Varios autores, El futuro del foro social mundial. Icaria, Barcelona, 2008, 143 páginas. Sólo la relación de los autores y autoras que participan en este volumen es claro indicio de su indudable interés: Josep Maria Antentas, Olivier Bonfond, Wangui Mbatia, Hassan Indusa, Michael Warschawski, Immanuel Wallerstein, Walden Bello, Esther Vivas, Éric Toussaint, Pierre Rousset y […]
Varios autores, El futuro del foro social mundial. Icaria, Barcelona, 2008, 143 páginas.
Sólo la relación de los autores y autoras que participan en este volumen es claro indicio de su indudable interés: Josep Maria Antentas, Olivier Bonfond, Wangui Mbatia, Hassan Indusa, Michael Warschawski, Immanuel Wallerstein, Walden Bello, Esther Vivas, Éric Toussaint, Pierre Rousset y Miguel Romero. El lector/a tiene garantizado que el bostezo está alejado; no habita en este grupo.
Cuatro de los artículos recogidos están centrados en la experiencia de Nairobi. Por ello, las intersecciones no vacías son inevitables. No importa. Arrojan puntos de vista complementarios, similares pero no idénticos, sobre el foro social mundial de 2007 celebrado en la capital de Kenya (Por cierto, Mike Davis señala en Planeta de las ciudades miseria que el barrio de Laini Saba de Nairobi, en el área hiperdegradada de la Kibera, tenía en 1998 diez letrinas excavadas en el suelo para una población de 40.000 y en Mathare había cuatro servicios públicos para 28.000 personas. La población se ve obligada a usar «retretes volantes»: los desechos se meten en una bolsa de plástico y se arrojan al camino o al tejado del vecino. En Nairobi, la población que se desplaza en coche tiene enfrente a niños de 10 años inhalando disolventes con bolas de excrementos humanos en las manos que tiran por las ventanillas de los vehículos de los conductores que no les dan propina).
Se ha señalado recientemente que la nueva alianza emergente contra el neoliberalismo se manifiesta -de forma parcial sin duda- en el proceso del Foro Social Mundial, que presenta, efectivamente, características novedosas respecto a las organizaciones internacionales clásicas de izquierda. El FSM está ayudando a la constitución de un vasto movimiento de resistencia internacional que está en plena evolución. El foro mundial carece de un centro único y es netamente heterogéneo. Sabido es, por otra parte, que no todos los componentes de la resistencia a la globalización capitalista neoliberal participan activamente en él. El movimiento zapatista, por ejemplo, que nunca hasta la fecha ha formulado críticas al FMS, no ha participado en ellos.
El concepto de estrategia alternativa está en sus inicios y el viejo y clásico debate entre reformistas y revolucionarios no se ha cerrado. Como otros asuntos kantianos, es un debate inextinguible. ¿Cuál debería ser el objetivo, cuál es la finalidad del foro social mundial: romper con el sistema o, dada la real y mermada acumulación de fuerzas realmente existentes, mejorarlo y conseguir que se apliquen verdaderamente mecanismos de regulación que nos acerquen a un capitalismo con rostro humano y parcialmente humanizado? Lo otro, ese otro mundo posible y necesario, ¿nos vendrá dado como añadido o ya sería aquel «mundo más humano» el otro mundo deseado?
Las diferencias reconocidas no anulan coincidencias conocidas. Los movimientos que integran el movimiento están de acuerdo en reivindicaciones básicas: la tasa Tobin, la lucha contra los paraísos fiscales, el combate contra la violencia de género, la anulación de la deuda del Tercer Mundo, la voluntad de paz y de desarme, el derecho a la diversidad sexual, el derecho a una existencia digna, el combate contra el unilateralismo político, la lucha contra el Imperio y su política criminal, etc. Hablamos, como no podía ser de otro modo, de derechos universales, sin acotaciones geográficas, étnicas o de género.
De todo ello, de la historia, evolución y futuro del FSM se nos habla en los trabajos recogidos en este volumen. Uno de los puntos más destacables es, en mi opinión, la arista crítica, hipercrítica en ocasiones, que subyace a todas las aproximaciones recogidas. Apostar por el foro, reconocer su importancia política, no significa cegarse ante sus limitaciones o inconsistencias. La historia, nuestra historia, cuenta. Daré tres ejemplos de estas miradas no entregadas..
