Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El complejo militar industrial hace que los gastos militares sean impulsados no por necesidades nacionales de seguridad sino por una red de fabricantes de armas, cabilderos y funcionarios elegidos.
– Dwight D. Eisenhower
Hay sólo dos cosas por las que deberíamos combatir. Una es la defensa de nuestros hogares y la otra la Declaración de Derechos. La guerra por cualquier otro motivo nos es otra cosa que un chanchullo.
– General Smedley D. Butler
Ni el Grupo de Estudio sobre Iraq ni otros críticos de la guerra de Iraq en los círculos gobernantes llaman a la retirada de las tropas de USA de ese país. En la medida en la que el Grupo de Estudio o el nuevo Congreso pretenden inyectar un cierto «realismo» en la política hacia Iraq, esas modificaciones proyectadas no parecen representar más que un cambio de los conductores de la máquina bélica de USA sin cambiar su destino, o sus objetivos: el control de las políticas de Iraq en lo político y económico.
A la luz del hecho de que a estas alturas casi todas las facciones de los círculos gobernantes, incluyendo a la Casa Blanca y a los belicistas neoconservadores, reconocen el fracaso de la guerra de Iraq, ¿por qué, entonces, se niegan a la idea de retirar a las tropas de ese país?
Tal vez el camino más corto para hallar una respuesta relativamente satisfactoria sea rastrear el dinero. El hecho es que no todos pierden en Iraq. Por cierto, aunque las guerras preferidas del gobierno de Bush han llevado muerte, destrucción y desastre innecesarios a millones, incluyendo a muchos en USA, también han resultado en fortunas y prosperidad para los que se benefician con la guerra. En el centro de la renuencia a retirarse de Iraq está la resistencia de los aprovechados de renunciar a más fortunas y despojos de la guerra.
Los contratistas del Pentágono constituyen la abrumadora mayoría de estos aprovechados. Incluyen no sólo a los gigantescos contratistas fabricantes como: Lockheed Martin, Northrop Grumman y Boeing, sino a una compleja maraña de más de 100.000 contratistas y sub-contratistas de servicios como ser ejércitos privados o corporaciones de la seguridad y firmas de «reconstrucción.» [1] Estos contratistas de la deconstrucción y de la «reconstrucción», cuyas ganancias provienen sobre todo del tesoro de USA, se han beneficiado espléndidamente con las guerras preferidas del gobierno Bush.
Un proverbio con una larga tradición sostiene que las guerras en el extranjero son a menudo prolongaciones de las guerras en el interior. Consecuentemente, las recientes guerras de USA en el exterior parecen ser en gran parte reflejos de luchas internas por los recursos nacionales, o las finanzas públicas: oponentes de los gastos sociales utilizan el creciente presupuesto del Pentágono (en combinación con drásticas reducciones de impuestos para los ricos) como una manera cínica y tortuosa de redistribuir el ingreso nacional favoreciendo a los acaudalados. Como esta combinación de crecientes gastos militares y de decrecientes obligaciones tributarias de los ricos crea amplias brechas en el presupuesto federal y justifica el recorte de gastos públicos no-militares – una política sutil e insidiosa de invertir las reformas del Nuevo Trato que, a propósito, comenzó bajo el presidente Ronald Reagan.
Mientras tanto, el pueblo de USA es desviado a una vía muerta en un debate sobre las tristes consecuencias de una retirada «prematura» de las tropas de USA de Iraq: el ulterior deterioro de la encarnizada guerra civil, la disolución de la «joven democracia,» el resultante serio golpe al poder y prestigio de USA, y cosas parecidas.
Semejantes preocupaciones son secundarias para el floreciente negocio de los especuladores con la guerra y, de modo más general, para el atractivo o las perspectivas de controlar la política y la economía de Iraq. Poderosos beneficiarios de los dividendos de la guerra, que a menudo son indistinguibles de los que deciden la política e instaron a la invasión de Iraq, se han estado embolsando cientos de miles de millones de dólares gracias a la guerra. Más que nada, la busca y la salvaguardia de estos generosos despojos de la guerra mantienen a las tropas de USA en Iraq.
