La película Slumdog Millionaire se ha llevado 8 de los 10 Oscars a las que estaba nominada, incluido el premio al mejor largometraje. Gran parte de la prensa y de la crítica ha alabado que una pequeña producción inglesa rodada en la India fuese la ganadora de los premios de cine más conocidos en todo […]
La película Slumdog Millionaire se ha llevado 8 de los 10 Oscars a las que estaba nominada, incluido el premio al mejor largometraje. Gran parte de la prensa y de la crítica ha alabado que una pequeña producción inglesa rodada en la India fuese la ganadora de los premios de cine más conocidos en todo el mundo. «Slumdog millionaire», basada en el exitoso concurso ‘¿Quién quiere ser millonario?‘, ha sido dirigida por Danny Boyle y se cuenta la historia de Jamal Malik, un joven huérfano que vive en una barriada pobre de Bombay. Este paria decide presentarse a la versión india del concurso: ‘¿Quién quiere ser millonario?’. Ante la sorpresa de todos, Jamal responde correctamente a todas y cada una de las preguntas. Cuando Jamal está a punto de responder a la última pregunta, la que le hará ganar 20 millones de rupias, la policía lo detiene y se lo lleva para interrogarle. Jamal deberá explicar por qué conocía las respuestas, teniendo que recurrir para ello a relatar diferentes momentos de su vida, que además ayudarán a desvelar la verdadera razón de su participación en el concurso.
Los medios nos han contado la forma que en la India se ha recibido esta noticia. Por una parte, les ha gustado que una película, en gran parte «suya», haya sido la acaparadora de los premios de la Academia del Cine de Hollywood. Sin embargo, también ha recibido críticas pues consideran que se regodea demasiado en la miseria. Incluso algunos ciudadanos indios ha llevado a los tribunales a sus responsables con el fin de que retiren del título la palabra «dog» («perro»), considerada denigrante. El juicio se celebra hoy en un tribunal de Patna (norte de la India).
Pero el principal «choque » entre esta obra y la cultura India deriva de la visión etnocentrista de sus guionistas ingleses. Para los occidentales les resulta incomprensible y muy cruel el sistema de castas que aún pervive entre la mayoría de la población India. Consideran los autores que el sistema occidental y capitalista de clase social es el modelo a imitar. La casta es propia de los sistemas de producción feudales, mediante el cual, cada casta tiene pre-asignado un estatus social, profesional y económico. Se casan entre ellos y sus hijos pertenecen a la misma casta que sus padres. Cuando el capitalismo sustituyó al feudalismo, los siervos dejaron de estar sujetos a la tierra que cultivaban para los señores feudales. A partir de ese momento se convirtieron en trabajadores y formaban parte del «mercado del trabajo». No estaban sujetos a ningún empresario, pero el empresario (como estamos comprobando en estas fechas) cuando no obtenía plusvalía por su trabajo los despedía, quedando los trabajadores sin medio de supervivencia. El capitalismo es mucho más eficiente en la explotación de la mano de obra respecto a los sistemas anteriores: la esclavitud o la servidumbre. Hoy ningún capitalista tiene la obligación de alimentar o dar alojamiento al trabajador, sólo tiene obligación de pagarle su salario mientras le sea de provecho.
Además el capitalismo se ha dotado de un inmenso y perfecto sistema de propaganda y alienación que ha dejado obsoletas a instituciones que en un pasado cumplía esa misión (por ej. las iglesias). Los grandes medios de comunicación y la industria del espectáculo nos presentan al capitalismo como un sistema de oportunidades, de modo que si trabajas y eres constante puedes progresar social y económicamente. Es decir, puedes subir de clase social, al contrario que el sistema de castas donde esto ciertamente es imposible.
Sin embargo, lo usual, la regla es que bajo el régimen del capital los hijos de un trabajador sigan siendo trabajadores y que los hijos de un capitalista seguirán viviendo del trabajo de los demás. Es verdad que hay ocasiones que se puede cambiar de clase, por ejemplo, si te toca la lotería, si te conviertes en un mafioso logrando evadir la sanción penal o si ganas el concurso «¿Quien quieres ser millonario?».
Este laureado film tiene la misma estructura y mensaje que los cuentos clásicos de Blancanieves o la Bella Durmiente (si bien en este casos las protagonistas recuperaban un estatus social previamente hurtado) o telenovelas como «Hombre rico, hombre pobre», «Betty la fea» o «Los ricos también lloran». Todos ellos son melodramas con final feliz mediante los cuales se adoctrina a las masas a ser sumisos con el poderoso, a trabajar mejor, a esforzarse más para poder llegar a ser algún día millonario y poseer toda clase de bienes preciosos sin tener que madrugar para trabajar ni tener jefe. Es poco probable que a alguno de nosotros nos toque un buen premio de la lotería, pero más improbable todavía es que un niño del lumpen pueda participar y ganar en ese tipo de concursos. Aquí y en la India.
El mito de la «permeabilidad de las clases sociales» evita la lucha de clases y crea la ilusión a los trabajadores de que es más factible y ventajoso convertirse en millonario que luchar por abolir el sistema de clases sociales. Prima el individualismo sobre el progreso colectivo. Quienes son rehenes de esta ideología condenan antes a los de su propia clase social que a los poderosos corruptos que les gobiernan. Trasladado al caso del estado español, la corrupción que está salpicando a la derecha no causa la indignación popular que sería de esperar, pues muchos ciudadanos piensan que ellos haría lo mismo si tuvieran la oportunidad.
En suma, un film perfecto para ganar los Oscar: tras un ropaje de esperanza y denuncia social, se esconde el engaño y la moraleja conservadora.