Año 2001: Ellen, hija del mariscal Wolfran von Richthofen, habla con su hijo. Tiene delante una caja con recortes de prensa con testimonios de testigos del bombardeo de Gernika. Su padre, coronel de la Lutwaffe durante la Guerra Española, participó directamente en la organización y ejecución de los bombardeos sobre pueblos y ciudades del País Vasco: «ver caer bombas causa una emoción inexplicable, magnética». Y estuvo, claro está, en la destrucción de la mítica villa de Gernika.
Estamos ante Un regalo para Hitler (Irún, Alberdania, 2021), una novela histórica escrita a cuatro manos por Alberto Irigoyen y Xabier Irujo. Los dos, historiadores, aunque el primero también ha tenido varias incursiones en el mundo de la literatura. Basada en documentos y personajes reales, algunos de estos últimos han sido pasados por el tamiz de la ficción. Antes del inicio de la narración advierten: hay quien define esta forma de escribir como hiperrealismo, pero, sin rechazarlo, prefieren lo de un intercambio entre la realidad y la literatura.A lo largo de 343 páginas se entremezclan tres momentos: la Guerra Española, el último año de la Segunda Guerra Mundial y la contemporaneidad cercana de finales del siglo pasado y principios del actual. El meollo, el primero de ellos, durante la primavera de 1937, con el frente de Vizcaya como escenario y la conquista de Bilbao como objetivo. Escenario por el que van desfilando los jefes militares de la Legión Cóndor, como el general Hugo Sperrle o el propio coronel Wolfran von Richthofen. Y militares españoles, como los Emilio Mola, Francisco Franco, Miguel Cabanellas, Juan Vigón, Camilo Alonso Vega, Alfredo Kindelán…
Mandos militares alemanes que desde Berlín, con Hermann Göring a la cabeza, quieren un regalo de cumpleaños para el Führer, a celebrar el 20 de abril. Y que consiguieron «incrementando considerablemente la presión de nuestros bombardeos», para seis días después alcanzar la perfección deseada. Aunque fuese a costa de una inmensa mayoría de víctimas civiles: «Gernika, como una gran montaña de fuego había sido dilapidada, carbonizada, estrangulada y convertida en un mar de sangre». Y aunque desde el Cuartel General de las tropas sublevadas se hiciese todo lo posible para intentar transmutar lo ocurrido y responsabilizar al otro bando de la masacre: «Los vascos y el mundo entero deben saber que Aguirre ha quemado Gernika».
Ellen no se olvida del verano de 1945, ocho años después de lo sucedido, cuando su padre agonizante, sin ningún atisbo de arrepentimiento, le dijo: «Soy mariscal del Reich. He cumplido con el deber más allá de la obediencia y he servido a mi pueblo con devoción». Y quiere transmitir a su hijo el horror de lo ocurrido: «Sus voces me persiguen, me acompañan en sueños y me susurran cánticos de ascuas y lumbre. Me transportan a las mismas puertas del infierno, de donde yo procedo. Porque soy hija del demonio, hijo mío».
(Artículo publicado en el blog del autor: https://marymeseta.blogspot.com/2022/04/un-regalo-para-hitler-de-alberto.html).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.