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Antiguos detenidos iraquíes denuncian torturas de las tropas estadounidenses

Fuentes: ABC News

Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández

Dos hombres iraquíes hechos prisioneros hace algún tiempo han relatado a ABC News en una entrevista exclusiva cómo fueron repetidamente torturados por las fuerzas estadounidenses cuando éstas trataban de encontrar información sobre Sadam Husein y las armas de destrucción masiva.

Zahi Sabbar y Sherzad Jalid son dos de los ocho hombres que, con ayuda de la Unión Americana para las Libertades Civiles (UCLA, en sus siglas en inglés) y del grupo Human Rights First, han denunciado al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Los dos hombres declararon que fueron torturados durante meses, en violación de la constitución estadounidense y del derecho internacional.

La tortura ha sido un tema objeto de controversias en los últimos tiempos. El Senador John McCain, republicano de Arizona -que fue también víctima de torturas durante la guerra de Vietnam- ha hecho estallar un acalorado debate una vez que su proposición de enmienda para prohibir la tortura fuera, según nuestras fuentes, objeto de intensas presiones políticas por parte del Vicepresidente Dick Cheney, que intentaba conseguir que se declarara exentos de aquélla a los oficiales de la CIA.

Cuando se le preguntó por el tema, el Presidente Bush dijo: «Nuestro país está en guerra y nuestro gobierno tiene la obligación de proteger al pueblo estadounidense… Cualquier actividad que emprendamos está bajo la ley. Nosotros no torturamos».

Pero tras el escándalo de los abusos de la prisión de Abu Ghraib -expuesto por las propias investigaciones del Pentágono- es ya irrefutable que las fuerzas estadounidenses han torturado a los detenidos, muchos de los cuales no tenían implicación alguna con al Qaeda o la resistencia en Iraq. No obstante, fueron arrestados y torturados por los soldados estadounidenses.

Sabbar y Jalid fueron dos de esos hombres.

Jalid -un hombre casado de 34 años y padre de 4 hijos- cuenta que trabajaba en una tienda de ultramarinos hasta que, el 17 de julio de 2003, unos soldados interrumpieron una reunión de negocios que tenía con Zahi Sabbar, quien vendía azúcar y plátanos. Los soldados estadounidenses irrumpieron en la tienda y se los llevaron arrestados.

«Me sorprendí mucho de que me arrestaran», dijo Jalid a ABC News a través de un intérprete. «No me dieron razón alguna de por qué me detenían. Y cuando se lo pregunté, no hubo respuesta. Lo único que conseguí fueron duras palizas.»

Jalid dice que los soldados estadounidenses le ataron las manos a la espalda, le pusieron una capucha en la cabeza y le estuvieron golpeando hasta el punto de romperle los dientes y ensangrentarle la nariz. Sabbar declara que sufrió un trato similar y que los soldados le dislocaron también un hombro.

Amenazándoles con echarles a los leones, burlándose de ellos al simular ejecuciones

Jalid dijo a ABC News que los soldados estadounidenses, llegado un punto, le amenazaron con arrojarle vivo a los leones.

«Nos llevaron hasta una jaula – una jaula para animales que tenía leones en su interior, dentro del Palacio de la República», dijo. «Y nos amenazaron con que si no confesábamos nos meterían en la jaula con los leones. Me quedé completamente aterrado cuando me acercaron a la jaula y me amenazaron. Y abrieron la puerta y volvieron a amenazarme con que si no confesaba me arrojaban dentro. Y cuando el león estaba ya muy cerca, me sacaron fuera, cerraron la puerta y me dijeron: ‘Te daremos una oportunidad más para confesar’. Y les dije, ‘¿confesar qué?’ «.

Dentro del Palacio de la República -la sede de los antiguos despachos de Sadam-, Sabbar dice que los soldados se mofaron de él simulando una ejecución.

«Me encontré con otros prisioneros que habían llegado antes que yo y que estaban en la fila junto a mí, y nos hacían creer a todos que nos iban a ejecutar», dijo. «Todos estábamos de pie, los que podíamos tenernos en pie… Apuntaron con sus armas hacia nosotros. Y dispararon, nos dispararon hacia la cabeza y el pecho. Y cuando sonaron los disparos, algunos nos caímos inconscientes al suelo. Otros empezaron a llorar. Algunos perdieron el control de esfínteres. Mientras tanto, ellos se estuvieron riendo todo el tiempo.»

Tras una noche en prisión en el Palacio de la República, Jalid dice que le llevaron a la cárcel situada en el aeropuerto de Bagdad, donde continuaron las torturas.

«Nos pusieron en celdas individuales», dijo. «Y antes de que entráramos en ellas, formaron dos equipos de soldados estadounidenses -uno a la derecha, el otro a la izquierda- de unos 10 a 15 soldados. Y blandían palos de madera. Formaron una especie de corredor, de pasillo. Y nos hicieron pasar por ese pasillo mientras nos gritaban según íbamos pasando y nos golpeaban con los palos de madera. Nos estuvieron golpeando salvajemente».

Jalid dice que los soldados estadounidenses le privaron de comida y agua y le impidieron dormir. Afirma que empezó a sufrir úlceras estomacales pero que le negaron atención médica.

Al mismo tiempo, dice Jalid, los soldados le pedían rutinariamente información sobre el paradero de Sadam: «Les dije, ‘¿Cómo podría saber yo dónde está Sadam?’ Y pensé que me tomaban el pelo. Y por eso me reí. Y volvieron a pegarme.»

