En el verano de 1960, el Dr. Ernesto «Che» Guevara, de 32 años, accedió a reunirse con algunos estudiantes norteamericanos en su oficina de presidente del Banco Nacional de Cuba. Hacía poco que Fidel lo había nombrado para ese puesto improbable. Como la mayoría de las cosas en Cuba, el hecho de que Che se […]
En el verano de 1960, el Dr. Ernesto «Che» Guevara, de 32 años, accedió a reunirse con algunos estudiantes norteamericanos en su oficina de presidente del Banco Nacional de Cuba. Hacía poco que Fidel lo había nombrado para ese puesto improbable. Como la mayoría de las cosas en Cuba, el hecho de que Che se convirtiera en presidente del Banco provocó un chiste.
Fidel pregunta al gabinete: «¿Alguno de ustedes es economista?»
Che levanta la mano. Fidel, sorprendido, dice: «OK, Che, eres el nuevo jefe del banco».
Posteriormente Fidel se acerca al Che: «¿Tú eres economista?»
«¿Economista?», dice Che. «Yo creí que tú dijiste comunista».
En la reunión de las 2:30 a.m. en julio de 1960, el nuevo presidente del banco quitó los pies de su buró y reconoció que sabía poco de economía. La revolución lo inspiraba, dijo a los estudiantes. «La política», subrayó, «y no la economía, es lo que debe impulsar los planes revolucionarios».
El barbudo médico, peligrosamente apuesto, habló acerca de sus viajes a través de Latinoamérica -esbozados ahora en la pantalla en Diarios de motocicleta (dirigido por Walter Salles). «Los imperialistas han chupado la sangre de los pueblos indígenas de los Andes. Siglos de abuso han agotado a la tierra y a los pueblos», sentenció. «Y el imperialismo norteamericano continúa la explotación».
Describió la pobreza y el subdesarrollo en Argentina, donde se crió este hijo de un arquitecto. Las condiciones de las minas de cobre de Chuquicamata «son increíbles», dijo, mientras acusaba a los intereses familiares de Guggenheim-Rockefeller de explotar el trabajo de menores y de perseguir a los que pretendían formar sindicatos, especialmente a los comunistas. «El imperialismo», dijo, «también ha destruido la región amazónica compartida por varios países».
Presentó hechos. Menos del 2% de la población poseía el 65% de la tierra; 72% de la población rural poseía menos del 4%. Citó dramáticas cifras de desnutrición, brechas de ingreso y propiedades extranjeras, como si el Dr. Guevara estuviera explicando un caso de cirugía ante la Junta de Cirujanos de un hospital. Los datos de la ONU, dijo, confirmaban sus propias observaciones que él había registrado en libretas de notas durante su viaje en motocicletas a principios de los años 50. Sólo una revolución continental podría hacer justicia a la mayoría pobre, y el modelo guerrillero de Fidel había mostrado el camino para tal movimiento.
«¿Qué quisiera usted que hiciera Estados Unidos durante esa revolución?», preguntó el estudiante.
«Desaparecer», contestó secamente Che con toda seriedad.
Che miró fijamente al estudiante, quien tragó en seco. La habitación quedó en silencio. «Es una broma», dijo Che, ya con una sonrisa.
Che subrayó a los estudiantes que la revolución ofrece la mejor, si no la única, manera de dejar una huella histórica del lado de la justicia y la libertad. Él irradiaba esta contagiosa noción con peligroso magnetismo. A las 3:30 a.m. se puso de pie, estrechó las manos de todos y explicó que aún tenía que trabajar antes de poder descansar sus cuatro horas.
Cuarenta y cuatro años después miré el rostro de Gael García Bernal, que interpreta al joven estudiante de cuarto año de Medicina, saltando sobre una motocicleta junto con su amigo parecido a Jack Kerouac (Rodrigo de la Serna) en la Patagonia, los nevados Andes de Chile y en la Amazonía. En Diarios de motocicleta el héroe asmático, faltándole la respiración, cruza a nado el in-nadable río para cruzar al otro lado del Amazonas y pasar su cumpleaños con los leprosos: determinación, audacia, temeridad.
Cinco años después, ya como médico del ejército guerrillero de la Sierra Maestra en el oriente de Cuba, el verdadero Che se lanza a tierra de nadie en medio de un combate para rescatar a un compañero herido.
Che era «temerario», me dijo Fidel en Julio de 1974, una de las pocas críticas que le hacía a su más brillante oficial. «Una vez lo derribé (durante la guerra de guerrillas de 1956-58 contra Fulgencio Batista, cuando se paró en medio de la batalla. ‘Eres demasiado importante para perderte’, le dije».
En el filme, la temeridad de Che se manifiesta no sólo por sus arriesgadas proezas físicas, sino en la escena en que ambiciona a la esposa de un mecánico en un baile de pueblo mientras el esposo bebe. Más tarde debe escapar de la ira de los pueblerinos. El joven Che también salta a un lago helado para sacar un pato para la cena. «Temerario», decía Fidel.
«Pero no debió haber permitido que sus columnas perdieran el contacto», dijo amargamente Fidel, al referirse a la división del grupo guerrillero de Che en Bolivia. «Y su actitud relajada en cuanto a la seguridad le costó», explicó. Che permitió a Regis Debray, el intelectual francés (autor del texto de estrategia guerrillera ¿Revolución en la revolución?) que se enterara de la ubicación de la guerrilla. Posteriormente Debray fue capturado. Sin embargo, hoy sabemos que agentes de la CIA habían descubierto el paradero de los guerrilleros.
