Estados Unidos, el imperio más poderoso de la tierra en toda la historia de la humanidad, con más pena que gloria, se vio obligado a retirarse de Iraq tras siete años y medio de una invasión militar fundada en el engaño y la mentira que desató una guerra cruenta, inmoral, inhumana y bárbaramente destructora. Deja […]
Estados Unidos, el imperio más poderoso de la tierra en toda la historia de la humanidad, con más pena que gloria, se vio obligado a retirarse de Iraq tras siete años y medio de una invasión militar fundada en el engaño y la mentira que desató una guerra cruenta, inmoral, inhumana y bárbaramente destructora. Deja un país asolado, sumido en la pobreza material y en la miseria política luego de asesinar a Saddam Hussein, a más de 1,2 millones de civiles y destruir monumentos históricos que corresponden al patrimonio de la humanidad y los inicios de la civilización occidental. Comenzó el repliegue pero deja unos 50.000 soldados para que cuiden sus «conquistas» o atracos, en especial, de hidrocarburos.
El saldo para la Casa Blanca es negativo puesto que tuvo que pagar con más de cinco mil de sus soldados muertos, entre ellos decenas de ciudadanos hispanoamericanos y de otras nacionalidades, la vergüenza de haberse convertido en un país cruel al torturar a ciudadanos iraquíes indefensos en la cárcel de Abu Ghraib, el deshonor de contar con tropas despiadadas y deshumanizadas, la infamia de privatizar la guerra y el cinismo de llevarse el petróleo como un botín de guerra al mejor estilo de los filibusteros británicos. Para alcanzar esas cifras de muerte y destrucción, el imperio gastó más de un billón de dólares.
El ex presidente George W. Bush, uno de los peores que ha tenido Washington, inició su aventura bélica el 20 de marzo de 2003. El pretexto para invadir Iraq, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 -sin el apoyo de Francia y de Alemania- eran las armas de de destrucción masiva que poseía Iraq gobernado por Saddam Hussein, armas que jamás fueron encontradas por los cerca de 200.000 militares con los que Estados Unidos y la OTAN invadieron Iraq.
Esa guerra fue uno de los peores negocios del imperio ya que sólo consiguió el repudio universal. Bush, Cheney, Rumsfel, Powell, C. Rice y sus halcones alcanzaron un inmenso desprestigio en el mundo y dentro de Estados Unidos cuyo pueblo rubricó la derrota republicana en las elecciones de noviembre de 2008 para ungir como administrador de turno a Barack Obama, que pronto alcanzó el puesto de Gerente de la Guerra muy a pesar de su inmerecido Premio Nobel de la Paz.
Las opiniones en contra de la guerra en Iraq y Afganistán aumentan día a día en Estados Unidos y en el mundo entero. «Tortura. Corrupción. Guerra civil. Estados Unidos ciertamente ha dejado su marca en Iraq», opinó el periodista Robert Fisk, y dijo que Washington llevó a Iraq «la infección de al-Qaida, la enfermedad de la guerra civil; ellos inyectaron en Iraq la corrupción en gran escala; estamparon el sello de la tortura en Abu Ghraib, después de poner su sello de tortura sobre (la base aérea de) Bagram y las prisiones negras en Afganistán».
La guerra, además de desolación en Iraq, deja a Estados Unidos un síndrome bastante parecido al de la derrota que sufrió en Vietnam. Más aún cuando ha tenido que recurrir a mercenarios y a contratistas privados para que hagan la guerra que ellos no pueden ganar. Esta inmoral guerra deja pérdidas macabras para la Casa Blanca, ya que en siete años y cinco meses murieron más de 5.000 soldados y se calcula que más de 100.000 fueron heridos, en miles de casos hasta la discapacidad total y con graves trastornos psicológicos.
