José Luis Moreno Pestaña y Francisco Vázquez García (eds) Pierre Bourdieu y la filosofía. Montesinos, Barcelona, 2006. Este documentado ensayo sobre las relaciones entre la obra de Bourdieu y la filosofía está estructurado en cuatro bloques y en una informativa presentación de los propios editores. El texto de José Luis Moreno Pestaña y Francisco Vázquez […]
José Luis Moreno Pestaña y Francisco Vázquez García (eds)
Pierre Bourdieu y la filosofía. Montesinos, Barcelona, 2006.
Este documentado ensayo sobre las relaciones entre la obra de Bourdieu y la filosofía está estructurado en cuatro bloques y en una informativa presentación de los propios editores. El texto de José Luis Moreno Pestaña y Francisco Vázquez García, con título tan hermoso -«Serían necesarios comandos de intervención filosófica rápida»- como las dos citas de Jacques Bouveresse y del propio Bourdieu que abren el texto, da uno de los hilos conductores de los trabajos recogidos en el volumen: por qué un «traidor» a la causa filosófica que en 1956 decide abandonar una muy prometedora carrera tutelada nada más y nada menos que por el filósofo e historiador de la ciencia Georges Canguilhem para embarcarse en disciplinas que en aquel entonces contaban con un pedigrí teórico mucho menor como la etnología y la sociología, en momentos en que la filosofía ocupaba la jerarquía indiscutida en el ámbito de las disciplinas humanísticas, sigue interesando a filósofos profesionales como el propio Bouveresse que en la cita a la que antes me refería afirma, con reconocimiento, que ha tenido «la ocasión de comprobar muchas veces que en conjunto Bourdieu estaba seguramente más informado y más cultivado filosóficamente que la mayor parte de sus críticos filosóficos». Si Bourdieu era capaz de leer de otra manera textos y autores no era porque ignoraba voluntaria o involuntariamente temas esenciales, sino al contrario, porque a menudo sabía más que muchos otros profesionales de la filosofía.
Así, pues, cabe preguntarse: ¿qué aporta la tradición filosófica a la sociología de Bourdieu? Y a la inversa, ¿qué aportan los trabajos sociológicos de Bordieu a la práctica de la filosofía? Una de las interesantes razones esgrimidas por los editores, más allá de la razonable duda sobre la exacta igualación de niveles, es la siguiente: «los textos filosóficos sugieren pistas para la elaboración del cuestionario filosófico, funcionan como una especie de guía heurística. Pero la traslación de lo filosófico a lo sociológico sólo es posible a costa de una cierta radicalización paródica de la filosofía. Los conceptos y los autores de esta tradición dejan de ser venerados por sí mismos; se rebajan a la categoría de «instrumentos para pensar», es decir, al mismo nivel que las técnicas matemáticas (…) o etnográficas (como la observación y el trabajo de campo) empleados por el sociólogo» (p. 11) [la cursiva es mía].
Otra segunda razón, no menos interesante, recuerda que Bordieu ha señalado reiteradamente que los filósofos no han aprendido (o tal vez no han querido aprender) la infrecuente lección platónica del Parménides: si la consistencia lógica exige que existen Formas de objetos tan poco «espirituales», tan poco eidéticos o estimulantes metafísicamente como el barro o las uñas, ¿por qué entonces no es posible hacer funcionar las categorías y argumentos filosóficos con lo más humilde, con lo más terrenal, con lo menos sublime? Por ejemplo, «con el modo en que los parados de larga duración se ‘temporalizan», con las «categorías» utilizadas por los maestros de escuela en la evaluación de sus alumnos. En definitiva, por qué no anclar también en tierra humana la especulación filosófica.
El primer bloque del volumen recoge dos importantes trabajos de Gérard Mauger y Jean-Claude Passeron. El primero, «Entre compromiso político y compromiso sociológico», escrito por uno de los colaboradores directos del propio Bordieu, narra en clave de autobiografía sociológica la propia trayectoria del autor, y el segundo, de Jean-Claude Passeron, «un nombre merecidamente mítico en la historia de la sociología francesa», narra el parecer de uno de los grandes sociólogos franceses contemporáneos -además de «autor de una reflexión filosófica sobre las ciencias sociales de enrome enjundia y de la que, desgraciadamente, el lector castellano no dispone de una versión traducida» (p. 17)- sobre la trayectoria común que compartió con el autor de El oficio del científico.
El segundo bloque recoge tres textos de sociología de la filosofía: uno de Louis Pinto, otro de Remi Lenoir, y un artículo clásico de Passeron y Bordieu -«Sociología y filosofía en Francia desde 1945: muerte y resurrección de la filosofía sin sujeto»- , que representa una auténtica novedad editorial: nunca se ha editado en francés y no existía hasta ahora traducción castellana (debida ahora al cuidadoso hacer de Encarna Alonso Valero y José Luis Bellón Aguilera). En opinión de los editores: «para los investigadores sobre la sociología y la filosofía francesa, el texto constituye un material espléndido; para los interesados en la visión del campo intelectual que los autores tenían en la segunda mitad de los sesenta., se trata de un artículo básico. Los simplemente interesados en la sociología del conocimiento leerán, cuando menos, un trabajo muy estimulante» (p. 19).
El tercer bloque contiene tres trabajos de filósofos españoles. En el primero, Damián Salcedo presenta y discute con admirable precisión la noción de racionalidad práctica de Bourdieu, mostrando la buena recepción de la obra de Bourdieu en las tradiciones filosóficas analíticas, con interesantísimas conclusiones que el lector no debería pasar por alto (pp. 194-196). En el segundo, Victoriano Alcantud discute la propuesta «estética» de Bourdieu: «Sólo la sociología podría decir la historicidad y la relatividad en un discurso que pretende la universalidad y la objetividad. A través del análisis de las dos obras fundamentales que Bourdieu ha dedicado a la cuestión del arte, de la estética, o del análisis de las obras artísticas […] nos preguntaremos si esta pretensión está justificada» (p. 200). En el tercero, Jordi Riba, con instrumentos teóricos inspirados en la obra de Bourdieu, nos aproxima a un debate clásico en la cultura y la filosofía españolas de finales de los sesenta, al de Gustavo Bueno y Manuel Sacristán sobre el papel de la filosofía en el conjunto del saber y en los estudios superiores.
Tres trabajos forman el último bloque. El de L. Pinto versa sobre la frontera disciplinar entre sociología y filosofía; el artículo de Alejandro Estrella analiza el último curso impartido por Bordieu en el Colegio de Francia, recogido editorialmente en El oficio del científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad, e Ildefonso Marqués nos aproxima a la recepción de la obra de Bourdieu en el mundo sociológico anglosajón.
No hay trabajos de relleno en este destacable ensayo que nos han brindado Moreno Pestaña y Vázquez García. Y no sólo por lo que respecta a los grandes nombres y artículos del volumen (Passeron, Pinto, Mauger, el propio Bourdieu), sino incluso en trabajos de interés muy específico, como el de Marqués, donde la excelencia del artículo es un atributo que exige mención.
En definitiva, un magnífico instrumento para aproximarnos a la obra de uno de los sociólogos y filósofos más importantes del siglo XX que no debería pasar inadvertido en la montaña, casi aléfica e inabarcable, de novedades editoriales.
Nota: Esta reseña apareció en la revista El viejo Topo, septiembre 2007.