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Las tropas británicas se inhiben ante el dominio de la ciudad por las milicias confesionales shiíes

«Bienvenidos a Teherán»: Irán asume el control de Basora

Fuentes: The Guardian/IraqSolidaridad

Traducido por Paloma Valverde

Hace poco en Basora, en una tarde nublada, dos flamantes todoterrenos de la policía se dirigieron hacia un polvoriento y desangelado campo de fútbol en el que jugaban unos niños, que dejaron de hacerlo para observar a los recién llegados, tres hombres vestidos con dishdashas [túnicas] negras, que salieron de uno de los coches. Uno de ellos, armado con un kalashnikov, se puso a vigilar mientras que los otros dos sacaban varios cables y tubos metálicos del maletero del vehículo. Mientras los dos hombres manipulaban los cables, el que llevaba el arma la blandía en dirección de los muchachos, que querían grabarlos con su teléfono móvil.

Entonces, entre gritos de «Moqtada, Moqtada» y «Allahu Akbar» [Dios es grande], se produjeron dos tremendas explosiones que catapultaron hacia el cielo un par de misiles [tierra-tierra] katiuska. Su objetivo era la base británica [situada] en el antiguo palacio [presidencial] de Sadam Husein [1]. Los hombres debían proceder de cualquier lugar de Basora y, con toda probabilidad, de una casa de civiles. Los hombres subieron de nuevo a los vehículos y se marcharon; los niños reanudaron su partido.

«[…] Desde que Reino Unido empezó a desplegar campos magnéticos anti-misiles, los misiles que nosotros lanzamos impactan sobre la población civil», me dijo después Abu Mujtaba, jefe del grupo de hombres del Ejército del Mahdi [de Moqtada as-Sáder en Basora]. El último rumor que circula entre las milicias de Basora es el de los campos magnéticos; otro rumor es que los británicos bombardean a la población civil para dañar la reputación del Ejército del Mahdi.

La escena que acababa de presenciar era un suceso cotidiano en una zona considerada relativamente segura y estable si se la compara con la guerra civil que asola las regiones del norte. Sin embargo, lo más destacado esta semana ha sido la decisión del ejército británico de no enviar allí al príncipe Harry, ya que Basora, y las zonas de los alrededores, formalmente controladas por los británicos, están lejos de ser seguras.

Durante una reciente visita de nueve días, políticos, responsables de seguridad y ejecutivos [de las empresas de seguridad] explicaron cómo las calles de la ciudad estaban, de hecho, bajo el poder de milicias rivales que compiten entre sí por el control del territorio, por el control del frágil aparato del Estado [de la era] post-Sadam, y por el control de las fuentes de ingresos como el petróleo y el contrabando de armas. Al igual que en Bagdad, hombres armados recorren las calles subidos en las traseras de las furgonetas y la ciudad se la reparten entre las milicias y las familias mafiosas rivales, que desconfían unas de las otras [2].

«[…] Si el Profeta Mahoma llegara hoy a Basora lo asesinarían, porque no pertenece a ninguna milicia», me dijo un profesor de Derecho. «[…] No existe el imperio de la ley; la única ley es la ley de las milicias».

Los políticos

Abú Ammar [3], un antiguo y prominente político, confirmó esta descripción de la ciudad; es un tecnócrata laico que tenía grandes esperanzas cuando por primera vez, hace más de cuatro años, los británicos llegaron allí. La ciudad había sido duramente castigada por las guerras de Sadam Husein contra Irán y Kuwait, y él era optimista acerca de que la ocupación aportaría democracia y prosperidad.

Pero el auge de las milicias ha puesto un precio a eso, afirma. Ahora está demasiado aterrorizado para hablar en el vestíbulo de un hotel e insistió en reunirse conmigo en mi habitación.

«[…] Cuando esos partidos religiosos afirman que Basora está tranquila es porque controlan la ciudad y la están expoliando», manifiesta: «[…] Está tranquila no porque esté bajo control de la policía, sino porque todas las milicias tienen intereses y quieren mantener el statu quo. En el momento en el que sus intereses se vean amenazados, la ciudad entera arderá».

Como muchas de las personas con las que he conversado, me dijo que la apariencia de un Estado que funciona es una gran ilusión: «[…] Las fuerzas de seguridad estás compuestas por hombres de las milicias. En cualquier enfrentamiento entre partidos políticos, las fuerzas policiales se dividirán según la línea del partido [a la que pertenezcan] y se enfrentarán entre sí».

El comandante paramilitar

Quienes realmente controlan Basora son hombres como Sayed Youssif. Es un mando intermedio, pero su nombre y el de su milicia, La Venganza de Dios, despierta el terror en cualquier parte de Basora.

Se inició con un reducido grupo de hombres armados que ocuparon un pequeño edificio público. El antiguo estudiante religioso se labró una reputación de temible matón con el asesinato de antiguos baazistas y vendedores de alcohol; terminó por convertirse en un mercenario a sueldo de quien estuviera dispuesto a pagar su precio.

Fui a verle a su fortaleza de Basora. Hombres armados con uniformes de los comandos del ministerio del Interior hacían guardia en la puerta y un francotirador vigilaba desde el tejado.

En la antesala del despacho, dirigentes tribales, responsables y más hombres armados estaban sentados, descalzos, esperado que Sayed Youssif los llamara. Algunos querían que los ayudase para que sus familiares ingresaran en el ejército [Guardia Nacional] o en la policía. Varios tenían problemas con otras milicias y buscaban protección. Pero la mayoría estaba allí para rendir pleitesía a un hombre poderoso, cuya ayuda pudieran necesitar algún día. Como el aparato oficial del Estado va hacia el caos, hombres como él se han convertido en los principales administradores de justicia y protección. En Basora nadie ingresa en el ejército, en la policía o en un puesto de la administración sin una carta de recomendación de una milicia o de un partido político.

Sentado delante de un mural con un águila que emerge de Basora y abraza todo Iraq, conservaba sus gestos de estudiante religioso; con las manos apoyadas sobre las rodillas, bajaba la cabeza para escuchar con atención mientras los visitantes le hablaban. Pero en su escritorio, frente a él, dos teléfonos que no paraban de sonar y una pistola con dos cartuchos indicaban el poder que ahora ostenta.

Sayed Youssif acaba de dictar sentencia en el caso de un hombre sunní a cuyo hermano acusaron de disparar contra shiíes hace ahora más de 15 años. Familiares de las supuestas víctimas le exigen que les pague o lo matarán. El hombre alegaba que su hermano, que había salido del país hacía dos años, era demasiado pobre para pagar siete millones de dinares (unos 3.700 euros) como compensación.

El hombre sunní, agitado, imploraba clemencia. «[…] Los tiempos han cambiado«, dice Sayed Youssif en voz baja pero potente. «[…] Ahora tú, sunní, vienes a suplicarme como un ratón. ¿Te acuerdas de cuando ninguno de nosotros nos atrevíamos siquiera a dirigirte la palabra? Entonces tú eras un tirano, pero nosotros no somos tiranos como tú. Te daré una semana para que vayas a tu tribu y los convenzas de que nos entreguen a tu hermano o te juzgaremos a ti en su lugar».

En aquel momento, explica, estaba preocupado por una lucha feroz contra el partido Fadhila [o al-Fadila], otra milicia shií, que durante los dos años anteriores controló la provincia y los yacimientos de petróleo [4].

Junto con un grupo de otras milicias que mantienen fuertes lazos con Irán, Sayed Youssif intentaba desplazar al partido Fadhila: «[…] Se lo he dicho a todos los miembros del ayuntamiento: tenéis que elegir, o votáis contra el gobernador o moriréis», le dijo a uno de sus ayudantes. Al día siguiente, dos bombas explosionaron a las puertas del consejo de ediles de Fadhila.

El general

Una tarde me reuní en el ministerio del Interior con un veterano general iraquí. Había una docena de hombres armados, vestidos con uniformes militares, que dormitaban; un joven oficial me guió hasta él a través de un laberinto de pasillos tapizados con sacos terreros.

Cuando entré, el general estaba hablando por teléfono con otro oficial; amenazaba de broma a la persona con la que hablaba: «Cierra el pico o enviaré la democracia a tu ciudad».

Cuando terminó la conversación, el general -que se negó a que su nombre se hiciera público por miedo a las milicias- me estrechó la mano y me dijo: «Bienvenido a Teherán».

Le pregunté qué había de verdad en las afirmaciones de los británicos sobre que la seguridad estaba mejorando. Su respuesta fue tajante: «[…] Los británicos vinieron aquí como turistas militares. Cometieron errores tremendos cuando entrenaron a las fuerzas de seguridad [iraquíes]. Nombraron oficiales de policía a hombres de las milicias y decidieron no enfrentarse a ellas. Hemos llegado a un punto en el que las milicias son una fuerza legítima en las calles».

