Traducción para Rebelión de Loles Oliván
El jefe del comité encargado de erradicar a los iraquíes vinculados con el depuesto régimen de Sadam Husein y que fue detenido por supuestos vínculos con milicias chiíes fue asesinado a balazos la noche del jueves en Bagdad, según las autoridades.
Ali al-Lami era una figura controvertida de la política iraquí que tenía estrechos vínculos con el vecino gobierno musulmán chií de Irán y era conocido por el vigor con que trató de erradicar de todas las esferas del gobierno iraquí a los partidarios del periodo de Sadam Husein. Asimismo entró en conflicto con Estados Unidos por su implicación en un atentado que mató a estadounidenses.
El papel que desempeñó el año pasado tratando de expulsar a cientos de candidatos suníes que se presentaban a las elecciones parlamentarias por supuestos vínculos con el régimen de Sadam alimentó las críticas sobre que los chiíes iraquíes, respaldados por Irán, estaban tratando de marginar a los suníes del poder, lo que amenazó con que volvieran a prender las tensiones sectarias.
Ahora se ha convertido en la última víctima de una campaña de asesinatos que recorre Bagdad e Iraq y que ha causado la muerte de decenas de figuras políticas y gubernamentales iraquíes.
El principal portavoz militar en Bagdad, el general Qasim al-Musawi, ha declarado que hombres armados abrieron fuego y mataron a al-Lami cuando iba en su automóvil por el este de Bagdad. Su conductor también murió en el tiroteo, han indicado dos agentes de policía.
Al-Lami acumuló una larga lista de enemigos políticos durante los años que pasó en la escena política iraquí. Durante mucho tiempo fue sospechoso de tener vínculos con Irán y Hizbolá en Líbano. Dirigió el Comité de Rendición de Cuentas y Justicia responsable de la tarea de vetar a individuos que trataban de obtener puestos en el gobierno o tener cargos políticos por vínculos con el Partido Baaz de Sadam Husein, que gobernó Iraq durante décadas.
Durante las elecciones parlamentarias del año pasado el comité intentó prohibir que cientos de candidatos participasen. La mayoría eran del bloque Iraqiya respaldado por suníes y que obtuvo la mayoría de los escaños en las elecciones.
El que era entonces el máximo comandante militar estadounidense en Iraq, general Ray Odierno, mantiene que al-Lami y Ahmed Chalabi, también miembro del comité, estaban influenciados por Irán en donde habían asistido a reuniones con el régimen chií.
Uno de los objetivos de la comisión fue Saleh al-Mutlaq, quien más tarde se convirtió en vice primer ministro como resultado de las largas negociaciones para la consecución de un nuevo gobierno encabezado por el primer ministro chií, Nuri al-Maliki.
Hablando desde Jordania, al-Mutlaq se ha mostrado conmocionado y entristecido por la muerte de al-Lami.
«Era un ser humano y un iraquí. Lo conocía personalmente», ha dicho al-Mutlaq, quien ha añadido: «Estaba dirigido por el régimen iraní. Cumplía órdenes».
El vice primer ministro ha señalado que es demasiado pronto para decir quién es el responsable de su muerte pero ha dicho que «miles de personas están viviendo en muy malas condiciones porque que se vieron afectadas por esta organización», en referencia al Comité de Rendición de Cuentas y Justicia.
Los partidarios y amigos cercanos de al-Lami han tenido claro inmediatamente quién lo ha matado. Un portavoz de Chalabi ha declarado que al-Lami ha sido asesinado probablemente por leales al Partido Baaz furiosos por su campaña contra de ellos.
«Mi primer sospechoso sería el partido Baaz», ha dicho Entifadh Qanbar. «Estoy muy seguro de que los baasistas tienen un resentimiento muy grande en su contra… Recibió muchas amenazas».
Al-Lami fue detenido por las fuerzas estadounidenses e iraquíes en 2008 por presuntos vínculos con las milicias chiíes apoyadas por Irán y fue acusado por funcionarios de Estados Unidos de aquel momento de estar involucrado en un atentado que mató a ocho personas, entre ellas dos soldados y dos empleados del Departamento de Estado estadounidenses.
Su detención reforzó las sospechas sobre la influencia de Teherán en el gobierno iraquí dirigido por chiíes.
La muerte de Al-Lami se ha producido el mismo día en que los seguidores del clérigo antiestadounidense Muqtada al-Sadr celebraban una gran manifestación concebida como un espectáculo de fuerza contra cualquier intento de permitir que las fuerzas estadounidenses permanezcan en Iraq más allá de su fecha límite de 31 de diciembre.
En virtud de un acuerdo entre Washington y Bagdad, las 46.000 tropas que siguen en Iraq deben irse el 31 de diciembre. La inestabilidad generalizada de Iraq y el mantenimiento de combates por parte de las fuerzas de seguridad han llevado a Estados Unidos y a los dirigentes iraquíes a reconsiderar el plazo por el bien de la seguridad del país.
Funcionarios estadounidenses han estado presionando a Iraq para que decidan si quieren que las fuerzas estadounidenses se queden y al-Maliki ha dicho que lo discutirá con los principales bloques políticos del país.
Pero las multitudes en las calles de Ciudad Sadr, un barrio pobre en el este de Bagdad, que es un bastión de al-Sadr, han sido una dura advertencia a al-Maliki acerca de lo que se arriesga si las fuerzas de Estados Unidos permanecen más tiempo.
Decenas de miles de milicianos chiíes que pertenecen a la milicia armada Al-Mahdi, de al-Sadr y otros partidarios marcharon por las calles. Aunque no portaban armas, sus uniformadas camisetas y gorras y su manera de desfilar al unísono evocan el espíritu de un desfile militar en lugar de una manifestación política.
«Reclamo la retirada de la ocupación. Estoy dispuesto a luchar desde este momento. Estoy dispuesto a sacrificarme. Estoy preparado para la muerte», decía un manifestante de 42 años de edad, Husein Abu Lika.
Los miembros de la milicia ondeaban banderas iraquíes y gritaban «No, no, América».
Se habían pintado en el pavimento banderas de Estados Unidos, de Israel y de Gran Bretaña para ser pisoteadas por los manifestantes; helicópteros militares iraquíes sobrevolaban mientras los soldados hacían guardia.
Al-Sadr es uno de los pocos líderes políticos iraquíes, tal vez el único, capaz de alzar una gran multitud. Muchos de ellos son chiíes empobrecidos del sur de Iraq y de Bagdad que se sienten atraídos por su retórica anti-estadounidense y nacionalista y por las profundas raíces de su familia en la vida política y religiosa iraquí.
Pero para muchos iraquíes, al-Sadr y su Ejército del Mahdi son poco más que unos matones culpables de algunos de los peores ataques sectarios durante la insurgencia.
Fuente: AP a través de Uruknet: http://www.uruknet.de/?s1=1&p=