A principios del año 2004, cuando la insurgencia iraquí se intensificaba, una unidad élite de Operaciones Especiales del ejército convirtió una de las antiguas bases militares de Saddam Hussein en un centro de detenciones super secreto. Allí los soldados estadounidenses utilizaban una de las cámaras de tortura del antiguo gobierno iraquí como su propia celda […]
A principios del año 2004, cuando la insurgencia iraquí se intensificaba, una unidad élite de Operaciones Especiales del ejército convirtió una de las antiguas bases militares de Saddam Hussein en un centro de detenciones super secreto. Allí los soldados estadounidenses utilizaban una de las cámaras de tortura del antiguo gobierno iraquí como su propia celda de interrogatorios. Le llamaban El Cuarto Negro.
En aquella habitación sin ventanas, pintada de negro, del tamaño de un garaje, algunos soldados golpeaban a los prisioneros con la culata de los fusiles, les gritaban y escupían en la cara; en una habitación contigua utilizaban a los detenidos como blanco de tiro en el juego de las balas de pintura que jugaban sus carceleros. El propósito que perseguían los soldados era el de obtener información que contribuyera a la captura del terrorista más buscado en Irak, Abu Musab al-Zarqawi, según declararon algunos miembros del Departamento de Defensa que trabajaron en esa unidad o que fueron informados acerca de estas operaciones.
El Cuarto Negro era parte de un centro de detención temporal situado en Camp Nama, la sede secreta de una misteriosa unidad militar conocida como Grupo Táctico 6-26. Este lugar, situado en el aeropuerto internacional de Bagdad, era el primer punto de parada en el trayecto que seguían muchos insurgentes antes de llegar a la prisión de Abu Ghraib, que se encontraba a pocas millas de allí.
Las pancartas colocadas por los soldados en el recinto de detención anunciaban lo siguiente: «SI NO HAY SANGRE, NO HAY DELITO». Este lema, tal y como explicó un funcionario del Departamento de Defensa, representaba un adagio adoptado por el Grupo Táctico 6-26: «Si no los haces sangrar, no te pueden juzgar por ello». Según los especialistas del Pentágono que trabajaron en la unidad, los prisioneros en Camp Nama con frecuencia desaparecían en el agujero negro de su arresto, sin acceso a los abogados ni a sus familiares; permanecían confinados allí durante semanas sin que se les instruyera de cargos. «La realidad es que allí no existían reglas», declaró otro funcionario del Pentágono.
La historia de los maltratos a prisioneros en Irak es harto conocida. Pero la siguiente información sobre el Grupo Táctico 6-26, basada en documentos y entrevistas con más de una decena de personas, ofrece la primera descripción detallada de cómo la unidad antiterrorista mejor entrenada del ejército infligió graves maltratos a los detenidos.
Todo esto se añade a las crueles prácticas utilizadas en los interrogatorios en las prisiones del ejército estadounidense en Afganistán y en la Bahía de Guantánamo, Cuba, así como en los centros de detención secretos de la Agencia Central de Inteligencia en todo el mundo.
Esta nueva información revela hasta qué punto los miembros de esa unidad maltrataban a los prisioneros meses antes de que se publicaran las fotos de los maltratos en Abu Ghraib en el mes de abril de 2004 e incluso después, y contribuye a desmentir las afirmaciones originales hechas por el Pentágono de que los maltratos sólo eran cometidos por un pequeño número de reservistas malhechores en Abu Ghraib.
Los maltratos en Camp Nama continuaron a pesar de las advertencias hechas por un investigador del ejército y varios oficiales de la policía y la inteligencia estadounidense en Irak desde el mes de agosto de 2003. La CIA estaba demasiado preocupada como para excluir a su personal de Camp Nama en ese mes de agosto.
Es difícil comparar las condiciones de ese centro con las de Abu Ghraib, por lo poco que se sabe sobre este complejo de instalaciones secreto que estaba fuera incluso de la jurisdicción de la Cruz Roja. Al parecer los maltratos se sucedían impunemente, pero algunos eran bien conocidos en todo el campamento.
