Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Hace veinte años Oriente Medio era una entidad completamente diferente del área de hoy. No había tropas estadounidenses estacionadas en países árabes. Iraq e Irán acababa de terminar una guerra sangrienta de ocho años. Iraq estaba reconstruyendo su economía y la nación tenía un futuro brillante. Entonces, el 2 de agosto de 1990, las tropas iraquíes cruzaron la frontera de Kuwait. Los kuwaitíes, en colaboración con Estados Unidos y su socio silencioso, Israel, empezaron una campaña de propaganda que superó a todas las de la historia reciente.
Iraq tenía una queja legítima hacia Kuwait y pensó que los kuwaitíes se sentarían en la mesa de negociaciones si las tropas iraquíes cruzaban la frontera. Iraq se equivocaba, Kuwait y Estados Unidos habían planeado la destrucción de Iraq en 1987 y ahora aparecía la oportunidad que Estados Unidos había estado esperando para controlar el mundo árabe con tropas sobre el terreno. Poco después de la intrusión de las tropas iraquíes el 2 de agosto, Arabia Saudí se convirtió en la plataforma de lanzamiento del ejército estadounidense en el mundo árabe.
Pronto será el 20 aniversario del principio del fin para el país de Iraq. Volvamos a estos días y miremos también los absurdos acontecimientos que siguieron al fatídico destino de Iraq.
Cuando cayó la primera bomba en Iraq a las 2:00 a.m. del 17 de diciembre de 1991 Estados Unidos empezó la implementación militar de años de engaño y trucos sucios para lograr un punto de apoyo permanente en Oriente Medio. George Bush I alistó, coaccionó y pagó a otras 27 naciones para que ayudar a masacrar a Iraq, con lo que privó a estos países recién aliados de toda alta motivación moral.
Si se observan algunos de los países que participaban en la coalición en contra de Iraq se verá que las razones para verse envueltos en matanza varían mucho. Unos pocos se unieron porque consideraron que era lo correcto. Lo mismo que en la «A lliance of the Willing » [«Alianza de los dispuestos»] que participó en la invasión de Iraq de 2003, muchos de los «aliados» de la campaña de 1991 sólo participaron para recibir la paga de Washington.
Egipto, que durante mucho tiempo había apoyado a Iraq, declinó al principio. Después de que George Bush I dijera a los egipcios que les perdonaría una deuda de 7.000 millones de dólares, el gobierno egipcio, antiguo amigo de Iraq, cambió de la lado. Siria entró en la alianza debido a larga animosidad entre su presidente, Haffas al-Assad, y el presidente iraquí, Sadam Husein. Daba la casualidad de que Siria estaba en la lista estadounidense de países que apoyaban el terrorismo, pero esto no importó a Bush. La paga de Al-Assad vino después de que se firmara el alto el fuego entre Iraq y Estados Unidos. El gobierno Bush hizo la vista gorda ante el envío por parte de Siria de más de 30.000 miembros del personal militar a Líbano, lo que hizo que Siria tuviera una enorme influencia en aquel país. Irónicamente, el gobierno de Bush II exigió que salieran las tropas sirias de Líbano y amenazó a Siria con usar la fuerza militar si permanecían las tropas. La diferencia entre entonces y ahora es que el anterior presidente de Siria Hafez al-Assad murió y su hijo, Bashir, heredó la presidencia de Siria. El joven al-Assad no compartía la misma animosidad con Iraq que su padre y ambos países estaban experimentando una florecientes relaciones comerciales y políticas en el momento de la invasión de Iraq de marzo de 2003. Debido a que no apoyó la invasión, Siria tuvo que pagar un precio en vez de recibir un trato preferencial como había ocurrido en 1991.
Arabia Saudí, un país que no es precisamente conocido por su gobierno progresista, rápidamente se puso de lado Estados Unidos cuando Bush proclamó falsamente que las tropas iraquíes estaban estacionadas en Kuwait, justo al otro lado de la frontera saudí, esperando para saltar. El 11 de septiembre de 1990 Bush dijo a una sesión conjunta del Congreso: «Esta noche hemos recopilado testimonios de los acontecimientos en el Golfo tan significativos como trágicos. Ciento veinte mil soldados iraquíes y 850 tanques han entrado en Kuwait y se mueven hacia el sur para amenazar a Arabia Saudí».
