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Entrevista con el hombre cuyas mentiras fueron el pretexto para la guerra

Chalabi habla

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Ahmed Chalabi está de pie en la orilla del río Tigris dentro del fácil alcance de un francotirador al lado opuesto y contempla las vigas de acero retorcidas del puente al-Sarafiyah en Bagdad, con sus tramos centrales desgarrados por un masivo camión bomba el mes pasado. La fuerza de la explosión lo impresiona. «Me sorprende que la explosión haya logrado derribar tres tramos,» dice mientras mira las ruinas.

Es una escena bastante plácida, pero nada en Bagdad es verdaderamente seguro. Supuse que los numerosos guardias de la policía y del ejército fuertemente armados de Mr. Chalabi sabían lo que estaban haciendo pero esperaba que no perdiéramos demasiado tiempo. El puente al-Sarafiyah que solía ser uno de los hitos de Bagdad, conectaba el distrito chií en el que estábamos con Wazzariyah, donde ha habido choques con insurgentes suníes. Busqué un plinto de hormigón del puente de tamaño tranquilizador para hurtar el cuerpo en caso de que hubiera un tiroteo.

Conspicuo en un traje de negocios oscuro, Mr. Chalabi parecía despreocupado por nuestra posible vulnerabilidad al fuego hostil y hablaba con algunos de los hombres a cargo de la reconstrucción del puente. No había señales de reconstrucción. Subió a un pequeño, oscuro, bote patrullero de la policía fluvial que dio vueltas bajo el puente durante unos breves momentos. Al volver a la ribera señaló que uno de los policías en el bote le había dicho que «cinco de 16 policías fluviales de su unidad habían sido muertos.» «Francotiradores en Taji,» comentó uno de sus ayudantes. En cuanto al puente, Mr. Chalabi dijo que la reconstrucción es «muy lenta – deberían estar trabajando ahora.»

Los restos descalabrados del puente al-Safariyah eran un sitio extraño para encontrar al hombre al que oponentes de la invasión de Iraq consideran como objeto de odio que engañó a USA para llevarlo a una sangrienta e innecesaria guerra amañando evidencia de que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva. Siempre ha tenido una colección impresionante de enemigos. Satanizado por Sadam como creación de los estadounidenses, fue simultáneamente aborrecido por la CIA y el Departamento de Estado sobre todo porque no obedecía las órdenes estadounidenses.

Sea cual sea su futuro político, Mr Chalabi es uno de los grandes supervivientes de la política iraquí. «Nunca lo des por perdido,» me dijo Hoshyar Zebari, el ministro de exteriores iraquí, el año pasado. Para comenzar, sigue vivo a pesar de numerosos intentos de asesinato. A los 62 años, ha visto extraordinarios reveses de fortuna. Proviene de una acaudalada familia chií que tuvo éxito en Bagdad hasta el derrocamiento de la monarquía en 1958. Oponente continuo de Sadam Husein, llegó a ser banquero en Jordania sólo para ver como su banco se derrumbaba en circunstancias controvertidas a fines de los años ochenta. En los años noventa estuvo en Kurdistán iraquí tratando vanamente de utilizarlo como una plataforma para derrocar a Sadam. Obligado a huir de nuevo en 1996 parecía haber fracasado, pero 10 años después Sadam está en su tumba y Mr. Chalabi reside en su casa fuertemente fortificada en Bagdad.

Reunirse con dirigentes políticos en Bagdad es diferente de otros países, donde la dificultad es generalmente conseguir la entrevista para comenzar. Para realizarla basta con llamar un taxi.

En Bagdad el problema puede ser cubrir los últimos 500 metros para ver a la persona a ser entrevistada sin demasiado peligro. Cuando se encuentra a iraquíes y extranjeros en la Zona Verde en Bagdad es obvio que pocos tienen la menor idea del riesgo involucrado en llegar para verlos. Un embajador dio alegremente una fiesta con comienzo a las 9 de la noche e invitó a gente de fuera de la zona, cuando ni un gato se mueve por las calles de Bagdad.

