¿Quién es Fernando Luis Rojas, y cómo llega a la dirección del Fondo Editorial Casa de las Américas?
Esto de las presentaciones es siempre complicado, entre otras cosas, porque uno se mira a sí mismo de una manera y quienes nos rodean, los compañeros y compañeras de trabajo, los amigos y amigas, aquellos con los que compartimos espacios de pertenencia y/o militancia pueden vernos de otra.
Diría que mi cualidad principal es ser padre de dos niños –uno casi adolescente ya– geniales. Desde el punto de vista profesional, me gradué de Historia y Marxismo en el Pedagógico Varona, en el año 2006; desde entonces, he trabajado como profesor, especialista e investigador del Instituto Juan Marinello y, desde finales del año 2021 e inicios del 2022 inicié mi labor como director del Fondo Editorial Casa de las Américas.
¿Cómo llegué a la dirección del Fondo? De alguna forma tendré que ofrecerte mi lectura, que puede no ser exacta. Entiendo que se conjugaron varias cosas. La primera, que a finales de 2021 la directora del Fondo Editorial, la crítica y editora Caridad Tamayo, quien durante ocho años realizó un excelente trabajo de dirección allí, regresaba a su actividad como investigadora del Centro de Investigaciones Literarias (CIL) de la Casa de las Américas. En 2017 yo había alcanzado el Premio de ensayo Haydee Santamaría otorgado por Clacso y la Casa, y en esos años, entre 2018 y 2019, viví la alegría de intercambiar mensajes, recomendaciones de artículos y libros con Roberto Fernández Retamar. No fueron muchos –debemos siempre ser justos y no tratar de construir nuestras biografías a partir de las historias de los otros–, pero incluso un mensaje hubiera sido importante para mí. Asimismo, había obtenido un par de premios más, publicado algunos libros y editado otros. Creo que todo eso influyó en que Abel, actual presidente de la Casa; Jaime Gómez Triana, uno de sus vicepresidentes y la propia Caridad Tamayo me hicieran la propuesta, y no pude rechazarla.
Pero quizás lo más importante radica en eso, en por qué no pude rechazarla. La Casa de las Américas es de esos lugares a los que no puedes negarte porque habitas en ella desde antes de estar físicamente. De hecho, la pregunta que te haces frente una propuesta de este tipo es ¿estaré a la altura de la Casa, de su historia, de quienes han pasado por ella, de sus prácticas y maneras de hacer?
Desde la Casa de las Américas, ¿cómo entiendes conceptualmente la lectura tomando en cuenta las modificaciones de los textos y subtextos que hoy median el proceso con la inclusión de plataformas tecnológicas?
La lectura es un proceso de apropiación, diálogo y participación. La Casa de las Américas, en este sentido, ha sido una puerta para la ampliación de las propuestas a lectores y lectoras. En el caso de Cuba, autores y autoras del Caribe de habla no hispana, brasileños, de los pueblos originarios, latinos residentes en los Estados Unidos han entrado en las bibliotecas de las personas gracias a la Casa. Y, desde esas bibliotecas personales se han construido nuevas redes, se han entablado debates marcados por otras perspectivas –en muchos casos no dominantes y en oposición al paradigma cultural de occidente–.
Mencionaste los procesos relacionados con las plataformas tecnológicas. Entiendo que incluyes las denominadas redes sociales. Ahí está toda la apertura del libro en formato digital, que no es un proceso nuevo, pero al cual en Cuba se está apostando con mayor fuerza. Esto tiene que ver con una tendencia internacional, pero también está jalonado por nuestra difícil situación económica y su impacto en el ámbito de la poligrafía y el libro impreso. Acá te doy mi opinión: yo entiendo el libro en formato electrónico como una potencia, como la posibilidad de ampliar propuestas, pero no como sustituto del impreso. Si nos quedamos tranquilos con hacer lo que antes se elaboraba impreso en formato digital, sí, es cierto, estamos ofreciendo una oportunidad; pero si nos rendimos a las circunstancias no vamos a ampliar, sólo a sustituir. Yo pregunto: ¿qué hacemos en un escenario como el nuestro, donde existe un envejecimiento demográfico que implica para muchas personas, lectores y lectoras, enfrentarse a herramientas nuevas, que requieren equipamiento y habilidades que no están al alcance de todos? Y en relación con las denominadas redes sociales, es un espacio a conquistar. Es difícil, pero la lectura es una de esas fortalezas que pueden permitirnos que la gente no se quede en el ámbito de la apropiación, sino que la convierta en diálogo y participación efectiva.
El poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar presidió la Casa de las Américas desde 1986. Hoy la Biblioteca de la institución lleva su nombre
¿Cómo se conforma el Fondo Editorial Casa de las Américas y cómo se realiza la inclusión (sobre la base de qué postulados, puntos de análisis, etc.) de nuevas publicaciones?
Jorge Fornet señaló, en una ocasión, como pilares fundacionales de la Casa al Premio, la revista Casa de las Américas y a la editorial. Pudiéramos mencionar otros, pero, en esta oportunidad quiero retomar esta idea de Jorge. La Casa se fundó el 28 de abril de 1959, en medio de ese movimiento telúrico que fue el triunfo de la Revolución cubana. Hay una idea de su fundadora y primera directora, Haydee Santamaría, sobre la Revolución que da idea de la unicidad de esta: «todo es una sola cosa». Y esa cualidad, un sello que Haydee imprimió a la Casa, se traduce desde el punto de vista creador en la máxima de que una cosa lleva a otra, y a otra: ese es el sentido del crecimiento. Te mencioné a Haydee. En algún momento Alfredo Guevara habló de «tiempos de fundación». Si yo un día tuviera que ponerle imagen de cubierta a un libro con ese título, Tiempos de fundación, pondría una foto de Haydee Santamaría.
A unos meses de creada la Casa se convocó a la primera edición del premio, en ese entonces conocido como Concurso Literario Hispanoamericano, y su jurado sesionó en 1960. Los libros premiados debían imprimirse, surge la editorial que –como se lee en el volumen de memorias Casa de las Américas, 1959-2009– «se vio desbordada de esa misión inicial y comenzó la fundación de colecciones y perfiles editoriales que venían a ser también, en esencia, una refundación del canon de la literatura y el pensamiento latinoamericanos y caribeños».
En la actualidad, el Fondo Editorial cuenta con más de veinte colecciones. Entre las más antiguas y conocidas están Premios Casa, la dedicada a los clásicos de la Literatura Latinoamericana y Caribeña, Nuestros Países, La Honda, Valoración Múltiple, Cuadernos Casa, Materiales de la revista Casa de las Américas…, entre otras. En tiempos de pandemia se inició una nueva, Cuadernos de Caliban, que un formato cuasi artesanal y pequeño pone a disposición de los lectores y lectoras materiales de interés. Como pueden notar, su nombre es un homenaje al texto icónico y referencial de Roberto Fernández Retamar, publicado en 1971.
Como sabes, el Fondo Editorial, si bien con vida propia, está conectado a todo el movimiento de la Casa. Es por ello que en el Consejo Editorial están representadas las diferentes direcciones y programas que acoge la institución. Es un espacio de concertación, donde se propone y discuten los caminos a seguir. El catálogo de los libros publicados por la Casa de las Américas es, también, un mapa de la propia Casa. Es una manera de hablar de la Casa.
¿Establece alguna relación el Fondo con otras áreas artísticas, propone trabajos interdisciplinarios con otros actores, propuestas?
Creo que te adelanté algo en la respuesta anterior. No hay manera de presentar el trabajo del Fondo Editorial desconectado de las otras áreas de la Casa. Las mejores expresiones se dan desde los ejemplos. Mira el último año, en medio de condiciones muy difíciles –recordemos que, muchas veces, en tiempos de crisis lo que más sufre es la cultura; y es cuando más falta hace esta– hemos logrado publicar, o estamos por hacerlo, títulos como la Valoración Múltiple sobre Jorge Luis Borges y los libros merecedores del Premio Casa, para los cuales hay un intercambio directo con el Centro de Investigaciones Literarias (CIL); Noé delirante, de Arturo Corcuera, con ilustraciones de su hija Rosamar, quien ha mantenido un vínculo con la dirección de Artes Plásticas; los Premios de Musicología; los cuadernos Casa Negros en las ciudades coloniales de las Américas: subversión, rebeldía, resiliencia y Apropiaciones, diálogos y confluencias del pensamiento marxista en Améfrica, en coordinación con el Programa de Estudios sobre Afroamérica; (De)construyendo latinidades y movidas de descolonización, con el Programa de Estudios sobre Latinos en los Estados Unidos; El negro en el Caribe y otros textos, de Eric Williams, con un peso del Centro de Estudios del Caribe; entre otros.
