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¿Estamos ante el comienzo del fin en Iraq?

Fuentes: The Independent

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Unos 19 soldados de EE.UU. han sido muertos hasta ahora en diciembre, el menor número de víctimas mortales estadounidenses en un solo mes desde la invasión de Iraq en marzo de 2003. Sólo en mayo de este año, 135 soldados de EE.UU. fueron muertos a tiros o con bombas por guerrilleros iraquíes.

La baja en la cantidad de víctimas de EE.UU. es uno de los eventos más sorprendentes de 2007. A comienzos del año, el ejército de EE.UU. en Iraq parecía aferrarse como podía mientras partes cada vez grandes del país caían bajo el control de señores de la guerra suníes y chiíes. Doce meses después, unidades de EE.UU. patrullan pacíficamente distritos de Bagdad donde antes enfrentaban emboscadas en cada esquina.

Vistos desde la Casa Blanca, los eventos en Iraq parecen formar parte de los pocos sucesos optimistas en la serie de crisis que la enfrentan en el núcleo central del mundo islámico, mientras la fragilidad de la posición de EE.UU. es subrayada por el asesinato de Benazir Bhutto, una de sus principales aliadas, en Pakistán.

Los iraquíes y el mundo exterior están perplejos por igual en cuanto al significado de lo que sucede. ¿Vemos el comienzo del fin de los combates en Iraq, un conflicto que ahora ha durado más que la Primera Guerra Mundial? ¿O es sólo un cese temporal en la violencia que terminará porque chiíes, suníes, kurdos y estadounidenses están tan divididos como siempre?

Este año ha habido cambios significativos en Iraq. El más importante es que parte de la comunidad árabe suní, el centro de la insurgencia contra la ocupación de EE.UU., ha cambiado de lado y ahora combate a al Qaeda en alianza con los militares estadounidenses. Este dramático cambio de alianzas ocurrió sobre todo porque los árabes suníes, sólo un 20% de la población de Iraq, estaban siendo apabullados por los chiíes, la rama del Islam a la que pertenece un 60% de los iraquíes.

Los ejércitos de EE.UU. y Gran Bretaña han estudiado pasadas guerras de guerrillas, buscando paralelos que puedan servir para combatir la insurgencia iraquí.

Los generales británicos solían mostrar un interés particular en citar con orgullo sus acciones en Malaya e Irlanda del Norte como fuentes de abundante experiencia en la guerra contra guerrillas. La mayoría de las analogías eran extremadamente engañosas. «Basora era exactamente lo contrario de Irlanda del Norte y Malaya,» me dijo exasperado un oficial británico. «En esta última nos apoyaban las comunidades mayoritarias mientras combatíamos a las minorías católica romana y china. En el sur de Iraq nuestro principal problema es que no teníamos auténticos aliados locales.»

Los estadounidenses sufren un problema similar en el centro de Iraq. Aparte de Kurdistán, es difícil encontrar a un iraquí que apoye la ocupación de EE.UU. si no es por razones tácticas. Pocas veces se menciona, por razones obvias, la guerra contra guerrillas reciente que tiene muchas similitudes con la que es librada por EE.UU. en Iraq. Es la exitosa reconquista por Rusia de Chechenia entre 1999 y la actualidad.

De manera similar a al Qaeda en Iraq, los fundamentalistas islámicos en Chechenia, invariablemente llamados wahabíes, jugaron un papel cada vez más central en la resistencia armada contra la ocupación rusa. Pero el salvajismo de sus combatientes enajenó a numerosos chechenos opuestos a los rusos y terminó por dividir a la insurgencia. Recuerdo cómo me sorprendió que trabajadores chechenos por los derechos humanos, que usualmente me denunciaban las atrocidades rusas, estuvieran dispuestos a cooperar con el ejército ruso para atacar a los wahabíes. A menudo su motivo era un feudo de sangre contra un comandante wahabí que había asesinado a sus parientes.

Los paralelos entre Iraq y Chechenia no deberían ser llevados demasiado lejos. EE.UU. ha creado efectivamente una fuerza de milicia suní que pronto podría sumar 100.000 hombres, muchos de ellos ex insurgentes. Son armados y pagados por EE.UU., pero ven al gobierno chií-kurdo con profundas sospechas. Muchos comandantes suníes hablan de enfrentar a la milicia chií, el ejército Mehdi, que ha sido desacuartelado por su líder, Muqtada al-Sadr.

Es una situación extraña. Un experimentado político iraquí me dijo que al Qaeda en Iraq, que nunca tuvo mucha conexión con la organización de Osama bin Laden, se dividió efectivamente el año pasado. Una señal de esto fue cuando alguien reveló el paradero de su líder, Abu Musab al-Zarqaui, a los militares de EE.UU., que bombardeó su escondite y lo mató. Algunos de los milicianos, los así llamados «ciudadanos preocupados,» que ahora están en la nómina de EE.UU., son antiguos combatientes de al Qaeda, a pesar de que EE.UU. sigue reteniendo a cientos de hombres en Guantánamo, acusándoles de ser asociados de al Qaeda.

EE.UU. ha tenido este año verdaderos éxitos operativos en el terreno en Iraq, pero existen pocas señales de que Iraq esté pacificado. Los señores de la guerra locales en áreas suníes han pasado de atacar a las fuerzas de EE.UU. a trabajar con ellas, pero mañana podrían fácilmente cambiar de nuevo de lado. Como en el caso de los británicos en Basora, los estadounidenses carecen de aliados a largo plazo que puedan manejarse solos sin ayuda de EE.UU.

Es uno de los peligros de la continua presencia de EE.UU. Mientras más dura, más incapaz de existir sin su apoyo se hace el gobierno de Iraq. El gobierno en la Zona Verde es una planta de invernadero que se marchitaría y moriría sin la presencia militar estadounidense. Aunque el primer ministro Nouri al-Maliki se queja por la manera como EE.UU. controla al ejército iraquí, hace pocos esfuerzos prácticos por salir de la Zona Verde o establecer su independencia en la práctica. EE.UU. podrá pretender que se irá cuando el gobierno iraquí pueda pararse en sus propios pies, pero la continuación de la ocupación asegura que ese día no llegue.

Iraq, Afganistán y Pakistán son países muy diferentes, pero son el terreno elegido por el presidente Bush para ensayar la condición de EE.UU. como superpotencia. También son países en los que es difícil lograr una victoria decisiva porque el poder está tan fragmentado .A menudo resulta que los éxitos son ilusorios o exagerados. Por ejemplo, los talibanes fueron tan rápidamente derrocados en 2001 porque los señores de la guerra locales, que habían sido sobornados o intimidades para que los apoyaran, descubrieron que EE.UU. ofrecía mayores sobornos y que sus bombarderos eran más intimidantes. Cambiaron de lado una vez más, aunque muy pocos desaparecieron.

Lo mismo vale para Iraq actual. Los partidos, movimientos y comunidades iraquíes tienen una extraordinaria capacidad para resistir la presión exterior. La mayoría sobrevivió a Sadam Husein y no van a darse por vencidos por cualquier cosa que EE.UU. pueda hacerles.

patrick.cockburn@ attglobal.net

http://www.informationclearinghouse.info/article18967.htm