Yo había llamado la oficina de Mr. Chalabi por la mañana. Yo estaba en realidad en la Zona Verde viendo a amigos kurdos cuando llegó la respuesta de que podía verme casi de inmediato. No vive en la Zona Verde sino en una villa parecida a una fortaleza que no está lejos. Dos vehículos repletos de hombres armados fueron enviados a recogerme. Condujimos por las calles desoladas del oeste de Bagdad, que en estos días se parece a una zona de guerra, a gran velocidad, zigzagueando alrededor de muros de hormigón contra explosiones y rollos de alambres de púa.

Mr. Chalabi estaba esperando en la casa en el distrito al-Mansur, que solía ser conocido como el barrio de las embajadas de Bagdad pero que ahora es un sitio mortalmente peligroso.

Había unos pocos coches y al comenzar la noche los negocios que habían abierto estaban cerrando. Había soldados y policías de aspecto nervioso por todas partes. Teníamos que ir a otra casa, conocida como La Hacienda, que una vez perteneció a su padre. Para ser un hombre que no es oficialmente miembro del gobierno, su escolta de policía y del ejército mostraba un imponente poder de fuego.

Había encontrado a Mr. Chalabi a comienzos de los años noventa, y siempre me había impresionado su habilidad como manipulador y su capacidad de volver a surgir de la derrota. También tenía una capacidad de irritar a sus amigos y de atraer la aversión de sus enemigos en un grado que parecía estar más allá de la razón. Unos pocos días antes de encontrarlo en al-Mansur, un funcionario en la Zona Verde me dijo con sentimiento que consideraba que Mr. Chalabi era «malo.»

Sin embargo, gran parte de lo que había hecho durante los años noventa era lo que hacen todas las oposiciones exiliadas cuando tratan de derrocar a un régimen autoritario. Tratan de fomentar la agitación, golpes o motines dentro de su país y de buscar el respaldo de países vecinos y de las grandes potencias. Mr. Chalabi hizo lo que otros en la oposición iraquí hacían pero con más éxito. USA no había continuado hacia Bagdad para derrocar a Sadam Husein en 1991. La oposición siempre quiso tentarlos a que lo trataran de nuevo. Intentos de golpes y motines habían fracasado todos al llegar el año 1996. Era probablemente inevitable. Mr. Chalabi una vez me dijo que la gente «fuera de Iraq no comprende lo difícil que era tratar de derrocar un gobierno con un servicio de seguridad violento y proactivo.»

¿Inventó evidencia de armas de destrucción masiva o llevó a testigos a hacerlo? En realidad, toda la oposición, particularmente los servicios de seguridad kurdos, lo estaban haciendo. Pero era absurdo que la CIA y diversos servicios y periódicos estadounidenses, junto al M16, pretendieran posteriormente que habían sido engañados. Sabían lo que el presidente George Bush y Tony Blair querían y se lo dieron.

La justificación propia de Mr. Chalabi para alentar a USA a invadir es simple. Dice que favoreció el derrocamiento de Sadam Husein por USA pero no la subsiguiente ocupación de Iraq a la que atribuye todos los desastres que siguieron. No es un argumento que caiga muy bien en Washington o Londres. En abril de 2004, una reunión en la Casa Blanca discutió un memorando elaborado por el Consejo Nacional de Seguridad intitulado «Marginando a Chalabi.»

Actuaron rápidamente. Mr. Chalabi fue acusado de estar demasiado cercano a los iraníes y de decir a su jefe de estación de inteligencia en Bagdad que USA había descifrado los códigos iraníes. Instruyeron al FBI para que investigara. Unos pocos días después, el 20 de mayo, fuerzas dirigidas por USA allanaron sus oficinas en Bagdad. Su fortuna se desvaneció. Después de las elecciones parlamentarias en diciembre de 2005 formó parte de la alianza chií que triunfó. Llegó a vice primer ministro. En la elección al final del año estuvo fuera de la alianza chií y no ganó un solo escaño.

Sentado en su jardín, Mr. Chalabi se muestra escéptico sobre el éxito del plan de seguridad para Bagdad. Dice que «hay menos asesinatos sectarios y sitios que se esperaba serían difíciles como Sadr City [el suburbio chií que alberga a dos millones de personas] no lo fueron.» Pero dice que el éxito ulterior sólo fue posible por negociaciones exitosas que llevaron el Ejército Mehdi, el principal cuerpo de milicia chií, a poner fin a su estado de alerta, gracias a la influencia de su líder, Muqtada al-Sadr, los iraníes y el Gran Ayatolá Ali al-Sistani. No piensa que el plan de USA y del ejército iraquí de sellar áreas, las así llamadas comunidades cerradas, vaya a funcionar. Señala que en un área comercial suní como al-Adhamiyah, la mayoría de la gente que trabaja allí vive fuera de la enclave. «En todo caso, es consagrar la división de la ciudad. No hay nada tan permanente como una solución temporal.»