El Departamento de Defensa Department superó a Bush al calcular 250.000 soldados iraquíes y 1.500 tanques. Las malhadadas advertencias de Bush y del Pentágono se basaba en falsedades.
Las fotos tomadas por el Soyuz-Karta, una agencia satélite comercial soviética, de Arabia Saudí el 11 de septiembre de 1990 y de Kuwait el 13 de septiembre de 1990 retrataban un escenario diferente. Mostraban que no había presencia iraquí cerca de la frontera saudí y que sólo había una pequeña parte de las tropas que calculaba el gobierno estadounidense.
En diciembre de 1990 el St. Petersburg Times de Florida compró estas fotos a la agencia soviética. Las analizaron unos expertos que concluyeron que el cálculo estadounidense se basaba en mentiras. Según Peter Zimmerman, que sirvió en la Agencia de Desarme y Control de Armas estadounidense durante el gobierno Reagan: «El Pentágono siguió diciendo que las tropas iraquíes estaban ahí pero nosotros no vimos nada que indicara una fuerza iraquí de siquiera el 20% de las dimensiones de lo que afirmaba el gobierno».
En enero de 1991 Jean Heller escribió un informe para el St. Petersburg Times acerca de este dilema. Sin embargo, los medios de comunicación nacionales ignoraron el informe y se negaron a publicarlo a pesar de que los directores del periódico acudieron dos veces a Associated Press y a Scripps-Howard News Service. Según Heller:
«En estas fotos no aparecían las tropas que se decía que eran masivas en la frontera saudí y constituían la posible amenaza para Arabia Saudí que justificó que Estados Unidos enviara tropas. Y cuando se pidió al Departamento de Defensa que diera pruebas que contradijeran nuestras pruebas del satélite, se negó a hacerlo.
Creo que parte de la razón por la que se ignoró la historia era que se publicó demasiado cerca del inicio de la guerra. En segundo lugar y más importante, no creo que la gente quisiera oír que se nos podía haber engañado. Muchos periodistas que han leído la historia piensan que es dinamita pero los directores de los periódicos que la han leído parecen tener la actitud de «en este momento, ¿a quién le importa? Si la guerra acaba mal con un montón de víctimas, más de las que el gobierno nos ha llevado a esperar, puede que se oiga esta historia otra vez»».
Casualmente, las mismas fotos que no mostraban una acumulación [de tropas ] iraquíes mostraban una presencia estadounidense que se suponía no estaba en Arabia Saudi en aquel momento. Según Zimmerman: «Podemos ver cinco C-141, un C5A y cuatro aviones de transporte más pequeños, probablemente C-130. También hay una larga fila de aviones de combate, F-111 o F-15, en tierra. En medio del campo de aviación están lo que podrían ser zonas de montaje de camuflaje».
Varios países se opusieron a la abrumadora fuerza que se llevó contra Iraq, pero pagaron un precio por esta falta de sentimiento pro estadounidense. Rápidamente se cortó la ayuda a Jordania. Su dirigente, el difunto rey Hussein, estaba bajo una fuerte presión de su pueblo para que no apoyara a Estados Unidos y siguió su ejemplo, aun cuando en un momento fue, y más tarde lo volvió a ser, un aliado e informante de Estados Unidos en la región. Cuando se le comunicó el cese de la ayuda, el rey Hussein dijo: «No somos tan baratos». Los años posteriores a la Tormenta del Desierto el rey Hussein fue devuelto al barco de influencia estadounidense en Oriente Medios. Jordania se convirtió, y sigue siéndolo, la zona principal para la inteligencia estadounidense y otras operaciones en la región. Sin embargo, durante un corto espacio de tiempo el rey Hussein reivindicó su independencia de Estados Unidos y se mantuvo al lado de los principios e ideales de su pueblo.
Yemen fue castigado con el corte inmediato de la ayuda estadounidense después de que votara en la Naciones Unidas en contra del uso de la fuerza contra Iraq. Cuba, un viejo «enemigo» de Estados Unidos, fue castigada después de que votara de la manera equivocaba en la Naciones Unidas en contra de los «intereses estadounidenses».
