México es este año el país invitado de ARCO, la feria de arte contemporáneo de Madrid. Entre las exposiciones paralelas a la feria, hay diversas muestras de arte de Tijuana, una ciudad indisolublemente ligada al adjetivo «fronteriza». Entre ellas, en el Parque Ferial Juan Carlos I se prevé la instalación de una reproducción de 1,5 […]
México es este año el país invitado de ARCO, la feria de arte contemporáneo de Madrid. Entre las exposiciones paralelas a la feria, hay diversas muestras de arte de Tijuana, una ciudad indisolublemente ligada al adjetivo «fronteriza». Entre ellas, en el Parque Ferial Juan Carlos I se prevé la instalación de una reproducción de 1,5 km del muro que construyó EE UU para separar San Diego de Tijuana, cubierto por reproducciones de obras de artistas locales con ocasión del polémico foro Tijuana, la Tercera Nación.
Buena parte de la actividad artística y cultural tijuanense gira en torno a una supuesta identidad fronteriza y transnacional que no todos los artistas locales viven como algo propio. Tijuana lleva muchos años -desde la ley seca- siendo el lugar donde los norteamericanos sienten que pueden hacer todo lo que no les está permitido en su país, una ciudad donde reina la violencia, la explotación y el narcotráfico. En los últimos años han proliferado los discursos que tratan de mejorar la imagen de esta urbe, alejada a la fuerza de la identidad cultural mexicana, presentándola como el súmmum del mestizaje, la hibridación y la fusión de culturas.
Uno de los ejemplos más recientes de esta «reconversión cultural» ha sido el foro Tijuana, la Tercera Nación, un conjunto de conferencias, exposiciones, ciclos de cine y conciertos celebrado entre abril y agosto de 2004. Este «encuentro multicultural en torno a la riqueza y la diversidad creativa de la frontera», en el que «se dan cita los elementos de fusión cultural» de una ciudad concebida como una «tercera nación» entre México y EE UU, fue objeto de polémica desde el principio. Entre otras cosas, se acusó a los organizadores del foro de montarlo desde «el centro», de espaldas a Tijuana y su tejido artístico y cultural.
Lo cierto es que quien organizó, ideó y financió (junto a Telefónica y Coca-Cola) el evento fue el empresario español Antonio Navalón, representante del poderoso grupo Prisa en México e «intermediario comercial ligado a los más sonados escándalos de corrupción política y financiera en España», en palabras de Luis Hernández Navarro, del diario mexicano La Jornada. Para colmo, una de las dos grandes exposiciones que componían la vertiente de artes plásticas del foro, «El corazón sobre el asfalto», era obra de una pintora española, Mónica Roibal, que ni siquiera había pisado Tijuana y que, mira tú por donde, resultó ser la esposa de Navalón.
Humberto Félix Berumen, autor del libro Tijuana la horrible, se pregunta: «¿A qué se debe que un empresario, que un grupo llegue a Tijuana y empiece a invertir cantidades importantes en la ciudad? ¿Por qué ese interés? ¿No se tratará de mostrar la cara amable de un consorcio económico español que quiere abrir mercado en esta zona y hacia Estados Unidos? Y además, ¿somos una tercera nación? Yo creo que no, el título suena muy bonito pero no se corresponde con la realidad».
Para los organizadores, el foro carece de implicación política o social y simplemente pretender mostrar cómo a través de la cultura puede alcanzarse un entendimiento y un «respeto multicultural» entre los dos lados de la frontera, que «conviven día a día en relación de igualdad». Sin embargo, las críticas en torno a este concepto de tercera nación han arreciado en un cierto sector del mundo cultural tijuanense que se niega a reconocerse en esta presentación dulcificada de la realidad. Para Heriberto Yépez, artista y escritor local, «Tijuana no es realmente transfronteriza. En algunas partes Tijuana tiene hasta tres muros que la dividen de Estados Unidos, así que más que transfronterizas, Tijuana y San Diego son kafkianas».
En efecto, Tijuana es una ciudad cercada por un muro, fabricado con restos de la primera invasión norteamericana de Iraq, en el que han muerto más de dos mil quinientas personas en diez años, víctimas de la operación Gate Keeper, un dispositivo anti-inmigración del gobierno estadounidense. Esta barda, como la llaman allí, fue el lugar elegido por el empresario Antonio Navalón para la exposición colectiva Grito Creativo, dos kilómetros y medio de muro cubiertos con reproducciones de obras de artistas locales.
