Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Pronto asistiremos al vigésimo aniversario del inicio de la primera Guerra del Golfo. Cuando cayó la primera bomba a las 2:00 a.m. del 17 de enero de 1991, Estados Unidos empezó la implementación militar de años de engaños y trucos sucios para conseguir un punto de apoyo permanente en Oriente Próximo. George Bush I alistó, coaccionó y pagó a otras 27 naciones para que le ayudaran en la masacre, con lo que quitó a estos aliados recién adquiridos toda base ética.
Si se observa la lista de los países implicados en la coalición contra Iraq se ve que varían enormemente las razones que tuvieron para verse implicados en la masacre. Pocos de ellos se unieron porque consideraron que era lo correcto. Igual que en la «Alianza de los dispuestos» que participó en la invasión de Iraq de 2003, muchos de los «aliados» de la campaña de 1991 sólo participaron para recibir una paga de Washington.
Egipto, que durante mucho tiempo había apoyado a Iraq, declinó incialmente [sumarse a la coalición]. Después de que George Bush I dijera a los egipcios que les perdonaría una deuda de 7.000 millones de dólares, el gobierno egipcio antaño amigo de Iraq cambió de bando. Siria entró en la alianza debido a la vieja enemistad entre su presidente, Haffas al-Assad, y el iraquí, Saddam Hussein. Daba la casualidad de que Siria estaba en la lista estadounidense de países que apoyaban al terrorismo, pero esto no le importó a Bush. La paga de al-Assad llegó después de que se firmara el alto el fuego entre Iraq y Estados Unidos. El gobierno Bush miró hacia otra parte ante el envío por parte de Siria de 30.000 miembros del personal militar a Líbano, lo que hizo que Siria tuviera una enorme influencia en el país. Irónicamente, el gobierno de Bush II exigió la salida de las tropas sirias de Líbano y amenazó a Siria con la fuerza militar si permanecía en aquel país. La diferencia entre entonces y ahora es que el ex presidente de Siria Hafez al-Assad murió y su hijo Bashir heredó la presidencia de Siria. El joven al-Assad no comparte la animosidad hacia Iraq de su padre y ambos países experimentaron unas florecientes relaciones comerciales y políticas hasta la invasión de Iraq en marzo de 2003. Debido a que no apoyó esta intervención estadounidense, Siria tuvo que pagar un precio en vez de recibir un trato preferente como en 1991.
Arabia Saudí, un país que no es precisamente conocido por sus gobiernos progresistas, rápidamente se puso al lado de Estados Unidos cuando Bush proclamó falsamente que las tropas iraquíes estaban estacionadas en Kuwait, justo al otro lado de la frontera saudí, esperando para dar el salto [a Arabia Saudí]. El 11 de septiembre de 1990 Bush dijo a una sesión conjunta del Congreso:
«Esta noche hemos recogido testimonios de acontecimientos en el Golfo que son tan significativos como trágicos. 120.000 soldados iraquíes con 850 tanques han entrado en Kuwait y avanzan hacia el sur para amenazar a Arabia Saudí».
El departamento de Defensa superó a Bush con un cálculo de 250.000 soldados iraquíes y 1.500 tanques. Las advertencias de mal agüero de Bush y el Pentágono se basaban en falsedades.
Unas fotos de Arabia Saudí tomadas por Soyuz-Karta, una agencia satélite comercial soviética, el 11 de septiembre de 1990 y de Kuwait el 13 de septiembre de 1990 reflejaban un escenario diferente. No mostraban presencia iraquí cerca de la frontera saudí y sólo un pequeño porcentaje de la cantidad de soldados calculada por el gobierno estadounidense.
En diciembre de 1990 el St. Petersburg Times de Florida compró estas fotos a la agencia soviética. Fueron analizadas por expertos que concluyeron que los cálculos estadounidenses se basaban en mentiras. Según Peter Zimmerman, que trabajó en la Agencia de Desarme y Control de Armamento estadounidense durante el gobierno de Reagan, afirmó:
«El Pentágono siguió diciendo que las tropas iraquíes estaban ahí, pero no vimos nada que indicara una fuerza iraquí en Kuwait ni siquiera del 20% del tamaño que afirmaba el gobierno [estadounidense]».