La versión estadounidense de democracia es selectiva: se permite votar libremente siempre y cuando el voto sea a favor de Estados Unidos. Unos pocos años después de la Guerra del Golfo ocurrió un incidente que describe esta turbia visión estadounidense de la democracia. En la porción serbia de Bosnia se celebraron las primeras elecciones democráticas. Cuando se anunciaron los resultados la entonces secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, negó rápidamente las elecciones. Cuando se le preguntó qué le había hecho decidir anular los resultados contestó: «Ha ganado el lado equivocado». En el ocupado Iraq vemos la misma manipulación de las ideas democráticas. En su primer año de control las autoridades estadounidense cerraron muchos periódicos y revistas por publicar artículos críticos con la ocupación.
El concepto de que Estados Unidos utilizaba las Naciones Unidas como foro era una farsa. Hasta noviembre de 1990 Estados Unidos consideró a las Naciones Unidas una organización inútil que satisfacía los intereses del tercer mundo. Estados Unidos era bastante explícito acerca de su desagrado por las Naciones Unidas y se negó a pagar la sustanciosa cantidad de dinero que debía a la organización. Entonces, en un cambio radical de postura, poco antes de la votación de noviembre de 1990 sobre el problema de Iraq, Estados Unidos desembolsó a las Naciones Unidas 187 millones de dólares. Esta acción»progresista» sólo satisfacía una pequeña porción de los que le debía a la agencia mundial.
Parecía que gran parte de Estados Unidos se había vuelto loco durante las cinco semanas de masacre en 1991. Vimos cómo político tras político hablaba favorablemente de lo que estaba ocurriendo. A veces daba la impresión de que una vasta proporción de la clase dirigente estadounidense estaba eufórica cuando describía la destrucción. Por desgracia, no vimos a los millones de personas, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, que estaban horrorizadas ante estas acciones. Ministros de los gobiernos de Francia, Italia y Turquía dimitieron asqueados, pero los medios de comunicación estadounidenses no consideraron que su oposición fuera noticiable. Hubo casi un bloqueo de las noticias de los disidentes. No se nos dijo lo que estaba ocurriendo y lo que se nos dijo era en su mayoría mentira porque el ejército estadounidense controlaba a los medios. Poco después de que se firmara el alto el fuego Norman Schwarzkopf humilló públicamente a los medios estadounidenses explicando cómo publicaban todo exactamente tal y como los militares describían el conflicto.
«¡No más Vietnam!», oímos mientras estaba ocurriendo la matanza. Definitivamente esto no era Vietnam. Iraq era un país desarrollado que resultaba ser el enemigo elegido por Estados Unidos para exorcizar el fantasma de Vietnam. Tras el alto el fuego, incluso algunos ardientes partidarios de la operación Tormenta del Desierto se sintieron vacíos y confusos. Como dijo una persona que llamó a la Radio Pública Nacional el 5 de marzo de 1991: «Estados Unidos no va a salvar su alma por medio de una masacre en el desierto».
A pesar de la aparentemente simple victoria sobre Iraq en 1991, Estados Unidos había visto resucitada la analogía con Vietnam. Después de la invasión de Iraq de 2003 se afianzó en Iraq una fuerte resistencia.
Para demoler Iraq Estados Unidos utilizó su experiencia en engaño y su avanzado armamento que se fue construyendo durante décadas, a pesar de que el derecho internacional estipula que sólo se puede utilizar la fuerza para lograr un objetivo militar. En este caso, el objetivo militar habría sido sacar a las fuerzas iraquíes de Kuwait. Los «aliados» podrían haber logrado este objetivo con una parte de la fuerza que se utilizó, pero en vez de ello, Estos Unidos arrojó sobre Iraq todo cuanto tenía.
Después de la masacre George Bush tuvo la audacia de animar a los iraquíes a sublevarse contra Sadam Husein. No conocía la cultura iraquí o árabe, y creía que un buen golpe de Estados Unidos volvería automáticamente a los iraquíes contra su presidente.
El único resultado del llamamiento de Bush al levantamiento fue más baño de sangre. Estados Unidos dio falsas esperanzas a algunas facciones en Iraq (los kurdos y los musulmanes chiíes) y pagaron un alto precio por el engaño estadounidense. Muchos iraquíes apoyaban a Sadam Husein antes de las hostilidades y su fidelidad no cambió después del alto el fuego.