(Como muchos otros investigadores y escritores discuten extensivamente el papel del petróleo, me concentraré aquí en el papel de los contratistas del Pentágono, tanto como una importante fuerza impulsora de la guerra contra Iraq y como un obstáculo importante al modo de retirarse de ese país.)
El alza de las fortunas de los principales contratistas del Pentágono puede ser medida en parte por el aumento del presupuesto del Pentágono desde que el presidente George W. Bush llegó a la Casa Blanca: ha crecido más de un 50%, desde unos 300.000 millones de dólares en el año 2001 a casi 455.000 millones en 2007. (Estas cifras no incluyen el presupuesto de Seguridad Interior, que es de 33.000 millones de dólares sólo para el año fiscal 2007, y los costes de las guerras en Iraq y Afganistán que se acercan rápidamente a los 400.000 millones de dólares.)
Los principales beneficiarios de esta lluvia de dinero han sido los grandes contratistas del Pentágono. Por ejemplo, un estudio en 2004 del Centro para Integridad Pública reveló que, para el período entre 1998 y 2003, un uno por ciento de los mayores contratistas obtuvo un 80% de los dólares de los contratos de la defensa. Los diez principales obtuvieron un 38% de todo el dinero. Lockheed Martin coronó la lista con 94.000 millones, seguido por Northrop Grumman y General Dynamics con casi 34.000 millones cada uno. [2]
Los fantásticos rendimientos de estos conglomerados de armamentos se han reflejado en el continuo aumento del valor de sus acciones o valores en Wall Street: «Las acciones de las compañías de la defensa de USA, que se han casi triplicado desde el comienzo de la ocupación de Iraq, no muestran señales de desaceleración… A todas las compañías de la defensa – con muy pocas excepciones – les ha ido extremadamente bien, la mayoría ha tenido un crecimiento de sus utilidades de más de un 10%… El sentimiento de que los fabricantes de barcos, aviones y armas recién inician su progreso ha impulsado las acciones de los principales contratistas del Pentágono: Lockheed Martin Corp., Northrop Grumman Corp., y General Dynamics Corp. a niveles nunca vistos…» [3]
Los principales beneficiarios de los dividendos de la guerra incluyen no sólo a los gigantescos contratistas industriales como Northrop Grumman y Lockheed Martin, sino a toda una multitud de otros contratistas de servicios generados por la guerra que se han multiplicado alrededor del Pentágono y del aparato de la Seguridad Interior a fin de aprovechar la bonanza de gastos del Pentágono.
Una industria altamente rentable y de crecimiento rápido que se ha desarrollado por la tendencia del Pentágono de derramar dinero del contribuyente sobre contratistas privados, se basa en su creciente práctica de subcontratar muchos de los servicios militares tradicionales a negocios privados. «En 1984, casi dos tercios del presupuesto de contratación [del Pentágono] fueron gastados en productos más que en servicios… En el año fiscal 2003, un 56% de los contratos del Departamento de Defensa pagó por servicios en lugar de bienes.»
Y lo que es más, estos servicios no se limitan a las tareas y responsabilidades relativamente simples o de rutina como ser los servicios de alimentación y de sanidad, o el mantenimiento de edificios. Más importante es que incluyen «contratos para servicios que son altamente complejos, estratégicos por naturaleza, y que se aproximan considerablemente a funciones cruciales que por buenos motivos el gobierno solía realizar por sí mismo. El Pentágono incluso ha empleado contratistas para asesorarlo en el empleo de contratistas.» [4]
La contratación de seguridad privada, una industria lucrativa y en rápido crecimiento, es un buen ejemplo de la política de subcontratación del Pentágono. Estos contratistas operan en la periferia de la política extranjera de USA entrenando a «fuerzas de seguridad» extranjeras, o «combatiendo el terrorismo.» A menudo estas corporaciones militares privadas son formadas por personal retirado de las Fuerzas Especiales para mercadear su pericia militar al Pentágono, el Departamento de Estado, la CIA, o gobiernos extranjeros.