Si se tiene en cuenta el hecho de que esta unidad élite siempre tuvo aproximadamente 1000 personas en todo momento, el número de efectivos de este Grupo Táctico 6-26 que fueron sancionados por maltratos a prisioneros parece haber sido bastante elevado. Desde el año 2003, 34 miembros del grupo táctico han recibido algún tipo de sanción disciplinaria por maltratar a los prisioneros, y al menos 11 miembros han sido expulsados de la unidad, según las nuevas cifras reveladas por el Comando de Operaciones Especiales en respuesta a las preguntas formuladas por el diario The New York Times.
Cinco soldados de las tropas de asalto del ejército que habían sido asignados a la unidad fueron sancionados tres meses atrás por haber pateado y golpeado a tres detenidos en el mes de septiembre de 2006.
Algunas de las más graves acusaciones que pesan en contra del Grupo Táctico 6-26 han sido reportadas durante los últimos 16 meses por algunos medios de prensa, incluidos la NBC, The Washington Post, y The New Cork Times. Muchos detalles han salido a la luz en los cientos de páginas de los documentos revelados en virtud de la Ley de Libertad de Información invocada por la Unión de Libertades Civiles de los Estados Unidos. Pero los documentos desclasificados y las entrevistas a más de una decena de personas, civiles y militares, del Departamento de Defensa y de otras agencias federales que por primera vez se han compilado, ofrecen la visión más detallada que se tenga hasta el momento de los campamentos secretos y el funcionamiento interno de esa unidad clandestina.
Los documentos y entrevistas revelan igualmente la existencia de un choque de culturas entre la irresponsabilidad de los mandos militares y la mayor cautela de los civiles en el Pentágono que trabajan con ellos, el cual se ha incrementado hasta convertirse en una tensa confrontación. Hubo un momento en que uno de los principales asesores del Secretario de Defensa Donald H. Rumsfeld, Stephen A. Cambone, le ordenó a un subordinado que «investigara a fondo» cualquier mala conducta.
La mayoría de las personas entrevistadas para este artículo eran civiles de nivel medio y personal militar del Departamento de Defensa que trabajaban en el Grupo Táctico 6-26 y que dijeron haber sido testigos de los maltratos, o a los cuales se les informó sobre las operaciones que allí se llevaron a cabo en el curso de los últimos tres años.
Inicialmente, muchos se mostraron renuentes a hablar sobre el Grupo Táctico 6-26 porque su misión era secreta. Pero tras las presiones reiteradas de los reporteros que los contactaban, accedieron a hablar acerca de sus experiencias y observaciones, por la ira y el disgusto que sentían hacia el trato que se le daba a los prisioneros, y al ver que los jefes del grupo táctico no mostraban una mayor agresividad para sancionar las malas conductas. Los críticos han declarado que las crueles técnicas de interrogación dieron como resultado muy poca información que contribuyera a la captura de los insurgentes o a preservar la vida de los estadounidenses.
Casi todos los que accedieron a declarar, son empleados de carrera del gobierno. Muchos de ellos han prestado servicios anteriormente en el ejército, y se les garantizó el anonimato para estimularlos a que hablaran de forma honesta, sin temor a represalias por parte del Pentágono. Muchas de sus quejas han sido avaladas por documentos del ejército y mensajes de correo electrónico que han sido desclasificados y que fueron enviados por agentes del FBI que trabajaban regularmente con el grupo táctico en Irak.
La demanda de información de inteligencia.
Algunos oficiales del ejército han dicho que pueden haber existido circunstancias atenuantes en algunos casos de tratos crueles en Camp Nama y sus estaciones de campaña en otras partes de Irak. En la primavera del año 2004, se les exigía cada vez más a los interrogadores que obtuvieran información de inteligencia para ayudar a combatir el creciente número de los mortales ataques insurgentes.
Algunos prisioneros pudieron haber resultado heridos mientras se resistían al arresto. Un vocero del Comando de Operaciones Especiales, Kenneth S. McGraw, dijo que existían evidencias suficientes para probar la existencia de mala conducta en sólo 5 de las 29 acusaciones de maltratos que pesaban en contra de los miembros del grupo táctico desde el año 2003. Como resultado de esos cinco incidentes, 34 personas recibieron sanciones disciplinarias.
