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Allawi: la pregunta de los 65.000 dólares

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducido para Rebelión por Loles Oliván

¿Es Iyad Allawi un político laico que salvará Iraq de la pesadilla sectaria o es el actor principal del espectáculo diseñado por EE.UU. para que el mundo crea que Iraq puede cambiar?

Las elecciones parlamentarias iraquíes del mes pasado, consideradas sumamente cruciales para el restablecimiento de la estabilidad del país azotado por la violencia, han llegado a punto muerto ya que los dos principales rivales no han logrado una mayoría absoluta parlamentaria que les permita formar gobierno.

Los resultados, que han dado lugar a amargas disputas políticas y constitucionales entre la Alianza del Estado de Derecho del primer ministro Nuri al-Maliki, y su principal rival, la lista Iraqiya del ex primer ministro Iyad Allawi, amenazan con prolongar el periodo de construcción de coaliciones dificultando los esfuerzos de devolver Iraq a la normalidad a corto plazo.

Los resultados completos, que no se hicieron públicos hasta el viernes, muestran que al-Maliki, alcanzó 89 de los 325 escaños del Consejo de Representantes, dos menos que el bloque de Allawi. El primer ministro titular se negó de inmediato a aceptar los resultados electorales y pidió un recuento manual en todo el país, lo que provocó un enfrentamiento.

Mientras tanto, la Comisión Responsabilidad y Justicia de Iraq, el órgano que veta a los candidatos, ha tratado de descalificar a seis personas que habían ganado escaños en las elecciones debido a lo que han denominado sus vínculos con el proscrito Partido Baaz. El intento de inhabilitación podría resulter crítico para determinar el resultado de las elecciones.

Además, el Tribunal Supremo Federal de Iraq interpretaba el jueves una ambigua cláusula de la Constitución al afirmar que el bloque parlamentario mayor, con derecho a formar el próximo gobierno, podría integrarse por dos o más grupos que se fusionaran tras las elecciones. El dictamen, que fue rechazado por el bloque de Allawi como inconstitucional, podría permitir que el bloque de al-Maliki y el grupo opositor de la Alianza Nacional Iraquí hicieran equipo con la Alianza Kurda y con el minoritario bloque suní del Acuerdo Nacional para reclamar el derecho a formar un primer gobierno.

Ello sugiere la continuación de las actuales políticas de reparto de cuotas étnico-sectarias establecido desde la invasión del 2003 liderada por EE.UU. Si al-Maliki se aferra al poder gracias a la solidaridad entre chiíes y kurdos y se deja fuera de escena a Allawi, que ha reclamado la victoria por haber obtenido el mayor número de escaños, sus partidarios sunníes se sentirán privados de sus derechos y podrían reanudar su insurgencia contra el gobierno.

Gran parte del enfrentamiento por los resultados electorales parecen centrarse ahora en Allawi, en sus partidarios árabes y en el respaldo estadounidense. Al aliarse con grupos sunníes, Allawi ha sabido aprovechar sus sentimientos de estar marginados por el gobierno de mayoría chií y las inclinaciones percibidas por aquéllos respecto a Irán.

Aún así, la pregunta sigue siendo: ¿cómo se las arregló Allawi para atraerse el apoyo de los sunníes que formaban la columna vertebral de la insurgencia contra las fuerzas lideradas por EE.UU. tras la invasión de 2003 que llevó a los chiíes al poder?

Muchos sunníes aparentemente creen que Allawi es lo que afirma ser -un liberal laico interesado en la unidad nacional y en la reconciliación. Pero seguramente recuerdan su historial como primer primer Ministro instalado por los invasores estadounidenses que permitió que los soldados estadounidenses bombardeasen Faluya, el bastión de su movimiento de resistencia.

Deben acordarse también de que Allawi, médico de profesión formado en Gran Bretaña, desertó del partido Baaz que gobernaba bajo Sadam hace dos décadas, y que más tarde formó su propio grupo con la financiación y el apoyo de EE.UU., Gran Bretaña y los ricos países del Golfo. Que él estaba entre los exiliados iraquíes que esperaban a buen recaudo la caída de su némesis y que aprovechó la oportunidad de gobernar Iraq a lomos de los invasores.

Hace poco más de siete años, Allawi fue trasladado por aviones estadounidenses desde la vecina Jordania a una base aérea abandonada en la frontera iraquí poco después de que las tropas de EE.UU. iniciasen la [Operación] Conmoción y Pavor, nombre en clave de la invasión de Iraq. Allawi, entonces líder del Acuerdo Nacional Iraquí financiado por EE.UU., dirigió a decenas de sus partidarios encargados de perjudiciales operaciones de espionaje con la finalidad de despejar el camino a las tropas estadounidenses que avanzaban hacia Bagdad para derrocar a Sadam del poder.

