Javier Couso, hermano del cámara asesinado en el ataque al Hotel Palestina, ha estado en Bagdad «1.826 días después» para «poner en pie el recuerdo de los crímenes de guerra, la lucha contra la impunidad y el homenaje merecido a José, en el lugar de su asesinato».
Es muy duro ser de repente, familiar de una víctima de un crimen de guerra. De pronto te encuentras en el centro de la diana del dolor y apenas puedes discernir que es lo correcto y lo que no. Los primeros momentos son los del estupor, golpeado por un mazo, parece que el tiempo se para, y un silencio de muerte te rodea como en una burbuja estanca. Es difícil, además, cuando el asesinato, lo puedes contemplar en directo junto a millones de personas. Observar casi en tiempo real, como tu hermano es asesinado, constituye la materialización de una pesadilla que te transporta de pronto al protagonismo de una película de terror.
En el asesinato de José Couso, como en el de la mayoría de los asesinados o desaparecidos, pasas a encontrarte inmerso de por vida, en una carrera de largo recorrido contra el olvido y la impunidad. Es curioso entender al instante, con meridiana claridad, los pasos dados antes de ti, por toda la gente activa que ha pasado por el mismo trance. Luchar contra el olvido, es algo que pertenece ya a la memoria colectiva, en el caso de los detenidos y desaparecidos en Chile, Argentina o en cualquier otro lugar. Es un lema que sabes desde pequeño, que has oído en muchas entrevistas o reportajes, pero que en el momento en que pasas a ser parte involuntaria de la familia de las víctimas, adquiere de verdad la dimensión real, que es al fin y al cabo la esencia de la batalla que apenas comienza.
El crimen contra mi hermano, se enmarca en un proceso de convulsión y movilización social contra la agresión a Iraq, que en un fenómeno inédito y esperanzador, echó a la calle a millones de personas indignadas. Los ataques de aquel 8 de abril de 2003 contra todas las sedes informativas independientes que se encontraban en Bagdad (Al jazeera, Abhu Dabi TV y el Hotel Palestina), conmocionaron a una opinión pública mundial, mayoritariamente en contra de la invasión, pues pusieron de manifiesto una intencionalidad obscena de amedrentamiento público contra la prensa no empotrada con las tropas agresoras.
En el caso específico de nuestro país, supuso de hecho, la puesta de un rostro cercano a las miles de víctimas iraquís y la evidencia de un doble discurso de respeto a la prensa y de moralidad acorde a las Convenciones de Ginebra, que se transmutó en un instante en la evidencia de una intencionalidad manifiesta e indisimulada de atacar sin miramientos todo lo que se escapaba al control de las tropas invasoras.
No en vano en nuestras primeras manifestaciones públicas del 10 de abril, ya nos preguntábamos; «si son capaces de ASESINAR a un periodista acreditado como nuestro hermano, en pleno centro de Bagdad y a ojos de toda la comunidad internacional, ¿qué no estarán haciendo con los civiles o con los que consideran enemigos que encuentran a su paso?».
Desde el principio, quisimos huir de una denuncia exclusivamente corporativa, centrada solo en los periodistas, para asumir que nuestro hermano era una víctima más, igual a los miles de muertos iraquís y que nuestra lucha, aunque haciendo hincapié en la importancia de los ataques a la prensa en un intento de controlar la información que salía al mundo, no tendría jamás una orientación exclusivamente periodística o eurocentrista, como de hecho son la mayoría de las informaciones que circulan hoy sobre la invasión y ocupación de Iraq. José, aún doliéndonos más en lo personal, tendría el mismo valor que cualquier iraquí asesinado.
En los primero momentos nos sentimos completamente arropados, incluso algunas veces sobrepasados. El caso copaba las portadas, abría informativos. Miles de personas se sumaban a nuestras convocatorias, cientos de colectivos se solidarizaban con nosotros e incluso, asociaciones profesionales y partidos políticos trataban de arrimar el ascua a su sardina. Fueron momentos plenos que nos daban la gasolina que necesitábamos para continuar, pero que a la vez, nos obligaba a estar lidiando a todas horas para mantener la independencia y el carácter no excluyente de nuestra lucha.
Cuando estás en esa burbuja de dolor, en medio de la vorágine de movilizaciones, reuniones, pronunciamientos públicos, viajes, charlas, etc….. El tiempo pasa rápido y casi no eres consciente de cómo se va transmutando la realidad que te rodea. En el mundo en que nos ha tocado vivir, todo pasa de moda, todo tiene fecha de caducidad y más en el plano fulgurante de los informativos, donde las grandes empresas de la comunicación fabrican las noticias como si de comida rápida se tratase.
Al ir pasando los meses y los años, vas viendo como te vas quedando más solo, como hasta las personas que te acompañaban se sienten incomodas con tu persistencia. Primero se marcharon muchos periodistas, molestos por sacar el caso de lo estrictamente corporativo, sin querer entender la contextualización que enlaza directamente el ataque a la prensa no empotrada con el diseño de la agresión a Iraq. Más tarde fueron despareciendo, no sin antes haber intentado mediatizar nuestra actuación, la mayoría de las asociaciones y partidos políticos que no pudieron utilizar para sus intereses nuestra lucha o que solo la entendía de cara a sacar rédito electoral. Y finalmente desaparecieron, no todos afortunadamente, pero si muchas personas, que estaban codo a codo trabajando con nosotros. Unos por el cansancio de un trayecto tan largo, otros por no manejar nada más que en teoría lo de que lo personal es político, e incluso algunos, cuando satisficieron sus ansias aventureras al viajar a lugares lejanos, que solo en el marco de esta lucha podían visitar.