En el año 2007, la consultora británica ORB (Opinion Research Business) estimó que más de 1,2 millones de personas murieron durante la invasión estadounidense. Además, las fuerzas de la red al-Qaida -que no existían durante la era de Hussein en Iraq- continúan sus operaciones para desestabilizar el país, luego del atentado del 17 de agosto pasado que causó 57 muertos en un centro de reclutamiento de Bagdad. A pesar de la retirada de las tropas yanquis, Iraq seguirá siendo un país ocupado por fuerzas extranjeras ya que más de 50.000 soldados estadounidenses permanecerán allí en tanto que el Departamento de Estado entrenará a la policía iraquí y elevará a 7.000 el número de contratistas privados que tendrán a su cargo la defensa de cinco barracas fortificadas, así como el control de radares para prevenir ataques con cohetes, según anunciaba el imperio al iniciar el repliegue de las tropas con destino a Kuwait, otro país del que se adueñó Estados Unidos. De esta manera Iraq no existe como país libre e independiente, ya que no ejerce ningún tipo de soberanía puesto que el gobierno y jefes militares no son más que títeres del imperio.
La retirada de los yanquis ha provocado que algunos militares iraquíes, entre ellos el jefe del Estado Mayor, Babakir Zebari, quien con una postura bastante parecida a la de un traidor a la patria, implora por la presencia de las tropas invasoras en suelo iraquí. Llegó a decir que la retirada era «prematura» y que su ejército era incapaz de garantizar la seguridad del país antes del año 2020.
Iraq es un caos político: los chiítas, con el apoyo de los sunnitas, son la rama religiosa mayoritaria del país que, sin embargo, luego de la invasión estadounidense, podría ampliarse y volverse incontenible la guerra civil religiosa con matices políticos. El analista Anthony Shadid, sostenía que «La aprensión socava una peligrosa combinación de fuerzas que ha aquejado a Medio Oriente: una impredecible fractura militar y la creciente frustración con una clase política que parece aislada, sin timón». La invasión militar y la consiguiente ocupación estadounidense acabó con la clase política dirigente, tanto que los analistas afirman con más dudas que certezas que «en el escenario político iraquí surgen otros nombres, como los del chiíta Al Maliki y los ex primeros ministros Ayad Allawi e Ibrahim al Jaafari, así como Ahmad Chalabi, un ex aliado de Estados Unidos, entre otros. Estados Unidos se retira sin gloria de Iraq, dejando un país con el 23 por ciento de la gente viviendo en una situación de pobreza extrema, con dos dólares diarios, mientras que un 3 por ciento sufre de hambre y desnutrición, según informes de las Naciones Unidas.
«La retirada tiene más sabor a derrota que a victoria, con Estados Unidos desplegando más soldados en Afganistán para hacer frente al avance de los talibanes y las fuerzas de al-Qaida. Y aquella imagen de la estatua de Hussein, con la cara cubierta por la bandera de las barras y las estrellas que tanto entusiasmaba a Bush y al ex ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, hoy forma parte de un pasado de intervención estadounidense» se concluye.
Afganistán, la nueva derrota
Además de la «retirada» de Iraq, Estados Unidos ya piensa en la retirada de Afganistán, es decir en salir de manera voluntaria para ocultar una nueva derrota militar. El analista Carlos Pereyra Mele en un ensayo para el Fondo para la Cultura Estratégica expresa: «Cada presidente de Estados Unidos desde Franklin Delano Roosevelt para aquí ha tenido «su guerra», salvo la II Guerra Mundial. Los resultados de las otras intervenciones que los Estados Unidos pueden exhibir son escasas victorias: Corea, China, Cuba, Laos, Vietnam, Camboya, Líbano, Iraq, Afganistán (fueron derrotas o empates que es lo mismo que una derrota) o apoyando a golpes o movimientos terroristas en: Irán, Pakistán, Nicaragua, Republica Dominicana, Chile, Grecia y por doquier, solo puede exhibir éxitos totales en la invasión de Granada y Panamá.
