No sólo es acrítica, sino que también es desproblematizadora y se come el conflicto, lo neutraliza. Así define el periodista y coordinador del libro «CT o la Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española», Guillem Martínez, la cultura democrática en España. Subraya asimismo que la sentimentalización del conflicto ha sido «una […]
No sólo es acrítica, sino que también es desproblematizadora y se come el conflicto, lo neutraliza. Así define el periodista y coordinador del libro «CT o la Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española», Guillem Martínez, la cultura democrática en España. Subraya asimismo que la sentimentalización del conflicto ha sido «una opción muy lúcida de la CT en toda su existencia». ¿Algún ejemplo? «Catalunya es el epicentro de la CT actual», responde Martínez. El gobierno de Mas «es el unico que está accediendo a la postdemocracia -el cambio de democracia por deuda-, con una sociedad y una cultura que le aplaude».
Guillem Martínez colabora en el diario «El País» desde 1996 y ha publicado libros como «Franquismo Pop», «Pásalo» o «La canción del verano». «CT o la Cultura de la Transición» (Ed. DeBolsillo) es una reunión de pequeños ensayos con aportaciones de la escritora, Belén Gopegui; el pensador y activista, Amador Fernández-Savater; la periodista de Diagonal, Irene García Rubio; el crítico cultural, Ignacio Echevarría o el ingeniero y técnico en comercio exterior, Pep Campabadal, entre otros.
En primer lugar, ¿Cómo marcha la difusión del libro?
Muy bien. La semana pasada alcanzamos la tercera edición. Es un libro muy reseñado -hemos contabilizado más de 40 reseñas en la red-. El libro, y el concepto Cultura de la Transic ión (CT), ha entrado en el debate académico, por supuesto fuera de España. En el último número de Hispanic Review -una referencia en el campo filológico-, dedicado a la crisis y la cultura española, aparece el concepto de manera llamativa. En Diciembre, se hablará del libro y la CT en un encuentro en Boudeaux, universidad en la que, por cierto, se edita Boletin Hispanique, otra revista fundamental. Por otra parte, el concepto ya es una normalidad en debates de la izquierda y en análisis cultural en la Península y en varias lenguas peninsulares. La función del lbro -explicar un concepto y despenalizarlo, ofrecer una herramienta cultural-, creo que se ha cumplido.
¿Qué es la «Cultura de la Transición» (CT) y qué marcos culturales y discursivos impone? ¿Qué sería lo culturalmente correcto?
Básicamente, es la cultura democrática en España. Es la descripción de un producto cultural -un libro, una canción, un artículo, un discurso, una película…-, para que sea reconocido como producto cultural y no como una frikada marginal. No es lo políticamente correcto. O, al menos, no es sólo eso. Es la definición española de cultura, vigente durante 35 años. Cualquier producto español debía ser o CT, o mercado, para ser reconocido como tal. Lo CT no es necesariamente, tampoco, el mercado. Es una convención cultural.
¿Qué poderes políticos y económicos promueven la «Cultura de la Transición»? ¿Qué papel desempeñó la izquierda?
La CT es la aportación, básicamente, de la izquierda. En un momento de transición democrática, en el que al parecer prima más la intensificación de la estabilidad que de la democracia, las izquierdas aportan, para poder participar, la desactivación de sus únicas bazas, la movilización social y la cultura. La cultura no sólo queda desproblematizada, sino que adquiere, precisamente, ese rol. Crea cohesión, da razón al Estado y elimina problemáticas. Hasta el punto de que la cohesión social en España no está sustentada en la economía o los derechos, sino en la cultura. En construcciones culturales. Es decir, en propaganda.
¿Podrías citar ejemplos de personajes o producciones señeros de la CT, plenamente integrados en la misma?
No. De eso hablo en articulos que firmo, no en entrevistas. La razón: lo no-CT devuelve la capacidad a las personas de decidir por sí mismos sus gustos, de no obligar a nadie a un listado de gustos bajo la amenaza de que eso crea cohesión. A lo no-CT le importa un pimiento la suma o la resta de cohesión social a través de la cultura. Devuelve libertad perdida.Te puedo decir cómo se ha creado la cohesión a partir de la cultura y cómo se ha perdido libertad: a partir de productos cuyos límites no superan los límites del Estado, que dan la razón al Estado o que, al menos, no se la niegan, y que no buscan problemas, sino que los solucionan. Ejemplos: artículos periodísticos que utilizan la Transición y la Constitución como límite a todo, novelas sobre la guerra civil en las que no hay problema ideológico, sino sentimental, etc…
¿Y mencionar algunas excepciones, personas con posiciones críticas que hayan conseguido salirse de la CT?
La CT es la cultura en los últimos 35 años. No es CT todo lo que chirría -muy poco-, si bien todo lo elaborado ha tenido que insertarse en la CT para poder ser reconocido como cultura. Las excepciones más notorias, los nombres no-CT más llamativos, en ese sentido, no los conocemos. Son personas que o bien desaparecieron, o bien no llegaron a producirse. Lo no-CT propone, en ese sentido, reformular el canon cultural de las últimas décadas. Lo que hoy a la CT le parece la bomba, son novelas, películas, periodistas que no existirán ni serán recordados en breve, dado su escaso interés artístico o social.
