Ellos, los Estados Unidos, nombraron al primer gobierno provisional, y al segundo gobierno provisional un año después. El mismo dedo, el mismo procedimiento, las mismas intenciones, la misma lista de antiguos exiliados, subordinados de siempre, gente comprada, informadores y agentes de la CIA. De Ahmed Chalabi a Ayad Alaui. Algunos miles de muertos por el […]
Ellos, los Estados Unidos, nombraron al primer gobierno provisional, y al segundo gobierno provisional un año después. El mismo dedo, el mismo procedimiento, las mismas intenciones, la misma lista de
Hay mucho pueblo iraquí en protesta sorda o en insurrección abierta al otro lado del negocio de la transición y de los muros de hormigón de la Zona Verde. Pese a ello -pese a que se han desvanecido los motivos de la guerra preventiva dentro de un gigantesco y evidente fraude que humilló fundamentalmente a las Naciones Unidas- el Consejo de Seguridad ha convalidado formalmente, y por tercera vez, la ocupación y los planes de Washington.
Cabeceos y silencios
Como cierta presencia iraquí resultaba imprescindible para colorear la transición de soberanía de Paul Bremer a John Negroponte, en el nombramiento del nuevo gobierno títere «participó» -aunque sólo «mediáticamente»- el antiguo gobierno fantoche. Fue Falsimedia la que inventó esa postrera intervención. Dice un excluido, Adnán Pachachi, que no votaron ni respaldaron: «fuimos informados y lo acogimos positivamente». Descripción perfecta del trabajo de los colaboradores: la reverencia y el cabeceo. Algunos ministros pasaron de una provisionalidad a la otra, reabrazaron los cargos políticamente vacíos bajo la constante protección de las mesnadas de contratistas civiles fichados por el Pentágono.
Entremedias de esa transición de la agenda de Bremer a la agenda de Bremer, pasó por allí un experto negociador, Lakdar Brahimi, enviado por el silencioso Kofy Annan, con legitimidad nula, instrucciones imprecisas y plan de trabajo indeterminado. Aparecía por Iraq para que fuese visible el papel fundamental de la ONU en el proceso de transición hacia la nueva era de la Libertad con mayúsculas de Washington. No le dejaron abrir la boca a Brahimi y mucho menos insinuar algún nombre para integrar la nueva cúpula iraquí, la receptora de la «soberanía casi plena» transformada milagrosamente por la Resolución 1546 en «total soberanía e independencia». Tanto le taparon la boca al obediente mediador que al final, casi al borde de la asfixia, perdidos ya todos los rumbos, sin la más remota idea de lo que había hecho y lo que le quedaba todavía por hacer, soltó algunas palabras sobre Paul Bremer que sonaron a acusación y a despecho: «dictador de Iraq, las decisiones están en sus manos y él tiene el dinero».
Brahimi y la ONU desaparecieron de Iraq por donde habían venido. Su papel es -como ha sido durante los últimos trece años- el de servir de escenario para criminalizar a los enemigos y favorecer la agresión y la ocupación de los Estados Unidos.
Fidelidad y armonía
El nuevo plan para Iraq, enmarcado ahora por Bush en el programa del «Amplio Oriente Próximo», se mueve dentro de relaciones de fidelidad extrema con la ocupación en un país sublevado, en un país en el que ha estallado una guerra popular de resistencia al terminar la guerra genocida. De ahí la fragilidad extrema de los planes de Washington. Uno de los contendientes de un conflicto agudo generalizado determina el futuro sin contar con su enemigo.
La fórmula de poder en Iraq es muy clara. El «nuevo gobierno provisional» sabía, mucho antes de ser nombrado, que «invitaría» al ejército de ocupación a que permaneciese en Iraq con el indiscutible poder soberano para «preservar la paz, la seguridad y la estabilidad», y para la «prevención y disuasión del terrorismo». Es decir para hacer todo lo que le venga en gana. De modo que el delicado asunto de la devolución de la soberanía se desarrolló dentro de la perfecta relación jerárquica entre el designador y el nombrado, en la más completa armonía, sin olvidar un original intercambio de cartas amistosas redactadas por la misma mano.
