Se exploran las realidades del continente y se muestran tanto las pequeñas historias como los grandes conflictos de violencia, corrupción y narcotráfico. El cine de América Latina logra representar la realidad a través de las tradiciones y la memoria Hoy, el cine latinoamericano comienza a prepararse para esta última parte del año donde se llevarán […]
Se exploran las realidades del continente y se muestran tanto las pequeñas historias como los grandes conflictos de violencia, corrupción y narcotráfico. El cine de América Latina logra representar la realidad a través de las tradiciones y la memoria
Hoy, el cine latinoamericano comienza a prepararse para esta última parte del año donde se llevarán a cabo algunos de los festivales cinematográficos más importantes. Se trata de encuentros que no sólo promueven la integración, el intercambio y el debate entre diferentes países, sino que también generan un espacio indispensable para el desarrollo del cine de América Latina.
Ejemplo de ello es el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano que como todos los años se realizará en Cuba, específicamente en La Habana con una significativa convocatoria. Cabe destacar que en su XXVIII edición participarán más de 15 países y gran diversidad de películas.
Asimismo, otro de los eventos es la Segunda Edición del Festival de Cine Argentino de la Ciudad de México. Un festival que tras su edición en Buenos Aires, busca concretar aún más acuerdos entre productores, realizadores, directores de ambos países, para futuras producciones.
Para el crítico cinematográfico y director de la revista El Amante, Gustavo Noriega, son estos encuentros los espacios claves para el crecimiento de la industria del cine: «La única forma de construir una cinematografía nacional fuerte y original, tiene que apuntar sus cañones al circuito de los festivales. El país que cuenta con un movimiento generacional importante, con posibilidades de futuro, es Argentina. Pero está amenazado porque su buena repercusión en la crítica mundial no se corresponde con la atención del público en su propio país».
Por otra parte, lo que también se pretende es instaurar el debate sobre la realidad del cine latinoamericano y su necesidad de crecer de manera solvente y con el respaldo de los diferentes Estados, ya que es más que conocida la existencia de las diferentes complicaciones que tienen las producciones cuando intentan conseguir salas y espacios publicitarios en sus respectivos países y buscan competir en otros mercados internacionales.
La importancia de este conflicto, también se explica en el trabajo de investigación «Evocar la vida, Contextos y variaciones en el cine latinoamericano reciente», del profesor de la Universidad de los Andes (Colombia), Germán Rey: «Cuando se observa el panorama del cine en América Latina se entiende que es importante el desarrollo de su industria pero también que una película es mucho más que una mercancía. Las historias que se cuentan, los personajes que se revelan, las tramas que se desenvuelven forman parte de la sensibilidad y los mundos de creencias propias, de los motivos de afiliación como de los signos de nuestra identidad y de nuestra historia».
Es a partir del reconocimiento de estas cuestiones que el cine latinoamericano logra dejar su impronta. Cada película, imagen, personaje, paisaje o historia tiene la capacidad de mostrar y representar el día a día de los millones de latinos que habitan este territorio. Se constituye una manera de entender la realidad que se caracteriza por recuperar dos elementos sustanciales para la mayoría de los pueblos: las tradiciones y la memoria.
El recurso que muchos realizadores utilizan es el rescate de las costumbres populares locales, mezcladas con los mejores aportes del cine mundial. Es así como se combinan las propias manifestaciones expresivas con los cambios intrínsecos que atraviesan las estéticas visuales. Se produce, a partir de esa relación entre lo autóctono y la búsqueda estética, la innovación, la ruptura y el quiebre con lo anterior.
Para los entendidos en el tema, los imaginarios y las memorias visuales que atraviesan el cine latinoamericano están hechos de materiales muy diversos: una realidad social que propone nuevos problemas o que amplía los antiguos, los encuentros entre lo global y lo local que se manifiesta en la economía o en el entretenimiento, las políticas y las vinculaciones con la música o las innovaciones de las artes plásticas.
Otra de las temáticas que aparece frecuentemente en los films son aquellos problemas sin solución que suelen estar acompañados por la esperanza de una salida, de un cambio. Se trata de metáforas que no sólo son el fiel reflejo de lo que sucede sino que también constituyen un signo más dentro del sistema de relaciones que define a América Latina.
El cine se convierte en un gran proveedor de argumentos que explican cómo lo cotidiano, la común y lo habitual apacigua o acentúa, depende el caso, la realidad latinoamericana. Se trabaja con lo que se ve en las calles, el paisaje, la naturaleza, las relaciones mínimas, pero también, con la historia, el sufrimiento de los marginados, la pobreza, la desesperación, el encierro, la falta de respuestas, los ataques a la identidad, las favelas y los condenados al olvido. Muchas veces se representa en la pantalla el sentimiento de los que respiran gracias a la esperanza y la ilusión.
Esto se puede observar en las diferentes realizaciones que han logrado desdibujar ciertos límites entre la realidad y la ficción y han podido instaurarse tanto a nivel nacional como internacional. Algunas de estas películas son Amores perros, de México. El crimen del Padre Amaro, La estrategia del Caracol, de Colombia. El hijo de la novia, El Aura, Iluminados por el fuego, de Argentina o Ciudad de Dios, de Brasil.
Frente a la gran producción y los esfuerzos de los realizadores los Estados no pueden dar la espalda a este elemento social- cultural que se viene gestando hace años. Hoy por hoy, las políticas se ven obligadas a recocer no sólo la existencia del Cine Latinoamericano sino también su importancia. Se transformó en un motor capaz de producir diversas maneras de entender al mundo y multiplicidad de expresiones creativas y auténticas.
Es por esto que el arte no se puede definir como una realidad. La pintura, la escultura, la música, el teatro, la fotografía y el cine constituyen puntos de vista. Formas particulares de crear, pensar y sentir el universo. En la actualidad, América Latina pretende poder definirse y disfrutar de su capacidad creativa, en el reconocimiento de su identidad. Tal vez esto comience a ser posible a través del arte.