En realidad, Estados Unidos ha perdido la guerra en Iraq e irremediablemente la pierde en Afganistán. Pereyra reseñaba que «hace pocos días conocíamos del despido del general David McChrystal, luego de unas «declaraciones» donde ponía en duda la capacidad y los objetivos militares de Estados Unidos en la persona de su comandante en jefe, Barack Obama, para ganar en el conflicto Afgano, que pronto cumplirá 10 años; guerra que se inició para desplazar al los talibanes luego del 11-S. Los talibanes nuevamente se han reorganizado y sus fuerzas campean por todo el país, tanto que han llevado a la concreción de actos que se podrían considerar cómicos sino fuera por la tragedia que allí se desarrolla, cuando las fuerzas de la OTAN pagan «peaje» para no ser atacadas. Recientemente se descubrió por una investigación del Senado de USA que las empresas que brindan «servicios logísticos» con tropas mercenarias como es el caso de la firma Xe Services (ex Blacwater), paga «peaje» a los talibanes para que no las ataquen (lo cual significa que el propio gobierno estadounidense «subvenciona» a los talibanes indirectamente), a ello debemos añadir, dice el analista, el descomunal desarrollo de la producción de heroína que denuncian las agencias de lucha contra las drogas, pues Afganistán se transformó en el país proveedor del 92% de la producción mundial de ese estupefaciente basado en la amapola y que esta producción se disparó geométricamente bajo la ocupación de Estados Unidos y la OTAN.
Las guerras en Iraq y Afganistán son tan sucias e inmorales como todas las guerras imperiales desatadas por Estados Unidos. Hoy nuevas informaciones ‘clasificadas’, difundidas por el sitio Wikileaks y publicadas en los diarios The Guardian (Reino Unido) y The New York Times (EE.UU.), y la revista Der Spiegel (Alemania), revelan cómo las tropas mataron a cientos de civiles en incidentes que nunca fueron informados o cómo los ataques de los talibanes minaron a las fuerzas de la OTAN y dieron espacio a la insurgencia en los países vecinos de Pakistán o de Irán. También The Guardian indicó que estos archivos revelan cómo «una unidad secreta de fuerzas especiales señala a los líderes talibanes para matarlos o capturarlos sin juicio». El diario británico también se refirió a las cifras de civiles afganos muertos y apunta que los registros filtrados indican 144 incidentes de ese tipo. «Algunas de estas bajas se deben a los ataques aéreos que suscitaron protestas del Gobierno afgano en el pasado, pero un gran número de incidentes hasta ahora desconocidos parece ser el resultado de soldados que abren fuego contra conductores desarmados o motociclistas, a causa de su determinación de protegerse de terroristas suicidas», apuntó. La prensa informaba de que la tasa de suicidios de militares estadounidenses es de un suicido por día fundamentalmente entre los veteranos de los conflictos de Iraq y Afganistán.
Por sobre los suicidios, la guerra sigue siendo un gran negocio ya que una parte considerable de las contribuciones fiscales de Estados Unidos van a parar a las arcas insaciables del llamado «complejo militar-industrial», que hoy representa el 50% del gasto en materia de defensa global, es decir a alimentar esa maquinaria bélica que termina siendo un objetivo en sí misma.
A la luz de los resultados y las informaciones que surgen a pesar de la censura y la colaboración de los grandes medios para apoyar estas aventuras bélicas, se hace cada día más evidente que el objetivo para Estados Unidos no es ganar guerras sino el medio de un gran negocio.
Suicidios, la otra tragedia
El poeta y periodista argentino Juan Gelman se refería a otra tragedia que surge como consecuencia de la guerra: los suicidios. Se producen, decía, en soledad y secreto entre los efectivos estadounidenses que combaten o combatieron en las guerras que W. Bush lanzó y Barack Obama continúa. Junio fue el mes más cruel: se suicidaron 32 soldados, un número superior al de cualquier mes de la guerra de Vietnam. Once no estaban en activo y siete de los restantes cumplían servicio en Iraq y/o Afganistán. Son cifras oficiales (www.defense.gov, 15-7-10). En el 2009 segaron su propia vida 245 efectivos y la cifra se superaría este año: 145 se suicidaron en el primer semestre y 1.713 lo intentaron sin éxito. La tasa es más alta que la correspondiente a la población civil de Estados Unidos. El militar Tim Embree testimonió el 25 de febrero ante la Comisión de Asuntos relativos a los Veteranos de la Cámara de Representantes.