«Tomamos en serio todas esas acusaciones», expresó el General Bryan D. Brown, Jefe del Comando de Operaciones Especiales, durante un breve intercambio de pasillo en la sede del Congreso el 8 de marzo. «Cualquier tipo de maltrato es inconsecuente con los valores del Comando de Operaciones Especiales».
El misterio que rodea esta unidad altamente secreta ha hecho que su comportamiento se mantenga fuera del escrutinio público. El Pentágono no revelará la cantidad exacta de efectivos que se encuentran en la unidad, ni los nombres de sus jefes, sus bases de operaciones ni sus misiones específicas. Hasta el nombre de este grupo táctico cambia regularmente para confundir a los adversarios, y las cortes marciales y otros procedimientos disciplinarios no han identificado a los soldados como miembros del grupo táctico en los anuncios públicos.
El puesto de mando del General Brown rechazó las solicitudes de entrevistas con varios ex miembros del grupo táctico y con el Teniente General Stanley McChrystal, quien dirige el Comando Conjunto de Operaciones Especiales, con sede en Fort Bragg, en el estado de Carolina del Norte, que suministra la mayoría de las tropas élite con que cuenta la unidad.
Un oficial de la unidad de Operaciones Especiales y un soldado raso de avanzada edad, identificados por el personal del Departamento de Defensa como ex miembros del grupo táctico en Camp Nama, se negaron a hacer ningún comentario cuando se les contactó por teléfono. Los intentos por contactar a otros tres soldados de la unidad de Operaciones Especiales que habían estado en esa unidad -por teléfono, a través de familiares y antiguos vecinos- fueron igualmente infructuosos.
Los casos de maltratos a prisioneros atribuidos al Grupo Táctico 6-26 demuestran la confusión, y en algunos casos, la indiferencia ante las prácticas y normas aprobadas para los interrogatorios y el trato a los prisioneros, según los especialistas del Departamento de Defensa que han trabajado en la unidad.
A principios del año 2004, un hombre de 18 años de edad, sospechoso de ser quien vendía autos a los miembros de la red terrorista de Zarqawi, fue apresado conjuntamente con toda su familia en su casa en Bagdad. Los soldados del grupo táctico lo golpearon reiteradamente con la culata del fusil y con los puños, en la cabeza y en los riñones, según declaró un especialista del Departamento de Defensa que fue informado del incidente.
Algunas quejas fueron ignoradas o minimizadas en una unidad donde la conspiración del silencio contribuyó a un hermetismo total. «Eso está bajo control», le respondió uno de los jefes de la unidad a un funcionario del Departamento de Defensa quien protestó por los maltratos en Camp Nama en la primavera del año 2004.
Para cientos de personas sospechosas de ser insurgentes, Camp Nama era la parada obligada de un viaje que comenzaba con su captura en el campo de batalla o en sus hogares y generalmente terminaba en una celda de Abu Ghraib. Camp Nama, invisible a simple vista, justo al otro lado de un camino polvoriento que conduce al aeropuerto internacional de Bagdad, era un complejo de instalaciones sin ninguna identificación, virtualmente desconocido, situado al borde de las pistas de rodaje.
El centro del campamento era la Unidad Táctica de Interrogatorios, conocida también como Unidad de Detención Temporal o Unidad de Reclusión Temporal. Los recintos dedicados a la detención y los interrogatorios estaban situados en una esquina de un complejo de instalaciones mucho mayor, separados por una cerca con alambres de púa en su parte superior.
Helicópteros sin insignias transportaban a los detenidos hacia el interior del campamento casi a diario, según narraron antiguos miembros del grupo táctico. Los prisioneros esposados, vestidos con uniformes enterizos de color azul, con gafas protectoras sujetadas con cinta adhesiva sobre sus ojos, eran conducidos hacia la sala de chequeo, donde se les daba entrada en un registro y eran examinados por los médicos.