Estados Unidos está recordando ahora esta era como una en que el gobierno iraquí masacró a decenas de miles de inocentes musulmanes chiíes. Sin embargo, Estados Unidos no afirma que los chiíes (muchos de ellos con la ayuda de Irán), y no el ejército iraquí, empezaron el levantamiento y que los despiadados combates afectaron a ambos lados. Muchos iraquíes pertenecientes al ejército iraquí y trabajadores civiles fueron brutalmente asesinados por los insurgentes chiíes. En Iraq aparecieron fotos en las que se veía a verdugos chiíes trabajando a destajo con instrumentos similares a guadañas para cortar las cabezas de individuos atados a mesas. En un momento dado los insurgentes del norte y del sur controlaron 16 de las 18 provincias iraquíes. El gobierno Bush consideró que la caída de Bagdad era cuestión de tiempo.
Poco a poco las fuerzas iraquíes recuperaron el control del país en brutales combates. Cuando se disipó el humo, habían perdido los chiíes y los kurdos. Se puede culpar directamente al gobierno estadounidense de todo este caos y baño de sangre.
Dio la casualidad de que el gobierno estadounidense utilizó la excusa de las fosas comunes en el sur de Iraq como un motivo para derrocar a Sadam Husein. Habíamos estados años oyendo hablar de ellas pero después de la invasión ilegal de Iraq estas fosas pasaron a primer plano. Los titulares hablaban del descubrimiento de muchas fosas comunes. Finalmente se dijo que el número de cuerpos encontrados era 400.000. Sin embargo, el 18 de julio de 2004 el primer ministro británico Tony Blair admitió al público británico que la cifra se había inflado. Había unos 5.000 cuerpos y no 400.000. Y casi el 100% eran varones en edad militar, lo que significaba que eran participantes en la insurrección contra Bagdad o combatientes kurdos del norte de Iraq que murieron en la década de 1990 durante la guerra civil kurda y no víctimas civiles masacradas por Sadam Husein. Estudios forenses posteriores demostraron que muchos cuerpos eran los de las víctimas de los bombardeos estadounidenses de 1991.
El desconocimiento del árabe por parte de los estadounidenses desempeñó una buena acción en manos del gobierno. Pete Williams, el entonces portavoz de la Casa Blanca, mostró unas fotos de miles de manifestantes en Bagdad cuando la insurrección de 1991 llegaba a su punto culminante. Dijo lo raras que eran las manifestaciones en Iraq y mencionó que el pueblo iraquíes se estaba volviendo contra su presidente. Ésta podría haber sido la historia oficial si unos pocos árabes-estadounidenses no hubieran dicho la verdad. Sí, eran manifestaciones, pero los manifestantes llevaban pancartas pidiendo al gobierno iraquí que acabara con al insurrección en el sur y norte de Iraq. Debido a que pocos estadounidenses pueden leer árabe, otra mentira conveniente se instaló en el folklore estadounidense.
Cuando empezaron a emerger la fotos de la devastación de Iraq, Bush trató de echar toda la culpa a Sadam Husein, pero los iraquíes no le creyeron. Sabían que la devastación de las infraestructuras del país la había causado las bombas estadounidenses y no las represalias de Iraq contra kurdos y chiíes. Estados Unidos hizo unos evidentes intentos de engañar al mundo. Por ejemplo, el gobierno estadounidense enseñó fotos de edificios destruidos y atribuyó su destrucción al ejército iraquí. Cuando se examinaron muchas de estas fotos resultaron ser falsas. Una mentira común era que un portavoz del gobierno estadounidense mostrara una parte de Bagdad que había sido bombardeada por Estados Unidos y dijera al mundo que era una zona de Bagdad destruida por las tropas de Sadam. El engaño cesó cuando varias personas (fotógrafos, periodistas) señalaron las inexactitudes.
La operación Tormenta del Desierto y el periodo subsiguiente borraron prácticamente a un país de la faz de la tierra. Iraq quedó sin electricidad ni agua potable. El primer equipo de investigación estadounidense que visitó Iraq después de la Tormenta del Desierto afirmó que el país había vuelto a una «sociedad preindustrial» .