Quisiera destacar algo más. Esta transversalidad, estas porosidades, tienen una base y un efecto insuficientemente visibilizado: la polivalencia, profesionalidad e identificación y compromiso con la Casa de los trabajadores y trabajadoras del Fondo Editorial. Es una calle de doble vía, en la cual, pudiera decirte, que quienes trabajan en la editorial llegan a ser como sabios renacentistas en la contemporaneidad. Tras sus sugerencias y conversaciones con los autores y autoras, en la mayoría de los casos, hay un acumulado cultural tremendo.
Casa Tomada es uno de los proyectos más interesantes de la Casa, en la medida en que se convierte también en un termómetro para conocer la relación de los jóvenes con el espacio. ¿Cómo contribuye esta nueva versión al trabajo que realiza la Casa para y con los jóvenes, y qué diferencias establece de las anteriores?
El V Encuentro de pensamiento y creación joven en las Américas Casa Tomada se realizará en La Habana, entre el 4 y el 8 de noviembre próximos. Quienes se encuentren interesados en participar están a tiempo de consultar sus bases y comunicarse con el Comité Organizador a través del correo electrónico [email protected]
El tema central en esta edición será «Identidades y resistencias: para una cartografía contemporánea de nuestra América». Sesionaremos alrededor de cinco ejes de trabajo: 1. Resistencias identitarias: diversidad, interseccionalidad y confluencias; 2. Tierra y territorios: para un mapa ampliado de nuestra América; 3. Narrar las juventudes: memorias, pandemia y contemporaneidad; 4. Los mundos que habitamos: comunidad, calles y redes digitales; y, 5. El derecho a existir: solidaridad y causa común por la vida.
Quisiera reivindicar una idea compartida por muchos de nosotros: la Casa siempre ha sido joven. La Casa ha sido una obra colectiva, en la cual los jóvenes han sido protagonistas. Treinta y seis años tenía Haydee cuando la fundó. Treinta y cinco Retamar cuando, a mediados de 1965, preparó en su condición de nuevo director el número 31 de la revista Casa de las Américas. Jóvenes en medio del ajetreo de los sesenta fueron Silvia Gil y «Chiki» Salsamendi. Serían muchos los nombres, pero, menciono estos porque a veces hay que dar paso a la manía personal de historiar y dejar que corran las emociones, las experiencias de vida. Haydee inunda la Casa, y parte de que uno se funda en ella –en la Casa–, tiene que ver con el hecho de que Haydee inunda el alma de la gente. Retamar, sin saberlo, tuvo una influencia especial en esa construcción, íntimamente mía, que me llevó a sentirme habitante de la Casa sin estar físicamente en ella. Cuando comencé a trabajar en el Fondo Editorial, y me cruzaba en alguna actividad con Silvia y «Chiki», sentía, en cada gesto, una señal de ánimo y fe.
Regreso a este Casa Tomada 2024. Una primera distinción es el escenario en el cual se hace. Para Cuba los tiempos nunca han sido fáciles, pero, sin dudas, atravesamos uno de los momentos más difíciles –si no el más duro– de las últimas seis décadas. Asimismo, son tiempos oscuros para el mundo y para nuestra América, con avances latentes de una ultraderecha con nuevas formas, pero similar amenaza para la vida.
Y está el hecho de los propios jóvenes que organizan este Encuentro, en varios casos vinculados al Casa Tomada por primera vez. Dentro del equipo coordinador hay quienes nacieron pasados los 2000.
No obstante, debo decirte que no existe una «obsesión» por marcar diferencias en relación con los encuentros anteriores, no hay una vanidosa vocación de ruptura. Por el contrario, es una fortaleza tremenda el aporte de quienes, aún jóvenes, se implicaron en la organización de las anteriores ediciones.
De hecho, veo una de las potencias del Casa Tomada en situar a las juventudes –en plural– como centro, sin negar las diferenciaciones. Casa Tomada es de esos encuentros que dinamita las prácticas de ocultar, bajo el manto de la «singularización», otras maneras de disciplinar y homogeneizar.
Así que los invitamos a encontrarnos en noviembre, a compartir el suelo en un concierto, a embarrarnos las manos para dejar huellas, a pensarnos. Los invitamos a tomar la Casa, aunque sea, en su historia, una Casa siempre tomada por las juventudes.
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