Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Barack Obama se reúne hoy [1 de noviembre de 2013] en Washington con el primer ministro iraquí Nouri al-Maliki. Según la versión oficial iraquí, van a discutir la petición iraquí de Maliki de que [Estados Unidos] adiestre y equipe a las fuerzas iraquíes con armas avanzadas para luchar contra el terrorismo. Si se accede a este petición, se sumará a los crímenes cometidos por Estados Unidos contra los iraquíes desde la invasión de 2003, ya que las armas y el equipamiento proporcionados al régimen por el momento solo se han utilizado contra el pueblo iraquí.
El régimen de Maliki culpa a Al Qaeda de todos los actos terroristas (las frecuentes explosiones de coches bomba, a menudo en mercados, cafés y mezquitas), con lo que elige de forma selectiva no mencionar a las propias milicias del régimen: Asa’ib Ahl al-Haq, el Hizbolá, las facciones del ejército Mahdi, las brigadas Badr y el ejército Mokhtar.
La mayoría de los iraquíes creen que solo agentes relacionados con el ejército formado por casi un millón de personas y especialmente con las Fuerzas Especiales (heredadas de la ocupación, adiestradas por Estados Unidos y ahora directamente al mando de Maliki) podrían llevar a cabo esta campaña terrorista tan continua y extendida.
¿Por qué tantas personas han llegado a la conclusión de que la mayoría de las atrocidades de las que se acusa a Al Qaeda en realidad son obra del régimen, de sus facciones y de los actores regionales relacionados con los servicios de seguridad? Porque el régimen es la encarnación de la división sectaria consolidada por la ocupación. Su Constitución y su proceso político, nutridos por Estados Unidos y Reino Unidos, han producido una cleptocracia de señores de la guerra, charlatanes y comerciantes de religión. En efecto, Al Qaeda es una presencia. Pero los partidos políticos sectarios que proliferaron como hongos después de la invasión también luchan unos contra otros y asesinan en ese proceso a miles de civiles. Solo este año, entre julio y septiembre, fueron asesinadas casi 3.000 personas en actos de violencia y unas 9.000 resultaron heridas. Muchas de las personas heridas suelen morir debido a la falta de servicios médicos. Los actos de violencia están presentes diariamente en la televisión iraquí, lo mismo que en la británica está la información del tiempo. Están destruyendo el propio tejido social y empujando a personas que han convivido durante siglos a hablar y actuar en términos de «ellos» y «nosotros».
Transparency International describe la relación entre cleptocracia y violencia de la siguiente manera: «La malversación generalizada de fondos, los chanchullos, el blanqueo de dinero, el contrabando de petroleo y el soborno burocrático generalizado […] han exacerbado la violencia política y obstaculizado la verdadera creación de un Estado y el suministro de servicios».
Se dice que cada semana, unos 800 millones de dólares se transfieren ilegalmente fuera del país, mientras que se priva a los iraquíes de las necesidades básicas.
Se ha creado un clima de terror para permitir a las milicias y a las bandas similares a la mafia controlar la vida diaria mientras que unas campañas sin precedentes de detención, encarcelamiento, tortura y ejecuciones obligan a las voces disidentes a huir del país. En Bagdad, Falluya, sur de Nasiriya y otras ciudades se hace frente a los manifestantes con amenazas y cárcel, mientras que en Hawija, al norte de Bagdad, fueron asesinados 51 manifestantes y muchos más resultaron heridos cuando las fuerzas de seguridad y el ejército atacaron un campo de protesta el 23 de abril. Solo en octubre tres periodistas murieron de disparos de bala. Iraq es un país en el que queda impune el asesinato de periodistas.
Los informes de Human Rights Watch ofrecen una imagen descarnada de cómo se han institucionalizado el miedo y el terror : «Tanto las fuerzas controladas por los ministerios de Defensa, Interior y Justicia como las fuerzas de elite que dependen directamente de la oficina del primer ministro siguen encarcelando arbitrariamente a un amplio espectro de personas, incluso en las cárceles secretas fuera del ámbito de los ministerios de Justicia e Interior» .
A principios de este mes se ejecutó a cuarenta y dos presos, incluida una mujer, en un acto que la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU [Navi Pillay] denunció y calificó de «obsceno e inhumano». Según la actual legislación iraquí, 48 crímenes están sujetos a la pena de muerte.
No es de extrañar que los iraquíes no vean una salida bajo el actual régimen iraquí. Incluso organizaciones extremadamente nacionalistas como la Asociación de Académicos Musulmanes pide acciones internacionales para ayudar a Iraq a mantener su integridad y seguridad.
Mientras los iraquíes luchan sin descanso para lograrlo y para, al mismo tiempo, luchar contra el terrorismo, también debemos pedir a los pueblos estadounidense y británico que actúen. Deben presionar a sus gobiernos electos para que prohíban la ayuda en materia de seguridad, especialmente las armas, a los regímenes opresores, incluido el de Maliki.
Fuente: http://www.theguardian.com/commentisfree/2013/nov/01/no-more-arms-to-iraq-obama-nouri-al-maliki