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Entrevista a Jon Juanma , artista plástico español

«Arte revolucionario significa arte comprometido con la transformación revolucionaria del mundo»

Fuentes: Rebelión/ArgenPress

Jon Juanma es el seudónimo de Jon E. Illescas Martínez, el creador del Sociorreproduccionismo Prepictórico. Nació en Orihuela (España) el año 1982. Se licenció en Bellas Artes por la Universidad Miguel Hernández de Elche, con Premio Extraordinario Fin de Carrera y Premio Universitario 5 Estrellas. Cursó su último año de carrera en la Universidad de […]

Jon Juanma , artista plástico españolJon Juanma es el seudónimo de Jon E. Illescas Martínez, el creador del Sociorreproduccionismo Prepictórico. Nació en Orihuela (España) el año 1982. Se licenció en Bellas Artes por la Universidad Miguel Hernández de Elche, con Premio Extraordinario Fin de Carrera y Premio Universitario 5 Estrellas. Cursó su último año de carrera en la Universidad de Barcelona, mediante beca Sicue-Séneca. Actualmente trabaja como docente en Secundaria y Bachillerato a la par que cursa un doctorado en Sociología en la Universidad de Alicante sobre «Bienestar Social y Desigualdades». Próximamente, el miércoles 19 de diciembre, en Orihuela, Alicante, en España (específicamente en la calle Rufino Gea nº 5, Bajo), inaugura una muestra con lo más destacado de su producción plástica donde dará a conocer el «Manifiesto del Sociorreproduccionismo» (que abajo reproducimos), interesante novedad no tanto estética, sino para posicionar de una nueva manera la relación del público con la obra de arte. ARGENPRESS CULTURAL lo entrevistó por medio de su corresponsal Marcelo Colussi.

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Argenpress: ¿Qué significa «arte revolucionario»?

Jon Juanma : Arte revolucionario significa arte comprometido con la transformación revolucionaria del mundo, con la transformación/substitución radical del sistema capitalista que padecemos, que tanto dolor genera al ser humano a lo largo y ancho del orbe, por un sistema absolutamente socialista y democrático. Arte revolucionario también debe entenderse como una fuerza cultural que ayude a tomar conciencia, impulso, valentía e incluso alegría a los hombres y las mujeres del mundo, para afrontar esa noble y difícil tarea.

Argenpress: ¿Es eso posible?

Jon Juanma : Será posible si así lo decide el Pueblo. Sin el Pueblo nos quedará la Nada, como en todo. Y me refiero al Pueblo no sólo como al conjunto de las clases explotadas, sino también a aquellas personas que sin ser explotadas directamente e incluso perteneciendo a clases explotadoras, asuman el reto de comprometerse con la lucha de los oprimidos. Éste fue el caso sin ir más lejos de Engels en el siglo XIX o el noble Florian Geyer que apoyó con toda su fortuna, e incluso pagó con su vida, su lucha incondicional al lado de los campesinos alemanes en su Guerra Civil de 1.525 contra los señores feudales.

Más allá del papel protagonista de los obreros o campesinos, las llamadas «clases medias» también deben solidarizarse con los explotados que son también ellas mismas sin saberlo, sobre todo antes que el fascismo llame a su puerta. Cosa que ya comienza a hacer en muchos países de Europa disfrazado por los medios con la etiqueta de partidos de «centro-derecha».

Por tanto, sin perder las enseñanzas del marxismo, debemos ser inclusivos con quienes sana y fielmente quieran ayudar a la causa común. Como decía la Internacional en su letra: «el género humano es la Internacional». Y esto no es ninguna broma. El socialismo desde un punto de vista racional, es la causa de todos o como diría Howard Zinn «del 99% de la humanidad». El papel de los artistas y el conjunto de los llamados «intelectuales» es que con su arte, por medio de argumentos sólidos, del debate abierto y racional, ese 99% despierte del martilleo de la Cultura de Alienación Universal (CAU), o sea la que vemos allá donde vamos, la que sale por la tele, los medios masivos, los anuncios, etc. Por supuesto, empezando por los que más sufren objetivamente.

Argenpress: ¿Lo revolucionario está en la propuesta estética o en la política cultural en el que una obra de arte se inscribe? ¿Cómo ves esto?