Por ejemplo, MPRI, una de las más grandes y más activas de estas firmas, que «ha entrenado a militares en todo el mundo bajo contrato del Pentágono,» fue fundada por el ex Jefe del Estado Mayor del Ejército Carl Vuono y otros siete generales en retiro. Las fortunas de estos contratistas del entrenamiento militar, o compañías mercenarias de nuestros días, como las de los fabricantes de equipamientos militares, han aumentado vertiginosamente, gracias al aumento del belicismo y del militarismo bajo el presidente George W. Bush. Por ejemplo: «El precio por acción de los valores en L3 Communications, que es dueña de MPRI, se ha más que duplicado.» [5]
Aunque los contratistas industriales de Pentágono tales como Lockheed Martin hacen fortunas mediante la producción de medios de muerte y destrucción, también crean oportunidades de ganancias para contratistas de servicios como Halliburton, que siguen como buitres las columnas de humo de la deconstrucción y se establecen para la «reconstrucción.»
Por ejemplo, en el mismo mes (octubre de 2006) en el que las fuerzas de USA perdieron una cantidad récord de soldados en Iraq, y los ciudadanos iraquíes perdieron muchos más, Halliburton anunció que sus ingresos del tercer trimestre habían aumentado en un 19% a 5.800 millones de dólares. Esto llevó a Dave Lesar, presidente, y director general de la compañía, a declarar: «Éste fue un trimestre excepcional para Halliburton.»
Jeff Tilley, analista que realiza investigación para Halliburton, también señaló: «Iraq fue mejor de lo esperado… En general, no hay nada que se pueda realmente cuestionar o provocar escepticismo. Considero que los resultados son muy buenos.»
Esto llevó a numerosos críticos a señalar con desprecio que cuando, aproximadamente al mismo tiempo, el vicepresidente Dick Cheney dijo a Rush Limbaugh que: «si considera la situación general, [en Iraq] les va notablemente bien,» debe haber estado hablando de Halliburton. [6]
Los contratistas de servicios y de la «reconstrucción» son frecuentemente llamados «mafias de la reconstrucción» no sólo porque obtienen contratos generosos y a menudo sin licitación de sus cómplices que deciden la política, sino porque habitualmente eluden sus contratos y escatiman en lo que prometieron cumplir. Por ejemplo, un informe de investigación en el terreno de Iraq, auspiciado por el Instituto de Estudios del Sur intitulado «Nueva investigación revela timo de la reconstrucción,» mostró que a pesar del «gasto de miles de millones de dólares, piezas esenciales de las plantas de infraestructura eléctrica de Iraq, centrales telefónicas, y sistemas de alcantarillado y de saneamiento – o no han sido reparados, o han sido arreglados tan mal que no funcionan.»
El informe, realizado por Pratap Chatterjee y Herbert Docena y presentado en la publicación del Instituto, Southern Exposure, reveló además que el gigantesco contratista del Pentágono, Bechtel, «ha recibido decenas de millones para reparar escuelas iraquíes. Pero muchas no han sido tocadas, y varias escuelas que Bechtel pretende haber reparado están en ruinas. Una escuela ‘reparada’ estaba inundada por aguas residuales estancadas.»
El informe también mostró que de un contrato de «reconstrucción» por 2.200 millones de dólares con Halliburton, la compañía gastó sólo un 10% en «necesidades comunitarias – el resto fue utilizado para dar servicio a soldados de USA y reconstruir oleoductos. Halliburton también gastó más de 40 millones de dólares en la fallida búsqueda de armas de destrucción masiva.» [7]
Los despojos de la guerra y la devastación de Iraq han sido tan atractivos que muchísimos especuladores con la guerra se han establecido en ese país a fin de participar en el botín: «Hay unos 100.000 contratistas gubernamentales operando en Iraq, sin contar a los sub-contratistas, un total que se aproxima al tamaño de la fuerza militar de USA en ese país, según el primer censo de los militares de la creciente población de civiles que operan en el campo de batalla,» informó The Washington Post en su edición del 5 de diciembre de 2006.