Jean Heller escribió un reportaje para el St. Petersburg Times en enero de 1991 acerca del dilema. Sin embargo, los medios de comunicación nacionales ignoraron el reportaje y se negaron a publicarlo a pesar de que los directores del periódico lo ofrecieron dos veces a Associated Press y a Scripps-Howard News Service. Según Heller:
«Las tropas que se afirmaba que se estaban reuniendo en la frontera saudí y constituían la posible amenaza para Arabia Saudí que justificaba el envío de tropas estadounidenses no se veían en esas fotos. Y cuando se pidió al Departamento de Defensa que diera pruebas que pudieran contradecir las pruebas del satélite se negó a hacerlo.
Creo que parte de la razón de que la noticia se ignorase fue que se publicó demasiado cerca del inicio de la guerra. En segundo lugar y más importante, creo que la gente no quería oír que podíamos haber sido engañados. Muchos de los periodistas que han visto la noticia creen que es dinamita, pero los editores que la han visto tienen la actitud de «en este momento, ¿a quién le importa? Si la guerra acaba mal con un montón de víctimas, más de las que el gobierno nos ha llevado a esperar, puede que se vuelva a oír esta historia»».
Dio la casualidad de que las mismas fotos que no pudieron mostrar pruebas de una concentración [de tropas] iraquíes mostraban una presencia estadounidense que se suponía no estaba en Arabia Saudí entonces. Según Zimmerman:
«Pudimos ver cinco C-141, un C5A y cuatro aviones de transporte pequeños, probablemente C-130. También hay una larga cola de aviones de combate, F-111 o F-15, en el terreno. En medio del aeropuerto hay lo que podrían ser zonas de montaje camufladas».
Varios países se opusieron a la abrumadora fuerza que se empleó contra Iraq, pero pagaron un precio por semejante falta de sentimiento pro estadounidense. Rápidamente se cortó la ayuda a Jordania. Su dirigente, el difunto rey Hussein, estaba bajo una fuerte presión de su pueblo para que no apoyara a Estados Unidos y siguió su voluntad. Cuando se le comunicó el cese de la ayuda, el rey Hussein afirmó: «No somos tan baratos». En los años posteriores a la [operación] Tormenta del Desierto el rey Hussein fue llevado de vuelta al bordo del barco de influencia estadounidense en Oriente Próximo. Jordania se convirtió en la principal zona de la inteligencia estadounidense y otras operaciones en la zona, y sigue siéndolo. Sin embargo, durante un corto periodo de tiempo el rey Hussein reafirmó su independencia de Estados Unidos y se alzó por los principios e ideales de su pueblo.
Yemen recibió inmediatamente el golpe del corte de la ayuda estadounidense después de que votara en la ONU en contra del uso de la fuerza en Iraq. Cuba, un viejo «enemigo» de Estados Unidos, fue castigada después de que votara de la manera equivocada en la ONU en contra los «intereses estadounidenses».
La versión estadounidense de democracia es selectiva: se puede votar libremente mientras se vote a favor de Estados Unidos. Poco años después de la Guerra del Golfo ocurrió un incidente que describe esta turbia manera de entender la democracia que tiene Estados Unidos. En la parte serbia de Bosnia se celebraron elecciones. Cuando se anunciaron los resultados, la entonces secretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright rápidamente invalidó los resultados. Cuando la prensa le preguntó qué le había hecho decidir anular los resultados respondió: «Ganó la parte equivocada». En el Iraq ocupado vemos la misma manipulación de las ideas democráticas. Durante el primer año bajo su control Estados Unidos cerró muchos periódicos y revistas por publicar artículos críticos con la ocupación.
