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Reseña de la película 1984, de Michael Radford

El comienzo del fin de la privacidad

Fuentes: Rebelión

Opiniones de George Orwell sobre 1984, novela cuyo título de trabajo en inglés es The Last Man in Europe. Él opinó algunas veces sobre los temas tratados en su novela. Respecto a la reescritura de la Historia, decía en 1943 lo que luego figura en su libro Mi Guerra Civil Española (1978): «Ya de joven me […]

Opiniones de George Orwell sobre 1984, novela cuyo título de trabajo en inglés es The Last Man in Europe. Él opinó algunas veces sobre los temas tratados en su novela. Respecto a la reescritura de la Historia, decía en 1943 lo que luego figura en su libro Mi Guerra Civil Española (1978): «Ya de joven me había fijado en que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. (…) En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas ‘líneas de partido’. (…) Estas cosas me parecen aterradoras, porque me hacen creer que incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo. A fin de cuentas, es muy probable que estas mentiras, o en cualquier caso otras equivalentes, pasen a la historia. ¿Cómo se escribirá la historia de la Guerra Civil Española? (…) Sin embargo, es evidente que se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la guerra, se aceptará universalmente. Así que, a todos los efectos prácticos, la mentira se habrá convertido en verdad. (…) El objetivo tácito de esa argumentación es un mundo de pesadilla en el que el jefe (o la camarilla gobernante) controla no sólo el futuro sino también el pasado. Si el jefe dice de tal o cual acontecimiento que no ha sucedido, pues no ha sucedido; si dice que dos y dos son cinco, dos y dos serán cinco. Esta perspectiva me asusta mucho más que las bombas y después de las experiencias de los últimos años no es una conjetura hecha a la loca». Al hablar de la Guerra Civil, decía sin titubear: «Voy a matar fascistas porque alguien debe hacerlo», como le planteó a Henry Miller cuando lo visitó en París hacia la navidad de 1936, faltándole apenas cuatro días para enrolarse como brigadista y empezar a combatir a los franquistas, y aquél le replicó, no sin razones, que su viaje «era ‘una idiotez’ lo mismo que su sentido de la obligación de matar a otras personas, para salvar al género humano de muertes peores y más injustas».(1) También, en una carta a un líder sindicalista gringo, dice sobre su novela 1984: «Yo no creo que el género de sociedad que describo vaya a suceder forzosamente, pero lo que sí creo (si se tiene en cuenta que el libro es una sátira) es que puede ocurrir algo parecido. También creo que las ideas totalitarias han echado raíces en los cerebros de los intelectuales en todas partes del mundo y he intentado llevar estas ideas hasta sus lógicas consecuencias». El psicoanalista/escritor Erich Fromm, autor de El miedo a la libertad, advertía: «Los libros como los de Orwell son severas advertencias, y sería lamentable que el lector interpretara presuntuosamente a 1984 como otra descripción más de la barbarie estalinista y no viera que también está dirigida a nosotros.» (2)

1984 (1949): Obra para un presente constante

(Círculo de Lectores, 1984, Bogotá, 264 pp.)

Idea central de 1984 (1949) de George Orwell (Motihari, Bengala, India, 25/jun/1903)): es una sátira política en la que se expresa hostilidad contra el estalinismo y sus purgas políticas, así como contra la Inglaterra de posguerra. Aunque se haya dicho que es una novela futurista o fantástica o de anticipación histórica, una novela utópica y para otros distópica -la utopía designa a un mundo ideal donde todo es perfecto; por contraste, la distopía se refiere a un mundo apocalíptico, de pesadilla-, la verdad es que, de acuerdo con el contenido del Diario que su protagonista, Winston Smith, escribe, al preguntarse para quién o para qué época lo hace, se puede inferir no solo su intención sino la del autor: «¿Para el pasado, para el futuro, para una época imaginaria?» Tal vez para el presente de todas las épocas, sin olvidar la historia (pasado) ni el progreso (futuro). ¿Por qué? Porque Winston no solo ve al frente la muerte, sino algo peor: el aniquilamiento absoluto (1984: 30). El Diario puede quedar reducido a cenizas y a él lo pueden vaporizar, borrar de la historia. El que esté escrita en clave de futuro, 1984, no significa que la novela no hable del pasado reciente: las purgas de Stalin; la Inglaterra que sobrevive en la posguerra, la del racionamiento, la de la racionalización laborista, que al filo del tiempo desembocará en Margaret Thatcher, con Ronald Reagan los padres del neoliberalismo en el mundo, precisamente para los años en que Orwell proyectó su novela: su idea principal es la intromisión del Estado, a través del Big Brother, en la vida privada de la gente. Como si se tratara del panóptico del padre del utilitarismo Jeremy Bentham, el Gran Hermano todo lo vigila. Se trata de ejercer a través del Partido el Poder, que quiere tenerlo por amor al mismo: «No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro» (1984: 235). Su objetivo es minar la resistencia de la gente hasta que no tenga ideas propias, lo que se expresa a través de la neolengua, cuya finalidad no es aumentar sino disminuir el área del pensamiento, reduciendo el número de palabras al mínimo indispensable, decía Orwell mismo: algo relacionado con el cada vez más precario y procaz lenguaje del Poder.