Antentas, en su balance general, el trabajo que precisamente abre el libro al que añade un texto posterior, después de trazar una sustantiva historia del foro y de sus debates y controversias, se centra en la experiencia de Nairobi que califica de «estación gris del Foro». No tiene ningún reparo en apuntar que los aspectos más problemáticos del evento están directamente relacionados con el propio proceso de preparación, «que estuvo ceñido a un núcleo muy reducido de personas pertenecientes a determinadas ONG, pero sin la implicación real de los movimientos populares del país» (p. 29). Añade además que el encuentro fue concebido con una lógica claramente comercial -la compañía de telecomunicaciones Celtel actuó de patrocinador del evento- y, por otra parte, denuncia el carácter exclusivo y elitista del evento debido al precio de la entrada y a la propia localización del Foro (otros autores se centran también en estos mismos aspectos). En su opinión, los retos más significativos en el horizonte de las fuerzas que combaten la globalización capitalista neoliberal (GCN) residen en reforzar los procesos de autoorganización desde abajo, en multiplicar las luchas y en seguir buscando puntos de confluencia entre los distintos combates y una mayor articulación a escala nacional e internacional.
Esther Vivas – «Adaptarse a los nuevos tiempos»- incide nuevamente sobre los errores cometidos en el último foro, pero no olvida los aspectos positivos del proceso de construcción del FSM: «su capacidad de consolidar, a lo largo de sus siete años de trayectoria, un espacio de convergencia y de encuentro de todos aquellos que se oponen a la lógica neoliberal. Un amplio abanico de actores sectoriales que a pesar de sus diferencias políticas, programáticas y de análisis han sido capaces de converger, de construir y de mantener ese referente común» (p. 88). Vivas señala, por otra parte, que las experiencias gubernamentales de Venezuela, Bolivia y Ecuador, «que a pesar de sus límites confrontan parcialmente algunos de los aspectos de la globalización capitalista» (p. 91) han trasladado el núcleo del movimiento de lo global a lo estatal. Este, y otros factores, han contribuido a la pérdida de influencia del FSM en el seno del movimiento «en la medida en que el foco de la protesta se ha trasladado de lo internacional a lo estatal» (p. 92). Además de ello, Vivas señala que los sectores más dinámicos, más críticos, más activistas del movimiento están buscando nuevos espacios de trabajo y de intervención más allá de los foros sociales. Así, el foro por la Soberanía alimentaria impulsado por Vía Campesina y la Marcha mundial de Mujeres. Desde luego, estas nuevas dinámicas no significan que esos sectores hayan abandonado el Foro o que consideren que éste ya no les es útil. Para Vivas, «a pesar de sus límites y debilidades, el Foro continúa siendo un espacio útil de encuentro, de debate y de intercambio con un alto valor práctico y simbólico que no se puede perder ni menospreciar» (p. 92).
Miguel Romero cierra el volumen con una interesante aportación que lleva por título: «El FSM y la política: el riesgo de la extinción». Tomando como motivo un artículo del sociólogo Emir Sader de 2006, Romero discute un tema, fundamental en su opinión -«la reunión de Caracas confirmó que ésta era no una sino «la» cuestión fundamental» (p. 124)- y que el FSM ha esquivado desde su fundación: sus relaciones, y por extensión, la relación de los movimientos sociales, con el poder político. Según Romero hay una ambigüedad política en la fundación del FSM que se ha ido evitando a lo largo de la historia del foro sin grandes problemas en una primera fase, pero con dificultades crecientes a partir del regreso de la política al centro de los conflictos internacionales: «en esta situación, conceptos como paz, justicia internacional, lucha contra el imperialismo, igualdad,… pasaron del discurso moral a los conflictos concretos, en los que había que tomar partido y, por tanto, afrontar desacuerdos profundos entre «fuerzas progresistas», que no podían resolverse en términos de ‘consenso» (p. 126).
Romero comenta críticamente que, en su opinión, hay indicios de que se ha entrado en una etapa con primado de la política gubernamental. No está ahí la alternativa señala. Él mira hacia otros horizontes: «Se trata de buscar el regreso de la política entendida como una actividad emancipadora, pero por otros caminos que nos alejen del callejón sin salida del pasado» (p. 140) y, tomando pie en una reflexión de Revelli, recuerda que cuando la política pierde consciencia de los peligros que entraña, «abrasa lo social».
En opinión de Romero, el futuro del FSM está en ese cruce de caminos. No es un mal lugar donde finalizar este comentario a un libro oportuno que cuenta, además, con aportaciones de teóricos y activistas de la altura de Bello, Toussaint o Wallerstein, y que, como pretende la colección «Más madera» de la que forma parte, intenta contar «las causas de los mayores problemas de nuestro tiempo, que nos conciernen y condicionan nuestras vidas».