La idea de que Estados Unidos utiliza la ONU como foro es una farsa. Hasta noviembre de 1990 Estados Unidos consideraba a la ONU una organización inútil al servicio de los intereses del Tercer Mundo. Estados Unidos se hacía oír acerca del desagrado que le producía la ONU y se había negado a pagar una considerable cantidad de dinero que debía a la organización. Entonces, en un cambio radical del postura poco antes de la votación sobre Iraq en noviembre de 1990, Estados Unidos pagó a la ONU más de 187 millones de dólares. Esta acción «inteligente» constituía sólo una pequeña porción de lo que debía a la agencia mundial.
Gran parte de Estados Unidos parecía haberse vuelto loco durante las cinco semanas de masacre en 1991. Vimos cómo político tras político hablaba favorablemente de lo que estaba ocurriendo. A veces daba la impresión de que gran parte de la clase política estadounidense estaba eufórica cuando describía la destrucción. Por desgracia, no vimos a los millones de personas que tanto dentro como fuera de Estados Unidos estaban contra estas acciones. Ministros de los gobiernos de Francia, Italia y Turquía dimitieron en señal de protesta, pero los medios estadounidenses no consideraron que su postura fuera digna de ser contada. Había una bloqueo informativo de facto acerca de las personas disidentes. No se nos contó lo que estaba ocurriendo y lo que se nos contó fue en gran parte mentira porque el ejército estadounidense controlaba los medios. Poco después de que se firmara el alto el fuego Norman Schwarzkopf humilló públicamente a los medios estadounidenses explicando cómo los medios habían informado de todo exactamente de la manera como el ejército describía el conflicto.
«¡No más Vietnam!», oímos mientras ocurría la masacre. A todas luces esto no era Vietnam. Iraq era un país desarrollado que daba la casualidad de que era el enemigo elegido por Estados Unidos para exorcizar el fantasma de Vietnam. Tras el alto el fuego incluso algunas personas que habían apoyado la operación Tormenta del Desierto se sintieron vacías y confusas. Como afirmó una persona que llamó a la Radio Pública Nacional el 5 de marzo de 1991, «Estados Unidos no va a salvar su alama por medio de una masacre en el desierto».
A pesar de la aparentemente simple victoria sobre Iraq en 1991 Estados Unidos vio resurgir la analogía con Vietnam. Tras la invasión de Iraq de 2003 surgió una fuerte resistencia y muchos consideraron que para Estados Unidos estaba teniendo lugar «otro Vietnam» a media que la cantidad de soldados estadounidenses muertos aumentaba de manera constante.
Estados Unidos utilizó para destruir Iraq toda su experiencia en el engaño y su armamento avanzado que se había ido construyendo durante décadas, a pesar de que el derecho internacional estipula que sólo se puede utilizar la fuerza militar para lograr un objetivo militar. En este caso el objetivo militar habría sido sacar a las fuerzas iraquíes de Kuwait. Los «aliados» podrían haber logrado este objetivo con una parte de las fuerzas que utilizaron, pero en vez de ello arrojaron contra Iraq todo lo que tenía.
Tras la masacre George Bush tuvo la audacia de animar a los iraquíes a sublevarse y derrocar a Sadam Husein. Desconocía la cultura iraquí o árabe, y creyó que una buena paliza de Estados Unidos volvería automáticamente a los iraquíes contra su presidente.
El único resultado del llamamiento de Bush al levantamiento fue más baño de sangre.
Estados Unidos dio falsas esperanzas a algunas facciones de Iraq (los kurdos y los chiíes musulmanes) y pagaron un alto precio por el engaño estadounidense. Muchos iraquíes apoyaron a Sadam Husein después de las hostilidades y su lealtad no cambió tras el alto el fuego.
