Más de 650.000 iraquíes muertos, alrededor de dos millones de refugiados y más de 3.500 bajas en las filas de las tropas de ocupación es el balance de la guerra de Irak cuando se cumple el cuarto aniversario de la reunión de Azores, en la que el presidente de Estados Unidos, George Bush, el primer […]
Más de 650.000 iraquíes muertos, alrededor de dos millones de refugiados y más de 3.500 bajas en las filas de las tropas de ocupación es el balance de la guerra de Irak cuando se cumple el cuarto aniversario de la reunión de Azores, en la que el presidente de Estados Unidos, George Bush, el primer ministro británico, Tony Blair y el entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, decidieron, sin el apoyo de Naciones Unidas, que la amenaza de las «armas de destrucción masiva» que tenía Sadam Husein justificaba una «invasión militar» en Irak para eliminarlas.
Cuatro años después de la reunión en la que Bush, Blair y Aznar decidieron el futuro de los iraquíes, el dictador ya no está -fue juzgado, condenado a muerte y ejecutado por ahorcamiento-, así como tampoco están las supuestas armas de destrucción masiva, a pesar de «las pruebas irrefutables» de sus existencia, que EE UU y Reino Unido aseguraron tener, apoyados por España y Portugal, y nunca fueron encontradas. Sin embargo, el país está envuelto en una guerra civil a causa de la violencia interconfesional con atentados terroristas a diario y más de 650.000 iraquíes muertos en cuatro años.
Blix: «Fue claramente ilegal»
A pesar del rechazo de la ONU a esa invasión, de los repetidos avisos del ex inspector de Naciones Unidas Hans Blix de que no había evidencias de armas de destrucción masiva en Irak, y de las numerosas y multitudinarias manifestaciones en todo el mundo en contra de la guerra, Bush, Blair, Aznar y el anfitrión,Jose Manuel Durão Barroso, actual presidente de la Comisión Europea y entonces jefe del Gobierno luso, hicieron oídos sordos e insistieron en la existencia de pruebas innegables de los servicios secretos de que Sadam las escondía de los inspectores de la ONU.
A día de hoy todavía no se han encontrado y ya nadie duda de que no existían, un extremo que esta misma semana ha confirmado el propio Blix, que acusó a Bush y a Blair de haber manipulado el informe que presentó al Consejo de Seguridad sobre la situación en Irak y que justificó la invasión de ese país en marzo de 2003. «Pusieron puntos de exclamación en el lugar de los puntos de interrogación, lo que convirtió las preguntas en afirmaciones», denunció Blix. En opinión de Blix, «Bush lanzó una caza de brujas para poder concretar la invasión, que fue claramente ilegal» y «si nos hubieran dejado investigar dos meses más, hubiéramos podido visitar todos los locales y hubiésemos podido responder que no había armas en ningún sitio».
Cuatro días después de la reunión en la base militar estadounidense de las Lajes, en el archipiélago atlántico de las Azores, comenzaban los primeros bombardeos sobre Bagdad y, 20 días más tarde, las tropas estadounidenses entraban en la capital del país y derribaban en régimen de Sadam. Aunque los el mundo se movilizó contra la guerra antes de que ésta se decidiese, no habían pasado ni tres meses desde el inicio del conflicto cuando surgían, desde dentro de la propia Administración estadounidense, las primeras voces que aseguraban que Bush había decidido la guerra «por razones burocráticas» y la justificaba con el «falso argumento» de las armas de destrucción masiva, en palabras de Paul Wolfowitz.
2006, el año más cruento
Sin embargo, a pesar de las críticas, de no encontrar las armas y del elevado número de víctimas, un año después del inicio de la guerra todos sus «promotores» se reafirmaron en su decisión. Desde Aznar a Durão, pasando obviamente por Bush y Blair, reafirmaron que la decisión «fue acertada», pero ahora las armas estaban en un segundo plano y el argumento principal era que se había terminado con el cruento régimen. A ese último argumento se suma hoy la celebración de elecciones democráticas y de un Gobierno iraquí libre, aunque las tropas americanas y británicas siguen en el país, las españolas se fueron con la llegada al poder de los socialistas y los portugueses nunca las tuvieron.
Pero argumentos a parte, la realidad presenta es una auténtica catástrofe humana. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados estima que hay unos 750.000 refugiados iraquíes en Jordania y un millón en Siria. El Pentágono asegura que el número de bajas entre sus soldados se eleva a más de 3.200, las de Reino Unido superan las 130, aunque todavía es más trágico el balance de 650.000 civiles iraquíes muertos desde el inicio de la guerra, a los que cada día hay que sumar nuevas víctimas. La revista Lancet y los estudios realizados por la Universdad John Hopkins indican que 2006 fue el año más sangriento.
Desde la invasión, de media han muerto de forma violenta 1.000 iraquíes por día en la primera mitad de 2006 y al menos 800.000 resultaron heridos en los últimos dos años. Más del 7% de la población adulta murió de forma violenta, alcanzando el 10% en algunas zonas del país. El mismo informe indica que las tropas extranjeras mataron más iraquíes en 2006 que en los primeros años de ocupación, incluyendo la invasión y la masacre de Faluya. Además el número de refugiados alcanzó los 2,5 millones. Independientemente del por qué y de si la guerra de Irak fue legal o ilegal, éstas cifras reflejan, cuatro años después, las consecuencias reales de la decisión de Azores.