Dejó tras de sí algo que había llegado mucho antes que él: algo que sobreviviría más allá de la destrucción, más allá de la tiranía: una presencia de Egipto destinada a permanecer de pie cuando el poder de Roma no fuese más que polvo en el polvo de los siglos. Una presencia que era la […]
Dejó tras de sí algo que había llegado mucho antes que él: algo que sobreviviría más allá de la destrucción, más allá de la tiranía: una presencia de Egipto destinada a permanecer de pie cuando el poder de Roma no fuese más que polvo en el polvo de los siglos. Una presencia que era la memoria eterna de los pueblos y la victoria del hombre contra los crímenes del tiempo.
Pues desde los siglos más remotos está escrito:
el hombre teme al tiempo
y el tiempo sólo teme a las pirámides.
Terenci Moix, «No digas que fue un sueño»
No lo sabemos. Cuando alguien pregunta sobre el papel de internet en las movilizaciones sociales, sólo cabe esa respuesta. Cada sociedad es distinta, y el nivel de hartazgo frente a gobernantes corruptos se puede manifestar de modos muy diversos. Podemos llamarlo wikirrevoluciones, twitterrevoluciones, o ciberrevoluciones a secas, pero en última instancia no haremos otra cosa que especular: tras una explosión social es más fácil analizar consecuencias que causas.
Alguna consecuencia sí la sabemos. El efecto Streisand, también conocido como efecto Gilmore, es una de esas teorías que hemos visto demostrada empíricamente en multitud de ocasiones: la Red interpreta la censura como un ataque a su sistema neuronal, y reacciona difundiendo con más fuerza la información que el poder pretende ocultar. Ahora sabemos también, gracias a Egipto, que puede existir un efecto Streisand de carne y hueso. Un país desconectado de Internet puede convertirse en nación libre mediante otro tipo de redes sociales: las que construye el ingenio humano mediante la solidaridad.
Dice Maquiavelo en El Príncipe que «el único medio seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad así y no la aplaste, espere a ser aplastado por ella». Cuando una sociedad ha paladeado la libertad, por poca que sea, es suicida intentar quitársela. Más allá del mayor o menor papel que las redes sociales e internet hayan podido desempeñar en las revueltas egipcias, fruto de múltiples concausas, el cierre global de Internet en Egipto movilizó a muchos más activistas, dentro y fuera del país. Un país sin internet es, por definición, una dictadura que debe ser derribada.
Las pirámides han visto muchas águilas desfilar bajo su sombra: a todos los dictadores les gusta empuñarlas como estandarte. Los imperios crecen precedidos por águilas, y dejan un rastro de buitres. Roma, el Imperio Napoleónico, el III Reich: estructuras despóticas, jerarquías piramidales coronadas por aves rapaces. Egipto es la consecuencia, el despojo que queda tras la caída del sueño americano, la gran mentira coronada por un águila calva: la falsedad de una democracia nominal, cimentada en decenas de dictaduras periféricas.
Las pirámides han de caer para que crezca el hombre. Una sociedad en red, donde todos los poderes estén vigilados recíprocamente, es la única alternativa a la sociedad jerárquica, basada en la vigilancia, que está construyendo como baluarte de supervivencia un sistema corrupto en su misma raíz. Un sistema que ha decidido censurar internet, convirtiendo la Red en el patio trasero del imperio: la Pax Americana es la paz de los cementerios.
No sabemos aún la fuerza de la Red, todo es teoría hasta que se pone en práctica. Lo que sí sabemos es lo que hay que hacer cuando llega el silencio, cuando se nos quiere arrebatar un sueño de libertad: salir a las calles.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/jaqueperpertuo/2011/02/02/aguilas-y-piramides.html