Traducido del inglés por Sinfo Fernández
Cuadro de la pintora iraquí Yaqin Al-Dulaimi
De verdad que me hubiera gustado cantarles una canción de cuna. Pero, sencillamente, no me es posible. Y, además, lo más probable es que mi voz les mantuviera despiertos. Por tanto, he decidido no ser la causa de su insomnio.
En cambio, voy a ofrecerles unos cuantos cuentos que les adormezcan hasta perder el conocimiento, hasta un profundo sueño catatónico… (no ese tipo de sueño que realmente necesitan). Pero sólo en el caso de que no puedan dormir por el genocidio iraquí en curso.
Érase una vez…
* Érase una vez Badiaa, esposa de Kamel…
Vivía en una casita, en una casita prestada. Su marido está prisionero de los enanos estadounidenses y su hijo ha sido asesinado por esos mismos enanos.
Pasaba muchas horas hablando sola, sentadita en su cocina. Tuvo que vender la mayor parte de los muebles que poseía. Tan sólo le quedaban tres sillas de cocina y a ellas se confiaba. En algunos momentos, fingía que su marido o su hijo estaban sentados frente a ella y que escuchaban sus lamentos…
Una noche, no hace mucho, a la una de la madrugada, el ejército «iraquí» y los enanos asaltaron su casa. Registraron, saquearon y destruyeron lo poco que aún tenía.
«¿Por qué, por qué lo hacéis? ¿No fue suficiente con llevaros a mi marido y matar a mi hijo? ¿Por qué destruís lo poco que me queda?»
«Es por tu propia seguridad. Tienes un francotirador sobre el tejado.»
Por supuesto que Badiaa no tiene electricidad. Utiliza una lámpara de aceite. Uno de los guardias le dio un puntapié a la lámpara. Ningún genio ni francotirador salió de ella. Pero un fuego voraz se extendió salvajemente, atrapando puertas, paredes, cortinas y sillas…
Media casa de Badiaa está ahora quemada.
«Te enviaremos un cheque.» Soltaron una carcajada y desaparecieron en medio de la noche.
Ahora, Badiaa tiene tan sólo una silla en la cocina. Las paredes están cubiertas de hollín, las puertas hechas astillas y las cortinas devoradas por el fuego…
Todavía sigue sentándose en la cocina. Pero, como han desaparecido las otras dos sillas, ha dejado ya de hablar consigo misma.
* Érase una vez Nasser.
La mitad de la familia de Nasser ha sido diezmada, asesinada por los enanos justo donde el Carnicero había prosperado más…
Cada dos días Nasser tiene un funeral.
Un miembro de la familia, de 20 años, fue detenido por los enanos, quienes le tuvieron retenido durante meses en algún calabozo de Bagdad. Sin juicio, sin acusaciones.
En ese calabozo fue «interrogado» durante meses y trasladado posteriormente a otra mazmorra, en el sur de Iraq, en un bastión sectario iraní.
Tras varios meses, los enanos decidieron liberarle. Sin cargos. Le llamaron y le dijeron: «Prepárate para irte. Mañana te traeremos algunos papeles para que los firmes.» Una noche más en la mazmorra y sería libre.
Ese misma día, las milicias sectarias o, según cuentan algunos, los enanos (y yo digo que ambos) bombardearon la prisión. Una prisión repleta de iraquíes sunníes. (Omar estaba también allí.)
El joven está muerto. Finalmente salió de la mazmorra… Libre.
* Érase una vez Radhi.
Un hombre brillante, elegante, muy perspicaz…
Radhi llevaba sin trabajo alrededor de un año. Radhi está encerrado en un emparedado enclave sunní llamado Adamiya.
Radhi pasa sus días ideando caminos y rutas para poder llegar hasta el tendero sin que le alcancen los disparos de francotiradores, milicias o enanos…
Radhi tuvo que renunciar a sus esquemas diarios. Además, en el mercado de Adamiya ya no pueden encontrarse frutas ni verduras, y la carne y los huevos son un lujo del pasado.
Radhi no tiene electricidad, Radhi no dispone de gasolina.
Por eso, Radhi, ingeniosamente, inventó una fórmula para cocer pan en su patio trasero. Utiliza como leña las patas de sus muebles, colocando periódicos encima. El invento ha resultado ser un extravagante horno al aire libre. Radhi y su familia pueden ahora sobrevivir a base de pan y agua. Buen pan casero horneado sobre trozos de muebles rotos y periódicos.
Cien periódicos, publicaciones de la prensa «libre» que ahora le están resultando muy útiles. Radhi está viviendo felizmente su «después» [*].
* Érase una vez Salam.
Salam, una joven mujer, bella y culta…
Tras su secuestro y su terrible experiencia de apaleamiento, Salam es agorafóbica. No sólo es incapaz de salir de casa, ni siquiera puede abandonar su dormitorio. Yace en la cama la mayor parte del tiempo, con la mirada fija en el techo y esa mirada fija sólo es interrumpida por sus gritos esporádicos: «No, por favor, no, por favor».
* Érase una vez Raouf,
Raouf, un hombre guapo, encantador…
Raouf ya no puede sentarse derecho. Tiene todas las costillas rotas y las heridas terriblemente infectadas… Podría contarles, a Vds. y a mí, muchas más historias. Historias sobre los hematomas que trata de esconder. Quemaduras de cigarrillo adornan su cuerpo como un halo marrón oscuro, como tenues y laguidescentes estrellas…
Raouf no puede yacer sobre la espalda, no puede caminar, no puede moverse…
Tiene que mantenerse encorvado día y noche, inerte, con la cabeza inclinada y sus fotos y documentación prudentemente guardadas cerca de él…
Raouf se sienta, ocultando sus abiertas heridas y las historias que esconden, en absoluto silencio…
Érase una vez, éramos nosotros, era yo.
Érase una vez, eran los otros, otros muchos…
Érase una vez, noches y sueños llenos de paz.
Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo.
Que duerman bien.
N. de la T.:
[*] «después»: la autora alude con frecuencia al «antes» y al «después» de la caída de Bagdad y la ocupación estadounidense.
Enlace con texto original:
http://arabwomanblues.blogspot.com/2007/07/short-bedtime-stories.html