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Antonio Espejo recupera en una tesis doctoral la obra del autor socialista

Álvaro de Orriols, teatro político y de masas en la II República

Fuentes: Rebelión

A pesar de que en el teatro de su tiempo -sobre todo los años de la II República- Álvaro de Orriols (1894-1976) fuera un autor conocido, incluso de gran éxito, por sus obras dirigidas a las masas y de carácter político, hoy sucumbe en el olvido para el gran público. Ni siquiera una entrada en […]

A pesar de que en el teatro de su tiempo -sobre todo los años de la II República- Álvaro de Orriols (1894-1976) fuera un autor conocido, incluso de gran éxito, por sus obras dirigidas a las masas y de carácter político, hoy sucumbe en el olvido para el gran público. Ni siquiera una entrada en la Wikipedia. Hijo de notario y nieto del médico personal de Alfonso XII, este dramaturgo nacido en el barcelonés Paseo de Gracia y de extracción burguesa nunca renunció a los valores republicanos. Ni a su filiación socialista y marxista. Fue capaz de forjar un arte popular, utilizando el lenguaje del pueblo, con personajes castizos e incluso relaciones de pareja atravesadas por la lucha de clases. Todo ello con una puesta en escena dinámica, pues sabía que sus obras no las vería sólo la intelectualidad, ni se dirigían a un público selecto y minoritario. Muchas de sus producciones las estrenó en el Teatro Fuencarral, ubicado en este barrio popular (madrileño) de la época. En el exilio francés escribió sobre la corrupción del teatro de la burguesía, y nunca se rindió ante las tentaciones por cambiar de forma y estilo.

El profesor de instituto en las materias de Lengua y Literatura Española y miembro del Frente Cívico-Valencia, Antonio Espejo, recupera la obra teatral y los estrenos del dramaturgo en una tesis doctoral leída recientemente, con el título de «Álvaro de Orriols: del género chico al teatro de masas». El docente señala que de Orriols adoptaba recursos en apariencia «anti-teatrales», pero con los que las obras ganaban en efecto dramático, por ejemplo, dejar a un personaje en el proscenio, una vez terminado el acto, para que recitara una poesía sobre el mundo del trabajo o los valores de la República. El primer estreno del autor catalán tuvo lugar en Madrid, en 1919: una versión del clásico teatral de poeta y dramaturgo Frederic Soler («Serafí Pitarra»), «Lo ferrer de tall», que de Orriols adaptó como «La daga». Con esta obra empieza su carrera como autor teatral, vinculada sobre todo a los géneros populares. De hecho, los primeros años de producción -la década de los 20 del siglo pasado- se centra en la escritura de libretos de Zarzuela y en el género «chico» («La pescadora de Ubiarco», «El caudillo del Urbión» o «La moza esquiva», que se estrenó posteriormente). Estas obras corresponden a la etapa de formación, después de una juventud en la que cultivó la poesía. Poco a poco se va forjando en la escuela teatral. Uno de los vestigios que queda de la etapa de aprendizaje es la utilización del verso en la fase de madurez teatral.

La obra que marca la transición entre el lenguaje lírico y poético de las zarzuelas y el teatro militante es «Athael», un drama fantástico estrenado en 1930 en el Teatro Fuencarral. Se trata de una relectura del mito de Fausto. El dos de mayo de 1931, quince días después de la proclamación de la II República, estrena en el mismo coliseo «Rosas de Sangre». «Fue un clamor, un estallido de éxito», resalta Antonio Espejo. «La obra pretendía dar una explicación escénica de la demolición de la dictadura de Primo de Rivera y la monarquía, y el entusiasmo con el que llegó la República». «Rosas de sangre» se estructura en forma de cuadros más o menos independientes, sobre la censura de prensa, las luchas obreras o la corrupción de la corona. Los periodistas de la época escribieron que el día del estreno el público llevó en hombros a Álvaro de Orriols desde la puerta del Teatro Fuencarral hasta la Puerta del Sol. Además, se organizaron hasta seis compañías que llevaron la obra hasta el rincón más oculto de España. «Fue una obra muy representada», resume el autor de la investigación académica.

Antonio Espejo es especialista en el teatro de Álvaro de Orriols, pero también en el de Valle-Inclán. Autor de «El eco de la palabra. Claves literarias e intelectuales de Ramón del Valle-Inclán en algunas páginas olvidadas» (Araña Editorial), ha publicado una treintena de artículos sobre el escritor gallego en revistas y congresos. Otro hito en la trayectoria de Álvaro de Orriols es «Los enemigos de la República», obra publicada en 1931 que puede considerarse la segunda parte de «Rosas de sangre». Matiza Antonio Espejo que es igual de «política» y «militante» que la anterior. De hecho, fija los temores de muchos de los intelectuales republicanos de la época: que el nuevo régimen se podría malbaratar si no arraigaba en una base popular sólida. Se anticipaba, así, la reacción de empresarios, militares y jerarquía católica contra la II República. Uno de los puntos destacados de la tesis doctoral es que aborda cómo las representaciones fueron acogidas por la crítica y los periodistas. Antes de los estrenos, se acercaban periodistas al ensayo general para preguntarle a de Orriols por las claves de la obra. La mayoría de las entrevistas las concedió a «El Socialista» y a «El Heraldo de Madrid», diario próximo a la izquierda republicana.

Por el carácter de sus obras, por su afiliación al partido socialista y a la UGT, Álvaro de Orriols «se ganó la enemistad de una parte de la derecha política y del medio teatral», subraya Antonio Espejo. En 1933, poco antes de que en el «bienio negro» se le cerraran las puertas para representar teatro político (aunque continúe escribiendo), el autor catalán logra realizar un gran estreno, «Cadenas», en el Teatro Español de Madrid. Es un drama histórico basado en una antigua leyenda catalana, la del caudillo Marc «el Castanyer» y el régimen semi-libertario, medieval, en el que éste se situó. Antonio Espejo apunta la relevancia de la obra: «Casi todos los dramas históricos tenían un sentido reaccionario y falsamente patriótico». Pero de Orriols aprovecha el género para advertir que a la II República le puede ocurrir lo mismo que a Marc «el Castanyer», cuando se fraguó la alianza entre el papa y los duques del Franco-Condado.

Como consecuencia de los vetos, el autor socialista y republicano no pudo estrenar «Máquinas» hasta mayo de 1936, tras la victoria electoral del Frente Popular. Lo hizo en Madrid. «Máquinas» se ciñe a la huelga obrera en una fábrica, desde una perspectiva ludita. Así, «De Orriols somete a crítica el progreso, pero sin excluir el melodrama y el lenguaje amoroso», destaca Antonio Espejo. El precedente de esta línea argumental remite al dramaturgo alemán Ernst Toller en «Los destructores de máquinas», obra publicada unos años antes en España. Sobreviene la guerra, y el escritor toma parte en las milicias populares durante el primer año. Trabaja asimismo para el gobierno de la República en el Secretariado de Cultura del Ministerio de Propaganda, y fundamentalmente se mueve entre Madrid y Barcelona. En 1937 estrena con gran éxito «España en pie» en el Teatro Apolo de Barcelona. Es una panorámica de aquello que el dramaturgo constata en la realidad del momento, o lee en los periódicos. De la obra «España en pie» se realizaron más de 200 representaciones, incluidas dos en París para recaudar fondos a favor de la República. De la evacuación de Cataluña y el drama del exilio empezó a escribir en 1939 -casi como un guión cinematográfico- su diario «Las hogueras de Perthus», que no se publicó hasta 1995. Lo hizo en París la editorial La Bruyère.

Diseccionado a conciencia el autor y sus piezas teatrales, ¿Álvaro de Orriols tendría que figurar entre la galería de autores reconocidos y valorados? Antonio Espejo no lo duda. Pero destaca un prejuicio muy asentado en el estado español: «Todo lo que se produjo durante la guerra o reviste carga política, se considera de ínfima calidad literaria; y eso es un craso error». Cita como ejemplos el teatro de Valle Inclán o el de Miguel Hernández, aunque estos autores sí figuren en el canon. Sin embargo, otros como Álvaro de Orriols que manejaron un lenguaje más castizo y de melodrama, o los géneros populares, han sido despreciados por una parte de la crítica. Además, el ciudadano Álvaro de Orriols, opina Antonio Espejo, es en sí mismo «una lección ética». Mantuvo la fidelidad al presidente Negrín y nunca traicionó a la República. Se exilió a Francia con su familia en 1939, y en Bayona se tuvo que esconder para que los nazis no lo expatriaran. «Pensó que España merecía una República, y que el crimen de 1936 pretendía frustrar el proyecto».

El teatro de masas del autor de «Rosas de sangre» alumbró obras corales, con personajes «históricos» y bien reconocibles en el escenario. En la obra citada el espectador podía identificar al Cardenal Segura, Primado de España hasta su destitución en 1931 por sus invectivas contra la República. Podían observarse también alusiones a los héroes de la sublevación de Jaca (diciembre de 1930), los capitanes Galán y García Hernández. Entres los héroes de ficción, había una tendencia en Álvaro de Orriols a bautizarlos como «Juan». Es el caso del «Juan Rojo» de la obra «España en pie», que encarna los ideales de la lucha popular. Nora, de «Máquinas», recuerda al personaje del mismo nombre de «Casa de Muñecas», de Ibsen. Se debate entre su condición de trabajadora y las añagazas seductoras del empresario, que la intenta corromper y le promete un futuro halagüeño. En «Cómicos», texto que el dramaturgo estrenó en provincias, uno de los personajes es «Juan Actor», quien ya anciano ve cómo se desmorona su mundo teatral. La obra tiene notables similitudes con la película «Cómicos», de Juan Antonio Bardem, y «Viaje a ninguna parte», de Fernando Fernán Gómez. En 1948 Álvaro de Orriols consiguió estrenar en el exilio, cerca de Bayona, «Romance de Madrid», un homenaje a la resistencia. «Después no se ha estrenado nada hasta hoy», recuerda Antonio Espejo.

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