El informe, preparado por Renae Merle, señala además: «Fuera de unos 140.000 soldados de USA, Iraq está repleto ahora de una mezcolanza de contratistas. DynCorp International tiene unos 1.500 empleados en Iraq, incluyendo a 700 que ayudan a entrenar a la fuerza policial. Blackwater USA tiene más de 1.000 empleados en el país, casi todos proveyendo seguridad privada… MPRI, unidad de L-3 Communications, tiene unos 500 empleados que trabajan en 12 contratos, incluyendo el suministro de consejeros en el Ministerio Iraquí de Defensa para planificación estratégica, preparación del presupuesto y establecimiento de su oficina de asuntos públicos. Titan, otra división de L-3 tiene 6,500 lingüistas en el país.»[8]
Que poderosos beneficiarios de los dividendos de la guerra florezcan en una atmósfera de guerra y de convulsión internacional no debiera ser una sorpresa para nadie. Lo que sorprende es que, en el contexto de las recientes guerras preferidas de USA, esos beneficiarios también hayan adquirido el poder de promover guerras, a menudo fabricando «amenazas externas a nuestro interés nacional.» En otras palabras, beneficiarios de la guerra motivados por las ganancias también se han convertido en generadores de guerras, o contribuidores a la generación de guerras. [9]
Lo que sigue es un ejemplo de semejantes relaciones sucias entre los negocios y la política, como lo informan Walter F. Roche y Ken Silverstein en un artículo del 14 de julio de 2004 en Los Angeles Times intitulado: «Propugnadores de la guerra se benefician ahora con la reconstrucción de Iraq.»
o El ex director de la CIA, R. James Woolsey, es un destacado ejemplo del fenómeno, al mezclar sus intereses comerciales con lo que pretende son los intereses estratégicos del país.
o Neil Livingstone, ex auxiliar del Senado que ha servido como consejero del Pentágono y del Departamento de Estado hizo repetidos llamados públicos por el derrocamiento de Husein. Dirige una firma basada en Washington, GlobalOptions, Inc. que suministra contactos y servicios de consultoría a compañías que hacen negocios en Iraq.
o Randy Scheunemann, un ex consejero de Rumsfeld que ayudó a redactar la Ley de Liberación de Iraq de 1998 autorizando 98 millones de dólares en ayuda de USA a grupos de exiliados iraquíes. Fue el presidente fundador del Comité por la Liberación de Iraq. Ahora ayuda a antiguos Estados del bloque soviético a conseguir negocios en ese país.
o Margaret Bartel, que controló dinero federal canalizado al grupo en exilio de Chalabi, el Congreso Nacional Iraquí, incluyendo fondos para su programa de inteligencia previo a la guerra sobre las presuntas armas de destrucción masiva de Husein. Ahora dirige una firma de consultoría en el área de Washington que ayuda a potenciales inversionistas a encontrar socios iraquíes.
o K. Riva Levinson, cabildera y especialista de relaciones públicas de Washington recibió fondos federales para estimular el apoyo previo a la guerra para el Congreso Nacional Iraquí. Tiene lazos estrechos con Bartel y ahora ayuda a compañías a abrir puertas en Iraq, en parte mediante sus contactos con el Congreso Nacional Iraquí.
o Joe M. Allbaugh, que dirigió la campaña del presidente Bush en 2000 para la Casa Blanca y después dirigió la Agencia Federal de Administración de Emergencias [FEMA] y Edward Rogers Jr., asistente del primer presidente Bush ayudaron recientemente a establecer New Bridge Strategies and Diligence, LLC para promover negocios en el Iraq de la posguerra. [10]
Son poderosos indicadores de que estas relaciones dudosas representan más que simples casos de ejemplos esporádicos o inconexos de algunos elementos inescrupulosos o pillastres. La evidencia muestra que contratos para la «reconstrucción» Iraq fueron elaborados mucho antes de que comenzara la invasión y la deconstrucción de ese país. En un fascinante informe para la revista The Nation intitulado «El auge del capitalismo del desastre,» Naomi Klein describe tales artilugios para la «reconstrucción» proyectados de largo, como sigue:
«El verano pasado, en el respiro de la siesta mediática de agosto, la doctrina de la guerra preventiva del gobierno Bush dio un importante salto adelante. El 5 de agosto de 2004, la Casa Blanca creó la Oficina del Coordinador de Reconstrucción y Estabilización, dirigida por el ex embajador de USA en Ucrania, Carlos Pascual. Su mandato es preparar detallados planes ‘post-conflicto’ para hasta veinticinco países que no se encuentran, todavía, en conflicto. Según Pascual, también podrá coordinar tres operaciones de reconstrucción integral en diferentes países ‘al mismo tiempo,’ cada una de una duración de entre ‘cinco y siete años'» [11]
Esto nos da una idea de las verdaderas razones o fuerzas que están tras las guerras preventivas del gobierno de Bush. Como dice Klein: «Un gobierno dedicado a la perpetua deconstrucción preventiva tiene ahora una oficina permanente de reconstrucción preventiva perpetua.» Klein también documenta cómo (a través de la oficina de Pascual) los contratistas prepararon planes de «reconstrucción» en estrecha colaboración con varias agencias del gobierno y cómo, a veces, los contratos fueron efectivamente aprobados con anterioridad y el papeleo completado mucho antes de un verdadero ataque militar.
