de ellos decapitados– en la morgue de Bagdad respecto del año pasado.

A ese panorama se agregó investigación de una aparente masacre de dos docenas de civiles en el pueblo sunita de Haditha en noviembre pasado a manos de infantes de marina (marines) de Estados Unidos, así como su intento de encubrimiento.

Por otra parte, el primer ministro Maliki no logró consenso dentro de su «gobierno de unidad nacional», seis meses después de las elecciones parlamentarias, para nombrar a los tres ministros clave para la seguridad.

Esto también se sumó a la creciente convicción en el Congreso legislativo estadounidense, tanto entre sus miembros del gobernante Partido Republicanos como entre los del opositor Demócrata, en el que el gobierno gasta casi dos mil millones de dólares semanales en una causa perdida.

Con este telón de fondo, las noticias del jueves fueron realmente muy buenas para el gobierno de Estados Unidos y quienes lo apoyan.

El anuncio de la muerte de Zarqawi, indicó Victor Davis Hanson, historiador neoconservador del centro académico Hoover Institution y venerado por el vicepresidente Dick Cheney «agrega al sentido a la coyuntura» marcada por el nombramiento de los tres ministros».

«Además, aplaca, aunque sea por unos días, la obsesión de los medios de comunicación con Haditha», agregó Davis Hanson.

Una de sus tareas principales del nuevo gobierno iraquí deberá ser acercarse a la población sunita –33 por ciento de los 24 millones de habitantes– de modo de incluirla en el proceso político, y reformar la constitución para que atienda los intereses de esa comunidad.

Maliki tiene planes de liberar una gran cantidad de prisioneros sunitas y para reprimir a las milicias chiitas en la meridional ciudad de Basora y en todo el país.

El general sunita Abdul Qadir Obeidi encabezará el Ministerio de Defensa, y los chiitas Jawas Bulani y Shirwan Waili los del Interior y Seguridad Nacional.

Los sunitas han manifestado gran preocupación por la dirección del Ministerio del Interior, al que consideran infiltrado por milicias chiitas y escuadrones de la muerte.

A pesar de la difícil concordia política alcanzada por los líderes de las dos comunidades, la información sobre Iraq en los medios internacional ha estado dominada en las últimas semanas por los violentos choques entre chiitas y sunitas y por la masacre de Haditha.

Mientras, la muerte de Zarqawi dominó el panorama informativo este jueves. El líder de Al Qaeda en Iraq fue alcanzado por un ataque aéreo de Estados Unidos en una casa cerca de la localidad de Baquba el miércoles de noche.

El combatiente islámico nacido en Jordania era objeto de horrorizada fascinación de los medios de comunicación desde que participó en el vídeo que mostraba la decapitación del rehén estadounidense Nicholas Berg.

Pero tenía dificultades para mantener el liderazgo. Según diversas versiones, la relación de Zarqawi con el líder mundial de Al Qaeda, Osama bin Laden, y los insurgentes sunitas iraquíes era más bien áspera.

El gobierno de Bush aseguraba que Zarqawi había sido enviado a Bagdad por Al Qaeda en las vísperas de la invasión estadounidense de marzo de 2003.

Pero la mayoría de los expertos en terrorismo consideran que era un operador independiente de Bin Laden, que ya entonces rivalizaba con él por el liderazgo del movimiento transnacional islámista, aun cuando a fines de 2004 rebautizó su organización como Al Qaeda en Mesopotamia.

«Ésa era una especie de marca que combinaba con todo. Estados Unidos sobreestimó la importancia» de Zarqawi en el ambiente islamista, observó Juan Cole, director de la Asociación de Estudios sobre Medio Oriente de Estados Unidos (MESA) en su muy consultado blog.

Zarqawi era, por lejos, el más brutal de los «combatientes extranjeros» que se dirigieron a Iraq a combatir la invasión, y un gran promotor de atentados suicidas.

En parte, sus diferencias con Bin Laden se originan en su inclinación por los atentados contra objetivos chiitas para desatar una guerra civil –el líder mundial de Al Qaeda cultiva una ideología panislámica y la concordia entre corrientes religiosas musulmanas–, así como la crueldad de sus métodos.

Pero su crueldad lo convirtió en un símbolo de la resistencia a la ocupación estadounidense, que exageró su rol con la intención de desacreditar así a toda la insurgencia iraquí.

De todos modos, como observó el experto en asuntos de Medio Oriente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales Anthony Cordesman, «la insurgencia es por lejos mucho más compleja y robusta» de lo que la pinta Washington.

En un informe que circuló reservadamente este jueves, Cordesman consideró que la muerte de Zarqawi era «una gran victoria política y de propaganda», pero acotó que su impacto será «limitado» en buena parte de los insurgentes, que eran abiertamente hostiles al líder islamista.

Hiltermann coincidió en que Zarqawi nunca fue el elemento central de la insurgencia sunita. «Siempre fue un poco ‘outsider'», dijo a IPS. «Tenía los bolsillos llenos y algunos ataques de película, pero no representaba lo que la insurgencia iraquí quiere.»

Al mismo tiempo, Cordesman observó que su muerte debilita a Al Qaeda en Mesopotamia, pero podría, de hecho, fortalecer al la insurgencia por la eliminación de una fuente de divisiones.

«Existe cierto riesgo, al menos, de que su muerte permita ampliar su base a lo que queda de la insurgencia», consideró.

Por su parte, Nir Rosen, experto en movimientos árabes islamistas de la New America Foundation, dijo que la muerte de Zarqawi «no importa dentro de Iraq, pues la guerra civil continuará como si tal cosa».