Dos ideas secundarias que sustenten la tesis o idea principal de 1984, pueden ser: 1) Si el Partido anuncia que dos y dos son cinco, habría que creerlo… ¿Qué quiere decir esto? La omnipotencia, la prepotencia, la arrogancia del Poder, el que se ejerce a través del Partido y que acaba con cualquier asomo de reflexión, de disenso, de crítica; 2) La idea de que quizás el loco sea sólo una «minoría de uno» pero que, no obstante, puede tener razón. Antes, una señal de locura era sostener que la tierra giraba en torno al sol; ahora, para Winston, la locura consistía en creer que el pasado era inalterable. Por sostener esa creencia y ser el único en hacerlo, estaba loco… (77) En la tercera parte, O’Brien, no solo tortura a Winston Smith al mostrarle un documento, sino que le demuestra que el pasado sí se puede alterar, como en efecto pasa. Sin embargo, como se verá al final del capítulo IX de la Parte II (193) dicha creencia, por fuerza del humanismo, la dignidad y el sentido de libertad personal de Winston, se volverá un mentís lanzado al Poder: encontrarse en minoría no equivale a estar loco; hay lo que es verdad y lo que no es y si uno se aferra a la verdad, incluso contra el mundo entero, no quiere decir que esté loco. En síntesis, el Partido, o sea, el Poder, por medio de la fuerza puede seguir haciéndole creer a la gente, a través de la prensa y de los medios masivos en general (la pantalla de la novela), que dos y dos son cinco y no cuatro como piensa Winston, a punto de enloquecer. Aunque, al tiempo y contra esto, existe la posibilidad de rebelarse, de enfrentar al sistema, de vencerlo, al demostrarle que aferrado a la verdad es posible demostrar que no se está loco, incluso siendo «minoría de uno». Esa noche, se durmió con un pensamiento fijo: «La cordura no depende de las estadísticas». Como quien a su vez recuerda a Buñuel: «Es una de las plagas de nuestra época. Imposible leer una página de periódico sin encontrar una. Además, todas son falsas». (3)

Un planteamiento del texto que, sin duda, puede generar controversia es el de la aparición en pantalla del Big Brother, la desaparición posterior de éste y luego el anuncio de los tres slogans del Partido en letras grandes: LA GUERRA ES LA PAZ – LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD – LA IGNORANCIA ES LA FUERZA (19). Tres frases en apariencia simples, incongruentes, contradictorias, pero que contienen toda la sátira política sobre la aplicación real que los Partidos dan a las palabras: a fuerza de violarlas, toman un sentido contrario al primigenio. Idea que se refuerza con la que se esconde detrás de la gestión de los Ministerios: el de la Verdad es en realidad el de la Mentira; el de la Paz, el de la Guerra; el del Amor, el del Odio (Tortura); el de la Abundancia, el de la Pobreza, la Privación, la Racionalidad… en otras palabras, el de la Verdad, Miniver; el de la Paz, Minipax; el del Amor, Minimor; el de la Abundancia, Minindancia. Así, la función social del Estado se ha reducido al mínimo. Del Estado de Bienestar se ha pasado al de Malestar, tanto en la cultura como en la vida cotidiana, diría Orwell con humor. En su época, ya él avizoraba la presencia de las multinacionales, es decir, del poder económico detrás del poder político. Estaba anunciando que el verdadero Poder ya no es político sino económico. Para que haya poder político antes debe haber poder económico. Razón de ser del neoliberalismo hoy. Un dato: el 96% de la información que se distribuye en el mundo es propiedad del magnate Jacob Rothschild. Otro: el 80% de esa información se da sin confirmar. En suma: la mentira ha terminado por imponerse como verdad, vía Goebbels, Hitler, Carl Schmidt, Trump. Y en Colombia, vía LCSA, ADN, El Tiempo, RCN, Caracol, CNN. Y uno más: siete multinacionales controlan el 70% de la información y del entretenimiento que se produce en el mundo: 1. Fox News; 2. Time Warner; 3. Disney; 4. Sony; 5. Bertelsmann; 6. Viacom; y 7. General Electric, sostiene Jerry Mander, residente en San Francisco y presidente del International Forum on Globalization. (4)

