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De la invasión contra el terrorismo, a la guerra ideológica

Fuentes: La Jornada

Desde la invasión a Irak, el 20 de marzo de 2003, realizada por la coalición de Estados Unidos con Gran Bretaña, España y otros países cuya poder militar estaba muy por debajo de estos, como Polonia, Australia, Corea del Sur, Portugal e Italia, y cuya participación fue más bien simbólica, hasta la reciente declaración del […]

Desde la invasión a Irak, el 20 de marzo de 2003, realizada por la coalición de Estados Unidos con Gran Bretaña, España y otros países cuya poder militar estaba muy por debajo de estos, como Polonia, Australia, Corea del Sur, Portugal e Italia, y cuya participación fue más bien simbólica, hasta la reciente declaración del presidente de EU, George W. Bush, que hizo el 20 de este mes, de que es necesario aumentar las fuerzas de invasión para ser capaces de hacer frente a «una guerra ideológica», y en las que agregó, por primera vez, contradiciéndose a sí mismo, puesto que hasta antes siempre habló en tono triunfalista, encontró alguna razón para explicar a la opinión pública estadunidense por qué estaban ganando la guerra, y cuáles beneficios habría dejado al mundo libre la invasión, que aceptaba la afirmación que había hecho el general Peter Pace, de que «no estaban ganando ni perdiendo».

Las declaraciones las hizo durante una entrevista de prensa muy extensa que se realizó en la Casa Blanca, en la Oficina Oval, con los redactores del Washington Post, y que reproduce íntegra, entre otros diarios, El País, y en la cual, dando respuesta a una de las preguntas de que si consideraba que están ganando la guerra, contestó: «se han producido acontecimientos muy positivos. Y si retrocedemos y observamos el progreso en Irak, bueno, es sorprendente una democracia constitucional en el corazón de Oriente Próximo, lo cual es un hecho extraordinario en sí mismo. Creo que el verdadero problema al que hacemos frente es la violencia sectaria con la que debemos lidiar. Así que parte de mi evaluación política sobre cómo abordaría de un modo que luego permita al pueblo iraquí vivir en una sociedad más segura…», para luego agregar que: «Y una de las principales funciones del gobierno es proporcionar seguridad. Nuestro trabajo consiste en ayudar a los iraquíes a proporcionar esa seguridad…».

En este punto conviene recordar las declaraciones del ex secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, que hizo el 16 de septiembre de 2004, afirmando que la invasión de Irak dirigida por Estados Unidos fue una acción ilegal que violó la Carta de la ONU, en declaraciones a la radio televisión británica BBC y desde luego como consecuencia la de que la resolución 1441 de ese organismo internacional que fue aprobada en sesión celebrada el 8 de noviembre de 2002, en la que el Consejo de Seguridad decidió dar una última oportunidad a Irak para aceptar que se realizaran las inspecciones que se había negado hasta ese momento a que se realizaran en su territorio, y por lo tanto, EU, junto con Gran Bretaña, al organizar la coalición, y luego lanzarse en contra de Irak a la invasión, no contó con el mandato expreso del Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que los expertos en la materia consideraron este acto de guerra, ilegal y a esto se refirió el secretario general en su declaraciones.

Por otra parte, es bien sabido que la invasión fue justificada en ese entonces por EU y por Gran Bretaña argumentando el peligro que correría el mundo libre si no se realizaba la invasión, puesto que estos países tenían las pruebas de que Sadam Hussein tenía en su poder armas de destrucción masiva que sin duda usaría en contra de los países occidentales sugiriendo que el gobierno de Irak estaba en complicidad con el terrorismo internacional.

Hay mucha distancia y una evidente contradicción con los argumentos empleados entonces para justificar la guerra contra Irak, y la urgencia para lanzarse a la invasión, aún sin la autorización del Consejo de Seguridad, y lo que se aduce actualmente y que se ha dicho en la entrevista con los redactores del Washington Post. Y sobre todo, en la curiosa afirmación del presidente Bush, de que ahora se trata de una guerra ideológica, afirmación que es completamente incompatible con los argumentaciones que se dieron originalmente, y que como todo el mundo sabe, nunca se encontraron ni siquiera vestigios de las tan traídas y llevadas armas de destrucción masiva.

El gobierno estadunidense ha gastado en la guerra de Afganistán y en la de Irak, sumadas, la increíble suma de 500 mil millones de dólares, que es superior a la que asignó a la de Vietnam, y se comenta que está dispuesto a pedir una ampliación de 100 mil millones más, lo cual haría una suma de 600 mil millones de dólares ( El País, 21 de diciembre).

El general Robert M. Gates, nuevo secretario de Defensa de EU, se ha encontrado con que el también general John P. Abizaid, comandante en el Medio Oriente de las fuerzas estadunideses, quien está terminando una brillante carrera con las más altas condecoraciones, afirma que agregar fuerzas militares a las que ya dispone el gobierno en Irak, favorecida por los más significados consejeros del presidente Bush, pudiera proporcionar una mejoría de la seguridad en el corto plazo (New York Times, 19 de diciembre), pero argumenta que estas tropas aumentarán la violencia sectaria en Irak después del bombardeo en Samarra, que ha reforzado el terrorismo y la insurgencia suní, lo cual constituye ahora el reto más importante en el país. Agrega que esto puede llevar a una guerra civil en Irak, cuyas consecuencias será difícil evaluar por ahora. La autoridad técnica y moral del general Abizaid es irrefutable.

Por su parte, el Newsweek del 20 de noviembre, en su portada saca un retrato del presidente George W. Bush y de su padre, y se pregunta si Bush padre y su equipo podrán salvar la presidencia de su hijo. Nosotros no tenemos por su puesto la respuesta que en última instancia tendrá que ser el pueblo estadunidense el que la conteste. Pero no podemos hacer menos que registrar las dudas que se expresaron tanto por los redactores del Washington Post, en la entrevista celebrada en la propia Casa Blanca, como lo expresado en las otras fuentes citadas en este artículo, de cuya calidad informativa y ética profesional no podemos dudar.