Ahora Estados Unidos está recordando esta era como una en la que el gobierno iraquí masacró a decenas de miles de inocentes chiíes musulmanes. Sin embargo, Estados Unidos no dice que fueron los chiíes y no el ejército iraquí quienes iniciaron el levantamiento y que la despiadada lucha afectó a ambos bandos. Muchos integrantes del ejército iraquí y trabajadores civiles fueron brutalmente asesinados por los insurgentes chiíes. Desde Iraq llegaron fotografías que mostraban a los verdugos chiíes trabajando a tiempo completo con instrumentos similares a guadañas para cortar las cabezas de individuos atados a mesas. En un momento dado los insurgentes del norte y del sur controlaban 16 de las 18 provincias iraquíes. El gobierno estadounidense consideró que era cuestión de tiempo hasta que cayera Bagdad.
Poco a poco las fuerzas iraquíes recuperaron el control de país en un combate brutal. Cuando se disipó el humo, chiíes y kurdos habían perdido. Se puede culpar directamente al gobierno estadounidense por todo este caos y baño de sangre.
Da la casualidad de que Estados Unidos utilizó la excusa de las fosas comunes en el sur de Iraq como una razón para derrocar a Sadam Husein. Durante años habíamos oído hablar de ellas pero tras la ilegal invasión de Iraq en marzo de 2003 estas fosas pasaron a primer plano. Los titulares hablaban del descubrimiento de muchas fosas comunes. Finalmente se estableció en 400.000 el número de cuerpos encontrados. Sin embargo, el 18 de julio de 2004 el primer ministro británico Tony Blair admitió ante el público británico que era una cifra inflada. Había unos 5.000 cuerpos y no 400.000 en las fosas del norte y sur de Iraq. Y casi el 100% eran de varones en edad militar, lo que significaba que habían participado en el levantamiento contra Bagdad o eran luchadores kurdos del norte de Iraq que murieron en la década de 1990 durante una guerra civil kurda y no víctimas civiles masacradas por Sadam Husein. Estudios forenses posteriores demostraron que algunas de los cuerpos correspondían a víctimas de los bombardeos estadounidenses en 1991.
El desconocimiento que los estadounidenses tenían de la legua árabe le vino bien a su gobienro. El entonces portavoz de la Casa Blanca, Pete Williams, mostró unas fotos de miles de manifestantes en Bagdad cuando la insurrección de 1991 llegaba a su punto culminante. Dijo que las manifestaciones en Bagdad eran muy raras y mencionó que el pueblo iraquí se estaba volviendo contra su presidente. Esta podría haber sido la historia oficial si unos pocos de árabes-estadounidense no hubieran dado un paso adelante con la verdad. Sí, había manifestaciones, pero los manifestantes llevaban pancartas pidiendo que el gobierno iraquí acabara con el levantamiento en el norte y sur de Iraq. Como pocos estadounidenses podían leer árabe otra mentira conveniente ocupó su lugar en el folklore estadounidense.
Cuando empezaron a aparecer las fotos de la devastación en Iraq Bush trató de culpar a Sadam Husein de toda la destrucción, pero los iraquíes no creyeron esta explicación. Sabían que toda la destrucción las infraestructuras del país la habían causado las bombas estadounidenses y no las represalias de Iraq contra los kurdos y chiíes. Estados Unidos hizo esfuerzos patentes por engañar al mundo. Por ejemplo, el gobierno estadounidense mostró fotos de edificios destruidos y atribuyó su destrucción al ejército iraquí. Cuando se analizaron muchas de estas fotos resultaron ser falsas. Una estratagema frecuente era que un portavoz del gobierno estadounidense mostrara una parte de Bagdad que había sido bombardeada por Estados Unidos y dijera al mundo que era una zona de Basora que había sido destruida por las tropas de Sadam. Este engaño se detuvo rápidamente cuando bastantes personas (fotógrafos, periodistas, etc.) señalaron las inexactitudes.
La operación Tormenta del Desierto y sus consecuencias casi eliminaron a este país de la tierra. Iraq quedó sin agua fresca y sin electricidad. El primer equipo de inspectores de la ONU que visitó Iraq tras la Tormenta del Desierto afirmó que se había hecho volver al país a una «sociedad pre-industrial».
Fuente: http://www.uruknet.net/?p=m73722&hd=&size=1&l=e
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