El intercambio de cartas que figura como anexo de la resolución 1546 refleja claramente cuál ha sido y cuál será el juego a partir de ahora. Los EEUU y el gobierno provisional nombrado por Paul Bremer se comprometen a «establecer una alianza total entre las fuerzas iraquíes y la fuerza multinacional mediante una coordinación y consulta estrechas», y también, de manera más general, a establecer estructuras que «sirvan de foros para llegar a acuerdos sobre toda la gama de cuestiones fundamentales de seguridad y de política, incluida la política sobre operaciones ofensivas sensibles». No les costará ponerse de acuerdo, ambos comparten la posibilidad de supervivencia en Mesopotamia. El agente o ex agente de la CIA, y funcionario de la ocupación, hace un juramento público de fidelidad, reafirma su papel de comparsa.
El nuevo gobierno provisional «totalmente soberano e independiente», tiene una única competencia de seguridad relacionada con la presencia del ejército de ocupación: la de «comprometer fuerzas iraquíes a la fuerza multinacional». El gobierno de Alaui tiene la función de organizar y garantizar la colaboración de los cipayos del nuevo imperio.
Otras posibles intervenciones con las que se jugó durante los últimos días, la posibilidad de que ese gobierno «soberano» autorizase determinadas operaciones ofensivas especialmente sensibles -como los bombardeos de Falluja- fueron categóricamente rechazadas por los Estados Unidos. La Roma del siglo XXI paga de buen grado pero no se fía de traidores.
Parabienes sin soldados
A primera vista cuesta creer que un plan tan escandaloso -que no ha excluido la humillación de su «enviado especial»- haya contado con la unanimidad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas(1). Entre otras cosas porque uno de los objetivos que se habían anunciado a bombo y platillo era precisamente el de potenciar el papel político de la organización supranacional. A la vista del texto de la resolución y de la penosa experiencia de Brahimi, la «comunidad internacional» se ha quedado sin papel alguno.
En realidad la resolución 1546, al margen de declaraciones indignas -incluso para los niveles de tolerancia de las actuales Naciones Unidas- como la de «saludar la transición a la democracia y el fin de la ocupación», o la de afirmar el establecimiento de un «gobierno totalmente soberano e independiente», y de que consagra el deterioro imparable de las Naciones Unidas, no cambia mucho la situación ni las perspectivas.
Aunque se ha camuflado entre los parabienes y la complicidad festiva de los medios de comunicación, los EEUU han visto como desaparecía la proyectada «fuerza multinacional de protección de las Naciones Unidas», vehículo para el incremento de la participación militar internacional y para la legitimación activa de la ocupación. Los EEUU han recibido parabienes pero no soldados de la «comunidad internacional» jerarquizada en el Consejo de Seguridad.
No tiene nada de extraño que en la inmediata cumbre del G-8 Bush haya decidido lanzar una propuesta alternativa: la participación de la OTAN en Iraq que ha sido bloqueada inmediatamente por Francia.
Así pues nada ha cambiado. Por tercera vez desde aquél final de la guerra que proclamó anticipadamente el presidente Bush, una resolución de la ONU, precedida de grandes expectativas mediáticas y celebrada por los cortesanos de Washington, reafirma la complicidad y la indignidad de occidente y deja las cosas exactamente igual que estaban.
Para los EEUU, que entre bastidores comprobaron lo lejana que estaba la posibilidad de comprometer el esfuerzo militar de otros países, la cuestión que se debatía en el Consejo de Seguridad se transformó finalmente en una cuestión de imagen. Lo ha expresado muy bien el ministro iraquí de Exteriores, Hoshyar Zebari: «la importancia de la resolución es eliminar el concepto de ocupación, que es la razón por la que hemos tenidos tantas dificultades después de la liberación del 9 de abril de 2003″.
Desaparecido el concepto, desaparecida la palabra, desaparecen también los problemas.
La resolución 1546, que para Bush en un momentáneo balón de oxígeno y un regalo ante su próxima campaña electoral, para sus aliados locales no es más que un auténtico conjuro.
Notas:
(1)El papel de Falsimedia en la organización de la aceptación pública de una resolución que supone bendecir los planes de los EEUU: la guerra, la ocupación y la colonización de Iraq, es muy importante. El diario El País, por ejemplo, el miércoles 9 de junio, resume así el contenido de la resolución 1546: «Las mutuas concesiones y la intensa actividad diplomática de los últimos días han permitido que la ONU asumirá un papel dirigente en la transición iraquí y que se internacionalice la responsabilidad de la reconstrucción política, económica y de seguridad.«