«En estrecha cooperación con el Consejo Nacional de Inteligencia, la oficina de Pascual mantiene a países ‘de alto riesgo’ en una ‘lista de vigilancia’ y reúne equipos de reacción rápida listos para emprender la planificación previa a la guerra y a ‘movilizar y desplegarse rápidamente’ después de que ha terminado un conflicto. Los equipos están formados por compañías privadas, organizaciones no-gubernamentales y miembros de gabinetes estratégicos. Pascual dijo a una audiencia en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en octubre, que tendrá ‘contratos pre-completados’ para reconstruir países que aún no han sido afectados. El que se haga el papeleo por adelantado ‘reduciria entre tres y seis meses el tiempo de reacción.'»
Ningún modelo de negocios o paradigma empresarial puede captar adecuadamente la naturaleza de este tipo de intriga y de abuso. Ni siquiera los negocios ilícitos basados en el chantaje, la corrupción o el robo pueden describir suficientemente el tipo de corruptos intereses empresariales que acechan tras las guerras preventivas del gobierno Bush. Sólo un tipo de explotación calculada, imperial o colonial, si bien es cierto que es una nueva forma de colonialismo o imperialismo, puede captar la esencia de la especulación bélica asociada con las recientes guerras de agresión de USA. Como lo describe Shalmali Guttal, un investigador basado en Bangalore: «Solíamos tener un colonialismo vulgar. Ahora tenemos un colonialismo sofisticado, y lo llaman ‘reconstrucción.’ª [12]
Las potencias coloniales o imperiales clásicas se movían en la periferia del centro capitalista, «descubrían» nuevos territorios, y los sangraban de sus riquezas y recursos. En la actualidad no hay sitios nuevos por «descubrir» en nuestro planeta. Pero hay muchos países soberanos vulnerables cuyos gobiernos pueden ser derrocados, sus infraestructuras arrasadas, y donde se pueden ganar fortunas como resultado (tanto de la destrucción como de la «reconstrucción»). Y en esto reside lo genial de un mecanismo de mercado parasíticamente eficiente, así como una importante fuerza impulsora tras las guerras preferidas unilaterales y no provocadas del gobierno de Bush.
Esta forma de agresión imperial o colonial, impulsada en gran parte por los poderosos intereses creados en la industria de armamentos y otros negocios basados en la guerra, no sólo lleva calamidades a los vencidos, sino que también es perjudicial y gravosa para el vencedor, es decir, el imperio y sus ciudadanos. Contrariamente a las operaciones militares externas de imperios pasados, que usualmente producían beneficios no sólo para las clases gobernantes imperiales sino también (a través de efectos de «goteo») a sus ciudadanos. Las expediciones y operaciones militares recientes de USA no son justificables ni siquiera por ventajas económicas nacionales.
Efectivamente, las expansiones y agresiones militares de USA se han hecho aún más despilfarradoras e ineficientes desde el punto de vista de los costes, al vaciar el tesoro público, debilitar los gastos sociales, y acumular más deuda nacional. Desde este punto de vista, las nuevas formas de imperialismo pueden tal vez ser llamadas imperialismo «parasítico.»