Declaró en nombre de los 180.000 asociados de Veteranos Estadounidenses de Iraq y Afganistán (IAVA, por sus siglas en inglés), países a los que fue enviado a combatir dos veces. «El año pasado se quitaron la vida con sus propias manos más efectivos de los que cayeron en combate en Afganistán -señaló-. La mayoría de nosotros conoce a un compañero que lo hizo al regresar a casa y los guarismos no incluyen siquiera a quienes se suicidan al terminar su servicio: están fuera del sistema y sus muertes suelen ser ignoradas» (//iava.org, 15-7-10). Tal vez no fueran seres humanos, apenas material desechable.
Embree recordó las cifras publicadas por el semanario Army Times, que divulga noticias del ejército y posibilidades de carrera en la institución: «18 veteranos se suicidan cada día y se registra un promedio mensual de 950 intentos suicidas entre veteranos que reciben del departamento federal correspondiente algún tipo de tratamiento (www.armytimes.com, 26-4-10)». Se trata de veteranos de todas las guerras que Estados Unidos desató en tierras extranjeras y padecen, en general, de PTSD. Antes se lo llamaba neurosis de guerra o fatiga de combate o shock y aun otros nombres. El PTSD los reúne a todos.
La publicación mensual Archives of General Psychiatry dio a conocer una investigación independiente sobre 18.300 soldados examinados a los tres meses y al año de ser enviados a Iraq: del 20 al 30 por ciento sufrían de PTSD y una depresión profunda agobiaba al 16 por ciento (//archpsyc.amaassn.org, junio de 2010). Se explica la dificultad de los veteranos para reintegrarse a la vida civil, la violencia hogareña que protagonizan, los matrimonios rotos, la drogadicción y los suicidios. A finales del 2009, según cifras del Departamento de Veteranos del gobierno, más de 537.000 de los 2,04 millones que sirvieron en Iraq y Afganistán pidieron atención médica (www.ptsd.va.gov, febrero 2010).
La dificultad se agrava porque regresan a un país con un desempleo cada vez mayor. Según una investigación de la IAVA, el 14,7 de los veteranos son desocupados, un 5 por ciento superior al promedio nacional (//iava.org, 2-4-10). Aumenta así el número de los que han perdido su vivienda. Un informe de la National Coalition for the Homeless indica que el 33 por ciento vive a la intemperie y que un millón y medio corre el riesgo de quedarse sin techo debido a la pobreza y la falta de apoyo oficial (www.nchv.org, septiembre 2009). Están ausentes de estas cifras los veteranos físicamente incapacitados para buscar y mantener un trabajo. Kevin y George Lucey, padres de un soldado que se quitó la vida, contaron una de las tantas historias que los números ocultan. El 22 de junio de 2004, su hijo Jeff, de 23 años, se colgó en el sótano de la casa (www.democracynow.org, 9-8-10). Era cabo del cuerpo de marines y había regresado de Iraq en julio del año anterior. La madre relató que al mes de participar en la invasión enviaba cartas a su novia en las que hablaba de las «cosas inmorales» que estaba haciendo. Una vez en el hogar, Jeff comenzó a soltar frases inconexas sobre Nasiriya, la ciudad al sudeste de Bagdad en la que tuvo lugar la primera gran batalla de los invasores contra el ejército regular iraquí. Un día recibió a su hermana Amy con lágrimas en los ojos diciéndole que era un asesino. Antes de suicidarse, dejó sobre su cama las chapas de identificación de dos efectivos iraquíes que había matado aunque no portaban armas. Jeff solía mirarlas con frecuencia.
Los psiquiatras y psicólogos militares carecen de conocimientos para enfrentar estas dolencias. Mark Russel, comandante de la Marina especializado en enfermedades mentales, descubrió que el 90 por ciento del personal que cumple esas funciones no tiene la formación necesaria para atender el PTSD. Se limita a prescribir drogas como el Paxil, el Prozac o el Neurontin, que acentúan y hasta producen los síntomas, y a devolver a los soldados a sus unidades (www.usatoday, 17-1-07).
El presidente Obama declaró ante una convención de veteranos discapacitados en Atlanta, que su gobierno estaba haciendo los máximos esfuerzos para prevenir el suicidio y otras consecuencias del PTSD. Para el padre de Jeff, eso es pura hipocresía.