Un poco más allá de las salas de chequeo, donde a Saddam Hussein se le hizo un examen médico tras su captura, los prisioneros eran confinados en 85 celdas distribuidas en dos edificios. Algunos detenidos eran enviados a lo que se conocía como Motel 6, un grupo de chozas de madera contrachapada, construidas de un modo rudimentario, que olían a orine y excremento. Las chozas estaban abarrotadas, lo cual obligaba a muchos prisioneros a agacharse o encogerse. Otros prisioneros eran confinados en otro edificio, en cubículos de 6 por 8 pies, en un bloque de celdas llamado Hotel California.
Las salas de interrogatorios eran lúgubres. Los detenidos de alto valor eran interrogados en El Cuarto Negro, desprovisto de todo accesorio, con excepción de varios ganchos de 18 pulgadas que sobresalían del techo, un recuerdo espeluznante de los tormentos infligidos por los inquisidores del Sr. Hussein. Con frecuencia los carceleros ponían música rap o rock and roll a través de los altavoces a niveles ensordecedores con el fin de poner nerviosos a los detenidos.
En otra habitación más pequeñas se ofrecían comodidades elementales, como alfombras y asientos con cojines, para que los prisioneros más cooperativos se sintieran más cómodos, según declararon varios especialistas del Departamento de Defensa que trabajaron en Camp Nama. Los prisioneros usaban capuchas pesadas, de color caqui, cuando estaban fuera de sus celdas. En el mes de junio del año 2004, las revelaciones de maltratos en Abu Ghraib impulsaron al ejército a prometer un mejor tratamiento para los prisioneros. En una pequeña concesión que hicieron en Camp Nama, los soldados cambiaron las capuchas por vendas en los ojos, con un velo que les permitía respirar con mayor facilidad pero les impedía ver.
Algunos ex miembros del grupo táctico dijeron que Nama, el nombre que lleva el campamento, era una frase grosera que utilizaban los soldados para describir el complejo. Un especialista del Departamento de Estado recordó haber visto manchas rosadas en las ropas de los prisioneros, y verdugones rojos en sus cuerpos. Posteriormente supo que esas marcas habían sido infligidas por algunos soldados que utilizaban a los detenidos como dianas, y se hacían llamar El Club de las Balas de Pintura «Chócala (la mano) por Arriba».
El Sr. Mc.Graw, vocero del ejército, dijo no haber oído de la existencia de El Cuarto Negro ni del club de balas de pintura, y agregó que no había visto ninguna referencia a ellos en los documentos que había recibido.
En un centro de operaciones cercano, los analistas del grupo táctico estudiaban minuciosamente la información de inteligencia recopilada por los espías, los detenidos y el avión de reconocimiento Predator, pilotado por control remoto, con el fin de estructurar las pistas que pudiesen ayudar a los soldados en sus incursiones. Los interrogadores del ejército y sus supervisores se reunían dos veces al día, al mediodía y a media noche, con los oficiales de la CIA, el FBI, y las unidades de los ejércitos aliados para analizar las operaciones y la nueva información de inteligencia.
El Grupo Táctico 6-26 surgió como resultado de la campaña antiterrorista impulsada por el Pentágono después del 11 de septiembre, y muy pronto se convirtió en el modelo seguido por el ejército para obtener información de inteligencia y combatir a los insurgentes en el futuro. Este grupo, originalmente llamado Grupo Táctico 121, fue creado en el verano del año 2003, cuando el ejército unificó las dos unidades de Operaciones Especiales existentes: la que estaba dedicada a la captura de Osama Bin Laden en Afganistán o en los países vecinos, y la que perseguía al Sr. Hussein en Irak. (Su nombre actual es Grupo Táctico 145).
El grupo táctico era un crisol de unidades civiles y militares. Se nutría de las tropas élite que provenían del Comando Conjunto de Operaciones Especiales, cuyos elementos incluían la unidad Delta Force del ejército, el Seal Team 6 de la marina, y el 75 regimiento de las tropas de asalto. Los reservistas del ejército y el personal de la Agencia de Inteligencia para la Defensa con habilidades especiales, como los interrogadores, eran asignados temporalmente a la unidad. Los oficiales de la CIA, los agentes del FBI, y las tropas de operaciones especiales de otros países también trabajaban estrechamente con el grupo táctico.