Este hombre, y otros oficiales de seguridad en Basora, incluido un asesor británico de la policía local, describieron una red de distintas fuerzas de seguridad leales a diferentes facciones o milicias.

«[…] La mayor parte de la fuerza policial está dividida entre [el partido] Fadhila, que controla la Unidad de Apoyo Táctico -el cuerpo mejor entrenada-, y Moqtada [as-Sáder], que controla la policía regular», afirma el general:

«[…] Fadhila, además, controla los campos de petróleo, por lo que controla la fuerza que protege el petróleo y parte de la Marina. Moqtada controla los puertos y aduanas y, por lo tanto, controla a los aduaneros, a la policía y a sus servicios de inteligencia. Los comandos están bajo el control de las Brigadas del Badr».

La relación entre las milicias y las unidades de seguridad en las que se han infiltrado era incierta y difícil de definir, afirma: «[…] Incluso el oficial de policía que no pertenece a una milicia se unirá a ella para autoprotegerse, y una vez afiliado a una milicia, entonces, aunque uno sea su comandante no puede relevarlo, «[…] porque en ese momento ya te enfrentas a un partido político», añade.

Más del 60% de sus propios oficiales y «casi todos» los policías pertenecen a las milicias: «[…] Haría falta una gran extirpación quirúrgica para limpiar la ciudad», afirma.

La operación Simbad del ejército británico se diseñó justo para eso. El ejército manifestó que fue un éxito, pero el general no opina lo mismo: «[…] La operación fracasó de forma estrepitosa, porque no limpió las fuerzas policiales», afirma. «[…] Tenemos por delante años de luchas y asesinatos: las milicias se derrocan unas a otras y luego se escinden, y eso hace que día tras día seamos testigos de la formación de nuevos grupos. La retirada británica está dando lugar a una lucha de poder entre las diferentes facciones».

El oficial de Inteligencia

En el salón de su modesto domicilio de Basora, un oficial militar de alto rango de la Inteligencia, llamado Samer [5], me dijo que las milicias podrían tomar el control de la ciudad en una hora y media si así lo decidiesen. Al lado del sofá había un lanzagranadas, una ametralladora y un par de granadas. Samer ha sobrevivido a dos intentos de asesinato.

Mientras que un joven que luce una pistola sujeta por el cinturón nos trae unas latas de Fanta, Samer me habla las fuerzas económicas que apoyan el crecimiento de las milicias: «[…] Las milicias y las tribus son cárteles que controlan los puertos principales y los pozos de petróleo más importantes; poseen sus propios puertos y todas roban petróleo. Cuando el equilibrio de poder se rompe, se enfrentan en las calles», afirma.

Me dijo cómo hace escasas semanas sustituyeron a un directivo de la empresa eléctrica leal a Moqtada as-Sáder por otro leal al partido Fadhila, lo que provocó enfrentamientos en las calles entre las diferentes unidades de la policía.

Cuando se produce un enfrentamiento entre dos milicias, las fuerzas de la policía se dividen y una unidad de policía se enfrenta a otras unidades. Los coches de la policía se convierten en coches de las milicias. Un mando del Ejército del Mahdi estaba tan aterrado que esto no le parecía raro: «[…] Claro que voy en un coche de policía, ¿qué quiere, que el comandante vaya en taxi?»

Para complicar aún más las cosas, Samer afirma que la mayoría de los miembros de las milicias tienen múltiples carnés de diferentes grupos: «[…] Se van de un grupo a otro dependiendo de quién les pague más».

Al igual que el general, Samer culpaba a los británicos de la situación actual: «[…] Los responsables británicos son muy cuidadosos con su imagen; están demasiado atemorizados para provocar un enfrentamiento. Permiten que el cáncer se apodere del cuerpo. Incluso si las milicias quemaran mañana la ciudad, los británicos no se enfrentarían a ellas. Saben que les sobrepasan en número y que sufrirían grandes pérdidas si lo hicieran».

Al día siguiente volví a visitar al general. Estaba sentado con otros dos oficiales, hablando de lo que le había ocurrido ese día: «[…] Hoy nuestros primos, los británicos, me han llevado a Amara [capital de la provincia de Maysan, situada al norte de Basora] para asistir a la ceremonia del traspaso de competencias de la seguridad», dice. Otro de los oficiales responde: «[…] Dales un mes y todo se vendrá abajo». ¿Un mes?», responde el general riendo: «[…] Dales unos días».

