Si aún necesitáramos más pruebas para afirmar que se avecina una crisis política que cambiará considerablemente la vida para bien o para mal, el film Batman el caballero tenebroso asciende nos las brinda con la misma discreción de su parafernalia en efectos especiales. El lector podrá preguntarse sorprendido si un film puede anunciar una crisis. […]
Si aún necesitáramos más pruebas para afirmar que se avecina una crisis política que cambiará considerablemente la vida para bien o para mal, el film Batman el caballero tenebroso asciende nos las brinda con la misma discreción de su parafernalia en efectos especiales. El lector podrá preguntarse sorprendido si un film puede anunciar una crisis. Los signos de la crisis son multitudinarios, y el arte es una forma de anunciarla, precisamente por quererla prever. El film busca conducir la respuesta de los espectadores ante la futura crisis. Sin esta capacidad de predecir, ni de prepararse ante los conflictos del porvenir, no se hubiera sostenido el capitalismo, que prevé las futuras batallas a dar, y prepara el terreno a su favor, sustancial diferencia con quienes se oponen a él: no logran prever absolutamente nada.
¿Por qué se hace política a través del cine? Un argumento político es más convincente y rico si se envía desde una historia con personajes, pues se hace carne en los caracteres. Un discurso político es plano, pero una obra de arte es una estructura en el espacio, que golpea emocional y racionalmente. De todas las artes, la más completa es el arte cinematográfico, y por eso es la más recurrida a la hora de la propaganda política. No se crea que el uso del arte para fines políticos sea un descubrimiento reciente. Hace más de dos mil años el viejo Platón escribió que los mitos son necesarios para las repúblicas perfectas. Un buen día que el público de Atenas sólo soportó cinco minutos de su oratoria, en tanto veía hasta el final y luego discutía enardecido las tragedias de Sófocles, concluyó que la mejor manera de inficionar un mensaje era a través de una obra de arte. Un discurso es difícil de soportar, pero una obra de teatro, donde hay personajes con características bien marcadas, obligan al espectador a desdoblarse en ellos: atrapan porque cobran vida.
¿Cuál es el discurso con que se inficiona al inerme espectador de las nuevas aventuras del Caballero tenebroso? Que el mundo que tenemos puede estar pletórico de desigualdades, pero si triunfan sus detractores perderemos las pocas cosas buenas que gozamos. Los detractores no son otros que los anarquistas. «¿Cree que esto va a durar? Hay una tormenta que se avecina, señor Wayne. Lo mejor será que tu y tus amigos cierren y aseguren las escotillas. Pues cuando venga, todos ustedes se van a preguntar cómo alguna vez pensaron que podían vivir tan a lo grande y dejar tan poco para el resto de nosotros». Este aviso que le hace Gatúbela a Bruce Waine, el Batman de civil, es el mismo que hace el movimiento de indignados en todo el mundo: «Estamos hartos de que el 1 % sea dueño del 90% de todo y del 100% de las decisiones». ¿Qué sucedería si este movimiento, que ha pasado desapercibido en Latinoamérica a causa de su frágil bonanza, creciera y ampliara su poder? El film nos lo advierte con su revolución: nos llevaría a la ruina: «Y ahora pasemos a la siguiente fase en la historia de la civilización». Sería el fin de la propiedad privada y la familia. Ante una foto con el cristal quebrado hallada en una casa, Gatúbela dice: «Aquí antes vivía una familia» y su amiga o novia, responde: «Es lo que estabas esperando. Ahora la casa es de todos» en tanto afuera se ha declarado la anarquía, que comienza cuando Bane, el villano y líder revolucionario, abre las puertas de las cárceles diciendo a los presos y al resto de la población: «Llegó la hora que hagamos lo que queramos. La ciudad por fin es nuestra». Hacer lo que queramos se traduce en robar, destruir y golpear. Se traduce en la ley del más fuerte, aquello contra lo cual la civilización ha construido trabas llamadas leyes, y es el fin de esas leyes el triunfo del anarquismo, y la imposición de otro régimen de justicia, literalmente copiado del terror en la Revolución Francesa.
