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Reseña de "La guerra que vino de África" de Gustau Nerín

Algunas enseñanzas de la historia.

Fuentes: Rebelión

  I. Gustau Nerin i Abad (Barcelona, 1968) cuenta en su libro «La guerra que vino de África» el desarrollo y formación del ejército español que participó en la colonización de Marruecos, y cómo puso en marcha y llevó a cabo el golpe de estado del 36, y al fracasar en ese intento se empleó […]

  I.
Gustau Nerin i Abad (Barcelona, 1968) cuenta en su libro «La guerra que vino de África» el desarrollo y formación del ejército español que participó en la colonización de Marruecos, y cómo puso en marcha y llevó a cabo el golpe de estado del 36, y al fracasar en ese intento se empleó en la guerra.
El año de partida es 1909, año en que un buen número de los futuros golpistas empezaban su carrera militar en el Alcázar de Toledo, y allí comenzaron a vislumbrar los dos objetivos sobre los que harían carrera: los marroquíes que no se sometían y los españoles que aspiraba a una sociedad en la que no se les sometiese. La guerra de Marruecos sería un entrenamiento, la guerra del 36 fue la cumbre a la que aspiraban aquellos militares. El conflicto se apuntaba en las levas de soldados. Los jóvenes se veían arrancados de sus familias y sus trabajos para ir a la guerra, y la resistencia popular se fue fortaleciendo; los militares ante la resistencia intervinieron en numerosas ocasiones como en la conocida con el nombre de Semana Trágica de Barcelona.
Un informe denominado «Picasso», debido al apellido del instructor, descubrió la corrupción de todo tipo entre los militares. Su respuesta fue una intensificación de la presión sobre el gobierno central para que el caso se cerrase sin que se tomase ninguna medida. Entre tanto llevan a cabo ataques en la colonia con el único fin de ascender rápidamente, el resultado son las numerosas y enormes matanzas entre los colonizados, así como la respuesta de estos lleva a numerosos soldados de las tropas coloniales españolas a la muerte.
Con el golpe castrense de Primo de Rivera, 1923, se libran de responsabilidades o son amnistiados. Primo de Rivera nombra un gobierno militar, desde el que se reparten los cargos de responsabilidad estatal y, además, militarizan la sociedad. Sus campañas en el norte de África terminan con los defensores marroquíes, pero también han dejado exhausta a la población española. No colonizaron Marruecos para hacer crecer su nivel de desarrollo, pues esto no ocurrió nunca, si no para hacer de Marruecos una fuente de jugosos ingresos y rápidos ascensos por los escalafones militares. El autor señala cómo hasta 1932 «la inversión militar superó ampliamente a la inversión civil». Con la presión y las amenazas al gobierno de turno, los militares africanistas obtenían siempre resultados a su favor, en las guerras coloniales conseguían los ascensos muy rápidamente, para ello contaban las acciones bélicas en las que intervenían, muchas de ellas planteadas con el fin de sumar puntos, al margen de ninguna estrategia general, y aunque parezca terrible, también contaban, para esa suma personal que buscaba el ascenso, el número de muertos entre las filas de los soldados españoles. Gustau Nerin da cifras que hacen pensar: «n 1921 el ejército español contaba con sólo 111.435 hombres, frente a los 374.000 del ejército británico, pero España disponía de 419 coroneles y 60 generales de división, frente a los 377 coroneles y 20 generales del Reino Unido. En Italia y Alemania había un oficial para cada veinte soldados; en España, uno para cada cuatro.» En el informe «Picasso», entre otras cosas, se decía: «…algunos de éstos conocerán el árabe, pero han olvidado las reglas de la hombría de bien, de honradez, de moralidad, …, punto esencial del programa es que todos, absolutamente todos volvieran a ocupar en el escalafón el puesto que les correspondería si no hubiesen tenido ascenso por elección.» ¿Y qué ocurría entre los demás implicados?: Abd-El.Krim, lider de la resistencia marroquí, exigió una suma muy elevada a cambio de la liberación de los presos españoles, y Alfonso XIII, según los rumores del momento, se «quejó» burlonamente del alto precio de la «carne de gallina», esa era la consideración en que tenía el monarca a los presos, gente trabajadora que había sido obligada. Pero si esto hacía aumentar el nivel de las protestas populares contra la guerra, las organizaciones políticas recogían de diferente manera el antibelicismo, el autor se detiene en la postura de los partidos: «El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se opuso con contundencia a la aventura marroquí, pero su actitud no surgía de una reflexión teórica sólida, sino que partía de un estado generalizado entre las clases subalternas. Los socialistas no se pronunciaban en contra de la agresión colonial, sino que protestaban porque el pueblo español tenía que sufrir las consecuencias de la guerra. Por eso sus campañas se articulaban con lemas tales como «¡Que vayan los ricos!» o «¡Que vayan los curas!» También los anarquistas se pronunciaban en contra de la guerra,…pero… insistían en que el pueblo español no debía pagar el alto precio de la aventura colonial, «¡Que vayan ellos!» solían decir. Los comunistas fueron siempre partidarios del abandono, y a partir de 1924 apoyaron claramente a la República del Rif.» Alfonso XIII en el negocio de los militares africanistas, en 1922, disolvió las Juntas, órganos encuadrados por los militares que se oponían a los ascensos como se venían haciendo para provecho de los colonialistas. Entre los éxitos de estos últimos está el haber hecho amnistiar al militar africanista Berenguer, procesado y condenado por el desastre de Annual, además de conseguir que en 1930 se le nombrase presidente del gobierno en sustitución de Primo de Rivera. A todo esto se debía añadir que Berenguer fue quien otorgó los primeros ascensos a Franco.
 