Quizás un vacío teórico en la novela de Orwell sea el que señala Manuel Vásquez Montalbán en el prólogo a 1984, en el sentido de que hay un error utópico en Orwell: mientras lo redacta, Vásquez encuentra que falta medio año para que llegue 1984, el año del título anticipatorio, y el desarrollo tecnológico no ha propiciado la hartura de la tierra, si bien es cierto que el hambre de la misma se mantiene por causas políticas: la carrera armamentista, fomentada por EEUU, alimentó la política de bloques y, obvio, aumentó la venta, el tráfico de armas y de drogas a nivel mundial, lo que en últimas trajo como consecuencia la llamada ‘Guerra Fría’ (para el profesor Juan C. Monedero, profesor de Ciencia Política de la U. Complutense, en realidad fue la III Guerra Mundial por la enorme cantidad de víctimas que dejó y de la que no se habla; así como la II Guerra Mundial es la II Guerra Interimperialista, toda vez que su condición supranacional estuvo motivada esencialmente por las tensiones de dominación imperial de los actores implicados, EEUU y la URSS de entonces) (5); y la división internacional del trabajo, alimentada hoy por la perversa idea de la flexibilización laboral -que no es otra cosa que la exclusión cada vez mayor de la gente del mercado laboral-, ha hecho y sigue haciendo más pobres a los países empobrecidos, no pobres, y cada vez más ricos a los pocos dueños de los países ricos. Pese al vacío teórico señalado por Vásquez M., no se siente el texto de 1984 incompleto. Por el contrario, con sus tres partes y 24 capítulos en total, muestra una estructura sólida, lúcida, coherente. En síntesis, un mortífero cuestionamiento a los regímenes totalitarios, sean de derecha o de izquierda, estalinistas, fascistas o nazistas: ahora, nazifascistas, por vía de evangélicos y neopentecostales, en muchas partes del planeta, los mismos que hoy, además, alientan los golpes de Estado en diversas partes de América Latina (Brasil, Bolivia, Paraguay), no sin antes contar con el apoyo económico/político del imperio sionista/gringo. (6)

La lectura de 1984 puede relacionarse con un material audiovisual: el filme homónimo, hecho ese mismo año, 1984, por el cineasta inglés, nacido en India, Michael Radford. La relación se da por complementación pues se trata de una muy lograda extrapolación de la idea central, como es el objetivo de toda buena adaptación, llevada con destreza al campo de la imagen: en efecto, el filme logra proyectar en el espectador una atmósfera de opresión y de represión, como pocas veces se ha visto en el cine. La relación de Winston y de Julia, v. gr., se convierte en una poderosa metáfora del malestar que tanto el amor como el humor representan como factores de disgusto, perturbación e incluso de subversión para el Poder, elementos que según este último pueden afectar a la sociedad en su conjunto. La idea de lo diferente nunca es bien vista por colegios ni universidades, por iglesia ni autoridades, por estados ni gobiernos, por normas ni convenciones sociales. Para el filósofo greco/francés Cornelius Castoriadis (1922-1997) un sujeto diferente implica una nueva sociedad, algo inaceptable para la establecida: «Si un nuevo pensamiento irrumpe, amenaza a la sociedad; abre la posibilidad de otra sociedad y de otro sujeto». Mientras tanto, habla de autonomía social y autonomía individual, es decir, todo aquel que se da una ley a sí mismo, sin transgredir el pacto o acuerdo social. (7)

