Hace poco volví, con varios compañeros de la Escuela de Cine de Helsinki y otros profesionales, de un fructífero viaje por Venezuela. Fuimos allí coordinados por unos compañeros venezolanos y con la colaboración de la Universidad Bolivariana. íbamos para impartir un curso de iniciación teórico y práctico al cine documental, pero sobre todo con la […]
Hace poco volví, con varios compañeros de la Escuela de Cine de Helsinki y otros profesionales, de un fructífero viaje por Venezuela. Fuimos allí coordinados por unos compañeros venezolanos y con la colaboración de la Universidad Bolivariana. íbamos para impartir un curso de iniciación teórico y práctico al cine documental, pero sobre todo con la idea de conocer el proceso revolucionario bolivariano de primera mano y, especialmente, su incidencia en el mundo audiovisual y cinematográfico del país. Lo que descubrimos fue un efervescente contexto donde la iniciativa popular ha encontrado una gran respuesta institucional que ha hecho despertar propuestas inimaginables en el «orden establecido» dominante en la escena europea.
Lo que a continuación escribo son tan sólo unas pinceladas que difícilmente pueden mostrar el retrato en toda su dimensión, pero que espero sirvan para «intuir» la auténtica revolución que se está realizando en el cine venezolano. En general, el panorama del cine y el mundo audiovisual venezolano no difería demasiado de otras situaciones a las que ha tenido que enfrentarse el proceso revolucionario. Tradicionalmente dominado por las élites, el cine (así como la mayoría de los medios venezolanos) era un territorio espinoso de difícil acceso para las clases populares, con poca repercusión a nivel nacional e internacional y dominado por producciones de baja categoría lideradas por los sectores vinculados a las oligarquías enraizadas con Miami. Con este paisaje al frente y con la premisa en la mano de potenciar una industria cinematográfica nacional que refleje una nueva visión de la identidad nacional venezolana así como sus valores, el gobierno bolivariano ha impulsado una serie de políticas destinadas a hacer del cine venezolano una referencia cultural a diversos niveles.
Descubrimos así, por ejemplo, el papel de la Fundación de Nuevos Realizadores Venezolanos, muy implicada en la formación audiovisual a cualquier nivel. Al hablar con su director, Wilmer Pérez, notamos el espíritu de solidaridad que se respira en aquellos proyectos nacidos con el objetivo de alcanzar a los sectores más populares allá donde vayas por Venezuela. Entre las multiples actividades que nos descubrió, nos llamó la atención uno de los talleres destinados a la formación audiovisual para centros penitenciarios que además abarca multitud de funciones. Por un lado se trataba de que la gente alcanzase un conocimiento global en la materia para que los propios presos pudieran realizar sus películas sobre la realidad penitenciaria venezolana, en lugar de dejar esa responsabilidad en las manos de los que juzgamos desde el otro lado de los muros. Pero el elemento más interesante se refiere a cómo se manejaba el concepto de rehabilitación. No se trataba de entretener a los presos con cámaras y cintas mini dv, sino de que estos, una vez alcanzada una cierta formación, fuesen contratados por la fundación para que continuasen con el proceso educativo dentro de la cárcel cobrando un sueldo que recibían en una cuenta a la que tienen acceso una vez han cumplido su pena. De este modo, al salir, no sólo se ha adquirido una formación útil en la nueva vida laboral a la que se tiene que enfrentar el antiguo preso, sino que además éste dispone de unos fondos económicos que posibilitan la reinserción sin las penurias que convierten el delito en salida fácil, necesidad o círculo vicioso en ciertos sectores sociales.
