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Bagdad en una época de cólera

Fuentes: McClatchy Newspapers

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

 

Basura y deshechos contaminan un canal que discurre junto a un campo de refugiados en Bagdad

Seis años después de la invasión, el agua sigue siendo imbebible en Bagdad

La fetidez de las aguas residuales sirve para avisar a Falah Abu Hasan que el agua para beber es mala. Las continuas enfermedades de su bebé, Fátima, y sus propias y constantes nauseas lo confirman.

«Somos pobres. Nadie se preocupa de si enfermamos y morimos», dice. «Pero alguien debería hacer algo con el agua. Está sucia. Nos trae enfermedades».

Todo el mundo se queja del agua en Bagdad, y pocos están dispuestos a arriesgarse a beberla del grifo. Seis años después de que Estados Unidos invadiera Iraq, en un mes bueno, el 36% del agua para beber en Bagdad no es potable, según el Ministerio iraquí para el Medio Ambiente. En un mes malo, es del 90%. Tuvimos cólera el pasado verano y las autoridades se temen otro estallido este año.

«Incluso aunque hoy el agua sea buena, nadie debería confiarse», dijo el vendedor de ultramarinos Hussein Yawad. Añadió que la venta de agua embotellada para beber alcanzaba el 40% del total de los ingresos de su negocio; las cajas de botellas se apilaban en la acera hasta alcanzar más de dos metros de altura. «Hemos aprendido a tener precaución».

Pocos tienen ganas de ironizar sobre la calidad del agua. Cuando la ciudad se fundó hace 1.200 años, se le dio el nombre de Bagdad al Zawhaa, «Bagdad, el jardín», debido a su riqueza acuífera. Los ríos Tigris y Eúfrates conformaban los límites de Mesopotamia y alimentaban los campos en la cuna de las civilizaciones.

Bagdad todavía extrae sus aguas del Tigris, pero incluso esta legendaria fuente resulta muy problemática. El Presidente Yalal Talabani voló esta semana a Turquía para discutir sobre el reducido cauce del río que llega a Iraq, porque Turquía ha construido varias presas en el río. Y Siria e Irán han hecho presas en sus afluentes.

La Ministra para el Medio Ambiente, Nirmin Uzman, declaró que los sistemas para el tratamiento de las aguas residuales iraquíes estaban obsoletos y que había aumentado la concentración de aguas residuales que van a parar al Tigris. Es una cuestión matemática sencilla: menos agua en el río, más concentración de aguas residuales. Cada año el río está más sucio.

«Los estudios más recientes que hemos efectuado muestran que el color no es el adecuado, que el olor es horrible, que la presión del agua no es tampoco la que debería ser», dijo. «Y eso que era un buen mes, un mes muy bueno».

La lista de razones de la impureza del agua se parece a la reciente historia de este país arrasado por la guerra. El refrán dice: «Iraq estaba ocupado con la espada y la bandera».

La red de aguas de Bagdad debía haberse mejorado en 1984, pero entonces estalló la guerra con Irán. Después Saddam invadió Kuwait. La campaña de bombardeos estadounidense que obligó a Iraq a retirarse de Kuwait dañó el sistema de alcantarillado y acabó con los recursos necesarios para repararlo.

Una década de sanciones económicas internacionales empobreció Iraq, empeorando el problema del agua. La invasión estadounidense de hace seis años provocó un amplio saqueo de las oficinas del sector y el abandono de los sistemas de purificación del agua.

Con la prosecución de la guerra y las revueltas sectarias que se produjeron, fue imposible empezar mejoras o reparaciones, y mucho menos completarlas. Bagdad tuvo que alquilar personal de seguridad incluso para los proyectos del agua. El incremento de tropas que se llevó a cabo en el ejército estadounidense a finales de 2007 se cobró también su peaje: una canalización de agua se retrasó durante nueve meses porque EEUU construyó un muro de explosivos a través de su trazado.

Desde 2003, han sido asesinados 500 ingenieros civiles, teniendo que suspenderse cientos de planes proyectados, según Hakim Abdulzahara, el portavoz principal de Bagdad. Encontrar personal que pueda reemplazar a los muertos no resulta nada fácil, dijo.

Durante la guerra, gran número de personas desplazadas fueron afluyendo a la capital, construyendo nuevas chabolas o acampando como pudieron en edificios gubernamentales abandonados. Cavaron y abrieron agujeros en las canalizaciones de la ciudad, a menudo utilizando bombas para poder encontrar suministros de agua. Como consecuencia, seis millones de seres utilizan el agua de Bagdad a diario, pero sólo cinco lo hacen legalmente.

«Esas personas complican mucho el control de la calidad», dijo Abdulzahra.

Tomemos a Falah Abu Hasan, que está entre las 625 familias que ocupan las viejas oficinas de las fuerzas aéreas en el centro de Bagdad, uno entre las docenas, o quizás cientos, de asentamientos de asentamientos ilegales que hay en la ciudad.

En ausencia de alcantarillado adecuado, los ocupas llevan tuberías desde sus cuartos de baño a la calle, convirtiéndola en una permanente fosa séptica. Las cañerías del agua están mal selladas y cuando la presión baja, las aguas residuales se mezclan con el agua de beber, no sólo en el caso de los ocupas sino también para cualquiera que utilice esa cañería principal de agua.

Mirando hacia esa inmensa charca de agua sucia llena de basura, Hasan dijo que había visto que cuando se bombeaba para obtener agua en la ciudad, el nivel de las charcas de las aguas residuales descendía.

Ihsan Yafar, director de la sanidad pública iraquí, dijo que el agua había sido mala desde hacía años pero el problema es que ahora estaba provocando cólera, tifus, disentería, hepatitis y otras enfermedades.

«Disponer de agua limpia sería una de los mayores logros que podría producirse en la calidad de vida en Iraq», dijo. «La gente de las mujamaa (asentamientos ilegales) son los más vulnerables de nuestra sociedad. Tenemos que protegerles, no pueden seguir viviendo así».

La ciudad tiene un plan a diez años vista, con un presupuesto de 6.000 millones de dólares, para solucionar el problema, lo que implica cerrar todos los asentamientos de ocupas. Sin embargo, se teme que si se hace así, esto pueda dejar a las familias en la calle y reavivar los enfrentamientos sectarios; los asentamientos son un campo abonado para las milicias chiíes.

Por eso, el primer paso para proceder a las reparaciones sería poner una fuerza de seguridad a disposición del departamento de agua de la ciudad.

«Combatimos como si estuviéramos en el ejército para llevar agua limpia a la gente y eliminar las aguas residuales», dijo Abdulzahra.

El imán Mahnud al Bayati es un ex ingeniero que trabajó en su día en el sistema de aguas de la ciudad. Manifestó que proporcionar agua limpia para beber era un objetivo fundamental para Bagdad, para Iraq e incluso para las prácticas religiosas islámicas.

«Sin agua tampoco podemos rezar», dijo en una entrevista en la mezquita de Hayia Sidaa. «Antes de rezar, nos lavamos…», y bromeó preguntándose cómo es posible hacer una ablución con el agua de Bagdad de estos días. «Bien, el Corán nos permite que si no hay agua limpia utilicemos la arena del desierto. Y de eso tenemos a montones».

N. de la T.:

Sobre el contenido de este artículo, puede contemplarse el vídeo:

www.youtube.com/watch?v=oQhcgLLPWz0

Enlace con texto original:

http://www.mcclatchydc.com/world/story/64309.html