Traducción del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Las cautas palabras del informe Baker-Hamilton ofrecen un fuerte contraste con la violencia y el terror que domina cada día en Bagdad. Muchos de los terribles desastres que se temía pudieran ocurrir en el futuro ya están ocurriendo de hecho. En el informe se afirma que existe el riesgo de «un deslizamiento hacia el caos», pero con casi 4.000 iraquíes asesinados al mes, el caos ya está ahí.
«Podría aumentar la limpieza étnica», advierte el informe pero, en realidad, para ello Iraq no tiene que fragmentarse en tres patrias para sunniís, chiís y kurdos. Bagdad y el centro de Iraq ya se ha desintegrado en municipios chií y shií hostiles y fuertemente armados.
El Grupo de Estudio de Iraq entrevistó a unas 170 personas, incluidos Tony Blair, el presidente George Bush, dirigentes iraquíes y muchos embajadores y altos cargos. Pero las conclusiones del informe a veces dan la alarmante impresión de que los republicanos y demócratas que ostentan puestos de responsabilidad en realidad nunca han comprendido la política iraquí.
El informe afirma: «Estados Unidos debe trabajar estrechamente con los dirigentes iraquíes para apoyar la consecución de objetivos específicos -o hitos- de reconciliación nacional, seguridad y gobierno». El problema aquí es que Iraq ya se ha venido abajo como entidad política. Instituciones supuestamente nacionales, como la policía, el ejército y los ministerios del gobierno, ya han sido divididas en chiís, sunniís y kurdas.
Estas tres comunidades nunca se van a volver a reunir y solo podrán reconciliarse por medio de acuerdos específicos que definan el poder de cada uno.
Iraq sigue estando tan dividido que cualquier supuesto progreso hacia la seguridad nacional seguirá siendo una ilusión. Estados Unidos y Gran Bretaña están adiestrando y equipando al ejército y la policía. Pero el problema real de las fuerzas de seguridad iraquíes es que sus unidades no actuarán contra sus propias comunidades.
El informe prevé el control iraquí de su ejército para el próximo mes de abril, el control de las provincias para septiembre y la independencia de las fuerzas de seguridad iraquíes para el próximo mes de diciembre. Esto parece razonable, pero no responde a la pregunta de qué iraquíes estarán bajo control.
El informe dice que no es seguro «que [los iraquíes] lleven a cabo misiones a favor de objetivos nacionales en vez de una agenda sectaria». Esto suena inocente pero tira abajo con tacto el muy repetido mantra de Tony Blair de que la misión británico- estadounidense es construir las fuerzas de seguridad iraquíes.
Baker y su grupo acaban discretamente con mitos divulgados sistemáticamente por portavoces civiles y militares estadounidenses en miles de ruedas de prensa en Bagdad y Washington. Los portavoces insistieron una y otra vez en el papel de los combatientes extranjeros en la guerra de Iraq, pero el informe cita a altos cargos militares estadounidenses que afirman que Al Qaeda en Iraq sólo es responsable de una pequeña parte de la violencia. Dice que solo hay 1.300 combatientes extranjeros en el país. Indica que el Ejército Mehdi Army del clérigo nacionalista Muqtada al-Sadr cuenta al menos con 60.000 hombres.
En el informe hay otro punto débil importante. Estados Unidos es responsable en parte de la debilidad del gobierno iraquí. Nunca quiso un gobierno iraquí dominado por partidos chíis con posibles simpatías por el régimen de Teherán. Semejante posibilidad era una pesadilla política para Washington. Estados Unidos ayudó a crear un sistema político en el que cada comunidad pudiera paralizar la acción unitaria. También ha tratado de dividir la alianza chií que ganó la mayoría de los votos en las elecciones de 2005.
En términos de política interna iraquí, el aspecto más positivo del informe es que expone lo hueco de la afirmación por parte de la Casa Blanca y Downing Street de que todavía es factible la victoria en Iraq y que es cuestión de aguantar hasta el final.
Patrick Cockburn es autor de The Occupation
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