¿Acaso los suicidios, los trastornos mentales, los crímenes de guerra y de lesa humanidad, no constituyen imparables derrotas del imperio más poderoso de la tierra? Lo cierto y doloroso es que las guerras imperiales están diseñadas para servir a los amos de las causas bélicas, para llenar de ganancias al complejo militar industrial y a los depredadores de la tierra y para satisfacer las ansias de dominación de la «clase superior estadounidense» que se cree destinada a gobernar al mundo, así sea sobre montones de cadáveres y ciudades y pueblos aniquilados.
Ante la retirada de las tropas yanquis de Iraq, el analista, escritor y periodista cubano Néstor Núñez sostiene que ya resulta común en la historia de las intervenciones militares estadounidenses, que ningún anuncio de retirada de los ocupantes suele ser radical y completo, a menos que obedezca a una derrota aplastante como en Vietnam. Añade que en relación con las agresiones armadas en Asia Central como parte de la titulada campaña antiterrorista global, en concretó en Afganistán e Iraq, en más de una ocasión los dos gobiernos de turno involucrados en ambos conflictos hablaron de futuras salidas de las fuerzas invasoras, sobre todo con especial acento en medio de campañas políticas ligadas a la conquista de plazas oficiales. George W. Bush lo esbozó alguna vez, pero al propio tiempo no dejó de repetir e insistir en que a «los muchachos» todavía les quedaba mucho «trabajo» por hacer.
Barack Obama fue cuidadoso en colocar el tema en su titulado programa electoral, pero al igual que el propagandista cierre del centro de torturas ubicado en la ilegal base naval de Guantánamo, ambos asuntos resultan aún cuentas pendientes.
Sin embargo, hace apenas unos días, el presidente de los Estados Unidos pareció intentar un golpe de efecto en medio de la alarma generalizada que proviene de la severa crisis económica interna, y anunció la presunta salida militar de Iraq para finales de este agosto, en tanto altos mandos militares en Kabul dijeron que la retirada de Afganistán podría concretarse para julio del 2011.
Obama enfatizó de manera especial que la retirada de Iraq es una de sus originales promesas electorales y fue raudo al aclarar que la salida de los invasores no será absoluta ni mucho menos. En consecuencia, de 150.000 soldados agresores radicados en el país mesopotámico desde la guerra de 2003, la tercera parte, se mantendrán en sus puestos para «garantizar el orden».
De inmediato los mandos castrenses estadounidenses en Afganistán desplegaron similar táctica y precisaron que la salida de las tropas extranjeras constituirá una suerte de «repliegue limitado». Para quien ha seguido la práctica intervencionista imperial no se trata de nada nuevo. La trama no ha cambiado en decenios, porque para Washington las puertas, una vez abiertas, no pueden cerrarse. Vale recordar que cuando las tropas gringas intervinieron en la guerra anticolonialista cubana dejaron como herencia la base naval de Guantánamo; también la Enmienda Platt, que les daba prerrogativas para desembarcar fuerzas militares en la Isla cuando lo estimasen conveniente y las amarras económicas y políticas aseguradoras del control sobre Cuba. Así ha sido en cada rincón del orbe donde los soldados yanquis han logrado asumir cierto control. No por gusto los Estados Unidos es la potencia con mayor despliegue bélico en el planeta, con establecimientos agresivos que no obvian ningún continente.
En consecuencia, la ahora tan sonada retirada de Asia Central no podía ser ni completa ni incondicional. Ambos conflictos fueron creados para conquistar y someter, y los depredadores no entregan las piezas con facilidad. En todo caso, hay que quebrarle los colmillos.
El gerente de la guerra
Obama convertido en Gerente de la Guerra tendrá que administrar conjuntamente con los llamados líderes de Europa (OTAN) la fabulosa cantidad de más de 1.464 billones de dólares ( millones de millones) destinada al gasto en armas y guerras, mientras el mundo contempla la peor crisis económica, financiera y ambiental que ha sumido a los pueblos de la tierra en inundaciones y sequías, en huracanes y terremotos, en erupciones volcánicas y mares agitados debido al cambio climático propiciado por los países ricos y poderosos liderados por Estados Unidos. Mientras los pueblos de la tierra, empobrecidos por el sistema, soportan hambrunas, desempleos, pérdidas irrecuperables como sus viviendas, el gasto militar mundial aumentó casi en un 6%.
