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Pillaron a Sony Music pirateando

Guerra entre Alejandro Fernández y Sony Music

Fuentes: Rebelión

El allanamiento por parte de la policía mexicana a las instalaciones de la SONY hace visible ante el mundo este conflicto, que tiene como punta de iceberg al cantante mexicano y como acusado, a la más grande empresa discográfica del planeta: SONY BMG, parte del pulpo, de origen japonés que, además, lideriza la industria de […]

El allanamiento por parte de la policía mexicana a las instalaciones de la SONY hace visible ante el mundo este conflicto, que tiene como punta de iceberg al cantante mexicano y como acusado, a la más grande empresa discográfica del planeta: SONY BMG, parte del pulpo, de origen japonés que, además, lideriza la industria de productos electrónicos que produce con esa marca, además de otras, como , Aiwa Walkman , Sony Ericsson , Cybershot , Vaio, y participa en la industria cinematográfica con Sony Pictures. Se trata de la más grande empresa del entretenimiento del planeta tierra y la que mayores ganancias obtiene de los activos intangibles. Produce películas, música, proyecta a los artistas de cine, a los cantantes, distribuye sus productos y los equipos electrónicos que permiten «quemar» los discos o filmar las películas en las salas de cine, para que los promocionen de gratis, además de fabricar y vender los reproductores y televisores, con tecnología de punta.

 Después del misterioso asesinato de Michael Jackson, que, de acuerdo a su hermana La Toya, fue causado por la posesión de los Derechos de Autor donde estuvo presente la SONY y sus pleitos con el cantante, que tuvo que programar una serie de conciertos que lo llevarían a la muerte, ahora recibe este golpe mediático justo donde más le duele.

¿Quién apuntala al Potrillo?

Pero el cantante no está solo en esta lucha contra el monstruo. Otros competidores aprovechan la coyuntura y van a por el mercado discográfico del mundo, que hoy se contrae por la crisis del capitalismo, aplicando el «todo vale», usual en las luchas entre los grandes del capitalismo. Alejandro Fernández es el peón que se mueve para que la Universal Music, ubicada justo detrás y protegida por la imagen del Potrillo, apunte directamente al mercado mundial que lideriza Sony.

Con el control del 25,5% del mercado discográfico mundial, Universal es uno de los cuatro grandes del disco, que cuenta también con sellos locales en los principales países de los cuatro continentes.

Es el sello de Juanes, Pavarotti, Eminem, Paulina Rubio, U2 y muchos otros conocidos artistas, que le producen a la transnacional pi n gües ganancias. Los sellos de la Universal producen a algunos de los artistas y grupos más famosos del mundo como Eminem, Pavarotti, Rammstein, Maná, Paulina Rubio, entre muchos otros.

En importancia, de acuerdo al control del mercado, le siguen a Universal la transnacional gringo-británica Emy y Warner, los otros dos grandes que poseen la casi totalidad del mercado discográfico mundial.

Se trata de una lucha desigual que, más que por los derechos de autor de un cantante mexicano, es por el mercado mundial del disco, por la supervivencia en medio de una crisis sistémica del capitalismo, la misma crisis que puso «al borde de la quiebra» al gigante Sony, situación que está solucionada completamente después de la muerte de Michael Jackson, con la subida espectacular de las ventas de los discos del artista gringo.

Culpables, según las empresas, de su supuesta baja de ventas, fueron «las descargas ilegales por Internet», que no solamente no les afectan sino que los promocionan. Lo que quieren estos trusts es aumentar sus ganancias incorporando a los navegantes web a su monopolio mundial.

En su hipócrita «lucha contra la piratería» estas grandes corporaciones han logrado que los gobiernos de diferentes países, amarrados por los dictámenes del estatuto colonial del imperio que es el convenio ADPIC (o TRIPP, siglas en inglés) de la Organización Mundial del Comercio, que los obliga a defender los intereses económicos de las transnacionales del entretenimiento, combatiendo a sus expensas a los competidores de estos gigantes, y manteniendo a raya a los «piratas» que reproducen su música, cuya existencia sin embargo les conviene.

Pillada en flagrante acto de «piratería», (pretendiendo grabar y vender discos de Alejandro Fernández que éste no autorizó) la SONY pudiera demostrar después, en virtud de su inmenso poder económico, no sólo que es inocente, sino que El Potrillo le queda debiendo. Todo depende de qué piezas ha movido la Universal, que le ha arrebatado el pequeño filón que producen las ventas del mexicano y que parece ir con todo, incluido el allanamiento por parte de las autoridades del país centroamericano.

Este vistoso botón demuestra que en la actualidad las únicas beneficiadas con la doctrina dominante de propiedad intelectual son las grandes transnacionales del entretenimiento, que se lucran de los «activos intangibles», es decir, los derechos de los artistas convertidos en papeles negociables, a expensas de los derechos de los pueblos del mundo a tener acceso a las producciones culturales, que la doctrina OMPI nunca reconoce.

Devela también la hipocresía de la supuesta lucha contra la «piratería», que es el epíteto con que pretenden criminalizar la práctica de compartir, facilitada por la tecnología de la información, capaz de unir a las personas en todo el mundo, pero que es obstaculizada por las medidas, virus y barreras que colocan estas empresas para drenar toda relación con la música, hacia sus ya abultadas ganancias.

La humanidad debe dar un paso adelante y enfrentar la solidaridad, el compartir, al egoísmo y la codicia omnipresente en el stablishment mundial. Es momento para la práctica socialista, solidaria, complementaria en las relaciones culturales de los pueblos del mundo y, de una vez por todas, que se reconozcan los derechos de la colectividad garantizados en el primer párrafo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hasta ahora ignorada por el capitalismo salvaje:

» Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten».