En 2007 se cumplen 40 años de la inauguración de los paneles Guerra y Paz de Candido Portinari, en la sede de Naciones Unidas, en Nueva York. Cuadros que no pudieron ser inaugurados por el pintor brasileño, cuya entrada a Estados Unidos le fue impedida al negarle la visa el gobierno de ese país, […]
En 2007 se cumplen 40 años de la inauguración de los paneles Guerra y Paz de Candido Portinari, en la sede de Naciones Unidas, en Nueva York. Cuadros que no pudieron ser inaugurados por el pintor brasileño, cuya entrada a Estados Unidos le fue impedida al negarle la visa el gobierno de ese país, bajo la acusación de «comunista». Hasta hoy los cuadros están en el Consejo de Seguridad sin identificación, al punto de que los guías no saben indicar a los visitantes quién es su autor. Este año está prevista una ceremonia que inaugure una de las primeras obras del mayor pintor brasileño, 40 años después. Este artículo rinde homenaje a los cuadros, más que a la actualidad de Portinari.
Desde que Portinari pensó en la idea de los paneles de guerra y paz, a la fecha muchos cañones han dispararon y muchos acuerdos de paz se han logrado. Pero, ¿qué sucedió desde entonces con esos dos temas cruciales, que han atravesado toda la historia de la humanidad?
Cuando pintaba los paneles, Portinari pudo conocer lo que sería la posguerra, después de aquella que fue prácticamente una única guerra -interimperialista- de 1914 a 1945. Llegada la paz, ¿qué mundo sería aquél?
En 1967, el Che se refería a ese periodo: «Ya se cumplieron 21 años desde que finalizó la última conflagración mundial y diversas publicaciones, en infinidad de idiomas, celebran el acontecimiento simbolizado por la derrota de Japón. Hay un clima de aparente optimismo en muchos sectores de los distintos campos en que el campo se divide.
«Veintiún años sin guerra mundial, en estos tiempos de confrontaciones máximas, de choques violentos y cambios repentinos, parecen una cifra muy alta. Pero, sin analizar los resultados prácticos por los que todos nos manifestamos dispuestos a luchar (la miseria, la degradación, la explotación cada vez mayor de enormes sectores del mundo), es preciso preguntarnos si es real.»
Mientras Portinari escogía los temas de sus paneles y comenzaba a imaginarlos, según el Che:
En Corea, «después de años de lucha feroz, la parte norte del país quedó sometida a la más horrible devastación que figure en los anales de la guerra moderna: devastada por bombas, sin fábricas, escuelas u hospitales, sin ningún tipo de habitación para alojar a diez millones de habitantes.
«En otro sentido, el ejército y el pueblo de Corea y los voluntarios de la República Popular China contaron con el abastecimiento y la asesoría del aparato militar soviético. Los estadunidenses hicieron todos los tipos de pruebas con armas de destrucción, excepto las termonucleares, pero incluyendo las bacteriológicas y las químicas, en escala limitada. En Vietnam sucedieron acciones bélicas sostenidas por las fuerzas patrióticas de ese país casi ininterrumpidamente contra tres potencias imperialistas: Japón, cuyo poderío sufrió una caída vertical a partir de las bombas de Hiroshima y Nagasaki; Francia, que recuperó del país vencido sus colonias indochinas e ignoró las promesas hechas en momentos difíciles, y Estados Unidos, en esta última fase de la lucha.»
Y concluye el Che: «Todo parece indicar que la paz, esa paz precaria a la cual se dio ese nombre, sólo porque no se produjo ninguna conflagración de carácter mundial, está otra vez en peligro de ser rota frente a algún paso irreversible e inaceptable que den los estadunidenses».
Los «tiempos de paz» posteriores a 1945 representaron que los acuerdos de Yalta imposibilitaban las guerras en los países centrales del sistema: Estados Unidos, Europa, Japón. Éstas continuaban siendo protagonizadas por las grandes potencias imperiales, pero tenían sus escenarios en la periferia del sistema: Asia, África, América Latina, para los cuales los tiempos fueron de guerra más que nunca.
Quedan claras, en este escenario, las razones que llevaron a Portinari -invitado en 1950- a hacer los paneles y a escoger el tema de la guerra y la paz, consciente políticamente del periodo que la humanidad atravesaba, a pesar del fin de los conflictos mundiales un año antes. Él escribía: «… La lucha por la paz es una tarea decisiva y urgente. Es una campaña de esclarecimiento y de alerta que exige determinación y valor. Debemos organizar la lucha por la paz, ampliar cada vez más nuestro frente antiguerrero, con todos los hombres de buena voluntad, sin distinción de creencias o de razas, para que así, unidos los pueblos del mundo entero -no solamente con palabras, sino con acciones- lleven hasta la victoria final la gran causa y ahora de la paz, de la cultura, del progreso y de la fraternidad entre los pueblos»…
Víctima él también, entre otros, de la represión que sobrevino en los inicios de la guerra fría -cuando los partidos comunistas fueron proscritos siguiendo la línea dictada por Washington-, Portinari buscó en 1948 refugio en Uruguay. No le faltaba conciencia del vínculo entre su destino individual y los mayores enfrentamientos del nuevo periodo histórico que hacían enfrentar a la paz y la guerra.
El trabajo de los paneles van desde el inicio en 1952 hasta su conclusión en 1956. Terminada la guerra de Corea, la dialéctica entre guerra y paz gana nuevas formas. La sensibilidad genial de Portinari y su profunda comprensión histórica hacen que no pinte la guerra o la paz; sabe que en tiempos imperialistas, una y otra están permanentemente en tensión y en conflicto. Que la paz es una conquista sobre las dinámicas belicistas de las potencias imperiales, que hacen con la guerra tentativas de imponer sus intereses, violando permanentemente la paz.
El historiador británico Eric Hobsbawn, después de analizar las guerras en el siglo XXI, se arriesga a prever: «… en el siglo XXI la guerra no será tan sangrienta como fue en el siglo XX, pero la violencia armada, que dará lugar a un grado de sufrimiento y de pérdidas desproporcionadas, continuará omnipresente y será un mal endémico y epidémico por momentos, en gran parte del mundo. Queda lejos la idea de un siglo de paz…»
Así, los paneles de Guerra y Paz de Portinari continúan dramáticamente actuales en el siglo XXI, no solamente sus riesgos, sino principalmente sus caras, las expresiones humanas, los sufrimientos de mujeres llorando, arrodilladas delante de los cuerpos de sus hijos muertos. Las caras de los pueblos -víctimas de las guerras y sujetos de la paz- que nadie supo retratar mejor que Portinari; el pintor de la guerra y de la paz, el pintor del pueblo.
Traducción: Ruben Montedónico