Jon Juanma : Puede estar en ambas. Lo que ocurre es que en todo el siglo XX y en especial después de la II Guerra Mundial tras la consolidación de Estados Unidos como Imperio hegemónico, hemos padecido una brutal asimetría al respecto. En el sentido de que lo único revolucionario en el Arte (las contadas veces que lo hubo) siempre fue algo estético, de carácter formal. El compromiso social fue inexistente. A no ser claro, que seamos tan crédulos de aceptar que la mayoría de artistas de las vanguardias tuvieron un compromiso que fuese más allá de las palabras. O más recientemente, seamos tan ingenuos para creer que artistas del conceptualismo tipo Barbara Kruger y otros, tuvieron o tienen ese compromiso. Ellos están totalmente aceptados y promocionados por el sistema, por las salas, museos y revistas de los Rockefeller y compañía. Sus mensajes «sociales» son totalmente inofensivos para el capitalismo, se dedican a denunciar aspectos atomizados del sistema, e incluso peor, a denunciar males del sistema como elementos que se generan en la maldad irremisible del hombre siguiendo la filosofía de Hobbes. Su moraleja sería la siguiente: «el capitalismo es una basura, pero es justo la basura que merecemos». Este mensaje tan «alentador» es propio de estos artistas alejados de las luchas sociales y perdidos en el postmodernismo aciago de su ático en el centro de París o Nueva York.

Argenpress: ¿Cómo entender la relación del arte y los artistas con los grupos de poder? ¿Están llamados tanto el uno como los otros a hacer algo al respecto, o no?

Jon Juanma : Interesante cuestión. En verdad, si los artistas no quieren hacer nada al respecto, desde luego que serán llamados por los grupos de poder para hacerlo. Al final es la vieja dicotomía planteada por Marx, o se tiene conciencia de la propia clase, o se tiene la ideología de las clases explotadoras.

Lo que es evidente es que la Historia del Arte, casi en su totalidad, casi en cualquier lugar y época, ha sido la de una historia de un arte sometido a los designios de las clases explotadoras, especialmente desde la aparición de la sociedad de clases en el Neolítico.

Hoy gracias a la reproductibilidad ya visionada por Walter Benjamin como herramienta de liberación (a diferencia de Adorno que sólo veía la parte negativa), tenemos la oportunidad de cambiar definitivamente esta situación.

Es clave que todas las personas sean conscientes de este hecho. Que se den cuenta lo que el Sociorreproduccionismo puede suponer para el Arte, y no sólo para éste, sino para el conjunto de la Cultura, una vez que la experiencia y el método pudiesen irradiar a cada disciplina y saber cultural, por supuesto con sus propias adaptaciones particulares.

No es algo menor y tendrá la importancia que queramos otorgarle. Animo a los artistas comprometidos que multipliquen estas experiencias, y al conjunto del Pueblo, que las apoye.

Argenpress: Cuéntanos un poco de tu propuesta plástica.

Jon Juanma : Verás, mi propuesta bebe de la tradición figurativa pero se divide en tres iconografías básicas que manejo, con todas las gradaciones que queramos ponerles, serían las siguientes: realista, expresionista y surrealista.

La realista es la que mayor grado de referencialidad o «naturalismo» tiene con respecto a los originales representados. Si bien, en muchas ocasiones, aumento el código de iconicidad al alejarme del realismo, pasando desde un modelado de personajes más realista tipo Courbet a otro más de tipo simbólico como el de Diego Rivera.

El expresionista, se mezcla con influencia futuristas y cubistas, en plan «suave», para hacerlo comprensible y aprehensible al Pueblo. Ello no significa que baje la calidad, lo que quiero decir es que mis cuadros, sobre todo los más simbólicos, tienen diferentes niveles de lectura. Lo que pretendo es que todas las personas, con sus diferentes niveles culturales, queden satisfechas o tocadas según el caso, por mi arte. Tanto un profesor de universidad como un trabajador no cualificado. Que el espectador quede complacido tanto en el nivel 6 de entendimiento simbólico como en el nivel 2 o el 1 de la obra. Difícil tarea lo admito, pero en eso estoy. Procuro que mis cuadros no se consuman en 30 segundos como un anuncio o un Burguer King. Intento que invite a la reflexión, tan necesaria en estos tiempos que corren.

En cuanto al estilo surrealista, bebo de la influencia daliliana y la mezclo con la teatralidad de algunas composiciones de Tintoretto. Caravaggio, David o Delacroix, por poner unos ejemplos, aunque la lista sería muy larga. De Dalí también recojo ciertas aportaciones de su Método paranoico-crítico, pero llevándolo a fines revolucionarios y socialistas.

Por supuesto vivo en el siglo XXI y mi cosmovisión icónica está plagada de influencias de la cultura popular y la Red, a la par que del lenguaje audiovisual propio del cine y los clips. En fin, que soy un hombre de este mundo, no un marciano, y respiro el mismo aire que todo bicho viviente que pulule por nuestra abigarrada iconosfera capitalista. Digamos que, a diferencia del capitalista que chupa la sangre del obrero, yo extraigo la creatividad del lenguaje visual capitalista, como savia nueva para el posterior impacto socialista en los corazones y conciencias del Pueblo.

Argenpress: En estos días, el 19 de diciembre más exactamente, inauguras una galería con características novedosas. Entre otras cosas, se va a dar a conocer un Manifiesto que propone una nueva relación con la obra-mercancía-objeto de arte. ¿Qué nos puedes decir al respecto?

