Traducido del inglés por Sinfo Fernández
¿Alguna vez se han sentido perdidos?
¿Como si al tratar de caminar en una dirección sólo pudieran acabar en otra?
¿Se han encontrado en algún momento sin mapa, buscando indicadores? ¿Se han sentido como absolutos extraños por un lugar donde las calles, los rostros, las carreteras les resultaban totalmente desconocidas?
¿Han pedido ayuda alguna vez y les han encaminado hacia direcciones equivocadas?
¿Han tratado alguna vez de encontrar desesperadamente alguien que les ayudara y no hallaron a nadie?
¿Han viajado durante millas a pie, equivocándose, preguntándose y pensando para Vds. mismos «esta tiene que ser la ruta»… Una ruta que parece larga pero que en realidad no es sino un callejón sin salid?
En su deambular alrededor de Vds. mismos, ¿han acariciado alguna vez la puerta de un hogar que se parecía tanto al suyo…?
¿Han sentido alguna vez cómo las puertas se cierran de golpe ante su cara? ¿Han atravesado en alguna ocasión carteles que decían que no les estaba permitido entrar? ¿Les han hecho sentir alguna vez que son tan sólo una carga?
¿Incómodos? ¿Indeseables? ¿Rechazados? ¿Despreciados? O, como mucho, ¿piadosamente tolerados?
¿Se han sentido alguna vez como un pordiosero aunque sepan que guardan en su interior todos los tesoros del mundo? ¿Han suplicado alguna vez para poder ser reconocidos, para poder ser validados, una voz que poder pedir prestada, una mano que poder usar?
¿Han sido alguna vez clasificados, etiquetados, encasillados, marcados con números de serie?
¿Han llegado en alguna ocasión y durante ese proceso a odiarse a sí mismos? ¿En el proceso de convertirse en algo que no es una persona, que no es un ser, que es un no ciudadano de la nada?
¿No? Entonces, considérense afortunados. Desgraciadamente, los dos millones de iraquíes y cientos de palestinos exiliados y en éxodo no comparten su buena suerte.
Añádanles otros dos millones de desplazados internamente, viviendo en tiendas de campaña, refugiados en su propio país.
Un país que ni les quiere ni les tolera ya. La mayoría han huido a causa de la violencia sectaria, muchos de ellos sometidos anteriormente a calvarios de tortura, la mayoría a manos del Ejército del Mahdi de Muqtada al Sadr y el resto de milicias de los escuadrones de la muerte vinculados al gobierno títere iraquí.
Llamemos Umm Fadhil a una mujer de unos 60 años de edad, de Faluya. Perdió un ojo después que un sectario hijo de puta se lo pinchara con un destornillador. Tuvo que permanecer bastante tiempo en la calle, gritando, con el ojo sangrando. También tiene un «agujero» en el corazón, problemas de pulmón y asma y, sobre todo, no tiene a nadie…
Estoy segura que Vds. han empezado ya a interesarse. Déjenme aligerar sus problemas de conciencia, quizá se sientan mejor.
Umm Fadhil está ahora en Damasco, durmiendo sobre algún colchón en algún suelo húmedo y, gracias a la buena voluntad de una mujer siria, recibe alimentos una vez por semana, cada martes, precisando más.
Abu Ali, de Nayaf, trabaja un día de cada diez en el mercado negro. Tiene una familia que mantener. Todos duermen sobre el suelo de algo llamado apartamento amueblado en Damasco. El alquiler les cuesta 245 dólares al mes. De vez en cuando, el chií Hawza le da 58 dólares para ayudarle con los medicamentos. Abu Ali tiene todas las enfermedades físicas del mundo.
Hayzam jura que si desayuna, ya no puede almorzar ni cenar. Otro «refugiado» en Damasco. Viviendo de la chatarra. Su vida está de más, como las sobras que recoge intentado sobrevivir.
Yasmin, una dentista, trabaja por 100 dólares al mes como higienista dental en Ammán. Con esos 100 dólares cuida de sus padres y abuelos y paga el alquiler. También enseña a su jefe, el dentista jordano, a hacer empastes…
Sobhi, un graduado en ciencias informáticas, pasa sus días quemando su vida y paseando por las calles de Ammán en busca de un trabajo en el mercado negro donde conseguir el salario de un esclavo. No se le permite oficialmente trabajar ni en Siria ni en Jordania.
Latif, un doctor en ingeniería cuida del jardín de algún nuevo rico jordano que hizo su fortuna a costa de la sangre iraquí.
Sarab, viuda, pasa sus noches en algún sórdido bar, esperando clientes. Lleva el mismo vestido desde hace tres meses y tiene tres niños que alimentar.
Y en cuanto a los palestinos, una vez, más se encuentran varados en la frontera, en tiendas de campaña… Una y otra vez. Ninguno de los países vecinos les permite entrar.
Un breve clip sobre los refugiados de Iraq. Su amada nueva democracia.
Rehuidos, rechazados, no deseados, y mucho más solos…
En Jordania, se niega la renovación de permisos válidos. No importa cuánto tiempo lleven viviendo allí. Sencillamente ya se no renuevan los permisos de residencia.