1984 no es una obra de ciencia ficción, ya que su autor no la pensó como anticipación, sino que ambientó en el futuro una crítica social del tenebroso momento que vivió su nación luego de la II GM, con la pobreza y la miseria en que quedó Europa. Bajo esta premisa, se comprende que en el filme no haya decorados sofisticados ni aparatos futuristas más complejos que un televisor. También, que el protagonista se llame Winston, por Churchill, y Smith por el hombre común. Winston Smith (John Hurt) es empleado de un gobierno cuyo líder es la foto de un hombre con bigote llamado Big Brother, que de modo permanente mira a todo el mundo. Su tarea es analizar viejas noticias y reciclarlas en nuevas, volviendo la verdad, mentira. Estas noticias son luego emitidas sin cesar a través de una parafernalia de televisores que cubren al mundo entero y nunca se apagan. Winston se encuentra con Julia (Suzanna Hamilton), mujer que le hace llegar una nota en un papel que dice te amo. En esta sociedad futurista, el amor es reemplazado por odio y la verdad por mentira, de manera que la reproducción de la especie se realice solo por inseminación artificial. Winston y Julia se vuelven amantes y revolucionarios y crimentales o criminales del pensamiento. Winston escribe que desea un día tener la libertad para decir que dos más dos son cuatro. Esta libertad parece tener un atisbo cuando conoce a O’Brien (Richard Burton, inexpresivo/expresivo en su última obra fílmica), un miembro del partido que le da un libro en el cual están los pensamientos revolucionarios de la supuesta resistencia, de modo que Winston cree que O’Brien es un revolucionario. «Ignorancia es poder» reza el libro, y Winston comprende el cómo de la opresión así siga sin razonar el porqué. El filme penetra, con reinterpretaciones, en lo hondo de la novela, y el temor primario de Orwell hacia el totalitarismo y el degradante conformismo queda retratado para siempre por Radford. 

Con cuatro argumentos, a partir de 1984 se desarrolla a continuación un planteamiento de la lectura que puede atraer el interés: 1. En situaciones de dificultad y ante la falta de respuestas de los gobiernos, a la gente solo le queda acudir a asuntos de azar o de suerte. 2. Frente a situaciones de crisis, y ante la desidia gubernamental, la gente busca respuestas en fantasías, intangibles, imponderables (cuando debería buscarlas en lo que ocurre). 3. Frente a la esperanza de un cambio radical en sus condiciones de vida, las personas depositan toda su confianza en lo incierto (cuando deberían hacerlo en lo concreto). 4. Aunque se sepa que los juegos de azar (lotería) no pagan lo que ofrecen, la gente igual cree en ellos como si de una religión, institucionalizada, claro, se tratara.

Con estos cuatro argumentos se pretende desarrollar un planteamiento de 1984 (82): la lotería era el único acontecimiento al cual los proles le prestaban seria atención. Para millones de ellos la lotería era la principal razón de su existencia. La gente que apenas leía/escribía era, no obstante, capaz de complicados cálculos matemáticos y de insólitas proezas memorísticas. Los proles se ganaban la vida vendiendo predicciones, amuletos, sistemas para dominar el azar y demás cosas útiles a los maniáticos. En síntesis, una situación que es una metáfora: ante la ausencia de lo real, cobra presencia lo imaginario, la promesa, la espera y, como hoy, lo virtual, en fin, lo que no es, lo que nunca llega. La gente a la espera de un suceso extraordinario que le cambie la vida. Pero, la pragmática realidad es además inexorable: Winston Smith, aunque nada tenía que ver con la lotería, que dependía del MinAbundancia, sabía perfectamente, como cualquier miembro del Partido, que los premios en su mayoría eran imaginarios. Solo se pagaban pequeñas sumas y los ganadores de los grandes premios eran personas inexistentes, como muchas de las que «votan» hoy no solo en esa fosa común antes llamada Colombia… Cualquier parecido con las promesas de los políticos es mera coincidencia, diría Orwell, quien, sin saberlo, por otro lado, prefiguraba así la existencia de Baloto, jajaja. Y los juegos de azar, en 1984, son una metáfora de las promesas rotas de los políticos. Al Pacino en el filme En busca de Ricardo III (1996): «La verdad es que todos los que detentan el poder sienten un hondo desprecio por todo lo que prometen, por todo lo que han jurado». (8)  