¿Qué rol desempaña el periódico «El País» en la CT?
Los medios de comunicación son básicos en la creación de los marcos CT. Y EL País, en su momento, fue la referencia. Creó, en muy poco tiempo, los límites de la CT. Ante la ausencia -esto se debe de señalar también, de propuestas culturales alternativas y atractivas por parte de unas izquierdas y una cultura sin demasiadas ganas de lo contrario.
Se te podría criticar que en otros países, que no han vivido la transición, se ha llegado a situaciones similares: pensamiento único, hegemonía del mercado y consensos bipartidistas.
En Occidente la culturas optan por lo lúdico desde el 68. Es una decisión practicada desde la cultura. La originalidad española es que la cultura no decide nada. Es una decisión de Estado, que es el lugar en el que se decide desactivar la cultura. Esa es la originalidad española. Sobre el mercado, se ha de decir que no es necesariamente lo CT. Lo CT, de hecho, son productos inexportables, que sólo satisfacen una necesidad política española.
¿Es absoluta la hegemonía de la CT o pueden destacarse algunos elementos de ruptura, por ejemplo, el 15-M?
Si. Cacharros como lo ocurrido tras el 11M, cuando una sociedad se saltó a sus políticos, a sus medios y a sus intelectuales para poder informarse de la realidad, o lo del 15M, un fenómeno imposible de explicar en prensa a través de las fórmulas CT, son pequeñas-grandes sentencias de muerte a la CT.
Amador Fernández Savater señala en su artículo que la CT es «consensual» (en torno al sistema de partidos y al mercado) y «desproblematizadora». Pep Campabadal se refiere al «punto medio». ¿Qué ocurre con el conflicto y con las voces críticas?
La CT existe para comerse el conflicto. Es decir, para presentar como conflicto lo que al Estado le parece bien presentar como conflicto -yo qué sé: los nacionalismos-, y para evitar que nazcan conflictos que no le interesan -yo qué se: la pobreza, el reparto de la riqueza, la corrupción, el déficit democrático-. El intelectual que quiera recibir honores, subvenciones o, simplemente, existir y seguir trabajando, debe colaborar en su proyecto de cohesión. Dándole la razón o, al menos, no quitándosela. Ejemplo: atentados del 11M. Las dos únicas opciones que ofreció la CT fueron a) darle la razón al estado -ha sido ETA, y ETA es quién la oxigena, es decir, todo el mundo salvo el PP-, o no quitársela. Para no quitársela, la opción más recurrida fue la sentimental, hablar del dolor de las víctimas. De hecho, en los días siguientes al atentado, los medios, para no opinar ya directamente en contra del Gobierno -algo inusitado en la CT-, recurrieron a publicar biografías sentimentales de todas las víctimas. La sentimentalización del conflicto ha sido una opción CT muy lucida en toda su existencia, en fin.
¿Qué queda de la CT en el presente, por ejemplo, en la Cataluña independiente que propone Artur Mas?
Catalunya es, curiosamente, el epicentro actual de la CT. En Madrid hay un gobierno sin iniciativa. Es decir, sin capacidad cultural de hacer caer, verticalmente, sus mensajes. Carece de la posibilidad de establecer agenda y de que su agenda sea celebrada. La CT, en fin, no le pita. En Barcelona, por primera vez en la historia, sucede lo contrario. Existe un Gobierno que domina un grueso grupo mediático, pero que también ha conseguido que su discurso sea percibido como cohesionador. Sus emisiones carecen de crítica y de control desde la cultura. Es CT pura. Puede hacer lo que quiera. De hecho, es el único gobierno del Sur de Europa que hace lo que quiere. Es el unico que está accediendo a la postdemocracia -el cambio de democracia por deuda-, con una sociedad y una cultura que le aplaude. O, al menos, que carece de la posibilidad de criticarle sin dejar de ser, en ese trance, catalán. Durante el aznarato, recuerden, era imposible la crítica sin perder el calificativo de español de bien, o algo así.
Por último, ¿Avizoras un «pacto de estado» PSOE-PP, como precisamente ha propuesto Cebrián en las páginas de El País, para buscar una supuesta salida a la crisis? ¿También sería una derivada de la CT?
Nuestras clases políticas, intelectual y periodística están formadas en la CT. Las soluciones a lo cotidiano en la CT son pactos en las alturas, que bajan verticalemente a la sociedad abalados como cultura. No sólo no saben hacer otra cosa, sino que son incapaces de describir otra cosa o de pensar en otra cosa. Y parece que esa cosa no se podrá producir, de manera exitosa, en esta edición. Es el fin, tal vez, de un sistema político. Y el fin, fijo, de una cultura y de varias generaciones de sus sacerdotes.
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