Para muchos árabes, Allawi es el nacionalista laico más propenso a resistir la influencia iraní en Iraq y a frenar la influencia de Irán en la región. Nada puede ilustrar mejor el apoyo árabe a Allawi que la adulación vertida sobre él en los periódicos y cadenas de televisión árabes como su nueva estrella. Un editorial del diario saudí Asharq al-Awsat tras la publicación de los resultados electorales reza: «Nos felicitamos por el Despertar de la moderación en Iraq».

En cuanto a los estadounidenses, aunque el Gobierno de Obama haya declarado la neutralidad, favorecía claramente a Allawi. Por ejemplo, el Gobierno insistió en que las elecciones se habían llevado a cabo de forma justa a pesar de la evidente falta de observadores internacionales independientes. «No hay evidencia de fraude generalizado o grave», insistió Felipe J. Crowley, portavoz del Departamento de Estado de EE.UU.

Los medios de comunicación estadounidenses también favorecieron a Allawi calificándolo de liberal laico luchando valientemente contra sus rivales, los fundamentalistas religiosos chiíes de orientación sectaria.

Sin embargo, a pesar de todo el bombo y platillo, aunque Allawi se convierta en primer ministro, en presidente o en saboteador durante el período poselectoral, es improbable que proporcione estabilidad política a Iraq. Por el contrario, podría incluso provocar una crisis nacional más grave. Si «gana», profundizará la desconfianza de los chiíes y su temor de que su fortalecimiento estaba dirigido a despojarles de su recién adquirido poder. No es de extrañar que casi no consiguiese escaños en la franja de las provincias del sur de población chií.

Para muchos iraquíes chiíes, Allawi es el hombre de Occidente y de los regímenes árabes, además de un antiguo baasista que se alineó con simpatizantes de Sadam. Lo recuerdan como el primer ministro que nombró a impenitentes miembros del partido Baaz para los sensibles puestos de seguridad en el gobierno y en las fuerzas de seguridad, lo que exacerbó tanto la insurgencia como la violencia sectaria.

Los chiíes también acusan a Allawi de cortejar a los regímenes árabes a los que responsabilizan de facilitar la logística y otros tipos de apoyo a los combatientes y terroristas suicidas extranjeros responsables de la muerte de miles de iraquíes. Sólo días antes de las elecciones del mes pasado hizo una gira por varios países árabes y se reunió con dirigentes que han rehuido a al-Maliki y a otros funcionarios chiíes.

Allawi acusó al gobierno de Irán de interferir en los asuntos iraquíes por invitar a todos los partidos principales a Teherán para mantener conversaciones, excepto a su propio bloque Iraqiya. El martes, acusó a Irán de tratar de impedir que se convierta en primer ministro. «Irán está interfiriendo muy fuertemente y esto es preocupante», declaró a la BBC.

De hecho, los gobernantes chiíes de Irán ya han intervenido en la crisis iraquí y según se ha informado, están apoyando los intentos de al-Maliki de formar una alianza con otro grupo chií, la Alianza Nacional Iraquí, que quedó en tercer lugar con 70 escaños, y una alianza de partidos kurdos situada en cuarto lugar con 43 escaños.

Iraq parece hallarse ante otra peligrosa encrucijada y Allawi empeorará las cosas independientemente de lo que haga en este punto. Aunque Allawi niega cualquier vinculación con miembros del partido Baaz, los chiíes temen que si encabeza un gobierno respaldado por los baasistas dará lugar a una violenta reacción chií.

Por otra parte, si se queda a un lado, la medida parecerá diseñada para permitir que los chiíes sigan dominando el panorama político dejando a los suníes sin poder o con una representación simbólica.

La violencia se alza ya tras la publicación de los resultados electorales. El lunes un doble coche bomba dejó10 muertos y decenas de heridos en la ciudad chií de Karbala, un día después de producirse una serie de explosiones en la provincia occidental de Anbar, en donde seis personas fueron asesinadas. El sábado, un doble atentado cerca de un restaurante en la ciudad de Jalis mató al menos a 40 personas e hirió a docenas.

El giro enorme producido en las elecciones del 7 de marzo demuestra que el cambio de la política basada en el sectarismo a la política laica en Iraq es posible pero que no tiene que ser dirigido por políticos con cuestionables credenciales democráticas y dudosos antecedentes escondidos tras lemas anticonfesionales y laicos.

Fuente: http://weekly.ahram.org.eg/2010/992/re1.htm