Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Nuri al-Maliki debería despedirse de manera especialmente cariñosa de su familia al partir hacia su oficina en estos días. Si los modelos de la política exterior de EE.UU. sirven para algo, el primer ministro iraquí debe tener dificultades para conseguir una póliza de seguro.
El lunes 20 de agosto, un destacado senador demócrata, Carl Levin de Michigan y presidente del Comité de Servicios Armados [del Congreso] volvió de una excursión de fin de semana a Iraq, y declaró en público que el parlamento iraquí debería sacar a al-Maliki del poder. «El gobierno de Maliki no funciona,» declaró Levin, «y no puede producir un arreglo político porque depende demasiado de dirigentes religiosos y sectarios.»
El día después, Hillary Rodham Clinton, la aspirante preferida de los demócratas para la candidatura de su partido para la presidencia, se presentó ante la convención anual de los Veteranos de Guerras en el Extranjero y reiteró el llamado de su colega del senado. Dijo que al-Maliki debería ser reemplazado por «una personalidad menos divisiva y más unificadora.»
La última noticia sombría para al-Maliki llegó el miércoles cuando el presidente Bush aseguró que confía en el primer ministro, declarando que es un buen tipo.
Levin, Clinton y Bush declararon todos simultáneamente que creen en las informaciones de los comandantes militares de EE.UU. en Iraq. Se alegran en extremo de que la «oleada», propugnada y presidida durante el invierno pasado por el general David Petraeus, esté funcionando. Bagdad es más seguro. La cantidad de víctimas ha bajado. Los grupos sectarios en Iraq han sido contenidos. La construcción de la nación puede proseguir.
Ninguno de esos alegres boletines tiene nada que ver con la situación real en el terreno en Iraq, donde los meses extremadamente calurosos del verano han resultado todos los años en una baja regular de las actividades de los grupos de resistencia de Iraq. A pesar de ello, los atentados con coches bomba en Bagdad en julio fueron un 5% superiores que antes del comienzo de la «oleada» y ha habido un aumento correspondiente en las víctimas civiles de explosiones. Mientras tanto ha habido informes gráficos sobre el extremo agotamiento de los soldados estadounidenses, obligados por múltiples estadías y extensión de los períodos de servicio activo por la escasez generalizada de personal y equipamiento.
Tampoco puede detectarse alguna promesa de algo positivo en el cuadro político militar más amplio, en cuanto a la erosión de la coalición mayoritaria chií, reduciendo seriamente el poder de Moqtada al-Sadr, o provocando alguna mella en la resistencia suní.
Pero en el frente interno, Levin, Clinton y otros importantes demócratas están decididos a lograr que no los perjudiquen los ataques de la Casa Blanca que los acusa de apuñalar por la espalda a los combatientes estadounidenses, hombres y mujeres, al cuestionar el supuesto éxito de la oleada. Los demagogos radiofónicos de la derecha los acusan a cada rato precisamente de esa traición. La agitación de banderas y el aporreo de tambores son tradicionales en las convenciones de los Veteranos de Guerras en el Extranjero.
En una contraofensiva retórica, los demócratas subrayan con la misma velocidad el fracaso del hombre de Bush, al-Maliki, en la resolución de las divisiones políticas de Iraq. En medio de sus afirmaciones algo vacías de confianza en al-Maliki, Bush y los republicanos reconocen que al-Maliki es desechable y puede ser removido, tal como fuera abandonado su predecesor.
Es el momento en el que al-Maliki debiera considerar un oscuro episodio en Vietnam no mucho antes del asesinato del presidente John F. Kennedy en noviembre de 1963. Unas pocas semanas antes en ese mismo mes un golpe, con el código Operación Bravo Two, impulsado por el embajador de EE.UU. Henry Cabot Lodge y la CIA, y ejecutado por oficiales sudvietnamitas, condujo rápidamente al asesinato del presidente de Vietnam del Sur, Ngo Dinh Diem y de su hermano.