Muchos de los soldados miembros de la unidad de Operaciones Especiales de los Estados Unidos usaban ropa de civil, y se les permitía llevar barba y pelo largo, lo cual los diferenciaba de sus colegas uniformados. A diferencia de los soldados y marines convencionales cuya estancia en Irak se prolongaba durante 7 a 12 meses, los miembros de la unidad y sus jefes generalmente rotaban cada 90 días.
El Grupo Táctico 6-26 perseguía un único objetivo: la captura o eliminación del Sr. Zarqawi, el militante jordano que operaba en Irak. «Cada vez que tenían la impresión de que Zarqawi estaba cerca, salían y recurrían a todos los medios a su alcance para sacarle información a los detenidos», declaró un oficial.
El personal del Departamento de Defensa que recibió información acerca de las operaciones de la unidad dijo que los tratos crueles iban más allá de Camp Nama, y que también se producían en pequeños puestos de la avanzada en Bagdad, Falluja, Balad, Ramada, y Kirkuk. Estas estaciones generalmente están enclavadas en los callejones de las ciudades, en edificios desprovistos de toda característica distintiva, con plazas del tamaño de zonas suburbanas donde los helicópteros pueden aterrizar para dejar o recoger prisioneros.
En algunas de estas estaciones algunos prisioneros eran desnudados, y se les lanzaba agua fría por encima para causarles la sensación de ahogamiento, según declararon algunos miembros del personal del Departamento de Defensa que trabajaron en la unidad.
En el mes de enero del año 2004, el grupo táctico capturó al hijo de uno de los guardaespaldas del Sr. Hussein en Tikrit. Este hombre le confesó a los investigadores del ejército que fue obligado a desnudarse, que había sido golpeado en la espalda hasta que se desmayó, que fue colocado frente a un aire acondicionado mientras le lanzaban agua fría por encima, y que había sido pateado en el estómago hasta hacerlo vomitar. Los investigadores del ejército se vieron obligados a detener su investigación en el mes de junio de 2005, tras declarar que los miembros del grupo táctico utilizaban seudónimos de combate para que fuese imposible identificar y localizar a los soldados involucrados. El personal de la unidad también afirmó que el 70 por ciento de los ficheros de sus computadoras se habían perdido.
A pesar del acceso que tuvo el grupo táctico a un gran volumen de información de inteligencia, sus allanamientos generalmente resultaban ser infructuosos, producían muy poca o ninguna información de inteligencia, y enajenaban al ciudadano común iraquí, según declararon algunos miembros del personal del Departamento de Defensa. Usualmente, a los prisioneros que no eran considerados como una amenaza para las tropas estadounidenses, se les trasladaba hacia las profundidades del desierto iraquí en la noche, y se les ponía en libertad; en ocasiones se les daban 100 dólares o más por lo inconvenientes causados.
En Camp Nama, los líderes del grupo táctico establecieron un ritual para despedir al personal que había hecho un buen trabajo, según dijeron algunos funcionarios del Pentágono. Los jefes les entregaban dos recuerdos muy inusuales: la capucha de uno de los detenidos y un pedazo de azulejo de la sala dedicada a los exámenes médicos donde una vez estuvo recluido el Sr. Hussein.
Los primeros indicios del problema.
Las denuncias de los maltratos cometidos por el Grupo Táctico 6-26 no fueron ninguna sorpresa para muchos otros funcionarios en Irak. A principios del año 2004, tanto la CIA como el FBI habían expresado su preocupación por las crueles técnicas de interrogación utilizadas por el ejército.
La estación CIA en Bagdad le envió un cable a su sede el 3 de agosto de 2003, donde expresaba su preocupación sobre el hecho de que las tropas de la unidad de Operaciones Especiales que trabajaban con los funcionarios de la agencia habían utilizado técnicas que se habían tornado demasiado agresivas. Cinco días más tarde, la CIA emitió una directiva clasificada donde les prohibía a sus oficiales participar en los interrogatorios violentos. La CIA, unilateralmente, les prohibió a sus oficiales trabajar en Camp Nama, pero les permitió continuar ofreciendo información clave y otras informaciones de inteligencia al grupo táctico.