Los iraníes

En Basora no se puede ir muy lejos sin toparse con pruebas de la influencia iraní en la ciudad. Incluso dentro del edificio del consulado británico se advierte a los visitantes que no utilicen sus teléfonos móviles, porque: «[…] Los iraníes de la puerta de al lado lo escuchan todo», afirma un responsable de seguridad.

En el mercado de Basora hay productos iraníes por todas partes, desde productos lácteos hasta motocicletas y aparatos electrónicos. En las librerías se venden libros de frases en farsi [persa] y por las paredes hay carteles del ayatolá Jomeini. Pero la influencia iraní también se percibe en lugares más siniestros. Abú Multaba describió el grado de cooperación entre Irán y sus unidades. Su relato refleja lo que muchos miembros de las milicias me han contado en otros lugares de Iraq.

En una de las casas de uno de los barrios más pobres de Basora, uno de ellos me dijo: «[…] Necesitamos armas e Irán es nuestro único mercado. Si los saudíes nos hubieran dado armas dejaríamos de traerlas desde Irán», y continúa: «[…] Los iraníes no nos dan armas, nos las venden armas; una bomba iraní nos cuesta 100 dólares, no hay nada gratis. Sabemos que a Irán no le interesa lo mejor para Iraq y sabemos que están aquí para enfrentarse a estadounidenses y británicos en nuestra tierra, pero los necesitamos y ellos nos utilizan».

A pesar de este escepticismo sobre los motivos de Teherán, afirma que varias unidades del Ejército del Mahdi están ahora bajo el control efectivo iraní: «[…] Algunas unidades obedecían a otros mandos pero Irán consiguió infiltrarse en ellas; esas unidades trabajan ahora directamente para Irán». Afirma que la mayor parte de las milicias shiíes y de los partidos que actualmente controlan la política en Basora, están formados por iraníes y financiados por Irán.

Tanto el general como el oficial de inteligencia son de la misma opinión: «[…] Irán no sólo se ha infiltrado en el gobierno y en las fuerzas de seguridad a través de las milicias y de los partidos que fomentaron en Irán, también se infiltraron en el grupo de Moqtada [as-Sáder] proveyéndolos de armas», me dice el general, y agrega: «[…] Irán tomó el control de algunos descontentos y de algunas milicias suministrándoles dinero y armas».

En su despacho, lleno de armas con signos iraníes, Samer me enseñó unas secuencias que sus hombres habían filmado de una operación de robo de armas en la que se incautaron seis katiuskas prácticamente nuevos. «[…] En Basora, Irán tiene más influencia que el gobierno de Bagdad», afirma y añade: «[…] Provee a las milicias de todo, desde calcetines hasta misiles».

Sin embargo, como muchos otros, es realista sobre la interferencia iraní: «[…] Al contrario que EEUU y Reino Unido, Irán invierte mejor. Sabía dónde inyectar el dinero: en las milicias y en los partidos políticos. Si estalla una guerra pueden tomar Basora sin enviar ni un solo soldado. Luchan en una guerra de desgaste contra EEUU y Reino Unido, desangrándolos poco a poco. Nosotros capturamos espías iraníes y desmantelamos redes de inteligencia, pero ellos no se dedican a espiar sobre cuántos kalashnikovs tiene el ejército iraquí, están aquí para obtener información sobre las fuerzas de la Coalición [de tropas de ocupación]» [6].

Sin embargo, otras personas dan pruebas de que la influencia iraní se utiliza también para lograr objetivos menos estratégicos. Un hombre de negocios de Basora, que importa refrescos de Irán, me dijo que una vez tuvo una discusión sobre el precio de los productos con su proveedor iraní. Cuando se negó a pagarle, hombres armados de una milicia pro-iraní irrumpieron en la tienda y lo secuestraron. No lo liberaron hasta que pagó todo lo que debía al comerciante iraní.