Frente al enfoque general de 1984, de Orwell, nacido Eric Arthur Blair (1903-1950), habría que convenir con lo que en dicha novela se plantea. Ante la presencia del Big Brother la privacidad ya no existe, modelo reproducido hasta la saciedad en los Reality Shows televisivos. Ese sucedáneo de autoridad que primero ha logrado penetrar de tal modo el inconsciente colectivo: en efecto, mayoría de proles no tiene ideas propias, su capacidad crítica ha sido minada, su velocidad de reacción reducida al mínimo, mediante la mentira del Partido, del Poder, que hace que la mentira pase a la Historia y se convierta en verdad. El slogan del Partido confirma lo dicho al inicio, 1984 está escrita en clave de presente: «El que controla el pasado, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.» (37). Los sentimientos de la mayoría son encauzados hacia la «felicidad», un estado de afirmación vital, no un hecho concreto. La sátira social se evidencia a través del sentido de la independencia que lleva a Winston a rebelarse contra un statu quo anómalo, para dejar claro que solo la dignidad posibilita luchar en la consigna de alcanzar el que es más un deber que un derecho: la libertad. Y la autonomía. Tanto individual como colectiva. El filme de Radford se plantea como el comienzo del fin de la privacidad y como un fuerte alegato contra los totalitarismos: lo que al filo del tiempo ha derivado en Fake News y Posverdad, mentira legalizada por el Poder para que figure como verdad irrefutable. Son esas dos cosas, dignas de desprecio, las que hoy están pasando a la historia: por fortuna, no los imbéciles que las encarnan y que las distribuyen como bombombums en los espacios más empobrecidos, no pobres, de la Tierra: la que en unos años quizás ya no esté. Habrá abdicado ante la codicia/ignominia/vileza de los politiqueros, empresarios y poderosos, esos hombres informes/faltos de vida que solo apuestan a tánatos y no a eros. Y eso ocurrirá no tanto por el cambio climático, que es el síntoma, sino por la enfermedad, el capitalismo. (9)

Notas y referencias:

(1) https://www.abc.es/historia/abci-george-orwell-guerra-civil-matar-fascistas-porque-alguien-debe-hacerlo-201907271012_noticia.html

(2) https://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-vacia/fantasma-orwelliano-recorre-mundo.html

(3) https://www.rebelion.org/noticia.php?id=229743

(4) https://www.youtube.com/watch?v=m4UiIidMuG4

(5) El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza. Bogotá, 2005: 54.

(6) https://nuso.org/articulo/quienes-son-por-que-crecen-en-que-creen/

(7) https://www.youtube.com/watch?v=ILy2up7PVug

(8) https://elpais.com/diario/1996/05/15/cultura/832111215_850215.html

(9) https://ctxt.es/es/20170920/Politica/15167/cambio-climatico-riechmann-acuerdo-paris-ecologia-medioambiente-ctxt.htm?fbclid=IwAR25hM_r-ijPdr33ntUQ4e2jdsE1M_lV084lz46mySbO1EQS_qoq63IsZMs

FICHA TÉCNICA: Título original: 1984. País: Reino Unido. Año: 1984. Color; 113 min. Género: Ciencia-ficción, drama político, thriller psicológico. Dir.: Michael Radford. Guión: M. Radford & Jonathan Gems, basados en la novela homónima de George Orwell. Intérpretes: John Hurt (Winston Smith); Suzanna Hamilton (Julia); Richard Burton (O’Brien); Cyril Cusack (Mr. Charrington); Gregor Fisher (Parsons). Distribución: MGM, 20 th Century Fox, Virgin Films.

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín, desde 2012, y columnista de EE, desde el 23/mar/2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al III Congreso Int. Literatura y Revolución – El estatuto (contra)colonial de la Humanidad (29-30/oct/2019). Autor, traductor y coautor, con Luis Eustáquio Soares, en Rebelión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.