Jon Juanma : Sí, así es Marcelo. En esta exposición doy a conocer el sistema del Sociorreproduccionismo Prepictórico. Un método que permite que personas de diferentes clases sociales y rentas, tengan las mismas posibilidades de acceder a llevarse a casa la obra original. Resumiendo muy por encima, el sistema consiste en que los lienzos originales no están a la venta directamente como en cualquier exposición al uso. La única forma de llevarte los originales es comprando una sociorreproducción a un precio absolutamente popular. Al comprar una sociorreproducción (una reproducción de alta calidad de la obra en tamaño A3 sobre foam de 5mm), el sociorreproduccionista (comprador) se llevará un número que le permitirá participar en el sorteo del último día de la exposición, y llevarse la obra original de la sociorreproducción que compró. Además, todos los sociorreproduccionistas tienen las mismas oportunidades de acceder a la obra, porque sólo se les dará un número compren 2 o 10 socciorreproducciones. Cada 50 sociorreproduccionistas, o sea cada 50 personas que compren una sociorreproducción, se sorteará una obra, que no estará previamente seleccionada por mi, sino que será la misma que comprara la persona con el número ganador. Además la cotización también dependerá del público y no de ningún magnate interesado.

Si el Pueblo apoya este sistema puede significar la posibilidad real de que los artistas puedan ganarse la vida creando cultura socialista, lo que llamo en el manifiesto Cultura de Resistencia Socialista (CRS).

La intención es que cuantos más artistas se adhieran a la propuesta, mejor para que esta cultura sea verdaderamente internacionalista. A día de hoy, varios compañeros del gremio se han interesado y me han expresado su apoyo, como por ejemplo Juan Kalvellido e incluso compañeros latinoamericanos. Pero todos estamos expectantes de cómo salga esta primera muestra, si el Pueblo la entiende y por tanto la apoya y responde. He aquí la cuestión, este es un sistema diseñado por y para el Pueblo, si no cuento con su participación, el proyecto emancipador naufragará. Al menos en su presentación histórica. Espero se entienda la importancia de este sistema, que está abierto a cualquier compañero, artista, camarada o hermano. El Sociorreproduccionismo, pese a su difícil nombre, debe ser patrimonio de todos.

Manifiesto del Sociorreproduccionismo Prepictórico

Jon Juanma

La Historia de la Pintura desde el Neolítico, con la aparición de la sociedad de clases, ha sido la de una disciplina artística ligada por completo a los intereses de la élite y las clases dominantes. Desde el Antiguo Egipto pasando por la Grecia Clásica o el Imperio Romano, desde la Florencia renacentista, la España barroca o la Francia del Segundo Imperio; siempre, fue dependiente de los intereses y los gustos de los poderosos, porque ellos conformaban su clientela. Desde el esclavismo, pasando por el feudalismo hasta llegar a nuestro sistema capitalista actual, siempre ha sido así.

El Sociorreproduccionismo Prepictórico viene a invertir esta situación, a provocar una Revolución dentro de la Pintura y las Artes Plásticas en general, a colocar el arte al acceso del pueblo, y en servicio del mismo. Pero hagamos antes un poco de memoria…

La Pintura desde los orígenes del capitalismo y la Edad Moderna

Desde el flamenco Van Eyck, quien popularizó la pintura al óleo; pasando por Miguel Ángel, Caravaggio, Velázquez, Rubens, Goya, Dalí o incluso Picasso (pese a su vago comunismo), todos los grandes pintores trabajaron para las clases dominantes. Aun siendo más o menos significativas las revoluciones formales y conceptuales que su arte supuso, el mismo siempre estuvo ligado sin excepción al gusto y al pago de los poderosos.

Casi nunca, la Pintura defendió los intereses de las clases populares y rebeldes. Evidentemente, esto sucedió así, porque en contadas ocasiones fueron las clases populares las que accedieron al poder y por tanto pudieron retribuir a los artistas por su trabajo. Entre ellas, podemos citar el arte desarrollado durante dos años en los territorios controlados por Espartaco con su ejército de esclavos y proletarios. También en las catacumbas de los cristianos primitivos antes que su religión se tornara la oficial de tantos imperios posteriores. Más tarde, en el siglo XVI con la Revuelta Comunista y la guerra de los campesinos alemanes contra los príncipes luteranos, etc. En todos estos casos, al ser aplastadas las insurrecciones, la mayor parte sino toda la producción artística rebelde, fue destruida por los vencedores, deseosos de que no quedara en el imaginario colectivo rastro de las hazañas y la valentía de los vencidos1. Para borrar, de este modo, cualquier prueba de que alguna vez, miles de valientes se habían levantado contra el injusto orden de cosas existente. En cambio, aunque más duradero fue el arte de las distintas revoluciones socialistas del siglo XX, como ocurrió en el caso de la Revolución Bolchevique, el llamado «realismo socialista» fue poco a poco recluyéndolo en un corsé de difícil escapatoria, todo, en aras de la sacrosanta, por aquel entonces, ortodoxia estalinista2. Al principio de la Revolución Mexicana, también hubo intentos de apoyar el arte que defendía los intereses del pueblo y su emancipación. Fue aquí donde se incrustaron en la Historia de la Pintura, muralistas de la talla de Diego Rivera, Siqueiros u Orozco. Artistas que de otro modo, en otras circunstancias históricas o geográficas, se hubieran plegado a los intereses de las clases dominantes, o sencillamente nadie los hubiera conocido nunca (incluidos nosotros).

