El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas comenzará a tratar, este próximo lunes, sobre la crisis nuclear iraní. El debate sucede a la decisión de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) de trasladar a dicho órgano de la ONU el conflicto surgido a raíz de que Irán decidiera enriquecer uranio y cuestionara con […]
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas comenzará a tratar, este próximo lunes, sobre la crisis nuclear iraní. El debate sucede a la decisión de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) de trasladar a dicho órgano de la ONU el conflicto surgido a raíz de que Irán decidiera enriquecer uranio y cuestionara con ello la exclusividad del club de potencias atómicas establecido al final de la II Guerra Mundial. La crisis iraní llega al Consejo de Seguridad cuando se cumple el tercer aniversario del inicio de la agresión bélica de una coalición internacional, liderada por Estados Unidos y Gran Bretaña, contra Irak.
Mil días han pasado desde que esas dos potencias bélicas, con sillón propio en el Consejo de Seguridad, decidieran emprender una agresión dirigida a derrocar al Gobierno de Sadam Husein y a reinsertar por la fuerza en el «nuevo orden internacional» que dibujaran ya con fuego y sangre en la primera Guerra del Golfo, en la década de los 90 del siglo pasado. Transcurridos tres años, Irak es hoy un país sometido a una violencia que no conoce límites, y en una situación socioeconómica ruinosa. Lejos de hallar armas de destrucción masiva, la coalición agresora ha procedido a la destrucción masiva de un país en el que ocho millones de ciudadanos se ven obligados a vivir con menos de un dólar al día, ello en un país que nada en petroleo.
La guerra, primero, y tras ella los planes económicos impuestos por las instancias económicas internacionales han colapsado la economía de Irak, lo que se ha traducido en el consiguiente derrumbe de sus servicios sociales, educativos y sanitarios. Haciendo buena la amenaza de George Bush padre, los aliados han colocado a un país con generosos recursos y un grado de desarrollo más que aceptable en la ruta de «la vuelta a la Edad Media».
Los derechos humanos, el gran espantajo utilizado para tratar de justificar la guerra contra todo un pueblo en razón de los abusos cometidos por el régimen de Sadam Husein, brillan por su ausencia en el país de los mil y un Abbu Grhaib. Ejecuciones, detenciones arbitrarias, torturas… es el panorama que presenta el Irak presuntamente liberado. Entre operaciones militares y acciones de resistencia armada, y sin apenas margen de actuación para las instituciones emanadas de la ocupación, Irak se asoma al precipicio de una guerra civil inducida, mientras los responsables de las tropas que lo sojuzgan lanzan una mirada amenazante hacia Irán. –