A Jalid le cuesta mucho hablar de otra de las acusaciones que ha presentado. En su demanda legal, mantiene que los soldados estadounidenses son responsables de «Asaltarle sexualmente y humillarle… agarrándole por las nalgas y simulando una violación anal presionándole con una botella de agua; metiendo una mano por dentro de… sus pantalones y agarrándole por las nalgas mientras le golpeaba brutalmente y blandían un palo largo de madera y le amenazaban con sodomizarle en aquel mismo momento y durante todas las noches de su detención.»

Según Sabbar, los soldados norteamericanos utilizaban rifles Taser y balas de goma para controlar a los detenidos.

«Empleaban otros tipos de tortura utilizando las descargas eléctricas, apuntando hacia ti con una pistola, lo que te causaba pavor y te hacia caer inconsciente durante unos instantes», dijo. «Este era uno de los métodos utilizados en la cárcel del aeropuerto. O también utilizaban balas de goma que terminaban por herirte o quemar la zona donde te daban y eso dolía mucho».

Malos tratos en Abu Ghraib

Sabbar terminó en Abu Ghraib, el centro de detención donde aquellas infames fotos que espantaron al mundo captaron los abusos a los detenidos. Sin embargo, él no estaba dentro del conjunto de celdas, sino afuera, en un patio.

«Entramos en Abu Ghraib y allí la conducta de los soldados era diferente -un tipo distinto de tortura. Nos ponían en grupos diferentes. Había gran escasez de comida – nos daban cantidades mucho menores que en los otros lugares. Y cuando nos la daban, la mayor parte de las veces estaba en mal estado; así es, o te morías de hambre o te tenían que llevar a la sala de urgencias».

Sabbar alega también que las tropas maltrataron el Corán, una afrenta grave para el Islam.

«Nos dieron el Corán, también la Biblia, y llegaban y a propósito pisaban o pateaban el sagrado Corán; protestábamos al ver hacer esas cosas. O lo cogían y lo lanzaban contra el suelo delante de todo el mundo, el sagrado Corán… Eso nos afligía mucho.»

Jalid -que nos cuenta que aún sufre fuertes dolores- fue liberado en septiembre de 2003; Sabbar en enero de 2004. Al igual que en los casos de muchos otros detenidos, no se pudo presentar ninguna acusación contra ellos.

Y en cuanto a sus denuncias por las torturas sufridas, ambos hombres saben que simplemente es su palabra contra la de los militares estadounidenses.

«Lo que les estoy contando no es fruto de mi imaginación», dijo Sabbar. «Esa es mi realidad y ese es todo el horror que he sufrido».

«Hay algunas denuncias serias ahí», dijo el Teniente Coronel retirado Robert Maginnis, ahora asesor del ejército. «Si todos esos hechos tuvieron lugar, se deben iniciar las investigaciones pertinentes y los responsables de los mismos deberían ser castigados… No tengo duda de que hemos cometido muchos errores. Es la consecuencia típica de la confusión de la guerra y el combate.»

Human Right First y la ACLU -los grupos que en nombre de los dos iraquíes están presentando las acusaciones- alegan que todas esas torturas formaban parte de las instrucciones que dio el Pentágono.

«Les dijeron que era una guerra diferente y que no había por qué aplicar ya las leyes», dijo el director ejecutivo de la ACLU, Anthony Romero.

«Lo que hemos hecho en Iraq es arruinar cualquier esfuerzo de captar simpatías y conseguir inteligencia estratégica para poder luchar con éxito y ganar, no solo a la resistencia actual sino la guerra a largo plazo contra el terror», dijo Deborah Pearlstein de Human Rights First. «Todo eso va de forma inmediata contra los intereses nacionales sobre seguridad».

Tanto al Pentágono como al Departamento de Justicia les consta que los dos hombres estuvieron presos pero se niegan a hacer comentario alguno sobre sus denuncias.

Cuando se inició la demanda, el Pentágono dijo en una declaración escrita: «Ponemos en duda firmemente cualquier afirmación o implicación acerca de que el Departamento de Defensa aprobara, sancionara o perdonara los abusos a detenidos como parte de la política a seguir», pero no aludió a las denuncias específicas.

Algunos expertos legales conservadores se están preguntando si el caso se puede sostener legalmente en pie. «Los hechos que denuncian no vinculan realmente esos sucesos horrorosos con el secretario de Defensa -esas instancias de torturas y palizas y privación del sueño y manipulación de alimentos-«, dice Doublas Kmiec, un profesor de la Escuela de Leyes en Pepperdine y anteriormente funcionario del Departamento de Defensa con la administración Reagan.

Dice Kmiec que también son problemáticas las nociones de los demandantes, no estadounidenses, sobre derechos violados bajo la constitución estadounidense o intentando hacer respetar tratados internacionales ante un tribunal estadounidense. «Como cuestión de teoría legal, es un caso muy difícil de probar y de tratar de convencer a un tribunal de que tiene jurisdicción para legislar en primer lugar sobre el tema.»

Jalid y Sabbar dicen que creen que su denuncia seguirá adelante, porque creen en la justicia del sistema norteamericano.

«Porque decimos la verdad», declara Jalid. «Y cuando los tribunales estadounidenses escuchen mi caso estoy seguro de que la justicia estadounidense [sistema] nos creerá».

Avery Miller y Camille Elhassani han colaborado en este informe.

Texto original en inglés:

http://abcnews.go.com/WNT/IraqCoverage/story?id=1312282