Un análisis del Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés) indicó que esa cifra equivale al 2,4 por ciento del producto interno bruto mundial y a 217 dólares por cada habitante del planeta, según informaba Cira Rodríguez César. Expertos de ese organismo sueco aseguraron que mientras los gobiernos hablan de austeridad y la cumbre del G20, celebrada en Toronto, Canadá, prometió reducir el déficit fiscal a la mitad en 2013, las inversiones en defensa siguen disparadas.
A la industria armamentista parece no importarle la alarmante tasa de desempleo mundial, el alza de los precios de los alimentos y otros productos básicos, o que millones de personas en todo el mundo aún no tengan acceso a la educación y la salud.
Tampoco llama la atención a los magnates de ese fructífero monopolio el efecto de los recortes de gastos sociales para los sectores más vulnerables, y mucho menos el impacto del cambio climático provocado en gran parte por el empleo de armas nucleares. De acuerdo con el más reciente informe divulgado por el SIPRI, «la crisis financiera global todavía no ha repercutido en los ingresos y beneficios de las grandes empresas armamentistas».
Especificó esa entidad que en los países que conforman el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas el gasto militar creció constantemente en los últimos 10 años. Tal comportamiento se ve en Estados Unidos, que desde su participación en los conflictos de Iraq y Afganistán aumentó el gasto militar que no hubiera ocurrido sin estos conflictos, señaló Carina Solmirano, analista del SIPRI.
A Estados Unidos le corresponde el mayor aumento del gasto mundial militar, con un 58 por ciento, ya que desde 2000 los gastos en defensa crecieron un 67 por ciento a precios constantes, para situarse en 607.000 millones en 2009, y llegar a 730.000 millones en el presupuesto fiscal de 2010.
El actual presupuesto de Defensa de Estados Unidos ya supera el 50 por ciento del total del gasto armamentista en el mundo. Recordó el SIPRI que, en febrero de este año, el presidente estadunidense Barack Obama anunció que el gasto militar de 2011 sería de 750.000 millones de dólares, unos 30 .000 millones más que en 2010 y más de 100.000 millones más que en 2009.
Estados Unidos es el primer exportador de armas del mundo y se estima que en 10 años la industria armamentista podría ser el primer producto de exportación nacional.
Para muchos observadores, incluidos los del Instituto de Estocolmo, la primera potencia imperial es, sin sorpresa, el país con mayores gastos en armamento del mundo.
Los egresos de ese país multiplican con creces los de China (100.000 millones de dólares), Francia (64.000 millones), Reino Unido (58.000 millones), Rusia (53.000 millones) y Japón (52.000 millones). Otro analista del SIPRI, Sam Perlo-Freeman, precisó que los países aumentan el gasto de la defensa con el pretexto de las intervenciones militares estadunidenses en Iraq y Afganistán, y el interés constante de los países en adquirir armamento de última generación. Además, indicó el especialista, la idea de la guerra contra el terrorismo estimuló a muchos países a ver al mundo con visión armamentista y así justificar sus altos gastos en defensa.
Ello confirma la relación directamente proporcional entre la guerra contraterrorista y las ganancias, y la expansión de los consorcios armamentistas estadunidenses.
Tales compañías, junto con las petroleras y las corporaciones de servicios, son al final los ganadores en las invasiones y ocupaciones militares, como de los conflictos actuales y potenciales en Medio Oriente y en todo el planeta.
Sobre esa base, India, Arabia Saudita, Irán, Israel, Brasil, Corea del Sur, Argelia Turquía, Singapur, Paquistán, Malasia, Israel, Argelia, Marruecos, Libia, Egipto, Irán, Suráfrica, Sudán y Chile inscribieron aumentos en sus presupuestos militares, apuntó el informe del SIPRI.
