Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Una semana después del día más letal de violencia sufrido en Iraq desde hace más de dos años, una serie de desperdigados ataques por todo el país, en los que se utilizaron bombas de menor potencia, se llevó el pasado domingo las vidas de otras doce personas, dejando también más de cincuenta heridos.
Aunque en Iraq había disminuido la violencia de forma notable desde 2007, muchos iraquíes temen que se produzca una escalada antes de las elecciones parlamentarias fijadas para el 16 de enero. Desde los ataques del 25 de octubre, que mataron a 155 personas y destruyeron tres edificios gubernamentales, las autoridades han arrestado a docenas de sospechosos y de funcionarios de seguridad, arremetiéndose contra el gobierno desde muchos sectores por su fracaso a la hora de velar por la seguridad.
El pasado domingo, el Vicepresidente Tariq Al-Hashemi manifestó en un comunicado que el ataque perpetrado esa semana en Bagdad era previsible, culpando del mismo «a los catastróficos vacíos y fallos de las fuerzas de seguridad».
Los ataques del domingo se produjeron mientras los legisladores iraquíes siguen sin ponerse de acuerdo acerca de la normativa que regulará las elecciones de enero, a pesar de las advertencias de que cualquier retraso puede impedir que se lleven a cabo en la fecha señalada. El domingo, en vez de dedicarse a resolver la cuestión, las discusiones en el parlamento se centraron en otros asuntos.
Las bombas del domingo, el primer día de la semana laboral iraquí, mató tanto a oficiales de policía como a civiles y golpeó en zonas sunníes y chiíes.
En el más mortífero de los ataques, una bomba colocada en una moto aparcada explotó cerca de un control policial y de un atestado restaurante de kebab, cerca de la sureña ciudad de Hilla, matando a cinco personas e hiriendo a treinta y siete.
«Después del ataque, no llegaba ninguna ambulancia, es lo que sucede siempre», dijo Habib Alwan, de 25 años, que declaró haber sido testigo de la explosión. «La policía cerró toda la zona y la gente empezó a pelearse con ellos porque querían llegar hasta el lugar del suceso para ver qué había pasado con sus familiares».
Hilla, una ciudad predominantemente chií, a unos 90 kilómetros al sur de Bagdad, fue el lugar donde en 2005 un suicida-bomba mató al menos a 114 personas, hasta ahora el ataque más letal desde que empezó la invasión en 2003.
En otro lugar, una bomba-lapa adosada en un minibus que llevaba a 21 pasajeros, explotó cerca de un control en la provincia de Kerbala, al suroeste de Bagdad, matando a tres personas e hiriendo a otros doce. Kerbala, hogar de una de más sagradas mezquitas chiíes, había sido un lugar relativamente pacífico hasta que en los últimos meses empezaron a producirse una sucesión de ataques.
Cerca de Ramadi, situada al suroeste del triángulo sunní iraquí, un coche-bomba y un suicida-bomba, que llevaba adosado un cinturón cargado de explosivos, mataron a dos oficiales de policía e hirieron a cinco personas. Ramadi, una de las ciudades más peligrosas de Iraq, ha sido durante dos años un modelo de progreso en el país desde que los líderes tribales y las fuerzas de la contrainsurgencia estadounidense derrotaron a una célula de Al Qaida. Pero los recientes ataques han creado gran preocupación de que Al Qaida y otras fuerzas insurgentes puedan estar reorganizándose de nuevo.
El Sheikh Ali al-Hatem, uno de los líderes de los Consejos del Despertar sunní, el grupo que obtuvo reconocimiento por haber hecho disminuir la violencia, culpó a la policía y al consejo provincial del «deterioro de la situación de la seguridad», diciendo: «Aquí no hay policía, sólo tienen de tal el nombre pero no hacen absolutamente nada».
Desde septiembre, ha habido al menos ocho ataques contra los oficiales de policía y otros funcionarios que han matado a más de setenta y herido a varias docenas más en la provincia de Anbar, en la que se integra Ramadi.
También explotó el domingo un artefacto explosivo improvisado en la provincia de Mosul, matando a dos soldados iraquíes e hiriendo a un tercero; también murieron por disparos cuatro oficiales de policía.
A lo largo del mes de octubre, han muerto 435 personas entre civiles y personal de seguridad, lo que supone un incremento de la cifra de 379 muertos de septiembre, pero considerablemente menor al pico de 677 de abril, según el Ministerio de Información. Las estadísticas no cuentan las muertes que se producen en la norteña región del Kurdistán. En junio, las tropas estadounidenses se retiraron de pueblos y ciudades, transfiriendo las responsabilidades de seguridad a las fuerzas iraquíes.
(A esta información han contribuido empelados del The New York Times en Babilonia, Kerbala y Mosul).
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