Por supuesto, siempre hubo casos de artistas con sensibilidad social aun en las sociedades de clases, que hicieron algún que otro trabajo más personal, de carácter privado, mientras trabajaban para las clases dominantes. Éste es el caso en el siglo XVI de los grabados de artistas españoles que en medio del Imperialismo Castellano en Latinoamérica, entre retratos de nobles y aventureros «conquistadores», de modo privado dedicaban un tiempo en pro de la Verdad y la Justicia, ilustrando para la Historia, las torturas que el Imperialismo genocida europeo aplicó a la pueblos indígenas. Ya en el siglo XX, artistas contemporáneos como el norteamericano Norman Rockwell (paradigma de artista a sueldo) y otros compatriotas, hicieron trabajos sobre los asesinatos de negros en los convulsos sesenta de los Estados Unidos de Malcolm X, Martín Luther King y los Panteras Negras, o sobre las miserias de la Guerra de Vietnam. Más recientemente, incluso un artista tan burgués y millonario como el colombiano Botero se permitió el lujo (inofensivo para el sistema aunque decoroso a título individual) de hacer algunas pinturas, denunciando las torturas norteamericanas, en la prisión iraquí de Abu Ghraib.

Lo anteriormente expuesto no cambia la naturaleza estructural del problema central, a saber: que la pintura como disciplina artística se ha hallado siempre y en todo lugar, en cualquier sociedad post-neolítica, secuestrada por los bolsillos y los gustos de su clase dirigente. Esta situación se prolonga hasta nuestros días con especial intensidad, pese a la falsa retórica liberal de máxima autonomía del arte.

El papel de la pintura hoy

Actualmente, la Pintura se halla absolutamente secuestrada por la burguesía. Desde su élite, pasando por sus estratos medios e inferiores, es ella la que establece los gustos pictóricos, lo que se pinta y lo que no. La causa principal: en última instancia, es ella la que paga.

Al igual que en otros sectores del sistema capitalista, ejerce «de facto» una terrible dictadura sobre la mayor parte de la humanidad, con especial ahínco en el conjunto de las clases populares y los obreros asalariados. Pero, como burgueses ambos, ¿la ejerce igual el magnate de los medios de comunicación que el industrial de una fábrica de 50 obreros, o peor aun, que el propietario de un bar? Evidentemente, no. Quien principalmente dicta qué tipo de pintura tiene éxito, qué tipo se cotiza y cuál no, es la alta burguesía económica. La misma ejerce su dictadura cultural con sus mandarines, los intelectuales orgánicos, materializados en la figura del crítico de arte asalariado; personaje ruin, tramposo y arribista por naturaleza, que busca presto las subvenciones de los gobiernos de las diferentes instituciones del Régimen, la Banca y los capitalistas.

El crítico de arte, cumple el papel de vocero de la alta burguesía. Él adorna los designios económicos de aquélla, hasta convertirlos en verdades estéticas (no sin cierta autonomía en las distancias cortas). Embellece con vacía retórica las más absurdas y mediocres exposiciones de pintura, que no pocas veces, él mismo, como comisario, tiene a bien dirigir. De este modo, consigue aumentar su prestigio como dócil sabueso del Régimen y agradar a su amo, el distinguido y honorable señor Don X, el cual, lo recompensará con una columna fija en la sección cultural de su periódico nacional.

Distintos tipos de pintura para cada estrato burgués

La élite compra por el nombre del autor, por la pura y dura cotización de la obra en el Mercado del Arte. Negocio éste, que seguramente, ayuda a mantener o difundir de algún modo, bien montando exposiciones desde una fundación para desgravar impuestos de alguna de sus múltiples empresas; o bien desde las páginas de su prensa mediante la voz de sus mandarines. Por tanto, a la élite no se le puede atribuir preferencia por ningún estilo pictórico concreto. Lo mismo compra una obra de Picasso que una obra de Rembrandt, una pintura de Pollock que otra de Hopper. Lo único que le importa es su cotización actual y la plusvalía que pueda reportarle en un futuro cuando la venda3.

Los estratos secundarios de la burguesía (a la vez divididos en diversas gradaciones según sus activos y poder adquisitivo) compran siguiendo los patrones del grupo anterior, pero hasta donde lleguen sus posibilidades. Evidentemente, jamás podrán comprar un Van Gogh o un Miró de los grandes, pero sí dibujos preparatorios de Degás o un cuadro no muy conocido de Soroya. Utilizan el arte, principalmente, para darse prestigio con sus amigos ricos, como modo de proyectar un estatus y afianzarlo. Algunos de ellos son firmes creyentes de las verdades de los propios mandarines, los críticos de arte. A otros miembros en cambio, les importa un «bledo» el Arte, como le ocurre a una gran mayoría de la élite, pero lo coleccionan porque así lo manda el libro no escrito del buen burgués4. Del mismo modo que saben que deben tener un Mercedes o un Jaguar, vestir un traje de Armani o cazar antílopes con una escopeta Kemen, compran arte para obtener prestigio simbólico, de cara a los miembros de su clase.

En cambio la pequeña burguesía, dependiendo de si pertenece a una gran ciudad o una pequeña, tiene gustos que van desde un extremo del espectro formal al otro. Desde las copias del arte «de moda», realizadas por artistas de baja cotización, siguiendo los patrones de los mandarines nacionales, hasta la pintura naturalista o impresionista de los enclaves más conocidos de la localidad en cuestión (catedrales, miradores, playas, montañas, plazas mayores, etc) o los aburridos bodegones del pintor hiperrealista de turno. La pequeña burguesía, en su sector «moderno» o falsamente ilustrado, pertenece al más auténticamente «creyente» de la política cultural de los mandarines y la élite capitalista. La pequeña burguesía «menos educada», prefiere los cuadros de monumentos o paisajes típicos de su localidad. En cualquier caso, cree verdaderamente que lo que compra le gusta y tiene calidad artística «per se». Este estrato también engloba a los sectores de clase media, tipo profesionales liberales o aristocracia obrera bien remunerada, como funcionarios o técnicos especialistas.

El problema de este secuestro de la Pintura, heredada desde que se dejó de realizar en las cuevas con intenciones mágico-religiosas o simplemente estéticas, permanece con la sociedad de clases capitalista5, llegando en ésta, al nivel más ínfimo de calidad que se recuerda en toda la Historia comparándola con el desarrollo de otras manifestaciones de la actividad humana. Otra causa que incide sobre este fenómeno fue la aparición de la fotografía a mediados del siglo XIX. La cual fue suplantando a la Pintura como modo de dejar testimonio visual de personalidades, acontecimientos y escenarios de diversa índole. También la reemplazó en su clásico papel de propaganda política. A partir de ese momento, la Pintura fue buscando su camino hasta llegar al escenario descrito anteriormente.

Nunca antes se colaron en esta disciplina, tantos artistas advenedizos y farsantes como en la actualidad, donde su uso social es residual en una cultura crecientemente intangible6. Su práctica y sentido social quedan cada vez más relegados a tratamientos psicológicos y distracción de jubilados; en parte, por el triunfo de las tesis kantianas sobre el desinterés del juicio estético por lo práctico, y llegando a su apogeo con la conocida fórmula burguesa de «el arte por el arte»7. Un arte absoluto, ajeno al mundo de donde surge, como una material del Más Allá o un meteorito que llega del espacio exterior para caer certeramente en una prestigiosa sala de exposiciones de Nueva York. Así quiere la burguesía que veamos la Pintura y las Artes Plásticas en general. Un arte donde todo vale, y por tanto, nada vale. Donde el hechicero, el mandarín del crítico, con su dedo del Más Allá o del espacio exterior decide qué procede del Reino de los Cielos, qué viene desde una lejana galaxia o qué no merece entrar siquiera en la categoría de «Arte»8, haciéndole creer al pueblo que si lo que el «experto» celebra no le gusta , es «porque no tiene suficiente preparación o cultura», tratándolo como a un niño pequeño sin personalidad cuando no se adapta a su política oficial9.

Este arte, es muy útil para los intereses de la burguesía, para los intereses del «status quo». Porque un arte que no habla de nada, no mueve al pueblo, a la humanidad, a ningún sitio, excepto a la más absoluta vacuidad.

El Sociorreproduccionismo Prepictórico nace en este difícil contexto para liberar a la pintura del yugo del Capital, de la Dictadura de la Burguesía y de su Élite.

Se circunscribe dentro de un movimiento más amplio que los socialistas y los comunistas auténticos hemos de construir, para prepararnos de cara a la revolución socialista y la imposible restauración posterior del capitalismo. Para que no ocurra como en muchas revoluciones del siglo XX que perecieron y retornaron al capitalismo, no sólo por los continuos ataques del imperialismo mundial, sino por sus propios defectos y carencias, siendo muy significativas las culturales.

Este movimiento, que llamaré Cultura de Resistencia Socialista (CRS), nos es urgente y necesario para desintoxicarnos de la cosmovisión burguesa del mundo. Ideología alienante que amputa nuestros sueños de mil formas, desde las más descaradas hasta las más sutiles, y por tanto, peligrosas. Debemos construir un nuevo paradigma cultural basado en los mejores valores clásicos del socialismo y del ser humano, atendiendo al siguiente axioma de Karl Marx: «La desvalorización del mundo humano crece en razón directa a la valorización del mundo de las cosas». No basta con nacionalizar la economía, colectivizar las tierras, abolir la herencia y democratizar la política (cosas todas ellas imprescindibles). Nuestro mundo, debe ser cada vez más el del hombre y menos el de las cosas, más el de la cultura y menos el del consumo, más del ser y no tanto el del tener.

¿Qué es el Sociorreproduccionismo Prepictórico?

Es un sistema socialista de distribución y acceso a la pintura que elimina el máximo posible las distinciones de renta en una sociedad clasista como la capitalista, rompiendo con el elitismo imperante en las exposiciones burguesas. Normalmente, éstas tenían un precio de compra de la obra original prohibitivo para la clase obrera, los estudiantes, parados y el resto del pueblo. Él mismo no podía acceder a la adquisición de pinturas originales, ni siquiera en las exposiciones del estrato bajo de la burguesía o las clases medias. Difícilmente un obrero, y con toda razón, podía pensar en comprar una obra que equivalía a todo su salario mensual, o incluso que lo multiplicaba hasta dos y tres veces. Por ello, la Pintura siempre se ha visto como una disciplina artística elitista, no en su contemplación, pero sí en su adquisición.

¿Cómo evita este elitismo el Sociorreproduccionismo Prepictórico? Éste es un sistema de resistencia, no un sistema perfecto ni ideal, porque se dará dentro de una sociedad muy imperfecta como es la capitalista. Pese a ello, en su interior, desarrollará la semilla de la conciencia y el igualitarismo necesarios para el posterior desarrollo del socialismo. El método consiste en que, al inaugurarse una exposición, el artista llegará a un acuerdo con el pueblo representado por el público visitante. El pintor, enmarcado en la Cultura de Resistencia Socialista, se comprometerá con el público a que durante la exposición, ningún cuadro de la misma será vendido a un comprador directo. Ninguna persona con mayores recursos que otra podrá comprar directamente la pieza original. La única forma de acceder a la misma, será adquiriendo una de las sociorreproducciones prepictóricas que darán derecho a la participación en un sorteo de dicha obra.

¿Y qué es eso? Son reproducciones fidedignas de alta calidad de cada lienzo que se encuentre expuesto. Estas sociorreproducciones tienen un valor estético en sí, debido a su alta definición y cromatismo. Las sociorreproducciones tendrán un precio absolutamente popular10 que estará relacionado con el salario mínimo profesional del país en cuestión, siendo un dividendo pequeño del mismo. Al comprarlas, el público adquirirá una participación, dividida en dos mitades con el mismo número impreso, para la adquisición de la obra original. Una mitad se depositará en una urna transparente colocada a la vista de todos para garantizar la veracidad del proceso; la otra, se la llevará el ciudadano consigo para tenerla el día del sorteo y comprobar que efectuó la compra en caso de duda. El último día de la exposición, se hará un sorteo con la presencia del público que desee asistir. Por cada 50 participaciones expedidas (por cada 50 compradores, que no compras), se dará un cuadro al número ganador, comenzando el compromiso del artista por sortear uno sin importar si se llega o no a ese mínimo. Cada 50 compradores más, se sorteará una nueva obra original. Al llegar a 100, dos obras, 150, tres, y así sucesivamente. La extracción de los números agraciados se hará por una mano inocente de entre los asistentes, después de mover la urna y mezclar los números, a la vista de todo el público participante. Los ganadores se llevarán la pintura original de la obra que previamente compraron como sociorreproducción.

¿Cómo se evitan las desigualdades de acceso a la obra original?

Para que no prevalezca la renta en este sistema, se dará sólo una participación a cada ciudadano que compre al menos una sociorreproducción, y no una participación por cada compra, como sería de esperar. De modo que, si un ciudadano de un estrato superior de la clase obrera o perteneciente incluso a la pequeña burguesía, intentase comprar más sociorreproducciones para conseguir de este manera más participaciones y con ello más posibilidades para que le tocara un lienzo original (como si fuesen décimos lotería), no tendría más posibilidades que un desempleado o que un obrero no cualificado para obtener la obra original. O sea, al ciudadano, tanto si compra cuatro sociorreproducciones como si compra una, se le expide una sola participación para el sorteo. Esto es un sacrificio y un compromiso del artista, el cual debido a su ética socialista, no puede aceptar que el Sociorreproduccionismo Prepictórico se transforme en una rifa de feria, donde se premie al que más dinero tenga para comprar más «papeletas». El artista socialista entiende, que si un trabajador, y más en estos tiempos de crisis, decide gastar su dinero en una sociorreproducción, ya es prueba más que suficiente para premiarle con la posibilidad de llevarse una obra original, que tanto esfuerzo y tiempo le ha costado elaborar.

¿Cuál es la cotización de la obra en este sistema?

El «minimum» de precio de partida, se calcula como el de un obrero especializado autónomo. Es una estimación del tiempo trabajado en todas las pinturas en conjunto, más los materiales y gastos de transporte. De esta manera el artista, desciende al terreno de los mortales, separándose del concepto de artista-genio tan promocionado por los agentes del sistema capitalista. Si es buen o mal artista, si es buen o mal artista trabajador, si está en conexión o no con el pueblo, el mismo público será el encargado de sancionarlo.

De todos modos, el precio al que se llegará al final depende por entero de la aceptación media que el conjunto de la obra tenga en la exposición. Serán los propios ciudadanos, los que decidirán la cotización de la misma con su compra, y no ningún crítico-mandarín apoyado en los medios de la élite burguesa. Pero, ¿cómo? El artista pondrá un minimum al que se podrá llegar o no. En el estreno del Sociorreproduccionismo Prepictórico10 serán 50 compras, un mínimo de 50 sociorreproducciones para obtener una pintura original. Pero la dialéctica de la exposición es tan verdaderamente democrática y abierta, que es posible que si al público no le agrada la obra expuesta, no se llegue ni a ese «mínimum» y el artista con su precompromiso de entregar al menos una obra, se viera obligado a sortearla sin haber llegado al precio mínimo que estimó.

Lo bonito del caso es que si el artista tuviera éxito y aceptación por parte del público, su obra subiría de cotización. ¿Cómo? Simplemente si cada ciudadano o algunos del público compraran más de una sociorreproducción, sabiendo de antemano, que esto no aumenta sus posibilidades de hacerse con una obra original. Si el público comprara de media dos o tres sociorreproducciones «per cápita», la cotización de la obra se multiplicaría por dos o tres como premio por la aceptación de su arte. El artista recibiría el doble o el triple de ingreso, mientras que cada ciudadano-comprador seguiría manteniendo las mismas oportunidades (2%) de hacerse con la obra, debido a que se expediría una única participación por persona, al margen del número de obras que comprara cada cual. Con el «plus», de que el precio de la sociorreproducción seguiría siendo el mismo. De esta manera la cotización no dependería de la influencia de un crítico-mandarín sostenido por la élite burguesa, sino del mismo público de las clases populares.

En definitiva, el Sociorreproduccionismo Prepictórico se presenta como una posibilidad para que el pintor, con la necesaria ayuda y participación del pueblo, libere a la Pintura y las Artes Plásticas de sus cadenas históricas. Ayudando además, al desarrollo de una cultura necesaria: la cultura socialista.

La primera muestra del Sociorreproduccionismo Pictórico tendrá lugar en la exposición de Jon Juanma «Arte Popular,» la cual se celebrará en la ciudad de Orihuela (Alicante), entre los días 19 de diciembre y 18 de enero. La inauguración será el viernes 19, a las 20:30 horas, en la Calle Rufino Gea, nº5, Bajo, en la travesía que va desde El Casino hasta el Teatro Circo.

Para ver una parte de la obra plástica del autor: http://jon- juanma .artelista.com/


Notas:

1. Esto ocurre ahora, sin ir más lejos, con todo el arte que se desarrolló en los países del llamado «socialismo real». No hay ni rastro del mismo. El sistema se encarga de ahogarlo en el olvido. Si uno intenta buscar un monográfico sobre la Pintura Soviética o sobre su vanguardista cine de animación (1917/1991), mejor busque otra cosa. Con toda seguridad, le será más fácil, coleccionar anuncios metálicos de Coca-Cola de los años cincuenta o estudios comparativos sobre la producción de la Mariquita Pérez entre la España franquista y la Cuba batistiana. Ya se sabe, cuestión de prioridades históricas, cosas del «libre mercado» y la mano que mece la cuna…digo… «la mano invisible».

2. Término que vino a significar una reducción de la tradición realista europea del siglo XIX, corsé que amputó las posibilidades imaginativas de los grandes maestros soviéticos que, debido a una interpretación mecanicista y vulgar del marxismo, se vieron atrapados en la rígida estructura estalinista. Una lástima, porque seguramente no hubo nunca en la faz de la Tierra una Academia de Bellas Artes que diera tan grandísimos maestros desde un punto de vista técnico.

3. Imaginemos un ejemplo. El magnate de turno, el Señor Z (de zorro, por decirlo suave), hace una compra de 20 cuadros de Cézanne como inversión. Entonces de repente, como «por casualidad», su Fundación Z, que utiliza para desgravar impuestos de su Multinacional Z, hace una retrospectiva de Cézzane, llamada «Cézanne en Provenza» y también, por mera coincidencia, en sus periódicos y revistas dicen que lo que está de moda en Cultura es visitar la Sala de Exposciones de la Fundación Z en donde hay una maravillosa retrospectiva del pintor francés. Por supuesto, al cabo de un tiempo, el Señor Z pondrá a subasta algunos de esos cuadros tan preciados y los venderá por un precio mucho mayor que los compró, debido a la revalorización «casual» que sufrió su obra durante ese tiempo. Vamos, todo, ¡por amor al arte!

