El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, es conocido por la defensa del liberalismo económico, doctrina que pretende la reducción del Estado al mínimo posible. El escritor, al igual que muchos de sus correligionarios, no quiere un Estado redistribuidor de la riqueza, pero no duda en pedir unas fuerzas armadas inmensas, capaces de invadir […]
El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, es conocido por la defensa del liberalismo económico, doctrina que pretende la reducción del Estado al mínimo posible. El escritor, al igual que muchos de sus correligionarios, no quiere un Estado redistribuidor de la riqueza, pero no duda en pedir unas fuerzas armadas inmensas, capaces de invadir un país como Iraq, o en pedir más policías y fiscales para la defensa de su patrimonio personal.
El ciudadano nacionalizado español por decisión del gobierno español, pidió más estado y más represivo al asegurar que «no hay una decisión gubernamental de acabar con la piratería de los libros, Un gobierno que quiere acabar con la piratería puede hacerlo, ni siquiera en días, sino en horas. No hay una conciencia de que la piratería es algo malo». Para corroborar su petición citó a responsables de su editorial, Alfaguara, los que afirman que por cada libro original que venden de él, se venden siete libros piratas.
Además, en la rueda de prensa en la que publicitó su último libro declaró que «La piratería es un reflejo del caso nulo respecto a la legalidad que hay en muchos países. No hay la conciencia de que la piratería perjudica a los lectores, a los Estados, a los editores, a los libreros, a los distribuidores».
Vargas Llosa no debió sentenciar de esta forma la cuestión de los derechos de autor. El intelectual preferido de la derecha (podríamos decir que casi el único tras las últimas meteduras de pata de otros «intelectuales» de derecha) debería explicar por qué la piratería perjudica a los lectores. El sentido común, la lógica y la experiencia afirman todo lo contrario. Los lectores, si compran un libro suyo «pirateado», será porque el «original» es muy caro. Por ejemplo, en Colombia su nueva novela cuesta 49.000 pesos: un 10% del salario mínimo interprofesional.
Además, puede ocurrir que sea más eficiente la red comercial informal que distribuye libros en todos los rincones de América Latina que la distribución «oficial» de la editorial Alfaguara.
También debería aclarar qué Estados son los perjudicados y cuales son los beneficiados por la piratería. Dos estados son los grandes beneficiarios del pago de royalties por «bienes» culturales: Estados Unidos y Reino Unido. El resto de estados del mundo se ven empobrecidos por el pago de las regalías que genera la hegemónica industria audiovisual anglosajona, especialmente los países pobres como son los latinoamericanos.
Vargas Llosa no ha opinado como un intelectual mínimamente coherente. Simplemente se dedica a pedir más y más ingresos por sus libros. Pero en la tesitura de que el escritor y su editorial acumulen más riqueza y que sus lectores más pobres ahorren algo de dinero, debemos convenir que la llamada «piratería» no es más que una pequeña acción de redistribución en un mundo injusto y desigual.
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