Precisamente Heriberto Yépez fue uno de los artistas cuyo trabajo fue seleccionado -sin ni siquiera consultarle- para la exposición. A través de una carta dirigida a los organizadores, Yépez pidió que se retirara su obra y aseguró que Grito Creativo era un «espectáculo intelectualmente pobre y una falta de respeto, un show visual en un cementerio». Días después los organizadores le avisaron de que retirarían su pieza y pondrían otra en su lugar. «Los comprendo -dijo Yépez-, si dejaran que el muro se viera entre las obras de arte, su fea realidad les iba a echar a perder el art show. Que pongan lo que quieran. Que tomen fotos y justifiquen eso ante las empresas multinacionales patrocinadoras. Todo el mundo sabe que la frontera es ‘una línea de muerte’: 2.650 cadáveres desde 1994. Aunque, claro, como no hay fotos de esos muertos ni de los abusos que ocurren en la frontera, resulta que ésta es mega cool, su arte instalación lo prueba, la frontera es ‘acogedora’, ‘moderna’, ¡happyland! ¡Viva el art show!«. Veamos cuál es su opinión .
¿Crees que vivimos una época en la que cabe exigir al artista alguna forma de «toma de postura»?
No tener postura es estar invertebrado. El arte apolítico es una anacronía pura. Las obras de arte que sólo están preocupadas por lo que llaman la forma -no existe una forma sin ideología- no me parecen más interesantes o audaces que la mayonesa o el talco.
¿Qué opinas de la exaltación del concepto de identidad fronteriza de Tijuana, la Tercera Nación?
Desde los años noventa conceptos como «hibridación», «fusión» y ahora «tercera nación» han sido utilizados para definir la cultura de la frontera de México y Latinoamérica con Estados Unidos. Me parecen metáforas hegelianas, neoliberales y, en el mejor de los casos, ingenuas. Esta frontera no se define por sus fusiones sino por sus fisiones. No por sus hibridaciones sino por sus des-encuentros. El fenómeno central de este frontera amurallada es la asimetría, la desigualdad, la resistencia, no la hibridación.
¿Qué motivos te llevaron a pedir la retirada de tu obra de Grito Creativo?
No estoy éticamente de acuerdo con que usen mi obra para fines políticos evidentes y que, por supuesto, quieren ocultarse. Las imágenes -acompañadas de palabras como «unida», «universal», «solidaria», «moderna», «fusión»- están siendo utilizadas de manera decorativa, como encubrimiento de una dolorosa realidad de la cual ese sitio es emblemático: la mortandad en la migración mexicana hacia EE UU, el carácter criminal de la política migratoria estadounidense y la complicidad del Estado mexicano. El arte no puede colaborar o callar ante esto. El arte se define precisamente como visión crítica. Si el artista ya no sabe cómo criticar, por lo menos debe tener la decencia de no estorbar a que la realidad misma se muestre tal como es. Quizá ha llegado el momento en que la función del artista sea retirarse de ciertos tiempos y espacios, remover las formas particulares de arte que han servido para la fijación de un discurso oficial y culturalmente nocivo.
El artista español Rogelio López Cuenca dijo en una ocasión que el arte público se había convertido en la guinda del pastel especulativo que son las ciudades españolas. Tú has hablado de cómo se ha usado el arte para limpiar la imagen de Tijuana. ¿Qué margen de acción crees que le queda al arte público?
Creo que el arte público, especialmente el no institucionalizado, tiene que redefinirse. No servir de ornamentación o remate de ningún negocio. En México acaban de instalar una tienda Wal-Mart junto a la pirámide del Sol en Teotihuacan. El arte instalación, como dialéctica de redefinición y resistencia social en las ciudades, es más necesario que nunca.
¿Crees pertinente defender algún tipo de relación específica entre arte e identidad nacional o cultural?
Lo que creo es que habemos naciones que estamos siendo agredidas por la cultura norteamericana, las corporaciones y otras formas de imperialismo. En estas naciones -hablo desde mi posición glocal– resistir desde el arte y resistir las prebendas que el mundo del arte ofrece es una labor clave. De no hacerlo, como escribía Richard Rodríguez, todas las ciudades serán como Tijuana. La narcocultura aflora. Las corporaciones tienen el control de la ciudad. Una buena parte de la población labora en las maquiladoras y vive en barrios jodidos. La corrupción impera y los norteamericanos nos vigilan. Créanme, no se lo recomiendo.
Heriberto Yépez ha publicado recientemente la novela El matasellos (Sudamericana, 2004)
www.hyepez.blogspot.com