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Reseña del libro de Gustavo Duch, Con los pies en la Tierra. Retratos del mundo rural

Amables (y críticas) miradas sobre la Tierra

Fuentes: El Viejo Topo.

  Gustavo Duch, Con los pies en la Tierra. Retratos del mundo rural. Icaria, Barcelona, 2007. Ilustraciones de Anthony Garner. Prólogo de Rosa Regàs. 173 páginas     Gustavo Duch Guillot, director de Veterinarios Sin Fronteras, innecesario es decirlo, es alguien que se aproxima a la Naturaleza y a sus pobladores contándonos historias tan hermosas […]

 

Gustavo Duch, Con los pies en la Tierra. Retratos del mundo rural.

Icaria, Barcelona, 2007.

Ilustraciones de Anthony Garner.

Prólogo de Rosa Regàs. 173 páginas

 

 

Gustavo Duch Guillot, director de Veterinarios Sin Fronteras, innecesario es decirlo, es alguien que se aproxima a la Naturaleza y a sus pobladores contándonos historias tan hermosas como ésta. El cerebro de las elefantas es grande en tamaño e inmenso en memoria. Los elefantes recuerdan perfectamente, en las selvas o en las planicies de la sabana, donde se encuentra el mejor alimento, donde obtendrán agua y en que lugares acecha el peligro. El cerebro de la elefanta más sabia guía al grupo en los caminos a escoger. Tiene también importancia el tamaño de las orejas. Les permite escuchar ultrasonidos desde lejanas distancias. Nadie puede detectar los secretos de sus conversaciones. La trompa, además de un fabuloso olfato, es pura sensibilidad táctil. Es medio para las caricias, los juegos del amor y el erotismo. La piel de las elefantas es dura y sigue una estricta ley de proporcionalidad: a más edad, más curtida. Las elefantas se dejan la piel por sus congéneres. En su cola se anudan sus hijas e hijos, en una lazada de confianza, donde se aprietan con la afectividad que necesitarán en sus vidas futuras.

Como señala el propio autor, Con los pies en la Tierra está compuesto por un conjunto de, en su mayoría, breves artículos publicados entre 2002 y 2007 en muy diversos periódicos y revistas españoles, sin ningún sectarismo por parte del autor. Breves, bien escritos, señalando puntos poco visibles, tomando posición por los desfavorecidos. La motivación de su autor está expuesta en la introducción con la que abre el volumen: «pretendo con tres o cuatro artículos mensuales desvelar enfoques de la realidad que normalmente no aparecen en las explicaciones habituales que nos dan de muchas de las cosas que pasan» (p. 14). Recogiendo un enunciado del movimiento feminista, se trata, pues, de ponerse las gafas -las críticas con la injusticia- para mirar el mundo y ayudar a transformarlo.

Algunas de las tesis defendidas por el autor a lo largo de estos artículos recogidos en ocho capítulos y un epílogo de hermoso título, pueden ser enunciadas del modo siguiente: fomentar y dar prioridad a las producciones locales y al mercado local apoyando a los pequeños productores con el acceso a los recursos productivos hoy en manos de pocos, disminuyendo las distancias entre productores y consumidores; propiciar los sistemas de producción ecológicos porque son eficaces, sustentables y menos costosos que los sistemas intensivos, y no generan dependencias tecnológicas que los pobres no pueden pagar condenándose a la dependencia perpetua o a situaciones mucho peores (suicidios campesinos en India); adoptar políticas que fomenten una producción sustentable, basada en la producción familiar campesina en lugar de monocultivos impuestos por transnacionales tiránicas e impías que obligan a países empobrecidos a especializarse en productos para la exportación en detrimento de la producción de alimentos para sus propios conciudadanos. Ello significa, claro está, la prohibición de prácticas como las subvenciones a la exportación que se facilita a algunos productores de países industrializados -en muchos casos, grandes industrias agrícolas o grandes terratenientes; pensemos en el escándalo que representa las subvenciones europeas a la duquesa de Alba o a Mario Conde-, al mismo tiempo que se trata de impedir que avances técnicos, como las semillas transgénicas, saltándose toda consideración razonable del principio de precaución y de los efectos usuales de la implantación de las tecnologías, dejen el control de los recursos en manos de unos pocos privilegiados.

Duch no se está de señalar, por otra parte, de dónde surgen los problemas y quiénes los provocan. Un ejemplo. El Plan Colombia, con fuerte financiación usamericana, se puso en marcha en 2000. Buscan, dicen, la pacificación del país. Pretende realmente, como es sabido y Duch denuncia, la exterminación de la guerrilla y la erradicación del cultivo de coca, sin ninguna consideración sobre las grandes desigualdades que asolan al país. Para ello, las gentes que sufren la situación hablan de fumigaciones diarias con avionetas desde las 8 de la mañana hasta la 4 de la tarde. El veneno utilizado: Roundup, que contiene glisofato. Propietaria del producto: la corporación estadounidense Monsanto. Mientras que en Europa y en los propios Estados Unidos se aconseja el uso del insecticida en una concentración del 1% por vía terrestre, con equipos de protección y escaso viento, en Colombia y Ecuador se usa en concentraciones que llegan hasta el 25%, por vía aérea, sin protección de ningún tipo y sin importar las condiciones atmosféricas. Las consecuencias son fáciles de adivinar. Según datos de Acción Ecológca de Ecuador, el 1000% de la población ubicada a 5 kilómetros de las zonas de las fumigaciones se ha visto dañada en su salud: fiebres, diarreas, cefaleas y dermatitis. La pesimista previsión de Mailer Mattié acaso esté bien encaminada. En estas tierras, señala el economista, probablemente, «lo único que podrá cultivarse serán las semillas transgéncas de Monsanto». Son resistentes al glisofato que también distribuye la multinacional americana, el pesticida más vendido en el mundo y que también juega un papel destacado en el modelo monoexportador de forrajes transgénicos impuesto a Argentina en fechas recientes.

Así, pues, tiene razón Rosa Regàs cuando señala en su presentación que aunque el libro de Duch sea sólo un grano de arena en una inmensa playa de problemas lo que en él se nos propone es tan esencial como simple: generar muchos más granos de arena limpia en la inmensa playa maltratada que ya es nuestra habitat planetario, cada vez más degradado, sucio y depauperado, con el peligro no fantasioso de su desaparición como hogar acogedor de una vida como la nuestra.

El autor aconseja escribir lo esencial y no andarse por las ramas. Tomo nota. Les aconsejo que no se pierdan esta antología de los artículos que Duch Guillot suele regalarnos para pensar la Tierra de una manera que ya cabe imaginarse.

 

Nota: Esta reseña apareció en la revista El Viejo Topo, enero de 2008.