Las advertencias continuaron sucediéndose durante casi un año después. El 25 de junio de 2004, apenas dos meses después de las revelaciones acerca de los maltratos en Abu Ghraib, un agente del FBI en Irak envió un mensaje por correo electrónico a sus superiores en Washington, advirtiéndoles que uno de los prisioneros capturados por el Grupo Táctico 6-26 tenía sospechosas marcas de quemaduras en su cuerpo. El prisionero dijo haber sido torturado. Un mes más tarde, otro agente del FBI le solicitó a los oficiales superiores de su oficina que lo asesoraran acerca de la forma en que debía trabajar con los interrogadores del ejército en todo Irak, que utilizaban técnicas como la música alta y los gritos, lo cual excedía «los límites de las prácticas regulares del FBI».
Los Generales estadounidenses también fueron alertados sobre este problema. En el mes de diciembre de 2003, el Coronel Stuart A. Herrington, oficial de inteligencia retirado del ejército, advirtió, en un memorando confidencial, que el personal médico había reportado que los prisioneros capturados por la unidad, conocida entonces como Grupo Táctico 121, tenían heridas que se correspondían con las golpizas. «Al parecer queda claro que hay que ponerle riendas al Grupo Táctico 121 en lo que respecta al tratamiento de los prisioneros», concluyó el Coronel Herrington.
En el mes de mayo de 2004, justo cuando salía a la luz el escándalo en Abu Ghraib, las tensiones se incrementaron en Camp Nama entre las tropas de la unidad de Operaciones Especiales, los interrogadores civiles, y los oficiales de instrucción del Servicio de Inteligencia Humano de la Agencia de Inteligencia para la Defensa, que se encontraban allí para apoyar a la unidad en su lucha en contra de la red de Zarqawi. Según los documentos, la discordia se centraba en el trato cruel a los detenidos y en las restricciones impuestas por las tropas de la unidad de Operaciones Especiales a sus colegas civiles, tales como el monitoreo de sus mensajes de correo electrónico y las llamadas telefónicas.
El Mayor General George E. Ennis, quien hasta hace muy poco dirigía el departamento de inteligencia humana de la Agencia de Inteligencia para la Defensa se negó a ser entrevistado para este artículo. Pero en las respuestas escritas a las preguntas formuladas, el General Ennis declaró que nunca había escuchado nada acerca de las numerosas quejas expresadas por parte del personal de la Agencia de Inteligencia para la Defensa hasta que él y su jefe, el Vicealmirante Lowell E. Jacoby, el entonces director de la agencia, fueron informados al respecto el 24 de junio de 2004.
Al día siguiente, el Almirante Jacoby le escribió un memorando de dos páginas al Sr. Cambone, subsecretario de defensa para la inteligencia. En este memorando, Jacoby se refirió a una serie de quejas, incluido un incidente ocurrido en el mes de mayo de 2004, en el cual un interrogador de la Agencia de Inteligencia para la Defensa dijo haber visto a los soldados del grupo táctico golpear a uno de los detenidos tan fuerte que éste último requirió asistencia médica. El oficial de la Agencia de Inteligencia para la Defensa tomó fotos de las heridas, pero uno de los supervisores las confiscó, según el memorando.
Las tensiones pusieron al descubierto un choque entre diferentes culturas militares. Los comandos entrenados en el rigor del combate que buscaban un flujo estable de información de inteligencia para localizar a los insurgentes, perdían la paciencia ante los interrogadores civiles enviados por Washington, muchos de los cuales se estrenaban en los interrogatorios de prisioneros hostiles que acababan de ser apresados en el campo de batalla.
«Estos tipos querían resultados, y aquellos que nos enviaban la información estaban acostumbrados a trabajar en un ambiente civil», expresó un funcionario del Departamento de Defensa que fue informado acerca de las operaciones llevadas a cabo por el grupo táctico.
Unos días después que el Almirante Jacoby enviara su memorando, la Agencia de Inteligencia para la Defensa adoptó la medida extraordinaria de retirar temporalmente a su personal de Camp Nama
El memorando del Almirante Jacoby también provocó una airada reacción por parte del Sr. Cambone. «Investiguen a fondo este asunto de inmediato. Esto es inadmisible», expresó el Sr. Cambone en una nota manuscrita enviada a su primer sustituto, el Teniente General William G. Boykin, el 26 de junio de 2004. «Quisiera saber específicamente si esto es parte de un patrón de conducta del Grupo Táctico 6-26».