II
 
Una cuestión que el autor plantea en éste «La guerra que vino de África», con datos irreprochables o incontestables, es que para los africanistas la solución de los conflictos, planteados a la sociedad por sus ambiciones de carrera, siempre pasaba por la guerra: los negociadores eran traidores. ¿Por qué si se pretendía parar las matanzas de marroquíes y de españoles?. Por que si se negociaba con la otra parte y se llegaba a un acuerdo se les acababa el enriquecimiento vertiginoso y los ascensos fuera de control. Y así boicoteaban, amenazaban o no transmitían los mensajes que pasaban por sus manos a la otra parte. Un dato concreto: «Entre 1909 y 1914 no se logró ninguna victoria decisiva frente a los marroquíes, pero el alto mando concedió 132.925 condecoraciones y 1.587 ascensos por méritos». Como sentían estar por encima de cualquier gobierno que les llamase la atención, su única respuesta era la venganza. El espíritu ególatra con el que se retroalimentaban les llevaba a compararse con Jaime I y el Cid (¿qué personaje de la política de altos vuelos, de hoy, decía eso de sí mismo no hace mucho?, les damos una ayuda: tiene bigote), a la guerra que emprendieron tras el golpe de Estado del 36 la llamaban «Cruzada de Salvación», y ellos se autotitulaban «invictos Jefes» y «Caudillo de España por la Gracia de Dios». En fin, las barbaridades verbales indicaban la clase de individuos que emprendieron la guerra pasando de África a la Península, con el apoyo de las aviaciones alemana e italiana, Hitler y Mussolini.
Gustau Nerin también señala que Azaña trató de contener a los militares haciéndoles concesiones unas veces y negociando otras, mientras, a las organizaciones de izquierda les ponía límites, o cómo para frenar algunas de sus acciones dentro del ejército las perseguía, entregando a los detenidos a los militares africanistas que, siendo tan sumamente reaccionarios como eran, creían que sus tropas podían rebelárseles de un momento a otro. «También el gobierno se obsesionó con esta cuestión con esta cuestión, y toleró que la Alta Comisaría y los africanistas derechistas persiguieran a los soldados de izquierdas. Paradójicamente, incluso el Frente Popular dio más importancia a una posible insurrección comunista que a la inminente revuelta derechista. El 16 de Julio de 1936, el día antes del inicio de la insurrección militar, el capitán de la mejaznía de Alhucemas todavía recibió un telegrama en el que se le advertía de una posible insurrección izquierdista en la que estarían involucrados los intérpretes. El mismo día, el alto comisario Álvarez Buylla tomó medidas para reprimir una supuesta conspiración anarquista. Poco después era asesinado por los rebeldes reaccionarios.» Parece que un elemento que movilizó a los militares rebeldes fue el que no estaban dispuestos a admitir responsabilidades, que se les empezaban a exigir en la calle y en el escenario político, por las atrocidades cometidas en la colonia.
Por no respetar la vida de los demás ni tan siquiera respetaban la de sus posibles aliados, tenían que ser ellos solos y nadie más que ellos, un ejemplo: «El alcalde de Sevilla, que sería fusilado por los insurrectos, no ofreció armamento a los sindicatos porque dijo preferir «una dictadura de bota de montar a una dictadura de alpargata.»
Al final de la guerra, se señala en el libro «La guerra que vino de África», el número de presos ascendía a 270.000, 3 años más tarde quedaban 124.000, los fusilados por el franquismo alcanzan la cifra de 50.000 (cifra que da el autor, pero que se encuentra entre las más bajas de las que se pueden consultar). La persecución a los republicanos se extendió hasta 1966, año en que se disolvió la Comisión Liquidadora de Responsabilidades Políticas, y, aun así, no se concedió el indulto total a los republicanos. En «La guerra que vino de África» se continua señalando cómo en Italia, dos años después de la II Guerra Mundial, sólo 2000 personas seguían en la cárcel por causas políticas, y en Francia no más de 1500 fascistas fueron ejecutados, y en 1960 sólo 9 personas continuaban en prisión. Por contraste podemos ver el nivel que alcanzó y durante cuanto tiempo se mantuvo aquí la represión.
La crueldad de los fascistas en España encontró pocos límites. El libro pone ante los ojos del lector datos incontestables extraídos de la documentación pertinente.
Creo que es justo señalar que siendo la lectura de éste libro muy interesante, un libro muy recomendable, encontramos pasajes donde se vuelve sobre aspectos que ya se han explicado, pero sobre todo no creo adecuado poner a la misma altura mercenarios marroquíes, tropas nazis alemanas y fascistas italianas, poner al mismo nivel digo, con los internacionalistas que vinieron a ayudar a la República, gobierno legítimo. En conjunto es una lectura magnífica para conocer la Historia desde el lado que no se cuenta, todo un conjunto de actores manipulando la máquina del poder para explotar a los trabajadores, aprovecharse de sus vidas hasta llevarlos a la muerte con la música de la patria, el honor, Dios, y otras zarandajas, y si no se dejan, si no lo consiguen entonces pasar a la siguiente fase, hacerle la guerra. Un libro que descubre un buen número de asuntos que nos enseñan quienes eran los que hicieron de España un matadero.
Título: La guerra que vino de África.
Autor: Gustau Nerín.
Editorial: Crítica.