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Retirada de Iraq

Blair limpia su imagen antes de ceder el poder

Fuentes: Rebelión

Sorpresivamente el Premier británico anunció que retiraría las tropas británicas de Iraq. No es gran cosa. Mil quinientos soldados en las próximas semanas y otro tanto para finales de año. En total las fuerzas de Su Majestad reprimen en Basora con apenas un contingente de siete mil hombres. En el 2008 terminarían de replegarse. La […]

Sorpresivamente el Premier británico anunció que retiraría las tropas británicas de Iraq. No es gran cosa. Mil quinientos soldados en las próximas semanas y otro tanto para finales de año. En total las fuerzas de Su Majestad reprimen en Basora con apenas un contingente de siete mil hombres. En el 2008 terminarían de replegarse. La zona que ocupan los británicos en el sur no tiene tanta actividad insurgente como el centro y Bagdad. Por tanto, militarmente esa retirada no tiene mucho significado, excepto complacer a la opinión pública británica que viene reclamando una inhibición de la aventura colonialista estadounidense.

Se sabe que Blair renunciará en el curso del presente año y le dejará el cargo a su segundo, el Canciller de los Escaques (o Ministro de Hacienda), Gordon Brown, quien no ha podido atacar la presencia británica en el Oriente Medio so pena de tener que abandonar el gabinete y distanciarse del posible cargo de Primer Ministro. Finalmente Blair cede ante algo que ha estado reclamando la opinión pública de su país, provocó la renuncia de algunos ministros, como Gordon Cook, y causó el desfile de un millón de ciudadanos exigiendo el alejamiento de la sangrienta aventura de los petroleros de la Casa Blanca. Un secretario de Estado y siete otros altos cargos renunciaron, luego de exigir la dimisión inmediata del primer ministro, hace algunos meses.

La asunción de Gordon Brown no supondría un cambio radical en las actuales políticas del Gobierno laborista. A Brown se le ha llamado el «canciller prudente» por la manera moderada con que ha regido la economía del país. Brown, hijo de un ministro de la Iglesia de Escocia, es políticamente un laborista mucho más consistente que Blair. Más concentrado en la sustancia que en la presentación, ha sido siempre el cerebro del tándem, en el que Blair era el motor. Su visión política está algo más a la izquierda que la del primer ministro. Mientras Blair está sobre todo obsesionado por premiar la meritocracia, a Brown le preocupa más la redistribución y el igualitarismo.

Menos europeísta que Tony Blair, Gordon Brown ha sido desde siempre mucho más cercano que el primer ministro al modo de vida de Estados Unidos, país en el que pasa a menudo sus vacaciones. La política exterior de Reino Unido, si Brown fuera primer ministro, no sería sustancialmente distinta. El canciller del Exchequer ha discrepado con Blair sobre los ritmos y profundidades de la reforma de los servicios públicos, pero sus diferencias han parecido, a menudo, un producto de su rivalidad personal más que de verdaderas diferencias políticas. Las implicaciones macroeconómicas de su eventual llegada al poder «serían mínimas», según Global Insight, un grupo independiente de analistas.

Un editorialista del influyente diario inglés, «The Guardian», manifestó ayer que Blair trataba ahora de «apartarse del desastre con la menor humillación posible». Lo cierto es que esta decisión constituye un severo golpe a Bush en el momento en que habla de enviar nuevos refuerzos militares a Iraq con un Congreso abiertamente en contra y refractario a otorgar un cheque en blanco para que el Ejecutivo pueda seguir gastando y aumente el déficit interno.

Tony Blair es un caso lamentable en la política europea. Fue el gobernante que sustituyó a la dama de hierro, Margaret Thatcher, la indoblegable arpía. Todos esperaban que Blair hiciera un gobierno de izquierda, un gobierno de cara a los anhelos populares, un gobierno preocupado por el beneficio social de las grandes mayorías. Sin embargo, ha sido uno de los más reaccionarios, militaristas imperiales con afanes neocolonialistas que ha conocido Gran Bretaña. Su sumisión ante los Estados Unidos ha sido lastimosa y lo ha degradado haciéndole perder el prestigio que tenía cuando alcanzó el poder. Blair ha sido el hombre que liquidó el viejo laborismo.

Tony Blair es un claro ejemplo de un apóstata y renegado que ha servido, con la guerra de Iraq, las ambiciones energéticas de las corporaciones petroleras. El laborismo británico está necesitado de un renacimiento que lo extraiga del descrédito, la sumisión y la deshonra política.

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