Traducido para Rebelión por Germán Leyens
El reputado periodista australiano Paul McGeogh acusa al Primer Ministro interino iraquí, Ijad Allawi, de haber ejecutado a sangre fría a seis insurgentes en una comisaría de Bagdad. El periodista se basa en dos declaraciones de testigos. La oficina de Alawi desmiente la acusación.
Si se confirma el informe de Paul McGeogh podría desencadenarse la caída del gobierno interino de Irak como resultado de la revelación. Como corresponsal en Irak, McGeogh, publicó en la edición del sábado del periódico australiano Sydney Morning Herald una espectacular acusación. Sólo una semana antes de su toma del poder a fines de junio, Allawi habría asesinado personalmente a seis insurgentes con tiros a la cabeza. Allawi habría declarado que cada uno de ellos merecía la muerte, luego sacó su pistola y disparó contra siete de los prisioneros. Seis habrían muerto y uno sobrevivió gravemente herido, informa McGeough en la cadena australiana de televisión ABC.
El caso habría ocurrido en una comisaría en Bagdad, donde estaban detenidos los presuntos atacantes. Allawi habría declarado a los policías presentes, que así hay que tratar a los rebeldes; que se merecen «algo peor que la muerte». Además de varios guardaespaldas iraquíes, también habrían estado presentes tres guardaespaldas estadounidenses del primer ministro interino quienes habrían «guardado un silencio desconcertado».
Según informa el Sydney Morning Herald, la oficina del presidente del gobierno negó vehementemente el informe. El periódico recibió una toma de posición escrita, según la cual Allawi nunca visitó la comisaría y que tampoco lleva pistola.
«Estuvieron felices de morir»
McGeough es considerado un periodista reputado y fue premiado el año pasado por sus reportajes sobre Irak. Dice tener las declaraciones de dos testigos, el periódico también pudo averiguar los nombres de tres de los seis asesinados. McGeough relata la presunta ejecución con muchos detalles y ha acusado también al ministro del interior Falah al-Naqib, de haber estado presente y de haber felicitado a Allawi después de la ejecución de los prisioneros. La oficina de Al-Naqib lo desmintió verbalmente.
Según la declaración de los testigos, los siete insurgentes estaban detenidos en el centro de seguridad al-Amariyah en los suburbios al sudoeste de Bagdad. El presidente del gobierno habría ido en una visita sorpresa. Los prisioneros estuvieron con esposas y con ojos vendados de pie ante un muro, cuando el presidente del gobierno dijo que los iba a matar ahí mismo; cada uno de ellos habría matado a 50 iraquíes. McGeough escribe que uno de los dos testigos describió la ejecución como una acción no planificado ejecutada por piedad: «Estaban felices de morir, porque ya habían sido golpeados entre dos y ocho horas por día por la policía, para obligarlos a hablar», cita el periodista a los supuestos testigos.
McGeough afirma que encontró separadamente a los dos testigos. Estos no habrían tomado contacto por sí mismos con el periódico y tampoco recibieron pago por las entrevistas. En las conversaciones ninguno de los dos habría sido informado sobre las declaracion del otro. Sin embargo, los dos testigos no pudieron indicar el día exacto de las ejecuciones. Según sus declaraciones el jefe de la comisaría convocó posteriormente a una reunión y prohibió a los policías que hablaran sobre el caso, porque «se trata de un problema de seguridad». En total hubo en la comisaría en el momento de las supuestas ejecuciones cerca de dos docenas de personas en el patio de la comisaría.
«Bagdad es una ciudad de rumores»
Un portavoz de la oficina de Allawi desmintió las acusaciones: «Enfrentamos semejantes acusaciones permanentemente» -comunicó al periódico- «muchos grupos tratan de impedir, lo que está siendo logrado por el gobierno interino iraquí. De vez en cuando difunden acusaciones horribles y esperan que se les crea y que así puedan dañar la reputación de los que renuncian a tanto para proteger a este glorioso país y a sus ciudadanos que ahora son libres y respetados». El portavoz desafió a los presuntos testigos a que «presenten una demanda contra el primer ministro ante los tribunales», si las fuentes del periódico son verdaderamente tan fiables.
Un asesor del ministro del interior Al-Naqib también calificó las acusaciones de «grotescas». «No vale la pena discutirlas, Bagdad es en todo caso una ciudad de rumores», afirmó. Las autoridades de EE.UU. no se manifestaron claramente ante el periódico. «Si tratáramos de desmentir cada rumor, no tendríamos el tiempo necesario para nuestras otras tareas», escribió el embajador de EE.UU., John Negroponte, en un correo electrónico dirigido al Sydney Morning Herald.
Mientras tanto, el periodista McGeough ha abandonado Irak y ha vuelto a Australia. «Cuando se tiene una historia semejante, no es una buena idea, permanecer en el país», dijo.