4. Muchos de ellos son nuevos ricos sin formación y con poco bagaje cultural que, atendiendo a su filosofía de vida sumamente pecuniaria, creen que pueden comprar prestigio cultural del mismo modo que compran un par de zapatos.

5. Una excepción parcial sería el fenómeno grafiti, que tiene muchos puntos en común con el muralismo. Sin embargo, el Sociorreproduccionismo Prepictórico, aprovechándose de los adelantos técnicos de la Era de la Reproductibilidad, tiene una potencialidad de llegar a un público exponencialmente mayor alcanzando, una inigualable sociabilización y democratización del Arte.

6. Para ver cómo el capitalismo, de modo creciente, diluye las fronteras que históricamente han marcado las diversas, pero semejantes, culturas humanas, entre cosas de comer, cosas de usar y cosas de mirar; y cómo una fuerza centrífuga que precipita a la cultura humana por un enorme agujero negro en donde todo tiende a ser, simplemente, cosas de comer (consumir/destruir); recomiendo leer el excelente ensayo de Santiago Alba Rico: «La ciudad intangible» (2001). De esta enorme impostura cultural, no se libra claro está, la Pintura, que queda sin el aire que necesita para vivir: el tiempo, para mirarla y reflexionar. Tiende a ser consumida y por tanto destruida, de la misma forma que lo hacemos con un anuncio de perfume o una hamburguesa del McDonalds, que inmediatamente engullimos en nuestro difuso universo icónico o en nuestra endeble salud hiperquímica.

7. Ejemplificada en el arte abstracto, que no por casualidad es el favorito en todas las oficinas de las principales instituciones financieras. Para saber un poco más acerca de la conexión entre el abstraccionismo y los poderes fácticos capitalistas, leer el excelente capítulo «Garabatos yankees», del magnífico libro » La CIA y la Guerra Fría Cultural» (2001), ejemplo de periodismo de investigación, de la británica Frances Stonors Saunders

8. El absurdo al que hemos llegado es importante. El crítico puede llegar a decidir qué es Arte o qué no llega a esa categoría, como afirma el crítico norteamericano George Dickie. Esta impostura sería difícilmente sostenida en música o literatura, donde aunque las obras sean malas o no del gusto de un sujeto en particular, a nadie se le ocurriría decir que tal grupo no hace música o tal escritor no hace literatura. En todo caso, nos puede parecer «mala música» o «mala literatura», pero no negar la naturaleza del objeto analizado. Sería igual que decir que una persona por no gustarnos, no llega a la categoría de persona: «Miguel me cae mal, por tanto no es un hombre.» «María es fea, por tanto no es una mujer.»

9. Curioso el doble rasero de los voceros del régimen. Cuando el pueblo no está de acuerdo, es que no entiende, como un infante sin preparación. En cambio, cuando tras unas elecciones generales por poner un ejemplo, gana cualquiera de los partidos del régimen, los voceros lo alaban apelando a su «madurez democrática». Según ellos, para opinar sobre arte hay que ser experto, Licenciado en Bellas Artes o Filósofo especializado en Estética, pero para votar no hace falta ser Licenciado en Ciencias Políticas ni en Historia. Evidentemente, un especialista en cualquier materia tendrá más bagaje que otro que no la tenga, pero al igual que hay Licenciados en Política de derecha y otros de izquierda. ¿Qué pasa con el arte? ¿Que si te niegas a creer sus dogmas eres «gilipollas»? Pues bien, yo mismo, me licencié en Bellas Artes en su sistema ortodoxo burgués, con todas sus mentiras y medias verdades sobre el arte moderno. Además, obtuve Premio Extraordinario Final de Carrera, y por tanto, quedo legitimado según su falso criterio, para opinar sobre arte. Pues bien señores, la diferencia entre antes de entrar a su facultad y ahora, es que, al principio, tenía un poco la duda existencial sobre porqué no me gustaba gran parte del arte actual. La duda era provocada por la humildad de quien sabe que no ha contrastado lo suficiente, del joven aprendiz. Tres años después de licenciarme y tras un estudio profundo sobre el tema, incluidos muchos libros de los suyos (que son los que copan las librerías y bibliotecas), afirmo en voz alta que más del 90% del arte oficial actual, promocionado por sus galerías e instituciones «públicas», es simple y llanamente, tanto formal como conceptualmente, una» puta mierda».

10. El precio de cada reproducción, en la primera exposición del Sociorreproduccionismo Prepictórico, será de 25€, lo que equivale a menos del 5% del salario mínimo interprofesional en España. Con este precio, una persona podrá llevarse la obra original en el sorteo el último día de exposición, teniendo las mismas posibilidades que cualquier otra, que gaste el mismo dinero o más, comprando igual o más reproducciones.