En el museo Arturo Michelena, de la capital venezolana, se cansaron de esperar de brazos cruzados que el público llegase a contemplar las obras colgadas de sus paredes y decidieron colocarlas en los muros del vecindario. Se trata de facsímiles de algunas de las pinturas de maestros que atesora el museo, copiadas por jóvenes artistas […]
En el museo Arturo Michelena, de la capital venezolana, se cansaron de esperar de brazos cruzados que el público llegase a contemplar las obras colgadas de sus paredes y decidieron colocarlas en los muros del vecindario.
Se trata de facsímiles de algunas de las pinturas de maestros que atesora el museo, copiadas por jóvenes artistas sobre paredes y que convierten por ejemplo una tela o un retablo de 30 por 40 centímetros en un mural de tres por cuatro metros.
«Decidimos que si el público no viene a nosotros, entonces nosotros iremos al público, a tono con el movimiento de la museología contemporánea, de buscar una integración entre museo y comunidad», explicó a IPS el conductor del proyecto y presidente de la Fundación Arturo Michelena, Alejandro Oramas.
Arturo Michelena (1863-1898) es una gloria de la plástica venezolana, autor en su corta vida de más de 700 piezas de dibujo y pintura épica, de género y retratos. Ganó una medalla de oro en la Exposición Internacional de París de 1889 con su obra «Carlota Corday camino el cadalso» y es descrito en los textos de arte como un academicista y también como «el impresionista impresionante».
El jueves 9 de este mes, al cabo de un siglo sin que su pintura se apreciase en Europa, el Museo de América en Madrid inauguró una muestra de 44 de sus obras, entre ellas «La vara rota», un cuadro realista de una escena de las españolas corridas de toros.
Fue «un virtuoso de la técnica, cargado de matices románticos, que se sacrificó al gusto y las modas del momento para crear un estilo particular. Conjugó la tradición neoclásica y el posromanticismo con la rigurosidad del academicismo francés», comentó la ministra de Cultura de España, Carmen Calvo, satisfecha con la exposición.
En Caracas, el museo dispuesto a popularizarlo se asienta en la casa que su familia edificó sobre lo que fue el taller del artista, en la parroquia La Pastora, una barriada del norte caraqueño cuyos habitantes han resistido el avance de la urbanización a base de edificios y conservan centenares de casas tal como fueron construidas en el siglo XIX.
La Pastora «ha liderado desde hace mucho tiempo la lucha porque las ordenanzas y demás normas de urbanismo respeten la preservación de su arquitectura tradicional», recordó Oramas, «y existen grupos que por su cuenta han desarrollado un muralismo con temas de conservación, de tradiciones y de historia patria», agregó.
En las calles de La Pastora pueden apreciarse murales que evocan la naturaleza de la Gran Sabana, un paraíso natural en la Guayana venezolana, hechos de la vida del libertador Simón Bolívar o al médico elevado a los altares como venerable de la religión católica, José Gregorio Hernández (1864-1919).
Un mural, reconstruido con ayuda de la Fundación Michelena, muestra una imagen de Hernández en la esquina de La Pastora donde murió, atropellado por uno de los escasos automóviles que en 1919 circulaban por las calles de Caracas.
Los paseantes se detienen ante el mural «y desde su religiosidad y tradiciones ofrecen una respuesta entusiasta al trabajo de murales que emprendimos, agregan recogimiento a la contemplación y reconocen y agradecen el esfuerzo hecho», indicó Oramas.
La Fundación ha copiado sobre muros del vecindario un gran trozo de la «Batalla de Araure», episodio de la guerra de independencia, en 1813, de Michelena, pero también «Todo depende del punto de vista», una obra moderna y que invita a la contemplación plástica, del pintor contemporáneo Rolando Dorrego.
Como en La Pastora hay tradición de grupos musicales que utilizan profusamente el tambor, se llevó también a un muro «El tamborero», una obra temprana (1950) del exitoso pintor cinético venezolano Carlos Cruz-Diez, «colocando el museo en una posición de apoyo al imaginario popular», subrayó Oramas.
Los primeros lienzos fueron copiados en los muros por Ian Pierce, pintor estadounidense de origen chileno, pero el Museo Michelena busca ahora jóvenes artistas recién egresados de las escuelas de Bellas Artes para aupar su crecimiento y tratar de desarrollar un nuevo movimiento muralista en Venezuela.
El programa persigue completar este año cinco facsímiles y otros cinco en 2005, preferiblemente de obras que guarda el Museo Michelena, «con la idea de que la gente se anime no sólo a valorar y conservar sus espacios, sino a venir a ver los originales que cuelgan de nuestras paredes», dijo otro de los directores, Héctor Castillo.
En su relación con la comunidad, el Museo Michelena ha activado foros de cultura con los vecinos y público en general, reuniones cada jueves para discutir asuntos de interés comunitario, y talleres de cine y fotografía..
Una amplia sala expone las fotografías de la zona hechas por maestras de las escuelas primarias que funcionan en La Pastora, con la particularidad de que las hicieron con cámaras fotográficas elementales, elaboradas en talleres del museo y para las que usaron envases de lata, desechables tras contener un kilo de leche en polvo.
Programas de extensión semejantes comenzaron a desarrollar otros museos ubicados en zonas populares de la capital, como el Jacobo Borges, de Catia (oeste) y el Alejandro Otero, de El Valle, al suroeste.