Tal como sucede hoy en Iraq, la Casa Blanca había concluido que su favorito Diem se había convertido en un inconveniente para un plan político que exigía «progreso,» una reducción ficticia de tropas de EE.UU. durante el año de campaña electoral 1964. De ahí el golpe y la consecuente liquidación del molesto Diem y de su hermano. Testigos amistosos afirman que los Kennedys se mostraron profundamente chocados por la noticia de los asesinatos. Si es así, fue algo parecido a la indignación de Henry II después del asesinato de Thomas Becket. El asesinato de Diem comprometió más profundamente que nunca a EE.UU. a sangrientos años de «construcción de la nación.»
Al final, los estadounidenses se retiraron porque fueron derrotados militar y políticamente por los vietnamitas.
Es la historia en la que al-Maliki debiera pensar todos los días.
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«¿Apoyar sus tropas?»
Escribí una columna
(http://www.counterpunch.org/cockburn07142007.html) a mediados de julio llamada «Apoyad a sus tropas.» Era sobre la decadencia del movimiento contra la guerra en este país. Mucha gente se mostró incrédula ante la sugerencia de que la izquierda estadounidense debería expresar más simpatía hacia la resistencia iraquí. Lo que sigue es una reacción crítica a mi trabajo de Phyllis Bennis del Instituto de Estudios Políticos, y luego mi respuesta.
Bennis:
Alexander Cockburn hace tres observaciones en su columna «Apoyad a sus tropas.» Una es correcta, otra es errónea, y la tercera es absurda. Primero dice que el movimiento por la paz de EE.UU. no abraza a la resistencia iraquí. Correcto. Segundo: el movimiento por la paz de EE.UU. está «bastante muerto.» Erróneo. Tercero: Simpatizar públicamente con la resistencia iraquí creará de alguna manera «la masa crítica necesaria para tener un movimiento real.»
Cockburn se deshace nostálgicamente en elogios sobre los días de anteriores movimientos contra la guerra, particularmente Vietnam y Centroamérica. Yo formé parte del sector del movimiento contra la guerra en Vietnam cuya consigna preferida era «Un lado tiene razón, un lado se equivoca. ¡Estamos con el Vietcong! [One side’s right, one side’s wrong. We’re on the side of the Viet Cong!]» En los años ochenta no nos oponíamos solamente a la intervención de EE.UU., también apoyábamos al FMLN y a los sandinistas. Y durante todos los años del apartheid, apoyamos al Congreso Nacional Africano.
Pero eso fue entonces. Esto es ahora. He pasado los últimos 17 años oponiéndome a las sanciones, la guerra, la invasión y la ocupación de Iraq por EE.UU. Pero nunca apoyé a Sadam Husein, que «resistía» a EE.UU. durante los años de las sanciones, y no apoyo a lo que se llama «la resistencia iraquí» en la actualidad.
¿Cuál es la diferencia? Apoyamos al FLN en Vietnam, al FMLN, al CNA por principios, porque apoyábamos el programa social por el que luchaban. Podrá ser que no hayamos estado de acuerdo con toda posición o toda táctica, pero compartimos no sólo el enemigo contra el que luchaban – dictaduras apoyadas por EE.UU. o contras pagados por EE.UU. o la devastación del apartheid – sino también lo que se proponían: Independencia y socialismo en Vietnam, autodeterminación y justicia social en Centroamérica, una Sudáfrica no racial.
Por desgracia no es el caso con Iraq. Por cierto el pueblo iraquí tiene derecho a resistir contra una ocupación ilegal, incluyendo la resistencia militar. Y ciertamente hay gente iraquí, organizaciones, movimientos, que muchos de nosotros apoyamos (El trabajo de U.S. Labor Against the War en el apoyo a los trabajadores petroleros iraquíes es uno de nuestros mejores ejemplos.) Pero lo que se denomina ampliamente «la resistencia iraquí» es una serie de facciones armadas en su mayor parte inconexas (incluyendo a algunas que atacan a civiles iraquíes igual como a soldados de la ocupación). No existe una dirigencia unificada que pueda hablar por «la resistencia,» no existe un FLN o un CNA o un FMLN que pueda reivindicar un liderazgo real y que sea responsable ante la población iraquí en su conjunto. No sabemos virtualmente nada sobre lo que defiende la mayoría de las facciones más allá de su oposición a la ocupación de EE.UU. – y en cuanto a mi persona, no me gusta mucho lo poco que sé.