Nasaif Jassem, un concejal del partido Fadhila que controla la provincia y la industria petrolera en Basora, es muy crítico con la influencia iraní. El partido Fadhila, apoyado por los británicos -como todo el mundo sabe-, surgió de una escisión del bloque confesional shií en Bagdad [Alianza Unida Iraquí] después de que éstos acusaran a la Alianza de tener un programa sectario [7]. «[…] Los ocupantes británicos se irán pero los otros ocupantes, los iraníes, se quedarán durante mucho tiempo», afirma, y añade: «[…] Quieren tener un agente en Iraq al que puedan mover a su antojo, al igual que Hizbolá en Líbano. Irán le está enviado un mensaje a Occidente: «[…] No te atrevas a acercarte, porque Basora y su pueblo pueden saltar por los aires».

El miedo a los iraníes se extiende por toda la ciudad. Lo vi en la oficina del general una noche que estuve allí hasta bien tarde. Sus dos teléfonos móviles no dejaron de sonar, siempre era una equivocación. La cara del general palideció: «[…] Me han localizado. La milicia controla todas las antenas repetidoras de los móviles y ahora ya saben dónde estoy».

«[…] ¿Quién lo sabe, los iraníes o las milicias?, le pregunté. «Son los mismos» [respondió]. Llamó a sus guardias para que mirasen rápidamente por las ventanas para comprobar que los sacos terreros estaban bien apilados. «[…] ¿Cree usted que yo, o el mando británico, podemos andar libremente por Basora?, me preguntó: «[…] Pues la respuesta es ‘No’, pero el encargado de asuntos iraníes puede ir donde le plazca».

Notas de IraqSolidaridad:

1. Véase en IraqSolidaridad: Informe de ‘Global Policy Forum’ (I): Las bases de EEUU en Iraq y la nueva embajada en Bagdad

2. Sobre la pugna de las milicias shiíes en el sur de Basora y la influencia iraní, véase en IraqSolidaridad: Pedro Rojo y Carlos Varea: ¿Está jugando Irán a la ‘resistencia’ en Basora? Las milicias chiíes se disputan Basora, mientras Irán bloquea la negociación con EEUU sobre Iraq , Carlos Varea: Nuevo gobierno en Iraq: inestable reparto sectario. Aún están por asignar las carteras claves de seguridad , Carlos Varea: Iraq, Estado de terror. 146.000 iraquíes integran ejércitos privados sin control alguno , Mahan Abedin: Badr, Irán y los nuevos cuerpos de seguridad iraquíes EEUU ha aceptado a la milicia chií como un componente esencial de la lucha contrainsurgente y Tom Lasseter: Irán gana influencia y poder en Iraq a través de las milicias. La organización Badr utiliza el ministerio de Interior para perpetrar asesinatos sectarios .

3. El nombre se ha cambiado por razones de seguridad.

4. Ver nota 2.

5. Igualmente, un nombre supuesto.

6. La AUI, triunfadora en las últimas elecciones legislativas de 2005, apoya al gobierno de Nuri al-Maliki, del partido Dawa. Sus principales componentes son el antes denominado Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Iraq y la corriente de as-Sáder.

7. Irán está ya invirtiendo en la reconstrucción de las instalaciones petrolíferas de Basora, que serán unidas con refinerías iraníes por un nuevo oleoducto que transportará inicialmente 200.000 barriles de crudo iraquí al día hasta Irán, una propuesta de Teherán ya aceptada por las autoridades locales de Basora (Az-Zaman, 17 y 26 de mayo de 2007).

Ghaith Abdul-Ahad (1975) es periodista y fotógrafo iraquí que inició su carrera tras la invasión estadounidense de su país. Trabaja como periodista independiente para ‘The Guardian’ y ‘The Washington Post’. Sus fotografías se han publicado, además de en los anteriores, en The ‘New York Times’ y ‘Los Angeles Times’. En 2005 recibió el ‘Gaby Rado Memorial Award’, concedido por Amnistía Internacional a los periodistas noveles. Fue uno de los últimos periodistas independientes en abandonar Faluya tras el asalto a la ciudad en abril de 2004; también cubrió el asalto de Najaf en agosto de 2004. En octubre de 2005 publicó junto con otros tres periodistas un libro titulado ‘Unembedded: Four Independent Photojournalists on the War in Iraq’, que documenta la violencia diaria en las calles de Bagdad y la historia más desconocida de la cultura iraquí con profusión de fotografías

The Guardian (www.theguardian.co.uk)
IraqSolidaridad (
www.iraqsolidaridad.org)

Paloma Valverde es miembro de la Campaña estatal contra la ocupacíón y por la soberanía de Iraq (CEOSI, www.iraqsolidaridad.org)