El ACNUR ha prometido millones a los gobiernos afectados. Pueden hacer montones de dinero convocando refugiados.
Mariam, de 54 años, una doctora en ingeniería industrial fue citada por la «respetable» agencia.
«Rellénenos esta solicitud:
¿Es Vd. baazista, partidaria de Sadam?
¿Cuál es el nombre de su padre? ¿Su profesión? ¿El de su madre? ¿El de su hermano? ¿El de su tío y tía? ¿El de su abuelo, el de su bisabuelo, el de su bisabuela?
Están todos muertos.
No importa, necesitamos saber su nombre y profesión.
¿Qué diplomas tiene?
Doctora en Ingeniería.
¿Por qué se ha marchado de Iraq?
Vivía sola y he recibido varias amenazas de muerte del Ejército del Mahdi de Muqtada al Sadr.
¿Cuál es su país preferido? ¿Irlanda, Australia, Inglaterra, Suecia? ¿Por qué?
Ninguno.
¿Conoce a alguien allí?
A nadie.
Le daremos 30 dinares jordanos al mes hasta que sea «colocada». ¿Los necesita realmente?
(Mariam se levantó a las 5,00 de la mañana para situarse en la cola de la oficina del ACNUR en Ammán y rellenar esa inteligente solicitud. Cientos de personas hacían cola delante de ella. La misma escena se repite en Damasco.)
No quiero ir a Australia. No tengo a nadie en Australia.
No tiene otra opción.
Pero dispuse de permiso durante los últimos dos años. No le estoy pidiendo nada ni a Vd. ni a su gobierno. Incluso estoy deseando firmar un documento prometiéndole que no trabajaré aquí. Por favor, no me envíe a Australia.
No lo está entendiendo, Vd. es una refugiada.»
¿Significa eso que no podré regresar nunca? ¿Significa eso que no veré mi hogar de nuevo?
Si regresa ya no será una refugiada. No podrá conseguir los 30 dinares jordanos al mes. Y no tiene pasaporte válido.»
(La cuestión de los pasaporte es toda una historia en sí misma que ya abordaré en algún escrito posterior)
Las colas son cada vez más largas… Algunos llevan haciendo colas semanas y hasta meses…
Algunos no disponían de ahorros, algunos no han dejado nada atrás…
La mayoría «sobreviven», como Umm Fadhil, de la buena voluntad de alguien que les da comida una vez por semana. La mayoría viven en condiciones miserables, sin agua corriente y en algunos casos hasta sin electricidad.
Cuando se les pregunta, los jordanos «les» culpan por el alto índice de inflación y los altos precios de los inmuebles, de los servicios y productos básicos.
Desde luego, no culpan a su gobierno que está consiguiendo tasas preferenciales en los suministros de petróleo. No culpan a sus empresarios que se han hecho millonarios a costa de los cadáveres iraquíes. No culpan a sus inmobiliarias que han hinchado los precios para obtener un beneficio rápido. No culpan a Estados Unidos. Culpan a los indigentes iraquíes.
En Siria, las quejas son las mismas pero las palabras son más fuertes. «Ellos» (los iraquíes) son insultados por «apoderarse» del país y estar ahí…
Su existencia se ha convertido en un pecado, su supervivencia en el mayor de los crímenes. Los iraquíes, las víctimas, se han convertido en el chivo expiatorio. Deberían haber muerto todos para no molestar a nadie.
Tanto los sirios como los jordanos deben haber olvidado la hospitalidad del régimen anterior iraquí, con el que se les situaba en barrios y edificios especiales, con el que consiguieron becas y trato preferencial si eran estudiantes, con alojamiento y educación gratis… Efectivamente, su memoria es débil.
Lo crean o no, los pocos iraquíes que han llegado a Mauritania se dejan del mismo trato. Parece que los mauritanos también se han vuelto amnésicos.
El mundo entero padece amnesia… Y los iraquíes hacen cola al despuntar el día…
Borrados de la colectividad. Borrados de cualquier estatus. Borrados de pertenencias. Borrados de ser…
Un número de serie sobre algún impreso de solicitud, una sombra por la calle, una «turba» sin mapa, sin orientación, sin aceptación… Sin nada.
La misma nada que ha impregnado todos los aspectos de nuestras vidas.
Una prolongación de su nihilismo, una prolongación de su absentismo, una prolongación de su silencio…
Los iraquíes de la nada. Los iraquíes del vacío. Los iraquíes de sus crímenes…
Los refugiados iraquíes y palestinos. Hojas desprendiéndose de una rama. Una rama arrancada de un tronco por la fuerza. Un árbol extraído violentamente de sus raíces.
Siento frío de repente. Un repentino viento helado parece soplar a través del vacío de mis vértebras, a través de mis arrancadas raíces… Debo estar también equivocadamente perdida, como algunos refugiados.
Enlace texto original en inglés:
http://arabwomanblues.blogspot.com/2007/04/blown-to-winds.html
Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate