El testigo Julio López, dos veces desaparecido, se ha vuelto este 24 de marzo también, dos veces testigo. No sólo acusó en el juicio a los torturadores y asesinos, mirando cara a cara a Etchecolatz. Ahora desde su cuerpo ausente acusa a la impunidad que continúa, desnudando los límites de nuestro precario ‘nunca más’. Julio […]
El testigo Julio López, dos veces desaparecido, se ha vuelto este 24 de marzo también, dos veces testigo. No sólo acusó en el juicio a los torturadores y asesinos, mirando cara a cara a Etchecolatz. Ahora desde su cuerpo ausente acusa a la impunidad que continúa, desnudando los límites de nuestro precario ‘nunca más’.
Julio López, en nuestras actuales resistencias, señala los límites de las políticas y de los discursos de derechos humanos, sentando en el banquillo de los acusados, a un sistema político que no fue capaz, a 24 años de la retirada de la dictadura, de desmantelar el aparato represivo, asegurar el castigo a los responsables del ultimo genocidio, modificar profundamente el sistema carcelario y las dependencias policiales y militares, que siguen siendo nidos de represores, torturadores y fascistas.
Marchará con nuestros pasos Julio López este 24 de marzo, para decir que mientras se juzgan los crímenes del Plan Cóndor, como si fueran hechos del pasado, seis campesinos paraguayos esperan en las cárceles argentinas que se ejecute su extradición a Paraguay, para ser sometidos a torturas y juicios aberrantes en los tribunales colorados. Marchará para llamar la atención sobre los proyectos de leyes antiterroristas que se están discutiendo en los despachos del Congreso de la Nación. Para denunciar la realización de ejercicios conjuntos de las Fuerzas Armadas argentinas, con las fuerzas militares norteamericanas.
Julio López marchará el próximo 24 de marzo, no solamente como un gesto de buena memoria. Andará en las calles pidiendo que no lo olvidemos. Andará exigiendo que no perdonemos a los represores y asesinos, a los genocidas, a los verdugos a sueldo del capital. Andará recomendando que no nos reconciliemos con quienes hoy nos desaparecen en su cuerpo, que es una manera de desaparecernos en nuestro colectivo nunca más. Andará Julio López pidiendo que se aclare de una vez por todas qué sucedió durante la desaparición de Luis Gerez y quiénes fueron los responsables de ese siniestro episodio que conmovió la conciencia democrática de los argentinos y argentinas en los finales del año 2006, precisamente en el día de los inocentes.
Vendrá Julio marchando con sus compañeros y compañeras ex detenidos desaparecidos. Vendrá Julio a reclamar que lo aparezcamos con vida.
Este 24 de marzo, volverá a debatirse en las calles, los sentidos de la memoria colectiva, y los posibles sentidos de nuestras marchas. Es de enorme una torpeza, en este contexto, interpretar el señalamiento de los límites de las políticas oficiales, como un gesto de intolerancia o de sectarismo político. Por el contrario. Las últimas acciones realizadas por la corporación policial militar, que van desde estos secuestros hasta las amenazas a los testigos, y los actos de reivindicación de los torturadores y genocidas, constituyen un llamado de alerta. Desmantelar los nichos de impunidad, es una exigencia para que se pueda creer en la posibilidad de ir abriendo cauce a una nueva democracia.
Debilitan esa posibilidad, no solamente las vacilaciones y tibieza de las políticas oficiales para avanzar en la expulsión de todos los miembros de las fuerzas militares y policiales implicados en crímenes (durante o después de la dictadura), y su enjuiciamiento en tribunales civiles. También resultan funcionales a la impunidad, las políticas de criminalización de la pobreza, de judicialización de la protesta, de estigmatización de quienes resisten las políticas de exclusión.
Pretender callar el grito de los excluidos con políticas asistenciales que van diseñando un doble estándar de ciudadanía (tanto a través de la distribución arbitraria de los planes, como en las políticas educativas, sanitarias, habitacionales, etc.), es una manera de fracturar la concepción de derechos humanos. Si el golpe de estado tuvo como objetivo central rediseñar la dominación capitalista y su gobernabilidad, a través de las políticas neoliberales; la evidente crisis de las mismas en todo el continente intenta ser controlada en esta etapa con políticas públicas que consagran un tipo de derechos para los incluidos (entre los cuales el principal es el derecho a la propiedad), y otro tipo de derechos para los excluidos (a quienes ni siquiera se les asegura el derecho a la vida).
Hace 31 años, el golpe de Estado avanzó en la remodelación del país, con la misma saña con que la generación del 80 diseñó hace más de un siglo su ‘modernización’. Sucesivos genocidios fueron ‘haciendo’ nuestra historia, o mejor dicho, fueron deshaciendo nuestra historia como colectivos, como pueblo; fragmentando nuestras identidades, nuestras culturas, para levantar este capitalismo ‘realmente existente’.
Si un geólogo pudiera identificar las diferentes capas que sostienen las andanzas del capitalismo en nuestro continente, iría develando una tras otra, la masacre de los pueblos originarios iniciada por la conquista europea, y continuada por los ‘fundadores de la república’ (los ‘héroes’ de la ‘campaña al desierto’); y esta capa ya se iría mezclando con los asesinos de los obreros asesinados en la Patagonia y en la Semana Trágica, con los obreros rurales del Grito de Alcorta, con los muertos en todas las dictaduras, con los fusilados en José León Suárez, y los 30.000… que ahora se nos mezclan con los muertos de la pobreza: los chicos del gatillo fácil, las mujeres y niñas desaparecidas por el negocio de la trata, los pibes y pibas de Cromañon… y los otros muertos, de hambre, de enfermedades curables, y tantos y tantas vidas desaparecidas en democracia….
Pero no es geología ni historia lo que hacemos cada 24 de marzo. Es, en el sentido más estricto de la palabra: resistencia. Es instalar en el imaginario colectivo una vez más, las demandas de Memoria, Verdad y Justicia. Es marchar, caminar, llenar las plazas, no de cara al pasado solamente. Es llegar hasta el presente para ampliar los límites de una justicia que calla y otorga frente a los poderosos, y que es ciega frente a los nadie.
El olvido, el perdón y la reconciliación es la política que se promueve desde distintas fracciones del poder, para diluir responsabilidades, promover olvidos, moderar las resistencias, abonando el camino de la impunidad. Es por Julio López, que no olvidó, que no perdonó y que no se reconcilió, como otros tantos, que hoy Echecolatz está preso. Es por Julio López -que quiere decir, es por nosotros y por nosotras-, que este 24 de marzo renovamos el compromiso de socializar la batalla por los derechos humanos, para que sean para todos y para todas. Y será por todos nosotros y nosotras, que seguiremos escrachando a los genocidas, y que marcharemos con vos, Julio… como nuestra manera todavía débil de aparecerte.