Al mismo tiempo, dice firmemente que «los suníes han perdido la batalla por Bagdad. Fueron alentados a ir a la ofensiva por Estados árabes que no hicieron nada por ellos.» Identifica un factor en la debilidad de los suníes que es confirmado por los resultados en las elecciones. Son mucho menos numerosos en Bagdad de lo que habían supuesto. Alguien había hablado de Bagdad como dividida por partes iguales, pero Mr. Chalabi piensa que las proporciones en la capital son de un 80% chií y de un 20% suní.

Considera que el problema más inmediato en Bagdad es el retorno de la gente que ha sido expulsada de sus casas y de los detenidos. «Hay que hacer esfuerzos por hacerlos volver de otra manera la seguridad es reversible. La gente desplazada está muy encolerizada y quiere volver a casa.» Está tratando a través de comités populares que las mezquitas sean devueltas a su comunidad original.

Su opinión es diferente de la de numerosos funcionarios iraquíes y estadounidenses en la Zona Verde. No piensa que los sadristas, el movimiento Muqtada al-Sadr, se estén desintegrando: «Mucho de eso son ilusiones. Sus dirigentes locales cumplirán todos con lo que diga Muqtada al-Sadr.» Un elemento crucial para terminar la guerra es hacer participar a los iraníes: «Un entendimiento a través del gobierno iraquí entre USA e Irán.»

No piensa que los famosos «parámetros» de Washington representen otra cosa que eslóganes en Iraq. La devolución de sus antiguos puestos a los servicios de seguridad de Sadam Husein es simplemente inaceptable. No agrega que los chiíes y los kurdos vetarán una idea semejante, pero es seguro que lo harán. Respecto a las amenazas de USA de retirarse dice que «muchos iraquíes me preguntan si es una promesa o una amenaza» pero quiere un acuerdo sobre los límites de la autoridad de las fuerzas multinacionales, esencialmente los estadounidenses y los británicos.

En esta situación, Mr. Chalabi considera una retirada de USA como algo que se haría en función de la política de USA y no por lo que ocurra en Iraq. Esencialmente ve que USA y Gran Bretaña han cometido sin quererlo un acto revolucionario en Oriente Próximo al derrocar a Sadam Husein. «USA descubrió que había desmantelado la piedra angular del orden de seguridad árabe.»

USA y Gran Bretaña han estado tratando desde entonces de llenar el vacío dejado por la caída del partido Baaz. Querían «impedir el control chií y limitar la influencia iraní en Iraq y en esto no han tenido éxito.» Y por eso se irán.

Su influencia sobre Bush

Ahmed Chalabi fue uno de los personajes clave en la preparación de la invasión de Iraq como un destacado exiliado iraquí en Washington, donde cabildeó ante el gobierno de USA para derrocar a Sadam Husein. Suministró inteligencia de exiliados y disidentes iraquíes a sus patrocinadores en el Pentágono y en la Casa Blanca – y al New York Times – sobre el presunto arsenal de armas de destrucción masiva de Sadam Husein que después resultó ser poco fidedigna. También fue acusado de trabajar para la inteligencia iraní. Respaldado por el Pentágono como futuro líder de Iraq, volvió a casa después de la invasión de 2003 a la cabeza de una pequeña fuerza combatiente con la esperanza de edificar su legitimidad política.

A comienzos de los años noventa, su Congreso Nacional Iraquí fue financiado por la CIA que subsiguientemente se distanció de él después del fracaso de un levantamiento en Iraq kurdo. Chalabi también fue condenado en ausencia por una tribunal jordano de malversación, robo, falsificación y especulación monetaria por el colapso de su banco privado Petra Bank, y sentenciado a 22 años en prisión. Siempre ha defendido su inocencia.

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Patrick Cockburn es autor de «The Occupation: War, resistance and daily life in Iraq»,

finalista en el premio del National Book Critics’ Circle para el mejor libro de no-ficción de 2006.

http://www.counterpunch.org/patrick05162007.html