Ante estas realidades se debe concluir que el imperio ha contagiado su locura bélica a muchos países y que tampoco nada ha cambiado en la Administración de Estados Unidos puesto que Obama cada vez se compromete más con los planes de guerra de Bush, sus halcones y los belicistas del complejo industrial militar. Tanto es así que el actual inquilino de la Casa Blanca distinguido con el Premio Nobel de la Paz, seguramente no honrará tan preciado galardón que le concediera la Academia Sueca. Obama será un gran candidato para recibir el Premio Mundial de la Guerra.
¿Qué diferencias existen entre su antecesor George W. Bush II y Obama?. Las diferencias con su belicista predecesor en el trono de la Casa Blanca, George W. Bush II, han resultado solo aparentes, y su maquillaje va removiéndose en su roce lascivo con los intereses del complejo militar industrial y el Pentágono.
Así, a la visión de Obama de un mundo sin armas nucleares, se superpone ahora el interés por el desarrollo de armamentos mucho más sofisticados y letales que permitan mantener intacta la hegemonía global de Estados Unidos.
Tampoco sus presupuestos éticos difieren sustancialmente de los de W. Bush. Una prueba reciente:
Ante la publicación en el sitio Wikileaks, de Internet, de más de 90.000 documentos secretos relacionados con las acciones de sus tropas en Afganistán, Obama reaccionó indignado, no por las atrocidades que revelan, sino por las fallas de Inteligencia que permitieron que el mundo las conociera.
Estados Unidos mantiene sus tropas en Iraq y Afganistán y amenaza además con agredir a Irán bajo el pretexto de que su programa nuclear tiene fines bélicos. Pero eso no basta:
Para recuperar terreno perdido en América Latina, el dignatario estadounidense dispuso un amplio despliegue militar que suma a sus bases en Cuba (Guantánamo), Panamá, Honduras, El Salvador, Antillas Holandesas y Puerto Rico, el control de otras siete en Colombia y la activación de la Cuarta Flota.
Un acuerdo, por demás inconstitucional, con otro Nobel de la Paz, el ex presidente de Costa Rica, Óscar Arias, posibilitó al Pentágono establecer en ese país una gran base de operaciones para el control de la región, con el ridículo pretexto de la lucha contra el narcotráfico. En la nación centroamericana, Estados Unidos mantiene 7.000 efectivos, 46 buques de guerra, dos submarinos, 200 helicópteros y 10 aviones Harriet de combate, casi nada.
Tanto en Oriente Medio como en Centroamérica se forman teatros de operaciones y estrategias similares en las que Israel y Colombia constituyen puntas de lanza de Estados Unidos para obligar a entrar en el redil a países que buscan construir un sistema político y socioeconómico propio.
Recientes acusaciones de Colombia sobre la supuesta presencia de grupos insurgentes neogranadinos en territorio de Venezuela provocaron la ruptura de sus relaciones diplomáticas, ya turbias por reclamos similares, y mantienen en tensión a la región.
Las «pruebas» presentadas hasta ahora son videos y fotografías que no constituyen evidencias de la existencia de miembros de las FARC en Venezuela, y mucho menos del pretendido apoyo de esa nación a la guerrilla del país con el cual comparte más de dos mil kilómetros de frontera.
Ante los hechos, muchas personas en el mundo, probablemente incluso los integrantes del Comité del Nobel, permanecen a la expectativa y se preguntan si el señor Obama está dispuesto a honrar su compromiso con otra paz que no sea la de los sepulcros.
No cabe ninguna duda, Obama se ha convertido en el nuevo señor y gerente en jefe de las guerras imperiales. Afganistán, Iraq, Corea del Norte, Palestina, África, América Latina desde el Río Bravo del Norte hasta la Patagonia y el Caribe testimonian los afanes de dominación del imperio bajo el mando de Barack Obama, pero los pueblos de la tierra adquieren conciencia de la permanente amenaza que representa Estados Unidos para la propia supervivencia de la humanidad y por ello desde todos los puntos cardinales del planeta se alzan las voces de la paz, dignidad, soberanía y plena independencia.
Cada vez son más las voces del mundo que rechazan al imperio y sus guerras de dominación que depredan los recursos naturales y humanos, empobrecen a millones y millones de hombres, mujeres, niños y ancianos a los que condena a la mera supervivencia sobre escombros y sangre derramada por las bombas y balas imperiales.
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Fuente: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article942
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