Un verdadero internacionalismo significa cumplir con nuestras propias obligaciones de terminar con la guerra y ocupación de EE.UU., y reconocer el derecho de resistir de los iraquíes, sancionado por la ley internacional. El internacionalismo no significa que abracemos a cualesquiera fuerzas particulares de resistencia sin tener en cuenta lo que defienden. Construimos el movimiento más fuerte manteniendo nuestro enfoque en la ocupación de EE.UU., manteniendo nuestra exigencia de que todas las tropas y mercenarios de EE.UU. y de la «coalición» vuelvan a casa, que se desmantelen las bases de EE.UU., y se renuncie al control de la industria petrolera de Iraq.
Cockburn se equivoca cuando afirma que el movimiento por la paz está muerto. ¿Cómo piensa que se creó esa opinión de un 70% contra la guerra que señala? Ahora hay 300 ciudades en EE.UU. en las que movimientos «muertos» han forzado a municipalidades y alcaldes a aprobar resoluciones exigiendo que las tropas y la Guardia Nacional vuelvan a casa, que el dinero que financia la guerra y la ocupación vuelva a casa y sea reasignado a la educación, a la infraestructura y a la atención sanitaria. Unidos por la Paz y la Justicia, UPFJ (siglas inglesas de United For Peace & Justice) coordina movilizaciones regionales para el 27 de octubre, y en todo el país aumenta el trabajo contra el reclutamiento.
Nuestro movimiento está bien vivo. No está cerca de ser tan fuerte como debiera ser para imponer un fin de la ocupación de EE.UU. Pero estamos vivos, buscando una estrategia más clara para transformar la opinión pública contra la guerra en un poder político real, para llevar a ese 70% junto con nosotros a apoyar una política exterior de EE.UU. enteramente nueva, basada en la justicia, no el poder.
Phyllis Bennis, Director, New Internationalism Project, Institute for Policy Studies.
Mi respuesta a Bennis:
Ahora mismo, no considero que el movimiento por la paz esté adelantando el fin de la guerra en Iraq en un solo día. En los hechos, buenos segmentos del mismo lo están postergando, al marchar al mismo paso con el Partido Demócrata cuyos responsables se esfuerzan a cada instante por aplastar toda crítica improcedente de lo que los representantes parlamentarios del partido puedan estar haciendo. Lo que han hecho concretamente desde que los demócratas tomaron el control del Congreso es dar luz verde a la «oleada,» a la continuación del financiamiento de la guerra, al próximo presupuesto del Pentágono.
Tomemos los «netroots» [activistas izquierdistas on line del Partido Demócrata – para más información haga clic aquí, N. del T.]. Los organizadores del reciente YearlyKos [para más información haga clic aquí, N. del. T.] ni siquiera planearon una sesión de estrategia sobre la terminación de la guerra en Iraq. Rechazaron el pedido de John Stauber de que pusieran en el programa oficial una sesión de estrategia organizada por el Centro por Medios y Democracia de Stauber, con oradores de Veteranos de Iraq Contra la Guerra. Colóquese esa «echada atrás» de MoveOn junto a este párrafo de una noticia del New York Times de DesMoines, Iowa, publicada el 12 de agosto: «Cuatro años después de que la última contienda presidencial incluyó tempranas señales de protestas contra la guerra, particularmente en la candidatura de Howard Dean, una nueva fase del debate parece estarse desarrollando, al dar a grupos contra la guerra a los demócratas laxitud para adoptar posiciones que sean prácticamente una retirada total e inmediata. Ni MoveOn.org ni su grupo afiliado, Estadounidenses Contra la Escalada en Iraq, han tratado de presionar a los demócratas aquí en Iowa para que sugieran algo que sea equivalente a la terminación inmediata de la guerra.»
Phyllis Bennis habla vagamente de «buscar una estrategia clara,» pero esta vaguedad no sorprende más que el autocontrol de MoveOn y de Estadounidenses Contra la Escalada en Iowa. Bennis reside en el Instituto de Estudios Políticos [IPS], cuyos responsables saben perfectamente que cualquier apoyo del IPS a una estrategia considerada negativa para los esfuerzos del Partido Demócrata por capturar la Casa Blanca en 2008 resultaría en que los principales financistas del IPS los tiraran brutalmente y sin demora de vuelta a la perrera.