Otro proyecto relevante en la realidad audiovisual venezolana ha sido el impulso que han recibido los medios comunitarios. Ante el monopolio mediático que la oligarquía conserva sobre los grandes medios y los vínculos de éstos con las multinacionales locales y extranjeras, el gobierno supo desde muy al principio del proceso que el impulso comunal y popular era la mejor manera de compensar el bombardeo mediático al que estaba sometido. Proyectos como TeleSur y otros canales nacionales más o menos grandes son por todos conocidos como maneras de interpretar el papel de los medios de una manera muy diferente a la que acostumbra a dominar el espectro venezolano y latinoamericano en general. Pero quizás en este contexto, el trabajo de los medios comunitarios destaca como expresión de la voz popular y termómetro del entusiasmo e impulso de la gente y el barrio, además de apoyar el gran esfuerzo educativo y formativo que invade el país. En nuestra visita conocimos las radios tanto del Colectivo Alexis Vive como de la Coordinadora Simón Bolivar en el barrio caraqueño del 23 de Enero y pudimos observar el compromiso de estos medios con las comunidades a las que se dirigen y su trabajo comprometido con la mejora del entorno en un barrio tan emblemático e histórico.
Uno de los proyectos audiovisuales más interesantes que conocimos fue una de las apuestas mediáticas más importantes de la Alcaldía Mayor de Caracas: Ávila TV. El canal es tanto un centro dedicado a la emisión de la diversidad del paisaje urbano de Caracas como a la formación audiovisual de jóvenes, ya que es este sector el que lo dirige. El centro se convierte así tanto en una gran escuela como en un espacio para compartir puntos de vista sobre el fondo y la forma de abordar el complejo debate mediático contemporáneo venezolano.
Otra de las apuestas relevantes del gobierno bolivariano en el terreno cinematográfico es la Villa del Cine, un complejo integral de realización cinematográfica destinado a la producción de proyectos destinados a constituir un cuerpo de cine nacional que defina un nuevo modelo de entender la función, el fondo y la forma del cine venezolano. La inversión que se hizo en este proyecto fue muy importante y en sólo dos años Villa del Cine ha producido un catálogo muy interesante que combina tanto largometrajes como documentales y trabajos realizados para el contexto televisivo, además de haber abierto muchas puertas a las coproducciones independientes y apoyar proyectos que en otro tiempo no tan lejano no se podrían haber realizado en Venezuela.
Lo que observamos en este viaje fue realmente inspirador y admirable. Todo proceso tiene sus problemas y obstáculos, y desde luego, hay muchos «peros» que poner a algunas de estas experiencias aquí descritas. Quizás una de ellos tenga que ver con el hecho de que algunas de estas actividades, realizadas muchas en un estado de auténtica efervescencia, se encuentran descoordinadas o funcionan de una manera muy independiente a las otras. También habría que indicar las dificultades para obtener una educación integral superior en la práctica del cine asequible para todas las clases en Venezuela por el momento. En algunos casos los sistemas de distribución dificultan que las producciones alcancen el destino al que van dirigidas.
Sin embargo, cualquier actitud abierta hacia lo que está ocurriendo provocará que la lectura positiva acabe imponiéndose a la quisquillosa negatividad con la que se recibe en los medios occidentales todo aquello que proceda de la inversión pública venezolana. Es cierto que la apuesta apenas ha podido salir del mundo digital en lo que se refiere a formatos cinematográficos excepto en contadas ocasiones; pero esto mismo ha hecho posible una accesibilidad popular mucho mayor al medio audiovisual y ha desarrollado la expresividad social popular a niveles impensables hasta hace poco en Venezuela. Es cierto que hay limitaciones en los equipos y profesionales; pero eso mismo se ha compensado con una inversión institucional muy relevante y el desarrollo de programas formativos destinados a generar una nueva clase de profesionales del cine y el audiovisual.
Se trata en definitiva de una revolución del medio que difícilmente tiene un paralelo contemporáneo a tal escala y que necesariamente debe llamar la atención sobre lo que el proceso bolivariano deparará en el futuro próximo a nivel cultural y cómo podrá influir en su contexto, redefiniendo y profundizando en la identidad latinoamericana en general.