Pero a principios de julio de 1968, poco después de que escribiera la introducción al Diario de Che en Bolivia, Fidel aún sufría por la muerte de su compañero y la derrota de la guerrilla boliviana. Aún se aferraba a la tesis del «foco guerrillero» el cual, si se aplicaba apropiadamente, hubiera servido como modelo para la revolución del Tercer Mundo. Una tropa móvil guerrillera apoyada por rebeldes urbanos organizados en una red clandestina significaba un dilema en dos frentes para gobiernos impopulares del Tercer Mundo y sus ineptas fuerzas represivas.
Había funcionado en Cuba. Así que en 1964, con en total apoyo de Fidel, Che organizó un plan similar de batalla en el Congo. En su diario congolés (Che en África: el diario de Che Guevara en el Congo, por William Gálvez), un Che de pensamiento científico registra sus observaciones acerca de la realidad del Congo, como hizo en Latinoamérica.
Su evaluación: la misión del Congo había fracasado. Un factor contribuyente a la derrota del esfuerzo, observó él, fue la falta de conocimiento. Los supuestos soldados revolucionarios del Congo estaban «saturados del concepto fetichista de la muerte y del enemigo, y no tienen una organización política organizada». Pero Che, el poeta, se tomó esto de manera personal.
Como un personaje de una novela de Conrad, llegó a la conclusión de que «Durante aquellas últimas horas en el Congo, me sentí más solo que nunca…»
Pocas horas después de escribir esas palabras, Che se dirigió a los compañeros de los cuales se iba a separar. Imaginen la adrenalina interna que necesitó para obligarse a decir estas optimistas palabras: «Esta lucha que acabamos de librar ha sido una gran experiencia. A pesar de todas las dificultades que hemos enfrentado, espero que si algún día Fidel propone otra misión de este tipo, algunos de ustedes se brinden como voluntarios».
Che regresó disfrazado a Cuba, luego lideró a un grupo de elite de guerrilleros veteranos para unirse un grupo de bolivianos para liberar ese país mediterráneo. El método del «foco» suponía el apoyo del Partido Comunista de Bolivia al cual, a pesar de las protestas de Moscú, Fidel había «convencido» de que apoyaran la operación. Pero los comunistas bolivianos, siguiendo órdenes soviéticas, «traicionaron a Che», acusó Fidel.
Sin esa vital red clandestina, el foco guerrillero sucumbió. A principios de octubre de 1967, después de meses de lucha improductiva, un soldado boliviano, mientras agentes de la CIA se mantenían en los alrededores, asesinó al prisionero Che Guevara. Este drama ocurrió en La Higuera, cerca del lugar donde Antonio José de Sucre, el segundo de Bolívar, había combatido a los españoles más de un siglo antes.
La muerte de Che se convirtió en un hecho internacional, y lo ha seguido siendo. Ahora el filme ofrece una visión del carácter de Che. Gael García interpreta al joven estudiante de Medicina cuya adicción a los principios lo impulsó a la acción, lo inyectó con el tipo de valor que surge casi preternaturalmente del manantial de sentimientos y pensamientos dentro de él -las cualidades que lo hicieron carismático. Treinta y siete años después de su asesinato, su imagen aún atrae a los espíritus más nobles de todo el mundo a tratar de «ser como Che».
Su imagen y el lema «Viva Che» aparecen en las paredes de apartamentos de Damasco y Bagdad; su rostro heroicamente dibujado en millones de camisetas en todo el mundo. Sí, junto con la santificación revolucionaria, la imagen de Che ha sido comercializada. Pero aquellos que comprenden lo que él significó harán la historia en su camino por todo el mundo.
«Seremos como el Che,» aparece en vallas y carteles. Algunos estudiantes dicen cínicamente: «Claro, también nos volveremos asmáticos». Sin embargo, una estudiante insiste en que Che es el epítome del revolucionario. Ella planea pasar la vida trabajando para los pobres:
Ella cita oraciones del diario de Che en el Congo. «Uno es revolucionario sólo cuando está dispuesto a dejar todas las comodidades para ir a luchar a otro país». Che interiorizó el principio de «el reconocimiento de la necesidad es la guía para la libertad». El poeta, médico, guerrero y revolucionario continúa siendo una inspiración desde la tumba. «Una vez más» escribió a sus padres mientras se preparaba para viajar a África en 1964, «siento bajo mis talones el costillar de Rocinante (el jamelgo de Don Quijote)». Él describe «una voluntad que he pulido con delectación de artista que sustentará a algunas piernas temblorosas y algunas piernas cansadas. Lo haré».
En el filme, García Bernal interpreta a Che con cambios fluidos de expresiones faciales y lenguaje corporal. Él presenta el ingenio, la inteligencia y la determinación que el verdadero Che posteriormente manifestó mientras hacía historia. El Che de García Bernal muestra cómo un inmaduro estudiante de Medicina transforma su culpa de clase media en determinación revolucionaria.
En el mundo globalizado contemporáneo, la injusticia ha crecido. Los focos guerrilleros ya no responden realistamente a la injusticia sistémica. Pero la comprensión de la naturaleza de la explotación, como el filme de Che confronta la explotación de trabajadores y pueblos indígenas, significa que uno debe actuar -en Seattle, Washington, D.C. y otros lugares donde se reúna la OMC. ¡Viva Che!
El nuevo libro de Landau es El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores reemplazaron a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia. Landau dirige el programa de medios digitales en la Universidad Cal Poly Pomona y es miembro del Instituto para Estudios de Política.