Antes de la anarquía la ciudad vivía en orden gracias a dos cosas: primero, una mentira que se había impuesto desde el poder, inventada por Batman y el comisionado Gordon, pues los gobernantes e historiadores deben utilizar de la mentira en beneficio del pueblo; y segundo, y a partir de la mentira estatuida, gracias a una ley que endurecía las condiciones para los criminales. Santo remedio. Bajemos la edad de imputabilidad, procesemos por indicios, y no por semi plena prueba y ahondemos el encierro pues no es posible corregir la cabeza de los criminales. Sus características vienen de las propias condiciones en que nacieron, y también su poder. El poder de Bane, un criminal político, viene de su fanatismo ideológico, nacido del dolor y la oscuridad. Cuando Batman elimina la luz para luchar en las tinieblas, provoca la risa de Bane: «Tú te quieres asimilar a lo oscuro, pero yo soy lo oscuro, pues nací en la oscuridad». La advertencia acerca del origen oscuro no viene para que mejoremos las condiciones que luego provocarán el nacimiento de los criminales, si no para que sepamos que no tenemos cómo corregirlos, la propia dinámica de la vida los crea, y preparan la Revolución, cual ratas, desde las cloacas. Pueden estar dentro de nuestros países, o pueden venir del extranjero, del oriente (tratando de atar a China y a los árabes en el mismo paquete), con toda la fuerza que transmite una ideología que nace del dolor, algo sobre lo que el fiel Alfred informa a Bruce Wayne.
Los enemigos de la familia y la estabilidad, envidiosos de los logros del 1%, han exigido aquí y allá «Que se vayan todos». Su fuerza crece, de forma que han derribado en el último año cuatro gobiernos en el mundo árabe. Denuncian mentiras evidentes del poder y pueden erigirse como defensores de la verdad. En rigor, buscarán alguna verdad que utilice el poder para desenmascararlo. El comisionado Gordon y Batman habían adulterado el final del que ellos erigirían como un héroe luminoso: Harvey Dent, que al final de Batman el caballero oscuro se transforma en el malévolo y desquiciado Dos caras. Ahora Gordon hace un intento por restaurar la verdad, pero nota que el público no está preparado para escucharla. Esconde su discurso, y luego Bane, el fanático entrenado, como Batman, en La liga de las sombras, lo encuentra, y revela la verdad a Ciudad gótica el mismo día que comienza su revolución anarquista con un atentado terrorista, y antes de liberar a los presos encarcelados por la ley Dent. El film nos advierte acerca de las aviesas intenciones de aquellos que, como Guillermo Vázquez Franco en el Uruguay, o Julian Assange en el mundo entero, nos espetan la verdad en la cara. La defensa de la mentira es tal, que el policía honesto, futuro Robin, acusa en un principio al comisionado de tener las manos sucias en el engaño, pero en el desenlace miente (la mentira que utiliza es gorda como una rata: la bomba atómica no alcanzará a los niños huérfanos que se refugien en un bus) y defiende su mentira ante el pastor, para que los huérfanos encaren la muerte con esperanza. Este futuro Robin, un buen policía, trata de estúpidos a sus colegas que siguen órdenes sin pensar, que se dejan dominar por reglamentos, acaso por los derechos del individuo establecidos constitucionalmente, y arroja su placa, pues como el propio Gordon le advierte, y se repite en el film, hay estructuras que deben romperse para hacer lo correcto.