La especulación con la guerra no es, desde luego, nada nuevo; siempre ha existido en el curso de la historia de la guerra. Lo que singulariza la especulación con la guerra en el contexto de las guerras preferidas de USA, y las hace extremadamente peligrosas para la paz y la estabilidad mundiales, sin embargo, es el hecho de que se ha convertido en un importante factor impulsor tras la guerra y el militarismo.
Esto es crucial para comprender por qué la elite gobernante en USA se resiste a sacar a las tropas de USA de Iraq. Esta renuencia o «dificultad» para abandonar Iraq no proviene tanto de la retirada de 140.000 soldados de ese país, como de la extracción de más de 100.000 contratistas. Como lo formulara recientemente Josh Mitteldorf de la Universidad de Arizona: «Hay un montón de contratistas que están ganando una fortuna y no queremos que ese grifo de dinero se cierre, aunque sea dinero prestado, que nuestros hijos y nietos tendrán que pagar.» [13]
Esto implica que las tropas de USA no serán retiradas de Iraq mientras las fuerzas contra la guerra no se alcen más allá de las premisas y de los parámetros de la narrativa o justificación oficiales de la guerra: terrorismo, democracia, guerra civil, estabilidad, derechos humanos, y cosas parecidas. Las fuerzas contra la guerra tienen que liberarse de ese debate, que sobre todo tiende a crear una diversión y una limitación, sobre estos temas secundarios, y elevar la conciencia pública de los escandalosos intereses económicos que impulsan la guerra.
Es de vital importancia que la atención del público sea alejada de la narrativa oficial limitadora de la guerra, repetida como loros por los medios corporativos y los especialistas políticos, y hacer que se concentre en los crímenes económicos que han sido cometidos debido a la guerra, tanto en Iraq como aquí en USA. Es hora de presentar un caso moral para la restauración del petróleo y otros bienes de Iraq a los iraquíes. Es también hora de presentar un caso moral contra el saqueo de nuestro tesoro, o de nuestros impuestos, por los especuladores con la guerra. Para parafrasear al difunto general Smedley D. Butler, la mayor parte de las guerras podrían ser terminadas fácilmente – incluso podrían no haber comenzado – si se eliminaran las ganancias resultantes de ellas. [14]
——-
Ismael Hossein-zadeh es profesor de economía en la Universidad Drake, Des Moines, Iowa. Es autor del libro recién publicado: «The Political Economy of U.S. Militarism» Su sitio en la Red es: http://www.cbpa.drake.edu/hossein-zadeh
NOTAS:
1. Renae Merle, «Census Counts 100,000 Contractors in Iraq,» Washington Post (5 de diciembre de 2006).
2. The Center for Public Integrity, «Report Finds $362 Billion in No-Bid Contracts at the Pentagon» 29 de septiembre de 2004).
3. Bill Rigby, «Defense stocks may jump higher with big profits,» Reuter (12 de abril de 2006),
4. The Center for Public Integrity, «Outsourcing the Pentagon» (29 de septiembre de 2004).
5. Esther Schrader, «Companies Capitalize on War on Terror,» Los Angeles Times (14 de abril de 2002)
6. Steve Young, «What Is Bad for America Is Good for Halliburton . . . Just Ask the Vice President,» OpEdNews.com (23 October 2006),
7. «War Profiteering,» by Source Watch (a project of the Center for Media & Democracy).
8. Renae Merle, «Census Counts 100,000 Contractors in Iraq,» Washington Post (5 de diciembre de 2006),
9. William D. Hartung, How Much Are You Making on the War, Daddy? (New York: Nation Books, 2003); Chalmers Johnson, The Sorrows of Empire (New York: Metropolitan Books, 2004); Ismael Hossein-zadeh, The Political Economy of U.S. Militarism (New York & London: Palgrave-Macmillan, 2006).
10. «War Profiteering,» by Source Watch (un proyecto del Center for Media & Democracy).
11. Naomi Klein, «The Rise of Disaster Capitalism,» The Nation (2 de mayo de 2005).
12. Como cita Klein en: «The Rise of Disaster Capitalism.»
13. Josh Mitteldorf, «Why we’re not getting out of Iraq,» Op Ed News (8 de diciembre de 2006),
14. Smedley D. Butler, War Is a Racket (Los Angeles: Feral House, 1935 [2003]).