Nos fuimos quedando más solos. El tiempo hizo la función de tamiz, separando la paja del trigo. Pero, afortunadamente, no nos abandonó todo el mundo. Personas anónimas nos acompañaron, y siguen haciéndolo, en las concentraciones, conferencias o actos que hemos realizado a lo largo de 23 países. Muchas asociaciones y colectivos continúan apoyando nuestra actividad. Y también, algunos periodistas valientes y con memoria, luchan dentro de la precariedad laboral e informativa, para seguir recordando el caso.
La lucha contra la impunidad, es algo que la mayoría tenemos claro. Es evidente que los militares estadounidenses se blindan ante el Derecho Internacional, antes incluso de cometer los crímenes de guerra contra la población civil. Pero la lucha contra el olvido es la piedra angular sobre la que pivota la permanencia de nuestra batalla. La que impide que el asesinato de José pase al baúl de los recuerdos informativos. La que consigue que no caduque, como querrían sus asesinos. El olvido, en cualquiera de estas luchas, supone el doble asesinato de la persona muerta. Muerta dos veces, una por la mano criminal y otra por el olvido público. Y en esto si que hemos obtenido grandes victorias. Hoy José está vivo a lo largo y ancho del mundo como símbolo de la Libertad de Información y como un ejemplo palmario de los crímenes que se cometen día tras día en el Iraq ocupado.
Mantener esta tensión de vida, que el caso de José siga de vez en cuando rompiendo los muros del olvido ciudadano y mediático, nos ha obligado a mantener un despliegue permanente con actos de toda índole. Concentraciones mensuales delante de la Embajada de Estados Unidos, manifestaciones puntuales contra la actuación de Jueces y Fiscales que quieren dar carpetazo al tema, visitas a Instituciones nacionales e internacionales, centenares de conferencias, tanto aquí como en el extranjero, conciertos para visualizar y financiar nuestras actividades y anualmente la realización de viajes o actos que por su espectacularidad, vuelvan a poner el tema ante el tapete ciudadano e informativo. Viajes a Estados Unidos junto a las familias de los militares que se oponen a esta guerra, invitaciones a familiares de víctimas iraquís o de otras nacionalidades, participación de reconocidas personalidades de la cultura o el activismo y las visitas a Iraq son las herramientas que nos permiten romper el olvido.
Nuestro último viaje a Iraq, se enmarca dentro de esa filosofía. Por un lado honrar a José en el lugar en el que lo asesinaron y por otro, seguir contextualizando su asesinato en el marco de un Iraq, que al contrario de lo que dicen los arquitectos de este crimen, sigue en situación de guerra total, constituyendo de hecho el primer genocidio del siglo XXI, con más de un millón de muertos, según los últimos estudios de sobremortalidad
Todos lo viajes realizados a este país han resultado difíciles y peligrosos debido a la situación de terror generalizado. Pero el Bagdad que nos hemos encontrado en 2008 es aún peor de lo que habíamos visto en los años 2004 y 2005. La ciudad es una sucesión de cárceles confesionales, conformada por barrios amurallados donde se hacinan los vecinos. Cualquier movimiento normal se convierte en un calvario debido a los «check points» que se multiplican cada cientos de metros. El suministro de agua y electricidad es escaso y con continuos cortes. Los combates se suceden, y no pasa ni diez minutos sin que puedas oír tiros, explosiones o el bombardeo de helicópteros y aviones estadounidenses en pleno casco urbano. Las tropas invasoras y el ejército colaboracionista mantienen una presencia asfixiante y el terror de las milicias confesionales o los escuadrones de la muerte se evidencia continuamente, con la aparición diaria de decenas de cadáveres torturados, la mayoría de ellos pertenecientes a la sociedad civil y profesional opuesta a la invasión y a la partición confesional de Iraq.
Aún a pesar de esta realidad terrorífica, los iraquís que nos reciben, lo hacen de manera afable, con simpatía, comprendiendo que vengamos a honrar a nuestro muerto, como ellos hacen con los suyos. Fue emocionante percibir que el olvido de lo acontecido aquel 8 de abril, no había hecho mella en ellos y que lo tenían presente. Entendían meridianamente porque se había atacado el Hotel Palestina y porque se ha asesinado ya a más de 300 periodistas independientes. Como decía uno de ellos, «quieren ocultar al mundo el crimen que los estadounidenses están cometiendo en Iraq». Aparte de la afabilidad, nos dieron su apoyo activo. Consiguieron flores, trajeron velas, pegaron con nosotros los carteles informativos, nos facilitaron cualquier lugar que estimásemos oportuno y nos escucharon con atención, asintiendo al paso de nuestras palabras. Comprendiendo como tan bien saben los árabes, que nuestro dolor es el mismo.
Otra vez conseguimos vencer al olvido. 1826 días después, a pesar de vivir en la sociedad de la caducidad, conseguimos poner en pie el recuerdo de los crímenes de guerra, la lucha contra la impunidad y el homenaje merecido a José, en el lugar de su asesinato.
Nuestro grito, en castellano y árabe, rompió de nuevo los muros del ocultamiento, transmitiendo con voz alta y clara que José y los asesinados en Iraq, siguen viviendo en nuestro recuerdo activo. Su nueva vida insuflada por la lucha contra la Impunidad y el olvido les perseguirá a lo largo de la historia.
Nosotros por José y ellos por su país ocupado. Todos juntos contra el genocidio de Iraq.
José Couso Crimen de Guerra Investigación y Justicia.
Nota: El texto que aparece en la versión impresa del periódico es un resumen de este artículo.
http://www.josecouso.info/article.php3?id_article=333