La luz, antes de manifestarse, ahonda su oscuridad. De esta manera acaso esté explicado un elemento recurrente en la saga del caballero tenebroso. Cosas que hoy tachamos de oscuras, debiéramos aceptarlas para nuestro beneficio, pues la luz, para existir, primero debe ser oscura. En Batman inicio Wayne es entrenado en La liga de las sombras por Ra´s al Ghul, que en árabe significa Cabeza del demonio, personaje inmortal que había nacido en las cruzadas, el primer choque de civilizaciones cristiana y musulmana. Los herederos de Ra´s al Ghul, con Bane a la cabeza, serán los enemigos de Batman en este film. Bane nació de la oscuridad, Batman debe hacerse oscuro para vencer a la oscuridad, pues el fin justifica los medios. Sin embargo nadie puede afirmar que sólo acerca de esto informe la oscuridad de los tres films. No sabemos, pues no nos animamos a imaginar, la talla de la oscuridad que se pretende justificar. Sea como sea, la crisis que se avecina exigirá de todos nosotros que aceptemos una oscuridad benigna si queremos evitar la anarquía representada en este film, como ha sido representada decenas de veces desde Mad Max. No sabemos si la ciencia ficción es un mecanismo inconsciente que anuncia el futuro, o es más bien un mecanismo inconsciente para ver el presente. Sabemos, como supo el filósofo esclavista griego, que el arte puede estar conscientemente al servicio de la política, y que el arte determinado políticamente desde los centros de poder informa de algo que se teme, de algo que se quiere evitar. ¿Cuántos films hemos visto donde se muestra un fin del mundo en que volvemos al feudalismo, como forma de representar al anarquismo? Se nos advierte que si escapamos del fuego del capitalismo y su democracia representativa, podemos caer en las brasas del caos absoluto donde se establecerá el poder del más fuerte, sin leyes que protejan a los débiles.
El héroe y el villano tienen diferentes fines, pero comparten la oscuridad, el uso de máscaras y una voz alterada. La máscara de Bane se inspira en la máscara de Hannibal, y antes de él, en Darth Vader, casualmente llamado El señor oscuro, y en él también se inspira un elemento clave: la voz robotizada. Así como este caballero oscuro salva a la civilización, el señor oscuro salvaba a la galaxia. Parejamente, el apellido del futuro Robin es Blake, que nos recuerda a black tanto como Hannibal a cannibal, y al Aníbal de Cartago, el enemigo de Roma. El recurso de la inversión de valores gira aquí una nueva rosca. El director refuerza su mitología con la mitología que ya ha creado el cine antes que él. Un actor, al aparecer en pantalla, por sus roles anteriores, ya genera a priori un efecto. En Memento, dos de los tres actores claves fueron protagonistas de Matrix, pero haciendo aquí un birlibirloque moral: Trinity hace de villana, y el traidor Cypher tiene un rol acaso más benigno. De igual forma, Liam Neeson, figura siempre noble, hace aquí de Ra´s al Ghul, el promotor del fin de Ciudad Gótica, la nueva Babilonia: Manhattan.
El film, acaso, no alcance los records de taquilla de El caballero oscuro y su Joker, y aunque lo superara, jamás igualará el efecto y el nivel de adhesión que produjo en el espectador el demente personaje, pues nos atrae más el accionar de quien actúa sin lógica, o con una lógica inasible, amén de la dificultad de asociarnos con un líder revolucionario de masas como Bane. Nuestra preferencia se hace menos culpable ante un ineficaz loco suelto. El asesino de Denver, con su pelo pintado de rojo, cuando fue capturado dijo ser el Joker. Su locura se hace evidente para nosotros en la representación de la última versión, pero nace, o se refuerza y justifica, en la anterior. Una locura que comienza a gestarse, o escala un nuevo grado en su gestación, el día que un estudiante en neurociencia pierde su beca, y con ella, pierde su lugar en el mundo y pasa a formar parte de la larga fila de perdedores. Si un día se hiciera un film que respetara la verdad acerca del loco de Denver, y no un film donde se estigmatizara la locura (¿cuándo y por qué se incrementó esta costumbre de mostrarnos a los villanos como dementes?) veríamos los efectos que genera en el individuo una educación despiadada que nos prepara para un mundo despiadado.