No dudo de que la agenda de Bennis esté admirablemente repleta de ocasiones de hacer discursos, pero mirando desde aquí, en el noroeste progresista, no pasa gran cosa entre San Francisco y la frontera canadiense. Sí, ha habido acciones útiles en Olympia y Tacoma, pero todo está terriblemente tranquilo. Las movilizaciones de masas de 2003 parecen estar a años luz de distancia. En 2005 UFPJ reunió más de 1 millón de dólares y en 2006 reunió 575.000 dólares. Esas cifras fueron suministradas en una conferencia de UFPJ. La diferencia fue el resultado de fallas en las pequeñas donaciones y en las donaciones por Internet.
Por cierto no hay ruido de fondo. A la gente aquí no la vuelve loca la guerra del modo que pasó por las matanzas y los bombardeos de vietnamitas en la de Vietnam. Los horrores se nos venían encima cada día. Por cierto había ultras, que es por lo que siempre debieran comenzar los radicales de la larga marcha. La alternativa es salir del seno materno chillando sobre «los excesos de la izquierda» y pasar el resto de la vida como Todd Gitlin [para referencias haga clic aquí, N. del T.] escribiendo columnas de opinión sobre el tema.
Incluso fue de cierto modo lo mismo en las intervenciones centroamericanas de los años ochenta. Se podía leer sobre como arrancaron las entrañas a un organizador rural del FSLN y temblar porque podría haber sido la misma persona a la que uno acababa de encontrar en un viaje de solidaridad, sea aquí o allá. La gente pensó que yo había sido frívolo al evocar a lesbianas estadounidenses que viajaron a encontrar a sus amigas nicas, pero la cama es un sitio bastante bueno para consolidar la solidaridad revolucionaria.
Iraq es sobre todo un borrón para el movimiento por la paz. Los iraquíes reales son un borrón para el movimiento por la paz. Seguro, hay ciudades aquí que aprueban resoluciones que dicen al presidente o al Congreso de EE.UU. que hagan esto o aquello. Arcata, California, a unos 100 kilómetros de mi casa, salió bastante en la prensa por haberlo hecho, por lo menos hasta que echaron a David Meserve del consejo municipal. Fue lindo, pero no agregó ni representó nada. Ahora, si una autoridad de Arcata dijera que enviará una delegación de ciudad gemela a Faluya, eso significaría algo. Los programas de ciudades gemelas pueden representar algo serio. Por eso las organizaciones judías dominantes se vuelven locas cada vez que Madison, Wisconsin u Olympia, Washington, tratan de establecer vínculos oficiales con Rafah, en Gaza.
Tanto Bennis como Katha Pollitt se indignan por las observaciones de Lawrence McGuire sobre la resistencia iraquí, pero yo pensé, y pienso, que lo que escribió dio en el blanco. ¿No es el colmo del cinismo que se utilicen los éxitos de la resistencia iraquí como un garrote para golpear a Bush y a los republicanos y no a los demócratas, mientras se dice al mismo tiempo que más vale no pensar en la Resistencia, porque No Es muy Bonito. Si tienes demasiado miedo de mirar, nunca descubrirás algo. A mediados de julio importantes organizaciones insurgentes dirigidas por suníes se reunieron en Damasco para preparar una posición de negociación antes de la retirada de EE.UU. Dirigentes de tres de los grupos se reunieron con Seumas Milne del Guardian británico y denunciaron a al Qaeda, los asesinatos sectarios y los atentados suicidas contra civiles. O uno trata de informarse sobre lo que hacen realmente los elementos de la resistencia iraquí, o toma el camino que tomó Pollitt en su estallido histérico, en el que estigmatizó a la resistencia como compuesta por «teócratas, nacionalistas étnicos, baazistas intransigentes, yihadistas, secuestradores, decapitadores y matones.» ¿Por qué será que se le olvidó agregar «cabezas de trapo»? Supongo que no era políticamente correcto.
http://www.counterpunch.org/cockburn08252007.html