El 17 de marzo, el General Boykin expresó a través de su vocero que en aquel momento él le había dicho a Cambone que no había encontrado ningún patrón de mala conducta en el grupo táctico.
Un velo de confidencialidad.
Los expertos militares y legales consideran que quizás nunca se conozcan todos y cada uno de los maltratos cometidos por el Grupo Táctico 6-26 debido al carácter secreto de la unidad y a la posibilidad de que algunas acusaciones no hayan sido reportadas.
En el verano de 2004, Camp Nama fue clausurado, y la unidad se trasladó a una nueva sede en Balad, 45 millas al norte de Bagdad. Las operaciones de la unidad son ahora más secretas aún.
Poco después de los enfrentamientos entre las tropas en el año 2004, los funcionarios de la Agencia de Inteligencia para la Defensa en Washington y los jefes militares en Fort Bragg acordaron mejorar la manera en que el grupo táctico admitía a otros especialistas en sus filas. Ahora la Agencia de Inteligencia para la Defensa está enviando pequeños grupos compuestos por interrogadores, responsables del envío de información, y oficiales de instrucción, llamados «equipo de despliegue Humint», para que trabajen con las tropas de la unidad de Operaciones Especiales en Irak y Afganistán.
Los altos jefes militares insistieron en que los combatientes élite, con los cuales se contará ahora más que nunca en la campaña en contra del terrorismo, están tratando a los detenidos más humanamente y pueden supervisarse a sí mismos. La CIA ha reanudado la obtención de información en el grupo táctico, pero no permite los interrogatorios violentos, expresó un oficial de la CIA.
El General McChrystal, Jefe del Comando Conjunto de Operaciones Especiales, recibió su tercera estrella en una ceremonia de ascenso celebrada en Fort Bragg el 13 de marzo.
El 8 de diciembre de 2004, el vocero del Pentágono Lawrence Di Rita, dijo que cuatro soldados de la unidad de Operaciones Especiales del grupo táctico habían sido sancionados por hacer «uso excesivo de la fuerza» y administrar choques eléctricos a los detenidos con pistolas neuroparalizantes. Dos de los soldados fueron expulsados de la unidad. Según declaró el Sr. Di Rita, hasta ese momento 10 miembros del grupo táctico habían sido sancionados. Desde entonces, según las cifras informadas a The New York Times, el número de sancionados por maltratos a los detenidos ha aumentado a más del triple. Nueve de los 34 soldados sancionados recibieron asesoría legal por escrito o de forma oral. A otros se les reprendió por abofetear a los detenidos y por cometer otros delitos.
Los cinco soldados de las tropas de asalto del ejército que fueron enviados a corte marcial en el mes de diciembre fueron sancionados, incluso con penas de prisión de 30 días a seis meses, además de la degradación. Dos de ellos quedarán eximidos de las acusaciones de mala conducta por haber cumplido sus sentencias.
Los defensores de los derechos humanos y los principales miembros del Congreso han expresado que el Pentágono debe hacer más aún a fin de que los altos jefes militares y los funcionarios civiles den cuenta de los incidentes de mala conducta.
El inspector general del Departamento de Justicia está investigando las quejas de los maltratos a los detenidos cometidos por el Grupo Táctico 6-26, según declaró un alto funcionario policial. La única investigación militar de gran magnitud acerca de los maltratos a prisioneros por parte de las tropas de la unidad de Operaciones Especiales fue concluida hace casi un año por el General de Brigada Richard P. Formica, y sus resultados fueron enviados al Congreso.
Pero el Comando Central de los Estados Unidos ha rechazado las repetidas solicitudes hechas por el diario The New York Times durante los últimos siete meses a fin de obtener una copia desclasificada de los resultados de las investigaciones realizadas por el General Formica, a pesar de las instrucciones dadas por el Sr. Rumsfeld de que se publicara esta versión de los 12 informes más importantes relacionados con los maltratos a prisioneros.
Traducción: Cubadebate