Si debiéramos hacer una crítica estrictamente técnica al film, no deberíamos dejar pasar tres errores. El villano que todos queremos ver morir, Bane, se desmorona al final, evitando la catarsis que su muerte generaría. Pero no lo desmorona Batman, sino un villano más grande que el villano, quien lo conducía en las sombras. El nuevo villano no alcanza, pues no le da el tiempo de acción, a que todos nosotros traslademos a él nuestro odio al caos y la anarquía, y de manera infantil y entreverada, en medio minuto, justifica su accionar: odiaba a su padre, Ra´s al Ghul, justificadamente, pero desde que Batman lo matara, pasó a amarlo, y ahora pretende inmolarse cumpliendo su sueño.
En segundo término, cada vez que se utilizan efectos especiales se le quita al cine el poder de sugestión, su magia. Por la sugestión se traslada parte de la creación al espectador. Es necesario hacer un vacío para que uno lo llene. Los efectos especiales saltean su creatividad. El tercer error es estructural. Nace del propio objetivo del film. Formar parte de una iniciativa política, a saber: denigrar las alternativas por el temor al vacío. El film quiere evitar una respuesta que se teme, y nos quiere preparar para nuevas formas de proceder ante ella, aunque tengamos que perder por el camino algunas libertades individuales en aras de la seguridad. La idea que subyace al film es la misma que subyace a la economía capitalista: el hombre es egoísta por naturaleza, hemos llegado al fin de la historia, el capitalismo ES la vida. Todo aquello que queramos ensayar en su lugar empeorará las cosas, ejemplo de lo cual fueron los llamados regímenes comunistas del siglo XX.
Platón, en su República, o en lo que nos ha llegado de su República, advertía cuáles artes eran favorables y cuáles era necesario erradicar, como la música que no fuera marcial. Los artistas debían, a pedido del filósofo, elaborar tales y cuales mitos constituyentes de la República. El que posiblemente sea considerado el mayor escritor de todos los tiempos, Shakespeare, dejó geniales obras escritas al dictado de su inspiración, las cuales serán leídas por siempre, y dejó otras, que si fueron escritas por él, lo fueron por estricto mandato político. Esas obras, pasada su utilidad momentánea, a nadie le interesan. Si el arte se pone al servicio de algún espurio planteo político se niega a sí mismo. Eso no quiere decir que el arte no incida en la política. Lo hace cada vez que brinda una nueva dimensión del hombre, pues cada programa político tiene un concepto del hombre como fundamento. Para lograr esa nueva dimensión, el artista no puede seguir ningún mandato que no sea el de su propia inspiración.
El film que aquí nos convoca pretende prepararnos para los cambios que el poder necesitará hacer ante plausibles estallidos. Pretende conducir nuestra respuesta ante ellos, rechazándolos, pues todo cambio del sistema natural nos llevaría inevitablemente a algo peor. Luego, nos informa que la posibilidad de los estallidos es tal, que se deben dedicar innumerables recursos propagandísticos para atenuar su peligro. Si el film llega a tantos espectadores es porque algo que los espectadores están temiendo se refleja en él. Su debilidad radica en la ineficacia de las moralejas al final de los cuentos. Educar por moralejas requiere constantemente de la repetición del método. El film se inscribe en una larga tradición que pretende asociar el caos con la anarquía. No será el primero ni el último de estos intentos. En contraposición a este mandato, o ignorándolo, vendrán otros films, aunque sean los menos. Su poder no se medirá por la taquilla, si no por sus cualidades intrínsecas. No lograrán su objetivo por machacar con una moraleja. El cine, que ha tomado sus recursos de la fotografía, la narrativa, la música, el teatro y la arquitectura, normalmente ha tomado prestados estos lenguajes. Este arte, tan nuevo en el tiempo, necesitará desarrollar su propio lenguaje antes de hacer estallar la pantalla del mundo con un pestañeo. Su función no será defender ningún sistema autoerigido como natural, si no restituir a la poesía en su antigua posición de privilegio. La poesía, que como dijo un sabio, mantiene en estado anárquico toda la cuadrilla de nuestros deseos.
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